China después de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008
¿Cómo queda China tras los Juegos Olímpicos? ¿Qué imagen dio al mundo en estos 18 días de competencia? El periodista español Rafael Poch de Feliú, corresponsal del diario La Vanguardia en Beijing, señaló que si algo se demostró con estos juegos es que la sociedad china no es "un colectivo de autómatas fanáticos que obedecen al Estado comunista", como se lo suele mostrar, sino que es una sociedad normal, como cualquier otra. Además, aseguró que todo seguirá avanzando en aquel país, ya que los seis años de preparación y los 42.000 millones de dólares invertidos no se fueron solo en instalaciones deportivas, sino en inversiones de una utilidad social importante.
(Emitido a las 8.34)
JOSÉ IRAZÁBAL:
El domingo, aproximadamente a esta hora, el mundo volvía a sorprenderse con una ceremonia de clausura, que al igual que la de apertura mostraba imágenes inolvidables en China. Tras 18 días de competencia en los que, por primera vez en la historia, China logró ubicarse como máxima potencia deportiva del mundo, culminaron los Juegos Olímpicos Beijing 2008.
Fueron superados 43 récords mundiales y 132 récords olímpicos en estos juegos de Beijing y un nadador estadounidense, Michael Phelps, logró la mayor cantidad de medallas de oro para un solo atleta en un mismo juego, con ocho medallas de oro.
Se trata de un evento que, desde el punto de vista deportivo, dejó muchas novedades realmente interesantes, pero que eran esperados con expectativa no sólo por el aspecto deportivo, sino también por las repercusiones políticas y sociales que pudiera dejar para un país gobernado con mano dura.
¿Cómo han sido estos 18 días? ¿Qué dejan los Juegos Olímpicos de China? ¿Cómo queda parada China frente al mundo después de este evento?
Rafael Poch de Feliu, corresponsal del diario La Vanguardia de Barcelona España en Beijing contesta a estas preguntas.
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Hace varios años que estás trabajando como corresponsal de La Vanguardia y en Beijing. ¿Cómo es el antes y el después de estos Juegos Olímpicos?
RAFAEL POCH:
Visualmente la ciudad de Pekín ha cambiado mucho en estos seis años. Desde 2001, cuando se designó la ciudad, hasta el día de hoy se ha construido todo lo que hemos visto. A diferencia de otras sedes olímpicas, aquí prácticamente se ha partido de cero, ya que el deporte jugaba muy poco papel, se ha tenido que hacer el 80% de lo que hemos visto, los estadios y las instalaciones. Al mismo tiempo, se han hecho líneas de metro, ha habido un desarrollo urbanístico extraordinario, autopistas. La ciudad se ha transformado mucho. Eso ha sido el antes y el después.
¿Y qué va a pasar? China continúa cambiando a un ritmo vertiginoso, que no porque haya tenido los Juegos Olímpicos va a cambiar. Quizá algún acento pueda tener, por ejemplo, en los deportes que van a ser mucho más potenciados.
Pero China tiene su propio ritmo, que es bastante planificado. Estos seis años preolímpicos han coincidido con lo que es el cambio más crucial de la política del país, que es que todo aquello del "enriquecerse es glorioso" y "que para que el país prospere unos tienen que enriquecerse antes que otros" toda esa filosofía de un Deng Xiaoping- se ha superado en provecho de una perspectiva mucho más social, de que hay que cuidar las desigualdades, lo que se llama ahora la sociedad armoniosa.
Esto es muy serio y tiene un futuro de 20 años por delante, donde vamos a presenciar cambios tan extraordinarios como los que hemos presenciado estos últimos 20 años. Concretamente, la construcción de una red de seguridad social para el país más poblado del mundo, la mejora de la educación, la educación primaria y secundaria prácticamente universal para el año 2020, y una proyección extraordinaria. El plan es cuadriplicar el PIB del país entre el año 2000 y 2020. Veremos si lo cumplen, hasta ahora lo han cumplido casi todo, o sea que no hay ninguna razón para no tomarse en serio todo este tipo de proyecciones.
