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Campo de refugiados en Grecia: una dura prueba para las mujeres

Campo de refugiados en Grecia: una dura prueba para las mujeres

Las mujeres refugiadas en la isla de Lesbos enfrentan violencia, interminables procedimientos de asilo y horribles condiciones de vida. Marianna Karakoulaki, de DW, habló con algunas de ellas sobre sus experiencias.

Amal, una joven en sus veinte, y su familia huyeron del conflicto en Yemen y de las limitadas oportunidades para las mujeres allí. Después de un peligroso viaje a través del Egeo llegó a Lesbos. Aquí creyó que finalmente encontraría la libertad que estaba buscando. En cambio, la llevaron a Moria, el mayor campo de refugiados de Grecia, que parece una prisión al aire libre. Ella lo describe como el infierno en la tierra.

Moria ha estado en el centro de atención internacional en repetidas ocasiones debido a sus terribles condiciones. Más de 7.000 personas viven en un área construida para un poco más de 3.000. Muros altos y una cerca de alambre de púas separan el área principal del campo de la ciudad de tiendas de campaña que se extiende a su alrededor. Las condiciones de vida no cumplen con los estándares internacionales y no son adecuadas para miles de residentes.

La gente tiene que aguardar en filas por horas para recibir su comida. Los baños y las duchas son antihigiénicos. Las aguas residuales corren constantemente a través del campo hacia la carretera enfrente. La violencia parece haberse convertido en la nueva normalidad y las personas luchan para llevar a cabo las actividades diarias.

Un informe reciente de Amnistía Internacional sobre mujeres y niñas en los campos de refugiados griegos describe cómo el grave hacinamiento puede ser especialmente amenazador para las mujeres.

De hecho, vivir en Moria es mucho peor para las mujeres que para los hombres.

"Mejor muerta"

Amal relata con vívidos detalles cómo vio a un hombre golpear a una mujer hasta que sangró. El ataque tuvo lugar frente a la policía griega, la cual lo ignoró y luego culpó a la mujer por "salir con hombres así".

"La situación en Moria es injusta para las mujeres", dice Amal.

Su descripción de la vida cotidiana en el campo es impresionante. Incluso las tareas más simples como ir al baño pueden ser peligrosas. Aunque los hombres no están permitidos cerca de los baños de mujeres, siempre están ahí, dice. Una de sus amigas fue acosada recientemente por un hombre mayor en los baños de mujeres. La mujer logró escapar antes de que algo peor sucediera.

"A veces pienso que hubiera sido mejor morir en el mar que estar en este lugar", dice Amal. "Como feminista aprendí que no debería tener miedo a nada, pero tengo miedo de nunca dejar este lugar", continúa.

Este temor es la razón por la cual Amal preferiría estar en el anonimato. Ella ha escuchado rumores de que si los refugiados dicen algo negativo sobre el campo, sus casos de asilo pueden verse afectados. Ese temor fue compartido por cada persona que vive en Moria que habló con DW.

"Ser feminista y refugiado al mismo tiempo es extremadamente difícil. Tenemos mucho que decir durante nuestra entrevista de asilo, pero debemos quedarnos calladas porque queremos irnos de aquí", dice Amal.

Amal quiere seguir los pasos de su modelo a seguir, la feminista egipcia Nawal el Saadawi, que desafió las normas patriarcales en su país y logró sus objetivos gracias a su educación.

Arregla el patriarcado y arreglas todo

Somayeh, que viene de Afganistán. Se esfuerza por encontrar algo positivo que decir sobre Moria. Está agradecida de que ya no vive allí, sino en PIKPA, un campo para refugiados vulnerables autogestionado dirigido por voluntarios. La vida en Moria era extremadamente difícil, no solo por las condiciones antihigiénicas y las largas líneas para obtener comida, sino también por la violencia continua en el campo.

Cuando Somayeh habla de sus experiencias como mujer afgana su voz tiembla, incluso cuando lo hace vehementemente. Ella estudiaba en la universidad antes de casarse, cuando su esposo la obligó a abandonar sus estudios.

"En Afganistán el poder está en manos del hombre. No podemos trabajar por los derechos de las mujeres allí. Quiero igualdad, pero ¿cómo puedo enfrentar a todos los hombres? Lucho mucho por las mujeres, pero también por mi vida", dice.

Somayeh era en su país una activista de los derechos de las mujeres, una tarea ni fácil ni segura en una sociedad tan patriarcal. Ella cree firmemente que las mujeres no tienen muchas oportunidades en ninguna parte. Las mujeres refugiadas tienen todavía menos. Pero para ella la solución a los problemas que enfrentan las mujeres desplazadas en Europa no es muy complicada.

"Europa necesita darle conocimiento a las mujeres refugiadas, necesita educarlas sobre los derechos de las mujeres. Esto les dará confianza en sí mismas. Pero también debe brindarles seguridad", dice.

Las mujeres son más vulnerables, pero muy resistentes

Incluso Kumi Naidoo, seguramente acostumbrado a escenarios como Moria en su calidad de activista de renombre mundial y jefe de Amnistía Internacional, se escandalizó por lo que vio en el campamento durante una visita a principios de este mes. Le sorprendió la fuerza de las mujeres en una situación tan horrible, dijo a DW, y subrayó la necesidad específica de centrarse en las mujeres refugiadas.

"Las mujeres sufren más vulnerabilidades, solo basándose en la cantidad de casos de acoso sexual y violencia sexual que, lamentablemente, enfrentan las mujeres, especialmente de las comunidades pobres. Por otro lado, la resistencia de las mujeres, solo para poder sobrevivir, mantener una sonrisa en sus rostros y buscar soluciones para resolver las cosas, requiere un muy alto nivel de resistencia emocional y espiritual", dijo a DW.

Amal es uno de esas supervivientes.

"Mi vida está en el fondo de un lago en Irán, donde perdí todos mis documentos", dice.

Pero ella no ha dejado que eso la detenga. Una vez que se le conceda asilo en Grecia, planea regresar a Moria para ayudar a otras refugiadas a encontrar la fuerza para luchar contra la desigualdad. Así como lo han hecho sus modelos feministas en el pasado.DW