A 15 años del asesinato de Itzjak Rabin
Contacto con Ana Jerozolimski, corresponsal de En Perspectiva en Israel.
(emitido a las 8.40 Hs.)
EMILIANO COTELO:
A mediados de 1993 en Oriente Medio se vivió toda una revolución. Ante la sorpresa de muchos, se reveló que Israel, bajo la conducción del primer ministro Itzjak Rabin, y la OLP, encabezada por Yasser Arafat, habían conducido negociaciones secretas de cara a una reconciliación.
El 13 de setiembre se firmó en los jardines de la Casa Blanca, en Washington, el documento llamado declaración de principios, que selló el mutuo reconocimiento de las partes antes declaradas enemigas. Era notoria la incomodidad de Itzjak Rabin al estrechar públicamente la mano de Arafat. Pero había tomado la decisión de intentar un nuevo camino y esa era la senda por la que quería marchar.
Aquel proceso de paz dividió a Israel, ya que no trajo tranquilidad ni siquiera durante las negociaciones. Para muchos israelíes, la continuación de los atentados, las retiradas concretadas, y las nuevas anunciadas, eran algo difícil de aceptar.
Pero entre aquellos que discrepaban y manifestaban, había uno, Ygal Amir, un israelí, judío igual que Rabin, estudiante de Derecho en la universidad de Bar Ilan, de 26 años, que estaba decidido a hacer algo más. El 4 de noviembre por la noche, hace exactamente 15 años, este joven asesinó al primer ministro Itzjak Rabin.
Desde Jerusalén, nuestra corresponsal Ana Jerozolimski recuerda aquella noche y analiza los desafíos de Israel hoy, una década y media después.
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ANA JEROZOLIMSKI:
Hoy, 4 de noviembre, se cumplen 15 años del asesinato del primer ministro Itzjak Rabin. Cada vez que se acercan las fechas recordatorias, resurgen las polémicas: ¿acaso sólo la izquierda debe recordar a Rabin y honrar su memoria? Quizás la izquierda alejó a los demócratas del lado derecho del espectro político israelí? Cómo separar los dos mensajes claves de esta situación: por un lado, el recuerdo de que Rabin fue asesinado por su política en el proceso de paz. Por otro lado, lo central: en democracia, las discrepancias no se resuelven mediante el asesinato. No todos los israelíes responden a estas preguntas de la misma forma.
Pero antes de entrar en ello, quisiera concentrarme en el recuerdo. Primero, la esperanza que transmitía la alegría de Rabin aquel sábado 4 de noviembre por la noche, cuando llegó a la plaza que en ese entonces todavía no llevaba, por cierto, su nombre y vio que no había lugar ni para un alfiler. Cerca de 200 mil personas se habían hecho presentes, para decir sí al proceso de paz con los palestinos.
Rabin estaba radiante:
(Audio Rabin)
"Siempre creí que la mayor parte del pueblo desea la paz, está dispuesto a correr riesgos por la paz. Y ustedes aquí, al hacerse presentes en este acto, demuestran, junto a muchos otros que no vinieron, que el pueblo realmente quiere la paz".
(Fin del audio)
El público se salía de sí. Hasta ese momento, la calle parecía haber sido dejada en control de los opositores al proceso de paz, que consideraban que Rabin estaba poniendo en peligro al país y que al autorizar retiradas de Cisjordania y Gaza exponía a Israel a mayores riesgos de seguridad que aquellos con los que ya lidiaba.
Controlar a más de dos millones de palestinos no traerá una solución pacífica, dijo Rabin en un discurso ante el parlamento israelí, la Kneset, un mes antes de su asesinato, cuando presentó el acuerdo interino con la OLP. El entonces jefe de la oposición y hoy primer ministro, Benjamín Netanyahu, fue tajante en su crítica:
(Audio Netanyahu)
"Nunca sucedió que judíos hayan renunciado por su voluntad, con alegría, a partes de su patria, al reconocimiento de nuestro derecho sobre esta tierra".
(Fin del audio)
El problema no radicaba en la legítima discrepancia sino en el paso extra que dieron muchos, en la incitación salvaje contra Rabin. Extremistas le llamaron de traidor, radicales de derecha le vistieron en fotografías montadas con el típico pañuelo árabe, la kefía, y hasta con un uniforme de nazi. Está vendiendo a Israel, dijeron, preparando el terreno para el terrorista Ygal Amir, que luego lo mató.
