Internacionales

Israel mira con incertidumbre la situación en Medio Oriente

Contacto con Ana Jerozolimski, corresponsal de En Perspectiva en Israel.


(emitido a las 8.40 Hs.)

EMILIANO COTELO:
Buena parte del mundo árabe está en ebullición.

Las protestas se expanden, y la incertidumbre es lo único hoy totalmente seguro. Desde fuera, y al mismo tiempo desde muy cerca, un país que no es parte de ese mundo pero es su vecino inmediato observa la situación. Me refiero a Israel. Lo que acontece en sus vecinos siempre tiene el potencial de afectar a Israel en algún momento. Pero los sucesos de las últimas semanas encendieron una verdadera alarma en ese país, cuando Hosni Mubarak, presidente de Egipto, el primer Estado árabe que firmó la paz con Israel, se vio de hecho obligado a renunciar.

¿Cómo se ve la situación desde allí? Para analizarla, nos comunicamos con nuestra corresponsal Ana Jerozolimski.

Yo decía que la renuncia de Hosni Mubarak causó preocupación en Israel. ¿Cómo explicarías esto? Porque hay medio mundo festejando la caída de Mubarak, que encabezaba un régimen autoritario, no democrático. Mientras tanto Israel se preocupa; ¿cómo es esto?

ANA JEROZOLIMSKI:
La preocupación de Israel pasa por el hecho de que Egipto fue el primer país árabe, además de ser el más importante, que firmó la paz con Israel. Mubarak, que sucedió a quien firmó el acuerdo de paz, el presidente Anuar el-Sadat, asesinado por fundamentalistas islámicos en Egipto, preservó el acuerdo de paz en forma muy ordenada. Era claro que en el frente sur las cosas se habían tranquilizado, lo cual fue un bien estratégico tanto para Egipto como para Israel. Y automáticamente, cuando ese socio en la preservación del acuerdo de paz estaba cayendo, independientemente del hecho de que era un gobernante no democrático, lo cual Israel sabía bien cuando firmó la paz con su tampoco democrático antecesor Anuar el-Sadat, comenzó a preocuparse por la posibilidad de que quienes lo sucedan –que todavía no está claro quiénes serán– no preserven el acuerdo de paz de la misma forma. Esa es en síntesis la explicación de la preocupación de Israel, no tiene nada que ver con el tema de democracia o autoritarismo en el mundo árabe, sino con la necesidad de preservar el acuerdo de paz. El primer ministro Benjamín Netanyahu lo dijo de forma muy explícita: lo que nos preocupa, lo que nos importa es que se mantengan las relaciones de paz con Egipto.

EC - ¿No es posible mantener el acuerdo de paz en la era pos-Mubarak? De hecho el Gobierno de transición encabezado por las Fuerzas Armadas ha dicho que todos los acuerdos internacionales se mantienen.

AJ - Así es, y eso fue elogiado y destacado positivamente por las autoridades israelíes. Apenas salió un comunicado de las Fuerzas Armadas de Egipto manifestándose en esos términos y aclarando que serán mantenidos todos los acuerdos internacionales y regionales firmados por Egipto, Israel, al menos por ahora, respiró aliviado. La posición en el marco general de la situación de la zona es que se puede preservar, pero como hay mucha incertidumbre, como tú dijiste, lo único seguro por ahora es la incertidumbre, no está claro qué va a suceder después. Si tomamos como promesa que se va a cumplir que el Ejército o las Fuerzas Armadas de Egipto tienen las riendas de forma transitoria para que el país no caiga en caos y para entregar luego todo al pasaje ordenado hacia un Gobierno distinto producto de elecciones libres, cabe preguntarse quién vendrá después, y decir que se puede asegurar ahora que los sucesores de Mubarak también van a preservar el acuerdo de paz es demasiado prematuro.

EC - ¿Qué es lo que está de fondo?, ¿la duda sobre la posibilidad de que impere la democracia en el mundo árabe? Es un punto que ha aparecido, muchos analistas, tanto de Occidente en general como de Israel en particular, han planteado su escepticismo en ese sentido. ¿Por ahí va la cosa?, ¿esto tiene que ver con esa posibilidad de paz entre Israel y sus vecinos?

