Entrevistas

José Agustín Aguerre (BID): con Haití se puso en marcha la "globalización de la solidaridad"

José Agustín Aguerre (BID): con Haití se puso en marcha la "globalización de la solidaridad"

Desde el año pasado, el ingeniero uruguayo José Agustín Aguerre es el encargado de coordinar la ayuda del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Haití, país que fue devastado en enero de 2010 por un terremoto. Entrevistado por En Perspectiva, explicó cómo vive actualmente la población isleña y se refirió a los planes de ayuda en curso, frecuentemente cuestionados por las trabas burocráticas que entorpecen su desarrollo. De todos modos, aseguró que "hay muchas cosas buenas que están pasando en Haití" y destacó el apoyo ofrecido por la comunidad internacional. "Nunca vi una reacción tan brutal del mundo. Esto es la globalización de la solidaridad", expresó.


(emitido a las 9.01 Hs.)

JUAN ANDRÉS ELHORDOY:
El 12 de enero de 2010 el mundo miró a Haití luego de que un terremoto azotara a esa nación, una de las más pobres del mundo, dejando más de 200.000 muertos y más de 1 millón 500.000 personas sin hogar.

Distintos países, organizaciones, personalidades, comprometieron su ayuda para colaborar con los damnificados de Haití, que ya desde antes del terremoto enfrentaba una dura situación, con altísimos niveles de pobreza y exclusión, y una situación política inestable.

A un año del sismo, algunos informes indican que la situación no ha avanzado como se esperaba originalmente, que los dineros aportados por los Gobiernos y las instituciones han sido, hasta ahora, menores a las prometidos.

Hoy les proponemos hablar de Haití con un uruguayo que está siendo protagonista de la reconstrucción de este país. Me refiero al ingeniero José Agustín Aguerre, que se desempeña como gerente del Departamento para Haití del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Lo encontramos en Washington en este momento, usted vive parte de su semana en Washington y parte en Haití.

JOSÉ AGUSTÍN AGUERRE:
Sí, el Banco tiene una oficina en Haití, hace 40 años que trabaja allí. Después del terremoto hizo un esfuerzo especial y reforzó su oficina y hoy hay unos cincuenta y tantos profesionales trabajando en esta representación en Haití. Tenemos otro equipo que trabaja aquí en Washington, y varios de los que estamos aquí vamos y venimos semanalmente o cada dos semanas. En condiciones complicadas, porque en Haití no quedaron hoteles y además las casas donde vivíamos ya no están, entonces hoy tenemos una terminal de contenedores con contenedores acondicionados como casas y allí es donde vivimos.

JAE - ¿Y cómo es el tráfico de Washington a Haití, los vuelos, las líneas?

JAA – Son cuatro horas de vuelo, American Airlines tiene cuatro frecuencias. Se llega sin problemas desde Miami o desde Santo Domingo, República Dominicana. Hay un flujo muy importante, el aeropuerto tenía unas 25 operaciones diarias, hoy tiene unas 120 operaciones diarias. Hay un montón de gente yendo y viniendo, un montón de cosas pasando, hay unas 8.000 u ocho 8.500 ONG trabajando todos los días con gente en Haití, o sea que esto ha llevado a un movimiento inusual.

JAE – Así que el crecimiento en el tráfico desde el aeropuerto es significativo.

JAA – Impresionante. Eso ha llevado, entre otras cosas, a una inflación brutal porque ya no se consiguen espacios donde quedarse, no hay lugares en los pocos hoteles que quedan. Alquilar una casa para cualquier persona que quiera instalarse a trabajar en Haití cuesta mucha plata, es complicado.

Además de toda la estructura para hacer nuestras operaciones y ejecutar nuestros proyectos, hemos tenido que montar un petit hotel, una empresa de transporte, porque a la gente que llega al aeropuerto hay que irla a buscar, hay que llevarla, y una empresa de seguridad, a todos ellos hay que cuidarlos. Cada traslado de nuestro parque de contenedores hasta las oficinas, hasta las distintas dependencias de Gobierno o hasta las obras que vamos a visitar requiere una logística complicada, así que es un esfuerzo grande, que se hace con mucho gusto.

