Las amenazas de Trump, un gol en contra de los intereses estadounidenses en Centroamérica
Miles de inmigrantes de Centroamérica van en una caravana rumbo a Estados Unidos. En respuesta, Donald Trump quiere recortar los fondos a sus países de origen. Expertos advierten sobre una desestabilización de la región.
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, sigue tuiteando, cada vez más furioso. Sin embargo, la caravana de los migrantes centroamericanos continúa indiferente. Hasta ahora, ni las fuerzas de seguridad masivas ni el improvisado servicio de transporte en la frontera entre Guatemala y México que busca captar aspirantes para regresar a sus países de orígen han tenido ningún efecto. "Guatemala, Honduras y El Salvador no pudieron impedir que su gente emprenda rumbo a lograr su cometido de cruzar ilegalmente la frontera de EE. UU.. Ahora, reduciremos radicalmente o cancelaremos la ayuda para estos países", dijo Trump en Twitter este lunes (22.10.2018).
Con su amenaza, Trump sugiere un EE. UU. que, una vez más, pone a América Central como el patio trasero de la casa, al estilo de la época de la Guerra Fría; con la intención de cumplir sus intereses con una mezcla de una ayuda militar y económica. A corto plazo, estas amenazas pueden tener un efecto positivo en la base de votantes de Trump, de cara a las elecciones de medio término en los Estados Unidos. Sin embargo, a mediano plazo, podrían desestabilizar aún más la región, según advierten los analistas. "La ayuda de los Estados Unidos está dirigida sobre todo a los más pobres y a contribuir para reducir la migración", dijo a DW el ex embajador salvadoreño en los Estados Unidos, Rubén Zamora. "Cancelar la ayuda es un gol en contra". Sin embargo, Trump es tan impredecible, que no hay ninguna certeza si realmente hará realidad su amenaza, advierte Zamora.
Las ayudas de EE. UU., sin mayor relevancia
En general, la ayuda económica de los Estados Unidos no es de tanta relevancia para Centroamérica. En 2017, el gobierno de los Estados Unidos gastó 500 millones de dólares en esta región, pero las remesas de los emigrantes a Centroamérica son muchas más significativas. Por ejemplo, Honduras recibió 4,3 mil millones de dólares en transferencias desde el exterior el año pasado. Por ello, en términos económicos, la amenaza es, mayormente, en vano. Políticamente Trump debilita -a excepción de El Salvador- a presidentes de derecha, que hasta ahora han sido cortejados por diplomáticos estadounidenses. En qué medida se desea esto, no está claro para Zamora: "Trump tiene una visión a corto plazo de la próxima elección. Al parecer, no habrá ninguna estrategia clara para América Latina, pues la política exterior está sujeta a sus caprichos".
Las diferencias con la política de Obama
El panorama era distinto con el antecesor demócrata de Trump, Barack Obama. Para este momento de su mandato, se había producido un cambio de rumbo en la política frente a América Latina: el tráfico de drogas y la migración ya no se consideraban problemas de seguridad con soluciones militares, sino como desafíos sociales y económicos, con el cambio en la gestión correspondiente.
Por otra parte, en los estados particularmente frágiles en términos políticos y económicos del "Triángulo del Norte" - Guatemala, El Salvador y Honduras - Obama promovió programas para la prevención del crimen, el desarrollo rural y la anticorrupción a través de la Agencia de Desarrollo de USAID, la ONU y las iglesias. Un enfoque a largo plazo que resultó polémico en la élite de Washington. Hubo una particular resistencia por parte de la agencia antidrogas DEA y el Departamento de Defensa de EE. UU., quienes observaban con preocupación que Centroamérica se había convertido en el principal centro del narcotráfico en los Estados Unidos durante la última década.
Apoyo a presidentes controvertidos en Centroamérica
Con Trump, los halcones obtuvieron la ventaja en la administración de los EE. UU. Personas como el vicepresidente, Mike Pence, y el jefe de gabinete, John Kelly, que, como comandante en jefe de Southcom, fue responsable de la estrategia militar en América Latina, intentan imponer su punto de vista con el discurso nacionalista y racista del presidente estadounidense. Según ellos, en América Central los gobiernos necesitan un enfoque de mano dura e ideológicamente al estilo estadounidense, también para detener la creciente influencia de China en Latinoamérica. Es por eso que EE. UU. apoyó en Honduras al presidente conservador Juan Orlando Hernández, a pesar de que hace un año solo logró su reelección gracias a una controversial "reinterpretación de la Constitución" y unas elecciones, que según la Organización de los Estados Americanos (OEA) fueron manipuladas.
En Guatemala, el gobierno de Estados Unidos respaldó a Jimmy Morales, quien fue acusado de corrupción y financiamiento ilegal de campañas, y deslegitimó la comisión de las Naciones Unidas para combatir la impunidad (CICIG). Financiada principalmente por EE. UU. y Europa, la CICIG ha logrado avances significativos en la lucha contra la corrupción y la reforma legal, pero esto iba en contra de los intereses de políticos, empresarios y militares corruptos con buenas relaciones con los republicanos de EE. UU., como Pence y el senador Marco Rubio, quien recientemente congeló los fondos estadounidenses gracias a su lobby.
En El Salvador hay menos influencia. El país está regido por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), ex guerrilla de izquierda, y mantiene estrechos vínculos con Venezuela, Cuba y China. Sin embargo, en febrero se vienen las nuevas elecciones y las encuestas no apuntan a una victoria del FMLN. "Me pregunto qué quiere causar Estados Unidos en América Central. ¿Nuevas dictaduras militares y, por ende, más violencia y nuevas olas de migración?", cuestiona Zamora.
México, entre la espada y la pared
México está en el medio. Es el país tradicional de tránsito para los migrantes centroamericanos y, al mismo tiempo, un socio económico importante de los EE. UU. Incluso Obama, con el "Plan Frontera Sur" del año 2014, tuvo como objetivo convertir a México en un puesto fronterizo al servicio de su país, una estrategia que Trump sigue aplicando y que hasta ahora ha dado frutos. De cualquier manera, los activistas de derechos humanos se quejan de que México ha deportado, en algunos años, a más centroamericanos que Estados Unidos. Los expertos consideran que esto es un error y esperan un nuevo rumbo en ese aspecto después del cambio de gobierno en México, donde el 1 de diciembre el nacionalista de izquierda Andrés Manuel López Obrador asume la presidencia. "Especialmente con respecto a América Central, es importante que México no se ponga al servicio de la agenda de seguridad de los Estados Unidos, sino que elabore su propia política regional con los vecinos del sur, que financieramente también es independiente de los Estados Unidos", exige Carlos Heredia Heredia, del Centro para la Investigación y Docencia Económicas (CIDE). "De lo contrario, surgen dependencias y amenazan innumerables problemas".
En el corto plazo, podría tener sentido detener la caravana, dice la politóloga Cecilia Soto: "Que pase la caravana beneficia a Trump y esto podría resultar en que los republicanos ganen las elecciones de medio término. El principal objetivo de México debe ser debilitar a Trump y sabotear su reelección. Por lo tanto, puede ser conveniente detener la caravana y, por el momento, colocarla en refugios con la ayuda del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)." La pregunta es si eso dará resultado.