Internacionales

Los principales desafíos del nuevo Gobierno brasileño

Contacto con Mauricio Rabuffetti, colaborador de En Perspectiva.


(emitido a las 8.32 Hs.)

EMILIANO COTELO:
En su primera semana de gobierno, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, tuvo una agenda cargada. Reuniones con sus ministros, y también con presidentes, cancilleres y príncipes que la visitaron. Con un perfil claramente más bajo que el de su predecesor, Luiz Inácio "Lula" da Silva, la nueva mandataria no se quedó atrás, sin embargo, en los anuncios, que incluyeron temas económicos –que interesan mucho aquí en nuestro país– y también viajes, incluido uno a Argentina y Uruguay en breve.
 
El lunes pasado conversamos con Mauricio Rabuffetti, jefe de redacción de la Agencia France Presse en Brasil, sobre la toma de mando de Rousseff. Siete días después vale la pena volver a hablar de Brasil y de Rousseff para poner, ahora En Perspectiva, los principales desafíos del nuevo Gobierno de ese país.

EC: Estamos otra vez en diálogo con Mauricio Rabuffetti quien por estas horas se encuentra en Uruguay. La idea es conversar sobre el Gobierno de Rousseff mirando hacia delante. Hay muchos temas que interesan aquí en Uruguay. Uno de los principales es el económico, particularmente el vinculado al real, que ya tocamos el lunes pasado. Ahora, hubo novedades...

MAURICIO RABUFFETTI:
Sí, el lunes terminamos justamente hablando del real, que tuvo una apreciación de más de 4% en 2010 que se sumó a más de 32% en 2009. Hubo novedades, o para ser exacto, hubo una manifestación explícita de preocupación del Gobierno y un anuncio de disposición a adoptar medidas para paliar esta situación si sigue profundizándose. El ministro de Hacienda, Guido Mantega, habló el martes y nuevamente –ya lo había hecho hace algunos meses– dijo que el Gobierno no va a dejar que el real caiga a niveles que afecten la competitividad del país. Medidas concretas no anunció. Sí dijo que habrá una evaluación del gasto público con miras a un recorte general que permita, entre otras cosas, sacar presión sobre los precios y dar más margen al Banco Central para reducir las tasas de interés de referencia, que son un instrumento para controlar la inflación y que, en un nivel de 10,75%, están entre las más altas del mundo.

EC: Hay otras áreas en el plano económico en las que la presidenta Rousseff va a tener que actuar. Por mencionar solo algunas, la cuestión de infraestructura que –dicho sea de paso– va atada al gasto público. ¿Qué sectores son aquellos en los cuales se va a enfocar el nuevo Gobierno?

MR: Podemos destacar dos. Brasil necesita desesperadamente mejoras en carreteras, puertos para sacar su producción y canalizar las importaciones de bienes. Tiene por delante un desafío muy importante, que es la organización de la Copa del Mundo 2014, con inversiones grandes en las ciudades sede que no solo son en estadios sino en hoteles, transportes y seguridad. Tiene por delante los Juegos Olímpicos en 2016, cuyas obras vienen bastante atrasadas. En ese marco está prevista, por ejemplo, la construcción de un tren de alta velocidad entre Sao Paulo y Rio de Janeiro cuya licitación viene siendo pospuesta. Y Brasil tiene además que invertir en energía para alimentar el crecimiento de su industria. Hay varios proyectos de represas, varios proyectos de interconexión eléctrica con países vecinos, incluido con Uruguay, proyectos petroleros y gasíferos con Bolivia y una expansión muy importante de las inversiones de Petrobrás, que es la estatal petrolera, en todo el mundo. Petrobrás además tiene yacimientos submarinos importantísimos recientemente descubiertos que, cuando empiecen a explotarse, van generar una demanda de servicios de todo tipo que bien podría ser aprovechada por los países vecinos.