AJ - Ese es otro nivel. Por un lado, Israel siempre pensó, se puede decir casi a nivel filosófico, que siempre es más fácil hacer la paz con regímenes democráticos, porque un régimen democrático responde a la voluntad del pueblo, quiere el bien de sus ciudadanos, tiene una tendencia casi natural a buscar ese bien en la práctica; para cualquier pueblo es mejor la paz que la guerra, vivir en forma sana y cuerda. Pero independientemente del tema de la democracia, dejando de lado el tema de si va a seguir la paz con Egipto o no, claro que está esa discusión o esa duda a nivel político, filosófico, cultural, de si es posible la democracia en la zona.

Pero lo interesante es que las dudas al respecto no las plantean solo analistas occidentales e israelíes. Yo hablé con un experto en Oriente Medio de la universidad de Haifa, el doctor David Bukai, que me decía que para él, analizando la situación a partir de lo que ocurre ahora y lo que ocurrió siempre en el mundo árabe, las opciones son: regímenes militares o el islam radical. Pero he hablado también con analistas árabes, por ejemplo con una de las figuras más conocidas en el ámbito de lucha por los derechos humanos del lado palestino, Bassem Eid, que dice que esto no es una lucha por la democracia, que Occidente lo interpreta así, empezó como una lucha por reivindicaciones socioeconómicas y a Occidente le gusta ponerle la etiqueta de lucha por la democracia. Creo que exageró un poco, porque vemos también las reivindicaciones de carácter político contra regímenes autoritarios por las cuales ha habido muertes estos días en Irán –no es árabe, pero es un país musulmán–, en Libia, en Bahréin.

Ayer entrevisté largo y tendido en una conversación telefónica a Estados Unidos a un hombre apasionante, un reformista islámico egipcio de nacimiento que de joven fue miembro de una organización radical islamista. Quería acercarse al Islam, pensó que ese era el marco apropiado, pero cuando le dijeron que ese grupo hacía atentados contra el régimen de Egipto, que secuestraba policías y los sepultaba vivos, entendió que esa no era la aproximación al Islam que quería. Dejó y lo amenazaron de muertes. Hoy es un analista de Medio Oriente e Islam radical, y me dijo que hay una contradicción intrínseca entre el sistema democrático que quiere que el pueblo gobierne y sea el que decida y el Islam fundamentalista que quiere que Alá esté representado y decida todo. Eso me lo dijo un árabe egipcio musulmán.

EC - Claro, esos son los riesgos. También es cierto que la paz apoyada en un acuerdo con un régimen dictatorial también tenía su buena cuota de incertidumbre, porque un régimen dictatorial genera malestar en la gente y en cualquier momento puede dar lugar a una revuelta.

AJ - Por supuesto, porque está la disquisición moral de si está bien hacer la paz con un Gobierno no democrático, pero Israel se siente tan aislado en la zona que cuando pudo firmar la paz con Egipto esa no era la duda, el tema de fondo es la inestabilidad.

Ya que estamos analizando la visión israelí, hace unos días hablé con un general retirado –sobrino del legendario general Moshé Dayán, el del parche–, que fue asesor en seguridad nacional de dos jefes de Gobierno, y me decía que la lección que Israel tiene que aprender de lo que ha pasado en Egipto es que cualquier acuerdo de paz –se refería al inminente acuerdo con los palestinos– tiene que estar basado primero en buenos arreglos de seguridad para que tenga valor. Si no hubiera buenos arreglos de seguridad en el marco del acuerdo de paz con Egipto, ahora estaríamos temblando, decía, pero está la profundidad estratégica que da la península del Sinaí. O sea, cuando hay inestabilidad de fondo hay que garantizar arreglos de seguridad en el terreno, que si incluso 20 o 30 años después llega una revuelta eso no signifique que automáticamente el acuerdo de paz desaparezca de inmediato.

EC - La inestabilidad o la incertidumbre que una situación como la que se está viviendo implica para Israel no pasa solo por lo político, por eventuales decisiones políticas, por la eventualidad de la violencia, hay también consecuencias más cercanas, más cotidianas, más prácticas. Por ejemplo, lo relacionado con el suministro de energía. En esa materia ya hubo algún episodio.