JAE – Yo comentaba que usted ha tenido una trayectoria pública también en nuestro país, como presidente de la Administración Nacional de Puertos (ANP) y también como subsecretario del Ministerio de Transporte y Obras Públicas en el Gobierno del ex presidente Jorge Batlle. ¿Cómo siguió su vida después de eso?

JAA – Yo vine a Estados Unidos (EEUU) en 2003, allí me desempeñé como ingeniero especialista en temas de transporte, desarrollaba proyectos sobre todo en Centroamérica y el Caribe. Más adelante fui jefe de la División Transporte y ahí me dedicaba a los proyectos específicos de transporte en toda América, desde México hasta Argentina, donde trabaja el Banco. Más adelante fui gerente de infraestructura, o sea que a los temas de transporte sumé los de agua y saneamiento, energía, agricultura, medio ambiente, cambio climático. A partir del año pasado, después del terremoto, el Banco decidió hacer un esfuerzo y enfocar esfuerzos en la reconstrucción de Haití y creó un departamento específico de gente que nos dedicamos full time a Haití. Así que ahora desde hace casi un año estoy en esta nueva función.

JAE – ¿O sea que hoy día usted está trabajando exclusivamente para Haití?

JAA – Vivo para Haití.

JAE – ¿Cómo fue su llegada? ¿Usted conocía Haití antes del terremoto?

JAA – Sí, prácticamente la primera misión que me encomendó el Banco a los poquitos días de llegar a Washington fue instalarme un mes y medio en Haití. En aquel momento acababa de caer el Gobierno de Jean-Bertrand Aristide. Entonces un grupo de expertos de distintos lugares del mundo fuimos convocados para hacer el plan de Gobierno del Gobierno provisorio. A mí me tocó, junto con algunos haitianos y otros expertos internacionales, desarrollar el plan nacional de transporte que es el que hasta hoy sigue vigente. Fue otra parte dura de la historia de Haití y fue mi primer contacto con ese país. Eso fue hace ya cuatro o cinco años.

JAE – O sea que ya era duro antes del terremoto. Imagino que después del terremoto el hecho de ver que todo el trabajo se esfumó en pocos segundos debe ser muy duro, aparte, por supuesto, de las pérdidas humanas y demás.

JAA – Sí, por cierto. Antes del terremoto, Haití venía creciendo a ritmos razonables. Era el país que tenía los mejores índices de crecimiento de toda la región del Caribe. Es cierto, partiendo de una base más baja, pero estaba en un proceso de ordenamiento de su economía, de llegada de inversiones, hasta que vino el terremoto. El terremoto fue un drama espantoso, que además pegó en el corazón de la capital. Mató un montón de gente y amigos pero además cayó en el medio del Gobierno, 26 de 28 edificios del Gobierno se cayeron y con ellos muchas de las autoridades, los mandos medios y la gente que trabajaba allí. La memoria viva del ministerio, sus planes; en la dirección impositiva cayeron todos los registros de recaudación, quién paga impuestos, quién no, cuánto. O sea, todo lo que es la información que contiene un Gobierno cayó en el terremoto, y eso es un drama espantoso, más allá de lo afectivo que usted mencionaba.

Después del terremoto empieza todo el trabajo de Haití, un esfuerzo brutal de los haitianos y de la comunidad internacional que con enorme generosidad se abocó a trabajar en eso. Pero por la mitad del año viene el huracán Tomas con otros daños en otras partes del país, sobre fin de año viene la epidemia de cólera y más sobre fin de año viene este proceso electoral complicado que genera inestabilidad y que todavía no ha terminado de resolverse. O sea que es un ejercicio permanente de tropezar y volver a empezar, que es duro pero supongo que enseña mucho en la vida de todos nosotros.

JAE – ¿Con qué se encuentra uno hoy día al llegar al aeropuerto?

