Internacionales

El principio del fin de Mugabe

Con 28 años en el poder, al frente de un país con la expectativa de vida más baja del mundo, un desempleo del 80% y una inflación de 165.000%, Robert Mugabe, presidente de Zimbabue, "perdió toda legitimidad a los ojos del mundo y fundamentalmente de África", explicó la periodista uruguaya Mercedes Sayagués, que vivió en Zimbabue y fue expulsada por el mandatario. "La cuestión ahora es cómo negociar una transición" que permita tener "unas elecciones limpias antes de fin de año", agregó, y sostuvo que quizá este sea "el principio del fin de Mugabe".

(Emitido a las 8.34)

EMILIANO COTELO:

La cumbre del Grupo de los Ocho (G8) anunció el martes medidas financieras y de otro tipo contra los responsables de la violencia en Zimbabue. El texto de la declaración, en un lenguaje sumamente diplomático, evitó hablar abiertamente de sanciones, una posibilidad que fue rechazada en el seno del G8 por Rusia y por numerosos dirigentes africanos invitados a la reunión.

Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania, en cambio, defendieron una línea dura contra el régimen de Robert Mugabe, acorde con las sanciones que han venido promoviendo en otros ámbitos.

De todos modos, el documento del G8 expresó la grave preocupación de sus miembros frente a la situación de Zimbabue, y rechazó, por otra parte, la legitimidad del nuevo gobierno. Desde marzo hasta ahora, alrededor de 100 personas murieron como consecuencia del terror instaurado por el régimen de Robert Mugabe, que hace 28 años que encabeza los destinos de ese país.

A sus 84 años, Mugabe juró el 27 de junio por sexta vez como presidente, luego de unas elecciones a cuya segunda vuelta la oposición no se presentó, debido a la represión que sus seguidores padecen por el aparato oficialista.
 
Las últimas tres décadas han sido trágicas para Zimbabue, y no solo en materia política. Por ejemplo, la expectativa de vida es de 35 años, el índice más bajo en el mundo; está infectado con el VIH el 21% de la población; más de 80% de los habitantes vive con menos de dos dólares diarios; la inflación alcanza 165.000%; el desempleo ronda el 80% y millones de personas han huido a países vecinos.

Para conocer un poco más de la realidad de ese país africano, vamos a conversar con una uruguaya que vivió allí. Se trata de la periodista Mercedes Sayagués, que residió en Zimbabue hasta el año 2001, cuando fue expulsada por el propio Robert Mugabe. Ahora reside en Pretoria, la capital de Sudáfrica.

Comencemos contando tu propia historia con Mugabe. ¿Cuáles fueron los problemas que tuviste que enfrentar en Zimbabue?

***

MERCEDES SAYAGUÉS:

Después de un año de reportajes sobre los abusos de derechos humanos y la tortura a los miembros de la oposición, para el principal semanario de Sudáfrica, el Mail & Guardian, el régimen me expulsó, me dio 24 horas para salir del país y cerrar nueve años de vida allí. Y ahora tengo prohibida la entrada como persona non grata y riesgo para la seguridad nacional.

EC - ¿Por qué te habías instalado en Zimbabue?

MS - Llegué en 1992 como portavoz para las operaciones humanitarias de las Naciones Unidas en África austral, y me quedé porque Zimbabue era un país muy lindo.

EC - Ahora vives en Sudáfrica. ¿Cuál es tu actividad en Pretoria?

MS - Sigo siendo periodista.

EC - Desde Pretoria sigues muy de cerca lo que pasa en Zimbabue, entre otras cosas porque Sudáfrica vive los coletazos de toda esa crisis.

MS - Debe de haber unos tres millones de zimbabuanos como inmigrantes legales e ilegales en Sudáfrica, lo que genera todo tipo de estrés en la economía y en las relaciones con los locales. Eso se vio en la ola de violencia xenofóbica de hace un mes, en la que mataron a unos 50 extranjeros. Gran parte de la violencia era contra los zimbabuanos, porque aquí se los percibe como que vienen a quitar empleo o a poner más presión sobre los recursos para los pobres.

EC - Tres millones de habitantes de Zimbabue se fueron a Sudáfrica. ¿Cuál es la población de Zimbabue?

