Internacionales

Postales desde la primera república negra (II)

Contacto con el periodista Mauricio Almada, desde Haití.


Los saludo desde la localidad de Fort Liberté, en el nordeste de Haití, en la base del Batallón Uruguay 5, que está al servicio de la misión de Naciones Unidas en Haití.

Llegué hasta aquí después de 12 horas de viaje por tierra, atravesando montañas por caminos en los cuales a un lado está la roca y al otro el vacío. Montañas muertas, donde lo que prevalece es la piedra. Cada tanto alguna plantación de plátanos, o de arroz, que lo vi cosechar de forma totalmente artesanal, sin máquina alguna.

Durante muchos kilómetros vimos el mar Caribe, aunque muy pocas playas y turismo absolutamente nulo. Haití todo es una zona roja desaconsejada para el turismo.

El jeep en el que me trasladé atravesó todos los obstáculos de forma impecable, pero el peligro eran los ómnibus locales que venían a altas velocidades cargados de gente hasta en los techos.

La travesía fue agotadora pero al mismo tiempo generosa en los paisajes que pudimos ver. Tanto desde el punto de vista de la geografía como desde el punto de vista humano.

El mercado de Gonaives, de grandes proporciones, que hay que atravesar para llegar a las montañas, estaba atiborrado de gente y de autos, por los cuales quedamos trancados durante varios minutos.

De pronto, una señora mayor que venía caminando empezó a gritar, en cróele, que el jeep en el que veníamos le había pisado el pie. Y en realidad la habíamos visto cómo había agarrado una piedra y se había raspado un pie ella misma.

La escena, grotesca, que no prosperó, es algo común por acá. Personas que "inventan" accidentes con vehículos de Naciones Unidas con la intención de sacarle plata.

Los niños al borde de los caminos piden agua o comida. Vi también a muchísimos chicos que iban y venían de las escuelas y liceos, todos privados, todos de uniforme, muy prolijos y elegantes.

Los más chiquitos con túnicas amarillas. Son muy lindas las niñas, todas andan con arreglos en sus pelitos crespos con trenzas y moñas de muchos colores.

Las mujeres ya crecidas muestran una hermosura deslumbrante. Descendientes de numerosas naciones africanas, que llegaron a estas tierras para trabajar como esclavos en las plantaciones de azúcar y café que explotaban los franceses.

Los pobladores locales se muestran con actitudes diferentes hacia los cascos azules de Naciones Unidas. Algunos saludan, algunos más hacen gestos hostiles, y otros se pasan el pulgar por la garganta. Este gesto, a diferencia de lo que uno se pueda imaginar, no significa que nos quieren degollar, sino que están enfermos y piden medicamentos. Y otros se tocan la panza, en este caso en el gesto universal del hambre.

Las que trabajan la tierra son mujeres. Las que venden en los mercados son mujeres. Las que cargan todo tipo de cosas sobre sus cabezas son mujeres. Vi muchos hombres caminando de un lado a otro o echados en las puertas de sus viviendas. Cada tanto algunos en estaciones de servicio. Los niños andan solos por todos lados.

Cada tanto se ven edificaciones que en sus entradas tienen banderas atadas a cañas largas. Son casas de brujos. Allí se realizan diferentes acciones de sanación y se practica el vudú. El vudú es una religión que vino de África junto a los esclavos y acá en la isla se mezcló con el cristianismo francés. La palabra vudú viene del dialecto yorube, y significa misterio.
La religión se basa en la adoración a espíritus o loas, que se mezclaron con los santos cristianos. También están los llamados "bokor", quienes están en comunicación con los espíritus y son la mano maléfica de la magia negra haitiana.

Estas son algunas postales que vi ayer y quería compartir con la audiencia.

Ahora estoy en el nordeste de Haití, en la frontera con República Dominicana.

Esto es una sola isla y dos países. Con una sangrienta historia detrás que se proyecta al presente. En las próximas horas voy a tomar contacto directo con la zona de frontera: vamos a atravesar el río Masacre para llegar a la ciudad de Dajabón, en República Dominicana.

En el lugar que me encuentro queda a escasos kilómetros del lugar de la costa al cual llegó Cristóbal Colón en 1492, cuando pisó tierra por primera vez en este continente.

Hasta aquí llegó Colón y junto con él sacerdotes de la Orden de los Dominicos, y por eso llamaron a la isla Santo Domingo, que era el santo patrono de los dominicos.

Antes que Colón y su barra llegaran a esta isla, había aquí tres millones de indígenas, principalmente los arahuecos. Pero en 15 años apenas la población se redujo a unos miles, porque fueron diezmados por las enfermedades que trajeron los conquistadores y porque estos los sometieron a la esclavitud en las plantaciones y en las minas.

Y cuando no quedaron indígenas empezaron a importar esclavos de África.

Cuando los españoles descuidaron la parte occidental de isla, los franceses empezaron a colonizar. Y fue en 1697, por el tratado de Ryswyc, que se formalizó la cesión a Francia de la parte occidental.

Esa maldita frontera marcó la historia de estos dos países para siempre. En próximas intervenciones les contaré qué fue lo que vi.

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