JAA – Un aeropuerto ordenado, que funciona razonablemente bien. La terminal principal no está más, hoy se entra por lo que era la terminal de carga de American Airlines, un enorme galpón de lata que sobre el mediodía se transforma en una cosa insoportable, un microondas. Después uno sale del aeropuerto y hay un montón de gente pidiendo, haciendo cola, formando un verdadero tubo humano, hasta que uno llega a la zona de los autos donde lo van a buscar. Después sale por una ciudad que hoy está con sus vías urbanas razonablemente limpias de escombros y de basura, pero en algún momento se había hecho muy difícil circular. Por todas las calles se ve gente sentada en los cordones de la vereda o contra los muros vendiendo mango, vendiendo frutas, gente que ha quedado desplazada y sin trabajo que consigue de esa forma sus ingresos y su forma de alimentar a la familia. Eso es permanente.

Después ve también muchas casas derrumbadas, hay mucho trabajo de recolección de escombros. Se ven cosas curiosas, habiendo tantos recursos hay topadoras demoliendo edificios viejos y miles de camiones sacando los escombros. Las grandes máquinas trabajan de noche, durante el día más bien se ve cientos de personas trabajando en esos edificios a macetazos y martillazos, tirando el edificio abajo. Se optó por una tarea intensiva de mano de obra para dar trabajo, dar ingresos y distribuir los recursos que van entrando al país. Se ve una nube de gente, todos vestidos prolijitos con sus camisitas, un camión esperando afuera y los tipos demoliendo las casas y tirando escombros arriba.

Uno ve otras cosas curiosas. Por ejemplo, hay enormes campos de carpas donde vive la gente que quedó sin casa tras el terremoto, pero también en algunas casas destruidas uno ve carpas arriba o ve gente viviendo encima de esas viviendas. Porque otro de los dramas que tiene Haití es el de la propiedad y la tenencia de los registros públicos de propiedad, que en algunos lugares son escasos y en la mayoría inexistentes. Entonces lo único que vincula a esa familia con ese pedacito de terreno es la presencia, no tienen un título que demuestre que eso es de ellos, si se van pierden esa pequeña propiedad donde vivieron tantos años de su vida. Por lo tanto, es difícil sacar a la gente de esas casas destruidas.

También es cierto, y hoy lo vemos en los campos de esas viviendas provisorias, que hay gente que vive allí mucho mejor que como vivía antes del terremoto. Allí tienen agua limpia, médicos que le llevan medicamentos, alimentos, seguridad y control público, porque en alguno de los lugares más pobres es realmente terrible el ambiente sórdido y las dificultades para vivir. Así que se ven muchas cosas.

Y en medio de toda esa pobreza uno de repente va a las ocho de la mañana y ve niñitos caminando de la mano con unas túnicas impecables yendo a la escuela. O los domingos de mañana ve a las señoras vestidas de blanco, impecables, yendo a misa, porque Haití es un país profundamente religioso. Son las cosas que motivan a seguir trabajando.

JAE – Usted recién decía que esta epidemia terrible de cólera se agrega a los otros episodios naturales que fueron ocurriendo desde el terremoto para acá. Históricamente Haití ya tenía un problema con el saneamiento, con el manejo de residuos cloacales, es un hecho histórico que ahora se ve agravado. En definitiva, ¿esto ha empeorado o hay alguna mejora en este sentido?

JAA – Según dicen los que saben, la epidemia de cólera tiene un primer empuje que después se estabiliza, luego viene un segundo empuje, más grande, y luego cae. Nosotros ya pasamos ese primer empuje que lamentablemente se llevó unas tres mil y algo de vidas. Hoy la situación se ha estabilizado y hay un montón de recursos, un montón de gente preparándose para enfrentar el segundo empuje.