MS - Zimbabue tiene 12 millones, y se calcula que entre cuatro y cinco millones se han ido del país. Los profesionales y aquellos con calificaciones para Inglaterra, Australia, Canadá, y los menos calificados y los jóvenes a los países vecinos, como Zambia y Botswana, y Sudáfrica, que es la economía más grande de la región y del continente.

EC - ¿Cómo resumes lo que está pasando en Zimbabue estos días? Hay una larga historia detrás, pero lo más reciente.

MS - Quizás sea el principio del fin. Robert Mugabe se ungió presidente, pero perdió toda legitimidad a los ojos del mundo y fundamentalmente de África. Los líderes africanos ya no le compran el mensaje de que es un líder popular y democráticamente elegido.

La cuestión ahora es cómo negociar una transición hacia un gobierno liderado por Morgan Tsvangirai, con representantes del MDC, para tener unas elecciones limpias antes de fin de año.

EC - ¿Qué pasó con Robert Mugabe? Repasando antecedentes, veía que es un hombre educado, tiene cinco licenciaturas y dos maestrías; fue profesor, tal vez por eso en su mandato ha puesto énfasis en la educación. Zimbabue se destacaba, pese a todos los datos negativos que yo mencionaba, por ser el país de África con mejor nivel de alfabetización, 90%.

Entre 1964 y 1974 el "camarada Bob", como entonces le decían, estuvo en prisión por su apoyo a la Unión Nacional Africana de Zimbabue, en su lucha contra la minoría blanca en Rodesia, era un héroe. En 1980 fue electo primer ministro, era la primera vez que un hombre de raza negra ocupaba el cargo. Él ofreció diálogo y reconciliación con los blancos y se ganó los elogios de Occidente. ¿Qué transformación se dio con el correr del tiempo?

MS - Robert Mugabe es una figura compleja. No se lo puede ver en términos literal y metafóricamente de blanco y negro. Tuvo aciertos enormes en la educación, la salud pública, el mantenimiento de la infraestructura, pero como a muchos líderes que empezaron bien, el estar tres décadas en el poder lo enfermó. Si uno mira líderes mundiales, desde Gadafi hasta Mao Tse-tung y otros, comenzaron bien –incluso Saddam Hussein– tuvieron aciertos en sus primeros años, pero después de 25 años el poder enceguece, hace perder el sentido del mandato, de la vocación por el bien público, y estos líderes quedan aislados de la realidad de su pueblo y enfermos por continuar en el poder.

EC - ¿Qué tipo de oposición logra asomar en Zimbabue?

MS - Cuando asoma le dan palo, pero sigue asomando. Comenzó con los sindicatos, la sociedad civil, las iglesias, la clase media urbana, y todos ellos han sido objeto de políticas de represión, desde la operación de limpieza en la cual 20% de la población de Harare, una de las principales ciudades, fue expulsada al campo, hasta la represión contra los sindicatos y la sociedad civil. Ese es el gran enemigo de Mugabe: la gente más educada; curiosamente la gente a la que él apostó, las generaciones que fueron educadas en los primeros 15 años de independencia de Zimbabue.

EC - ¿Cómo ha quedado esa oposición después de esta elección fraudulenta? ¿En qué posición se ubica?

MS - Está más fuerte. El haberse retirado fue una movida estratégica muy buena, porque colocó en la atención del mundo la ilegitimidad de estas elecciones y la brutal represión, con más de 100 personas muertas y torturadas en forma salvaje. Por ejemplo, la esposa del intendente de Harare fue raptada por la milicia del ZANU-PF con su hijo de cuatro años y la mataron a golpes delante del niño. De esas hay muchísimas historias. Es como si a la esposa del intendente de Montevideo la mataran a palos delante de su hijo. Para darte una idea de la represión, de lo salvaje que es.

Cuando Tsvangirai decidió retirarse de las elecciones, colocó este asunto en el panorama mundial y, sobre todo, africano. Muchos líderes africanos, aquellos democráticamente electos, hablan ahora en voz alta contra el régimen de Mugabe. Y eso es lo que ha posibilitado estas negociaciones, que van a ser muy lentas y muy duras, porque hay elementos del aparato militar y de la seguridad, y el propio Robert Mugabe que no quieren aflojar, mientras que hay otros sectores del ZANU-PF, el partido en el poder, que estarían más dispuestos a negociar porque saben que están en un camino sin salida.