AJ - Sí, es interesante que menciones eso, porque solemos hablar de la política a altísimo nivel, pero hay cosas de la práctica. Muy pocos días después de iniciada esta revuelta, de los disturbios en Egipto, hubo una explosión –está confirmado que fue un atentado– en un gasoducto que pasa por la península del Sinaí, que es territorio egipcio. Originalmente se pensó que era el conducto que llevaba gas hacia Israel, pero era el que iba hacia Jordania, hay una bifurcación en el camino. La explosión fue en la parte que conduce el gas a Jordania, pero se interrumpió también el suministro a Israel por lo volátil de la situación, e Israel por cuestión de seguridad cerró su lado, por temor a que las cosas fueran más peligrosas.

Ahí hay un tema concreto, que se traduce en números de pérdida económica, y que hizo resurgir la polémica en Israel acerca de la dependencia de fuentes de energía. Por un lado en Egipto hay quienes critican el tema del aprovisionamiento de gas a Israel, que por supuesto Egipto vende, no regala, pero también hubo polémica en Israel, dando a entender que quienes firmaron el acuerdo en su momento agregaron otra pieza al edificio complejo del acercamiento a Egipto, pero neutralizaron la independencia que Israel tendría que haber desarrollado en cuanto a la producción de gas.

EC - ¿Ha habido otros impactos en la vida cotidiana en Israel?

AJ - No, en la vida cotidiana no, pero esto altera el problema del turismo, si bien lamentablemente no es un tema de grandes dimensiones, por razones evidentes. No hay una sensación de que la paz es segura a nivel político y no todo el mundo se siente cómodo con ir de turismo a Egipto. Cuando hay situaciones así el turismo queda siempre un poco amedrentado. Cuando estallaron estas revueltas uno de los temas más asiduos en los medios de comunicación israelíes eran las entrevistas con aquellos turistas israelíes que habían averiguado que todavía estaban en Egipto, para ver cómo se sentían, cuándo volvían. Creo que en ese momento había 120 turistas israelíes, y en general decían que sentían que estaban viviendo historia, que es un país magnífico y que no pensaban adelantar el regreso. Después la cosa se puso más brava y algunos vinieron antes de tiempo.

EC - Hablar de la visión de Israel, de su preocupación por lo que está pasando a su alrededor, implica preguntarse qué está pasando con los palestinos. El conflicto principal que tiene Israel es el conflicto con sectores palestinos. ¿Qué ha pasado allí? ¿Cuál ha sido la reacción de ese lado ante las revueltas árabes, y muy especialmente ante la caída de Mubarak?

AJ - Ante todo hay que separar, una cosa es la visión del pueblo, las expresiones populares a favor de la caída de Mubarak, contra su régimen – hubo manifestaciones en la plaza de Ramala, no multitudinarias, pero expresiones populares a favor de la revuelta–, y otra cosa es la posición oficial de la Autoridad Nacional Palestina (ANP).

El presidente palestino, Mahmud Abás, que más conocemos como Abu Mazen, llamó el primero o el segundo día de estos sucesos a Mubarak, no sé si la expresión exacta sería decir que para expresarle apoyo, pero como una forma de acompañarlo. Estaba claro que la ANP veía con incomodidad y también con preocupación –es interesante la sociedad, la alianza, la identidad de visiones entre la ANP y el Gobierno de Israel– la eventual caída de Mubarak, que luego se confirmó. En el plano interno árabe hay mucha discusión, por ejemplo el analista egipcio con el que hablé me preguntaba por qué yo decía que la ANP podía ver en Mubarak un socio. El sostenía que cuando la cumbre de Camp David en julio de 2000 la única razón por la que el entonces jefe palestino Yasser Arafat no firmó el acuerdo que le ofrecía el entonces primer ministro de Israel Barak fue que Mubarak lo presionó en nombre del mundo islámico, le dijo que no podía renunciar al control del templo, de la zona de las mezquitas.

Hay versiones encontradas entre los propios árabes sobre cuán bueno era Mubarak con los palestinos. Hablé con Mahmud Al Zahar, uno de los jefes de Hamás en Gaza hace pocos días, y para él Mubarak es símbolo del demonio y lo único bueno será que los Hermanos Musulmanes gobiernen en Egipto. Pero oficialmente la ANP estaba preocupada porque podía ver en Mubarak un socio, y teme que la alternativa de un eventual Gobierno fundamentalista islámico fortalezca a Hamás en Gaza y socave la posición del Gobierno palestino en Ramala.

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Transcripción: María Lila Ltaif