Pero le voy a hacer una historia personal para hacernos humildes a todos. El Banco está haciendo un enorme programa de agua y saneamiento en Haití con mucha ayuda del Gobierno de España, que ha volcado impresionantes recursos a dar agua potable, a hacer sistemas de distribución y, en las localidades del interior, sistemas comunitarios de agua donde las propias comunidades administran sus recursos de agua. El lugar de Haití donde teníamos el mejor de esos programas –el que nos hacía sentir a todos orgullosos, donde después de muchos años sin agua la propia comunidad, con recursos de inversión y de donaciones de afuera, había desarrollado inversiones, había puesto caños, empezaba a tener agua de buena calidad durante muchas horas al día y además se había empezado a pagar por su servicio– era una población en el centro del país que se llama Saint-Marc. Allí fue donde empezó la epidemia de cólera que después se extendió a otros lugares y más tarde a Puerto Príncipe. A veces ocurren esas cosas imprevisibles, donde uno hace el mejor esfuerzo y sin embargo obtiene el cachetazo más fuerte.

Es muy difícil la situación del cólera. El cólera parece ser –eso dicen los expertos– una enfermedad que, con todo lo grave que es, es sencilla de curar, hay que hidratarse permanentemente, porque genera una enorme deshidratación. Hoy hay una enorme atención, todos los equipos están trabajando en salud tanto en la prevención en materia de agua y de reparto de tabletas de cloro a las distintas familias como en la actuación en la emergencia una vez que alguien cae enfermo, todo el mundo está en estado de alerta y trabajando. Así que esperemos que el segundo empuje sea menos dramático que el primero.

JAE – Veamos algunas preguntas a propósito de esta fase de reconstrucción de Haití. En los últimos días han surgido algunos informes críticos a propósito de la lentitud de este proceso, de que los dineros que se habían prometido han llegado en cuentagotas o por lo menos en menor cuantía que lo anunciado originalmente. Desde la audiencia, Eduardo pregunta por qué cuesta tanto la reconstrucción de Haití. ¿Qué dice usted al respecto?

JAA – Varias cosas. Primero, que las cosas no han caminado como se pensaba es cierto dependiendo de qué es lo que uno pensaba. Si yo fuera haitiano, seguramente cada minuto que pasa que no tengo trabajo o cada minuto que pasa sin tener vivienda es un drama, entonces es razonable la ansiedad, el miedo y hasta la angustia. Ahora, si uno tiene la posibilidad de mirar las cosas con más perspectiva, y algunos tenemos esa fortuna porque no tenemos esa angustia, lo cierto es que Haití era un país muy pobre antes del terremoto –y es mucho más pobre después del terremoto–, pero a EEUU le llevó cinco años recuperar Nueva Orleans después del huracán Katrina y es el país más rico del mundo. Además fue una catástrofe ocurrida en un Estado lejos de la capital, donde las autoridades y las posibilidades de reacción fueron enormes. Si a EEUU le llevó cinco años, razonablemente no debemos pensar que Haití en un año va a tener resultados mejores. Hay muchísimo trabajo, yo lo que le puedo asegurar es que nunca vi una reacción tan brutal del mundo. Esto es la globalización de la solidaridad, el esfuerzo que ha hecho toda Latinoamérica por ejemplo. Lo que ha hecho el BID, que no es el BID en sí mismo sino los 26 países americanos –Uruguay incluido– que han asignado un montón de recursos a razón de 200 millones de dólares por año, desde aquí hasta 2020. Uno de cada dos hogares en EEUU ha puesto dinero para Haití, hay mucho dinero que está volcándose al país. Ahora, una cosa es cuando ese dinero está disponible y otra cosa es cuando se transforma en obras y servicios. Todos sabemos que una cosa es decir tengo 100 millones de dólares para hacer carreteras y otra distinta es tener carreteras. Una vez que está el dinero disponible hay que hacer los proyectos, después hay que hacer los pliegos de licitación, después hay que hacer la licitación, después hay que esperar a que todos los contratistas se peleen unos contra otros, cuando termina eso viene el contrato, después que viene el contrato hay que empezar a importar las máquinas, cuando terminan de importar las máquinas recién ahí se empieza a contratar gente y después viene la obra un año después.