JI - En el plano deportivo, en cuanto a lo que deja los Juegos Olímpicos en materia de rendimiento, China se ha convertido en la máxima potencia deportiva, con 51 medallas de oro y 100 en total. Alcanzó la cima del medallero olímpico por primera vez en la historia. ¿Por qué ocurrió eso?
RP - Hay una combinación de varias cosas. Una es que al ser sede de los Juegos tenía derecho a presentar deportistas de todos los deportes, con lo cual sus posibilidades aumentaban automáticamente. En segundo lugar, ha tenido seis años para poner su máquina de planificación al servicio del objetivo de hacer un buen papel en estos juegos, y lo ha hecho con la eficacia habitual. Se ha puesto energía y dinero para conseguir esto. Y está demostrado que cuando un país se proclame, este tipo de cosas mejoran.
Yo recuerdo las olimpiadas de Barcelona en el año 1992, en las que España, que no era gran cosa deportivamente, logró unos resultados bastante notables. Pero hubo allá un trabajo de toda una serie de años para conseguirlo. Entonces, cualquier país que dedique dinero, tiempo y esfuerzo a esto lo consigue.
Lo que hay que decir es que China ha conseguido esta extraordinaria victoria deportiva sin prácticamente meterse en los dos ámbitos que más medallas dan, que son la natación y el atletismo. La pregunta que nos podemos hacer es qué pasará si esta gente se pone en serio en estos dos ámbitos en los próximos años. La batalla será aún más espectacular.
Lo que está claro es que ha llegado a la cima deportiva y va a seguir ahí. No sé si en las siguientes olimpíadas seguirá siendo el líder, pero si no es primero, será segundo. A partir de ahora va a estar disputado a este nivel y es una disputa nueva, porque es la primera vez que un país en desarrollo llega a este tipo de posición.
JI - ¿Y qué le queda a China en materia de infraestructura después de una inversión que fue muy importante para estos Juegos Olímpicos? ¿Desde ese punto de vista qué análisis se puede hacer?
RP - Le queda muchísimo, porque se gastaron 42.000 millones de dólares en estas olimpíadas, de los cuales más de la mitad se ha destinado a infraestructura, o sea, a cosas que independientemente de los Juegos Olímpicos tienen una utilidad social: trenes de alta velocidad, autopistas, metro en Pekín, etcétera.
Todo esto va a continuar, porque es la dinámica del desarrollo chino. Lo primero que hay que dejar claro es que China no va a entrar en crisis, como algunos han dicho después de estos juegos porque la máquina se va a quedar sin trabajo, en absoluto. El trabajo de urbanización en este país es extraordinario y en los próximos 20 años va a continuar habiendo 100, 200, 300, 350 millones de chinos rurales que van a establecerse en las ciudades. Habrá que construir viviendas; el ritmo de la construcción, que es un motor económico; el mundo de las infraestructuras y todo... esto no va a acabar con estos juegos. Los ferrocarriles de alta velocidad están empezando ahora, han inaugurado uno entre Pekín y Tianjin, pero van a hacer una red nacional de alta velocidad.
Lo mismo se puede decir con muchísimas más cosas. El desarrollo va a continuar, aunque naturalmente está sometido a todas las incógnitas que la propia economía mundial tiene encima, pero eso ya no es una cosa china sino global.
JI - Una de las promesas que el gobierno de China había hecho antes de que comenzaran estos Juegos Olímpicos era la de mejorar las políticas en Derechos Humanos ¿se ha cumplido eso?
RP - No, no ha cumplido en absoluto. Ha sido una situación muy china, hubo determinadas declaraciones en materia de censura de internet, de libertad de prensa, de Derechos Humanos... Pero estamos hablando de censura de internet y libertad de prensa en la villa olímpica y para los periodistas extranjeros. Los periodistas chinos no han cambiado un ápice su situación.
Pero ni siquiera eso se ha cumplido de una forma satisfactoria para los periodistas extranjeros. Han seguido estando censuradas toda una serie de páginas de internet (no muchas y absolutamente anecdóticas para lo que era el trabajo de estos juegos). Me refiero a páginas como la de la secta Falun Gong, que es un enemigo del estado chino, determinadas páginas del gobierno de Taiwán o de organizaciones de Taiwán muy hostiles a China. Algunas de derechos humanos absolutamente respetables, como la de Amnistía Internacional. Hay una mezcla de varias cosas.