Al finalizar aquella multitudinaria reunión abierta en apoyo al Gobierno, Rabin se dirigió satisfecho y realmente feliz hacia las escaleras que conducían del estrado junto a la municipalidad de Tel Aviv al estacionamiento en el que aguardaba su coche. Alcanzó casi a poner un pie en el auto y se oyeron tres disparos. El coche oficial voló por las calles de Tel Aviv en dirección al hospital Ijilov.
Tiempo después, el anuncio que estremeció a Israel. Eitan Haber, amigo personal de Rabin, su más estrecho colaborador y director de la oficina del primer ministro, le habló al público que esperaba acongojado en la explanada de entrada al hospital.
(Audio Haber)
"El Gobierno de Israel comunica con estupor, gran pesar y profundo dolor la muerte del primer ministro y ministro de Defensa, Itzjak Rabin, que fue asesinado por un atacante, esta noche en Tel Aviv. El Gobierno se reunirá en sesión de duelo. Bendita sea su memoria".
(Fin del audio)
Israel detuvo su marcha. Salvo fanáticos extremistas que festejaron, no había en ese momento izquierda y derecha. Religiosos y laicos, demócratas que apoyaban a Rabin y demócratas que se le oponían no podían creerlo. El estremecimiento era generalizado.
Quince años después, las polémicas no se han terminado. La paz con los palestinos no sólo no se ha logrado sino que ambas partes tienen serias dudas acerca de cuán posible realmente es. La sociedad continúa dividida, pero la sensación es que la polarización es menos acútica que en aquellos tiempos. ¿Acaso se aprendió totalmente la lección? No estoy tan segura. Sea como sea, basta con un demente fanático que empuñe un revólver para cambiar el destino de una nación.
En realidad, una cosa más es clara. Desde el asesinato de Rabin, más allá de matices diversos de cada jefe de Gobierno, el aprendizaje central que parecen lograr todos los que llegan al poder es que Rabin tenía razón.
En el día oficial del recuerdo del asesinato, el primer ministro Netanyahu citó palabras de Rabin, de su último discurso en el parlamento, como quien cita a un maestro que abre el camino correcto.
"Podemos seguir luchando, podemos seguir matando y seguir siendo matados, pero también podemos poner fin, intentar poner fin, a este círculo interminable de sangre", dijo.
Netanyahu no es el primero en llegar a esta conclusión. Así habló Dalia Rabin, hija del primer ministro asesinado, en el acto oficial de recuerdo.
(Audio Dalia Rabin)
"Uno tras otro, subieron al poder líderes que se te opusieron duramente, que alegaban que estás equivocado, que no tienes mandato. Pero apenas se sentaron en el lugar ansiado, con la pesada responsabilidad sobre sus hombros, se sintieron iluminados".
(Fin del audio)
En la reunión multitudinaria del sábado último, por la noche, en la misma plaza del asesinato, hoy llamada plaza Rabin, el presidente de Israel, Shimon Peres, que fue socio de Rabin en la lucha por la paz, quiso combinar el recuerdo con la esperanza, lo último que se pierde:
(Audio Peres)
"Itzjak fue asesinado, la paz ganará. Todavía hay mucho trabajo. Los vecinos no lo hacen fácil. Pero nosotros somos más decididos que los enemigos de la paz y por lo tanto saldremos victoriosos, porque hemos jurado poner fin a las guerras, por nosotros y nuestros vecinos. Basta ya".
(Fin del audio)
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EC Esta canción que escuchábamos al comienzo del espacio, que se titula "Shir Lashalóm", que significa "Canción a la paz", fue escrita en el año 1969 por Yaakov Rotblit, con música de Yair Rozenblum.
Era la época de la llamada "guerra del desgaste", durante la cual había numerosas infiltraciones de elementos armados desde Egipto y Jordania hacia territorio israelí.
La canción, que algunos consideran casi un himno, fue desde un principio como un llamado a apostar por la vía del diálogo. Una de sus frases es "saluden a la paz, no a las guerras", y resultó especialmente simbólico que, junto a la solista Miri Alón, los primeros que la cantaron fueron los soldados de un conjunto musical del ejército de Israel.
Esa canción fue cantada por la propia solista Miri Alón, en la manifestación en pro de la paz aquel 4 de noviembre de 1995 en Tel Aviv. Itzjak Rabin, aunque desafinaba bastante y no le gustaba cantar en público, se sumó al canto, acompañado del entonces ministro de exteriores Shimon Peres y toda la plana mayor del Partido Laborista, que estaba en el estrado.
Itzjak Rabin tenía el papel con la letra de la canción en el bolsillo. Luego del asesinato, se encontró en su traje ese papel, manchado de sangre.
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