Le voy a poner otro ejemplo: hay un programa de unos 800 millones de dólares de carreteras de los cuales 500 o 600 millones están disponibles. En Haití, la empresa constructora vial más grande factura al año unos 5 o 6 millones de dólares, la segunda 2 millones y todas las demás menos de 1 millón de dólares por año. Obviamente, con ese tamaño de empresa no es posible construir en un plazo razonable un plan de 700, 800 millones de dólares. Hay que recurrir a empresas internacionales con enorme capacidad. Durante muchos años ha sido muy difícil llevar empresas constructoras grandes a instalarse en Haití con esa capacidad de logística, de generar movimiento. Hoy tenemos dos empresas muy grandes, muy buenas, muy profesionales, que han hecho un trabajo excepcional en este primer año. Pero esas empresas, que pueden estar facturando 50-60 millones de dólares por año, obviamente no dan a basto para construir todo lo que hay que construir, hay que recurrir a más empresas. Esa es otra parte del esfuerzo que estamos haciendo, tentar a empresas a que vayan, se instalen, asuman algunos riesgos y empiecen a contratar y ejecutar. Creo que ese es el lío del primer año, el primer año ha sido un año de instalar empresas, de generar capacidad, de empezar a contratar y entrenar gente. Viene una empresa brasilera y obviamente no trae 150 maquinistas de Brasil, tiene que entrenar maquinistas haitianos; viene una empresa de Brasil y traer máquinas desde el corazón de Brasil hasta un extremo de Haití, pasando por Puerto Príncipe, su puerto y su aduana no es una cosa que se haga de un día para otro.

JAE - Claro, hay que reconstruir toda la matriz productiva. Con ese tamaño de empresa que usted decía, 5 o 6 millones de dólares de facturación para obras de infraestructura, encontrarse con semejante demanda obviamente implica un cambio radical, en este caso la incorporación de nuevas empresas.

JAA – Exactamente y en ese proceso se está hoy también en el sector energía y también en el sector agua y saneamiento, que son los más pesados en materia de infraestructura.

Después hay enormes esfuerzos en otras áreas. En educación y en agricultura hay enormes programas que están empezando a aplicarse, algunos con más velocidad que otros. Energía es un sector complicado porque no solo demanda necesidad de inversión en generación distribución y transmisión sino que además demanda una reforma del aparato público, de la empresa pública y de la cultura de pago. Es muy difícil que alguien vaya e invierta para generar megawatts si la gente al final de la cadena no paga o hay una cultura de no pago por el servicio que se presta. Eso hay que hacerlo y en eso se está trabajando.

JAE – Me queda colgada una pregunta a propósito de las ayudas que han llegado a Haití, cuánto queda por el camino, cuánto se traga la burocracia. Muchas veces esa es una de las críticas que se hace a todos los sistemas de cooperación, que significan un costo muy importante para lo que termina llegando a la población objetivo. ¿Qué dice usted al respecto?

JAA – Es un costo elevado de intermediación que hay que ir reduciendo y que todos los recursos se transformen en obra. En eso se está trabajando. En el BID hemos intentado que parte del costo de intermediación sea haitiano, que muchos de los sistemas que se aplican sean hechos por haitianos desde Haití, o sea que en cierta forma ese costo de intermediación queda en el país. Hay mucha preocupación para que eso se reduzca y para que cuando uno invierte 100 millones de dólares en carreteras un elevado porcentaje se transforme en asfalto y hormigón.


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JAE – Hay mezcla de saludos con preguntas, por ejemplo Inés dice: "Felicitaciones Agustín por tu dedicación. Va un abrazo" y agrega como comentario que "si no se fortalecen las instituciones en Haití la ayuda nunca se va a concretar en forma". Pancho dice: "Dale un abrazo a Agustín, estoy a la orden para dar una mano". Después hay otro agradecimiento, que es más general: "Gracias por no olvidar a Haití", dice un oyente.

Usted mencionaba hace un rato un dato fuerte, decía que hay unas 8.500 ONG trabajando para colaborar en la reconstrucción del país. ¿Cómo se hace para coordinar toda esa ayuda?