Los periodistas extranjeros, que tienen más libertad para moverse y han conseguido más libertad para moverse, se han encontrado un poco con lo de siempre, es decir que un policía en cualquier lugar te puede decir que ahí no puedes filmar y ya está. O sea que no ha habido cambio prácticamente en este ámbito, pero lo que tampoco ha habido es un cambio para peor, que es lo que dicen muchos de las organizaciones de Derechos Humanos, eso tampoco es cierto.
JI - ¿Te sorprendió que no se registraran o que por lo menos no trascendiera a nivel mundial- manifestaciones en favor de la independencia del Tibet?
RP - Sí, hemos tenido casi cada día pequeñas manifestaciones, grupo de dos o tres personas que ponían pancartas y gritaban en un sitio, que entregaban panfletos y cosas así. Lo que pasó es que a partir del día 8, cuando empezó el gran espectáculo deportivo, este tipo de incidentes que fueron menores- se convirtieron en completamente anecdóticos, fueron engullidos por la crónica del espectáculo y tuvieron muy poca repercusión.
Pero hemos tenido protestas de ese tipo casi cada día, a cargo de activistas occidentales del Free Tibet. Lo que ha pasado con ellos es que la Policía los ha detenido amablemente, con un trato exquisito, que es el que suele dedicar a los extranjeros en China, muy diferente al que dedica a los ciudadanos chinos a veces. Y simplemente los han puesto en un avión de vuelta a casa o los han arrestado una serie de días en una comisaría, como ocurrió con el último grupo de alemanes y norteamericanos.
JI - ¿Cómo ves la imagen que dejó China después de estos Juegos Olímpicos? ¿Cumplió con esa intención de mejorar su imagen a nivel internacional?
RP - Unos Juegos Olímpicos son la operación de propaganda global más extraordinaria que tenemos en el mundo actual. Hubo 4.400 millones de teleespectadores que en un momento u otro han visto por televisión estos juegos, lo que quiere decir que algo ha quedado, seguro. Yo creo que mucha gente se ha dado cuenta de que China es un país moderno, capaz de organizar cosas de gran calidad, capaz de organizar un espectáculo no sólo brillante y bonito, sino también refinado sin mal gusto y sin el kitsch global al que estamos acostumbrados. Todo esto da que pensar seguramente a mucha gente.
Y todo eso, a pesar de que China tiene en contra un tremendo aparato de propaganda occidental, que le es muy hostil, porque sirve a los intereses de los países y los poderes de las grandes potencias establecidas, a las que no les gusta que haya competidores en el mundo. Menos aún competidores del estilo de China, que mande por libre y que afirman una autonomía en el mundo.
En ese contexto, yo creo que China ha cosechado una victoria importante, que es la que explica también la hostilidad que ha rodeado a estos juegos. Ha sido un poco la rabieta para intentar que no luciera tanto como ha lucido.
JI - En cuanto a tu perspectiva personal ¿qué fue lo que más te sorprendió de estos 18 días de Juegos Olímpicos?
RP - Yo creo que ha sido constatada, una vez más, la normalidad de la sociedad china. La sociedad china es como cualquier otra, que normalmente es presentada como una especie de colectivo de autómatas fanáticos que obedecen al Estado comunista, o bien al revés, como una especie de masa oprimida por ese mismo estado. Son las dos imágenes muy contradictorias que se ofrece normalmente en este país. La realidad es mucho más humana, mucho más banal, mucho más normal. Los chinos tienen opiniones diversas sobre estos juegos, han hecho chistes sobre estos juegos "pitorreándose" de sus dirigentes y de la vigilancia. Hubo un sistema de control de vigilancia a base de voluntarios, muchos de ellos de la época de la generación de Mao, como muy benévola, gente mayor movilizada.
Yo creo que ha sido un retrato de esta sociedad china con todas sus contradicciones, con sus aspectos admirables y naturalmente con sus defectos también.
(Foto: AFP)
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