EC - ¿En qué posición se encuentra el gobierno de Sudáfrica, el país en el que tú vives? Ha sido criticado por no plantarse suficientemente fuerte frente al régimen de Robert Mugabe.

MS - Son críticas muy justas, porque el presidente Thabo Mbeki está perdido en la cuestión de Zimbabue. Él también es un hombre sin mandato, le queda menos de un año en su posición y ya se sabe que el ANC, el partido en el poder, tiene otro candidato, otro jefe, otro presidente, que es Jacob Zuma, y que Zuma tiene una posición frente a Zimbabue. Pero Mbeki es un hombre muy terco y no le gusta admitir que se ha equivocado.

Ya incluso la Sadec (Organización Regional de África Austral) ha pedido otro mediador y un mediador de las Naciones Unidas, porque Mbeki ha perdido la confianza, no solo de Tsvangirai, de la oposición, sino de la región, por ser inefectivo y por ser más solidario con Mugabe que con principios democráticos y de no represión (de respeto a los derechos humanos).

EC - Nelson Mandela, el líder histórico del Congreso Nacional Africano, ya se despegó de su solidaridad con Mugabe.

MS - Sí, un poco tardíamente, pero en el concierto en Londres habló contra Mugabe. Desmond Tutu lo ha hecho permanentemente y eso aísla aún más a Mbeki en esa posición arbitraria que ha tomado. Pero ya la región, los gobiernos de los países limítrofes, han tomado una posición diferente de la de Mbeki.

EC - Yo iniciaba este espacio citando lo que resolvió ayer la cumbre del G8, que anunció medidas financieras y de otro tipo contra los responsables de la violencia en Zimbabue. El texto no menciona expresamente el término "sanciones", pero de todos modos expresa la grave preocupación frente a la situación en Zimbabue y rechaza la legitimidad del nuevo gobierno. ¿Qué utilidad puede tener un pronunciamiento como este?

MS - Muy poca. Como los gobiernos del mundo occidental no pueden hacer nada contra Mugabe, hablan de sanciones. Pero esas sanciones tienen muy mala prensa en África, y Mugabe es muy habilidoso para dar vuelta esos argumentos y tomar un discurso antiimperialista contra Estados Unidos (que no es nada popular en el mundo hoy) y contra el antiguo poder colonial, Gran Bretaña. Son una expresión de una falta de legitimidad.

Lo más importante son las negociaciones, fortalecer a la sociedad civil y lograr que Sudáfrica tenga una posición más tajante, por ejemplo amenazar con cortar la electricidad. La electricidad en Zimbabue es dada por Sudáfrica y Zimbabue no paga la cuenta. Y los sindicatos sudafricanos ya han dicho que estarían dispuestos a cerrar las fronteras en solidaridad con la población de Zimbabue. Eso hicieron cuando vino el barco con el cargamento de armas de China, hace dos meses; los obreros en los puertos de Sudáfrica y de Mozambique se negaron a descargarlas.

EC - ¿Qué esperas que ocurra en los próximos tiempos? ¿Cómo puede derivar toda esta crisis?

MS - Sería útil una sanción contra la venta de armas a Zimbabue, porque las armas son usadas para reprimir a la población. En este momento Zimbabue no tiene divisas, así que no veo que vaya a comprar nada; China le podría dar algo a cambio del tabaco, ya que es su principal comprador. Ahora es cuestión de convencer a Robert Mugabe de que la única salida es un gobierno de transición en el cual él no estaría. Y allí el problema en parte es el ejemplo de Pinochet y de Charles Taylor, de Liberia: ningún dictador del mundo ahora se siente seguro en ninguna parte, y la Corte Internacional de La Haya y el Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra también tienen brazo muy largo. Entonces aunque a Mugabe el MDC le garantiza vivir en paz en Zimbabue, y lo dejarían (como Ian Smith vivió después de la independencia de Zimbabue), podría vivir tranquilo, pero no podría viajar, porque siempre puede haber un procurador Garzón, siempre puede haber algún abogado, algún juez en alguna parte que le haga un juicio por tortura y represión. Es la paradoja de que por un lado ya no hay impunidad para los dictadores, y por otro lado se aferran más que nunca al poder porque saben que no van a tener paz y seguridad en el mundo de hoy.