JAA – Ocho mil quinientas son las formales y registradas, se calcula que hay otras tantas informales y no registradas. Es un esfuerzo enorme. Bastantes líos tienen las autoridades para manejar el Gobierno y tienen que recibir a unos 20 organismos multilaterales y países, que cada uno viene con distintos programas, y además hay unas 17.000 ONG, cada una con su área de actuación. Realmente el esfuerzo de coordinación es brutal. Una de las cosas buenas que yo creo que está pasando es la creación de este IHRC (Interim Haiti Recovery Commission) que es la comisión grande de autoridades haitianas e internacionales que se ha ocupado de apoyar al Gobierno en todo lo que significa la coordinación de instituciones, de canalización de recursos, de desarrollo de una visión de país y hacia dónde van los distintos programas de Haití. Eso tiene un efecto muy positivo porque hay un lugar donde se centraliza información, se centraliza decisiones. Además tiene un efecto sobre la continuidad, Haití está a caballo de dos administraciones de Gobierno y pasar de una a la otra suele ser cosa poco sencilla, entonces esto le va a dar cierta continuidad y manejo de los fondos de manera constante...

JAE – ...Usted hace referencia a esta comisión que tiene 24 personas, donde hay 12 haitianos y 12 representantes internacionales, entre ellos usted.

JAA – Sí, el Banco tiene una silla en esa comisión interina y yo lo represento. Es una comisión interina presidida por el ex presidente estadounidense Bill Clinton y el primer ministro de Haití, que ha sido destacadísimo en el trabajo que ha realizado en este período.

JAE – ¿Y cada cuánto se reúne esta comisión?

JAA – Cada mes, tiene actuación permanente pero reuniones plenarias hacemos alrededor de una por mes, donde se considera el estado de la situación, se analiza un montón de proyectos nuevos, se decide financiar o aportar recursos adicionales algunos recursos que traigan los donantes.

Le voy a poner como ejemplo cómo trabaja el Banco. Después del terremoto se reunieron los gobernadores del Banco en su asamblea anual y decidieron tres cosas importantes con respecto a Haití. La primera es el perdón de la deuda, quedaban 487 millones de dólares de deuda de Haití con el BID. Eso se sumaba a unos 500 millones de dólares que se habían perdonado tres años antes, o sea que hay unos 1.000 millones de dólares de perdón total de deuda.

Segunda decisión, desde el año 2010 hasta el año 2020 el Banco otorgaría donaciones anuales de 200 millones de dólares para distintos proyectos.

Y la tercera decisión es crear este departamento, que hoy encabezo, de dedicación full time a Haití.

Con eso el Banco tiene una visión de largo plazo. Empezamos a preparar nuestra estrategia, nos enfocamos a trabajar solo en seis sectores para no tratar de hacer todo en todos lados. Estamos trabajando en transporte, energía, agua y saneamiento, agricultura, educación y desarrollo del sector privado.

Cada vez que el Banco prepara en acuerdo con el Gobierno un proyecto, en cualquiera de esos sectores que mencioné, lo presenta a la comisión para que sea considerado y aprobado. La comisión puede decidir que el proyecto es bueno o que no, o  puede decidir que es bueno pero que además valdría la pena agregar recursos. Entonces la comisión tiene acceso al fondo multidonante, donde muchos países han decidido verter recursos sin asignación específica para tener una bolsa que pueda ser utilizada por la comisión en nombre del Gobierno para financiar algunos proyectos o para cofinanciar algunos otros. Y de allí se ha sacado plata para alguna emergencia o para el apoyo presupuestal, que permite que el Gobierno se mantenga funcionando, o para algunos proyectos de recolección de escombros, etc. O sea que esa comisión tiene capacidad de decisión y capacidad de dinero, tiene plata para cofinanciar. Eso entonces se suma a lo que los distintos donantes o agencias multilaterales como el BID van aportando en cada área.

JAE – ¿Cuánto aporta Uruguay?

JAA – Uruguay ha aportado algo de ayuda bilateral y ha aportado algunas UPA (Unidad Potabilizadora Autónoma). Además, Uruguay tiene un contingente de militares muy importante, súper dedicados y que han trabajado muy bien desde bastante antes del terremoto.