EC: Vayamos ahora al plano de la política exterior. Rousseff dijo en su discurso ante el Senado: "Preservaremos y profundizaremos nuestra relación con Estados Unidos y la Unión Europea. Vamos a dar atención a los países emergentes". Y reiteró además la importancia que Brasil le dará a la región. El lunes pasado ya hablamos algo sobre el Mercosur. ¿Qué podemos decir ahora del Brasil de Dilma Rousseff hacia el resto del mundo?

MR: Lo que se espera es una diplomacia muy activa, como Brasil venía desplegando hasta ahora, pero tal vez con una redefinición de prioridades. Una diplomacia más volcada a lo comercial, o con un componente mayor de lo comercial. Rousseff va a viajar pronto a Estados Unidos como forma de aceitar la relación con ese país, que quedó no tensa pero sí desgastada luego de que Brasil hizo aquel acuerdo con Turquía y con Irán para intentar evitar las sanciones de la ONU a Teherán por su programa nuclear. Recordemos que Estados Unidos impulsaba las sanciones. Esa iniciativa de Brasil –que incluso el Gobierno brasileño dejó saber que fue a pedido de Estados Unidos que entabló esa negociación– dejó muy limadas las relaciones entre el propio Lula y Barack Obama. Tanto que aquella idea inicial del Gobierno estadounidense de tener a Brasil como socio y como punta de lanza para mejorar la relación con la región fue abandonada por el Departamento de Estado. Rousseff va a tener que reconstruir ese lazo, sin olvidarse al mismo tiempo del terreno ganado por Brasil en el mundo diplomático, en la OMC, en Naciones Unidas, en el G20. En fin, en tantas y tantas instancias en las que Lula y su canciller Celso Amorim fueron protagonistas.

EC: ¿Y la prioridad en este aspecto cuál será: la ONU, el G20, la Unasur...?

MR: Son instancias diferentes. En la ONU Brasil promueve una reforma del Consejo de Seguridad que permita la incorporación de potencias emergentes como miembros permanentes. Es una especie de redistribución del poder de decisión en el mundo. Recordemos que el Consejo de Seguridad decide temas muy importantes que van desde misiones de paz hasta sanciones a países e intervenciones militares, como ocurre en Haití. El G20 es un poco distinto. El G20 fue el mecanismo que Brasil encontró para institucionalizar un diálogo entre el G8, que son los países ricos industrializados, y las economías emergentes. Brasil aprovechó muy inteligentemente la crisis financiera para colocar ese grupo en el centro de sus prioridades durante la crisis, y no es exageración decir que fue una jugada estratégica muy exitosa porque ahora Brasil, o India, incluso Argentina o Sudáfrica, que están bastante lejos de tener el peso de estos dos gigantes, se sientan en la misma mesa cada poco tiempo a discutir cómo va la economía mundial con los peso pesados. Y nos quedamos solo en esos dos ejemplos pero hay muchos más foros de concertación política y diplomática, y comercial, en los que Brasil actúa y que Brasil promueve. Con los países árabes, con países africanos –Brasil tiene fuertes inversiones en Africa–, con los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Podríamos hablar mucho de la diplomacia brasileña.

EC: Finalmente, existen también desafíos sociales importantes que Rousseff se ha comprometido a abordar. Problemas que ha prometido eliminar.

MR: En este sentido su principal compromiso, de campaña y al asumir hace 10 días, fue la erradicación de la miseria en Brasil. Brasil es un país que ha progresado mucho en varios indicadores sociales. Las cifras oficiales del Gobierno de Lula indican que 29 millones de personas, casi un sexto de la población, salió de la pobreza en los últimos ocho años. Pero quedan todavía 20 millones de personas en 190 millones que viven en la miseria. La tasa de analfabetismo es muy alta, rondando el 10%, y existen sobre todo bolsones de pobreza extrema, lugares en donde el Estado no está presente como debería, donde existe el trabajo esclavo por ejemplo, donde el acceso a la salud y la educación es muy difícil, y donde todavía queda mucho trabajo por hacer. Y ese será para Rousseff el mayor desafío: conciliar el Brasil que crece con las mejoras sociales que millones de brasileños necesitan, que reclaman, y que ella les prometió.


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