A través del BID o del Banco Mundial, Uruguay –que es socio y dueño de esos bancos– canaliza recursos que son los que aportamos nosotros, estos 200 millones que decía.

Y la tercera cosa es que la Unasur, de la que Uruguay forma parte, ha decidido aportar recursos para Haití que ya se han empezado a volcar.

JAE – ¿Cuándo se vuelve al punto cero, a como estaba el país antes del terremoto? ¿Es posible preverlo?
 
JAA – El lema de todo este proceso en el que está tanta gente embarcado es "build back better", o sea, reconstruir mejor. Nadie quiere volver al 10 de enero, todos quieren pensar en un Haití con capacidad de desarrollarse.

Esto va a llevar muchos años, es un proceso lento, complicado, que además tiene todo un componente político haitiano que está en vías de solución pero que no parece sencillo. Es un país que necesita muchos años de mucha inversión constante. Hay muchas señales positivas. Las cosas que uno lee en la prensa sobre Haití son puras pálidas, puras malas noticias. Hay muchas cosas buenas que están pasando, hay un montón de empresas que están invirtiendo y que están produciendo cosas que por ejemplo entran al mercado americano sin impuestos. EEUU tiene un trato particularmente generoso con Haití.

Hay un esfuerzo brutal en materia de inversiones en infraestructura, hay indicadores de calidad de agua o de cantidad de vehículos/kilómetros transportados como no había antes. Los programas de agricultura están empezando a generar cultivos de mejor calidad. Y hoy tenemos por ejemplo a Coca-Cola, que compra la producción de mango para producir un producto nuevo que se llama Mango Tango que está vendiendo en EEUU y en Canadá. O Starbucks, que empieza a comprar la producción de café para nutrir su servicio de venta y vender en todo el mundo. O la empresa Diesel y varias empresas de vestimenta, que se instalan en Haití para generar prendas con la marca "Hecho en Haití" que tiene un valor importante y que se vende un poco mejor.

Entonces hay muchas cosas buenas que están pasando además del horror, de la pérdida y del extrañar a los que ya no están, que son muchísimos.

JAE – Interesante ese dato que acaba de comentar. Hay empresas que están encontrando que la marca Haití hoy abre puertas para el consumidor. ¿Por qué se da esto?

JAA – Porque despierta una sensibilidad especial. Estos mensajes de Inés y Pancho, que tal vez no conocen Haití pero que desde Uruguay, a 20 horas de vuelo de Haití, sienten que hay algo y les da una pena especial, son algo generalizado en el mundo. A mí me ha tocado ir a recorrer muchos países, muchos gobiernos –yo digo que soy mendigo profesional, voy pidiendo recursos– para apoyar distintos programas de Haití y en todos lados se va encontrando esa solidaridad. Estuve en Corea a fin del año pasado. Corea es la decimocuarta potencia del mundo, ha tenido un crecimiento brutal, es una maravilla realmente. Estaba hablando con el primer ministro coreano, que luego visitó Uruguay, le íbamos a pedir plata para que contribuyera con el programa de educación de Haití, y dijo dos cosas impresionantes. Primero, que Corea hace 40 años era lo que es Haití hoy, un país que venía destruido de la guerra. Segundo, que hace 40 años Haití donó 1 millón y medio de dólares para combatir el hambre en Corea del Sur. Cuarenta años después este es un país fantástico que devuelve aquella donación que hicieron los haitianos con inversiones en varias empresas coreanas textiles que se están instalando. Además está contribuyendo con recursos para el programa de educación de Haití. O sea que hay una globalización de la solidaridad. Yo creo que Haití despierta esto, hay mucho cariño por Haití, y llevado al mercado textil mejora el precio de una marca.

JAE – Haití, que además es la democracia más antigua de toda la región, ¿no?

JAA – Y allí se formó Simón Bolívar.

JAE – Claro. Si uno mira la historia encuentra cosas que no corresponden con la realidad actual, pero sin embargo las cosas del pasado ocurrieron así.


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