Internacionales

Chile: manifestaciones y desencanto en una democracia exitosa

Contacto con Fernando Rosenblatt, corresponsal de En Perspectiva en Chile.


(emitido a las 8.45 Hs.)

EMILIANO COTELO:
Manifestaciones contra la instalación de represas hidroeléctricas en el sur del país, una nueva ola de protestas de estudiantes universitarios y secundarios, y el problema del pueblo Mapuche que continúa sin resolverse.

En los últimos meses, Chile viene atravesando un período de particular conflictividad que llama la atención. Un país exitoso y con una economía vigorosa viene asistiendo a una racha de movilizaciones ciudadanas que muchas veces terminan en violencia.

Hace algunos días conversábamos con el periodista Horacio Brum, corresponsal de En Perspectiva en Santiago, y con él repasábamos los distintos frentes que están abiertos al mismo tiempo. Hoy les proponemos profundizar en esta situación y, para eso, el contacto es con el politólogo uruguayo Fernando Rosenblatt, candidato a doctor en Ciencia Política en la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Este fenómeno sorprende un poco porque la imagen de Chile es la de un país que funciona bien. ¿Qué está pasando? ¿Podemos analizar esta coyuntura con un poco más de detalle?

FERNANDO ROSENBLATT:
Esperemos poder hacerlo. Es muy complicado explicar por qué algo que parece que funciona tan bien en realidad tiene problemas importantes y señales de alerta.

Chile es un país que, en líneas generales y en el contexto latinoamericano, sigue siendo "exitoso". La economía es estable y presenta tasas de crecimiento vigorosas.

Al mismo tiempo, tenemos que recordar que Chile fue (y probablemente lo siga siendo) un país modelo para la academia en Ciencia Política y para los organismos internacionales.

Para la academia, Chile es un país que logró superar una dictadura muy dolorosa; un régimen que marcó profundamente al país. Consiguió una estabilidad democrática al mismo tiempo que su economía seguía mostrando una evolución muy favorable. Para los organismos internacionales, en los 90 Chile era el país modelo. Era un país que había hecho lo que, supuestamente, había que hacer. En democracia, el desafío era mejorar los indicadores sociales y eso es lo que hizo la Concertación durante 20 años.

Esto se hizo junto al sostenimiento del modelo económico implantado en dictadura. O sea, se hicieron correcciones. Muchas de ellas no fueron menores. No acuso a la Concertación de mero "continuismo".

EC – Vuelvo a la pregunta inicial: ¿Qué es lo que está ocurriendo en Chile? ¿Por qué se están produciendo esta serie de manifestaciones tan importantes?

FR – Estamos ante una situación paradójica. ¿Por qué un país cuya economía funciona bien y que ha avanzado tanto en la reducción de la pobreza, por ejemplo, tiene estos niveles de protestas de parte de la ciudadanía?

Más aún, Chile es un país que en las encuestas de opinión pública a nivel regional presenta los niveles más bajos de interés en la política, baja identificación con los partidos políticos, etc. Es decir, no sólo hay crecientes niveles de manifestación –generalmente violentas- sino que tenemos muy altos niveles de desencanto con la política.

EC – ¿Y cómo resolvemos entonces esa paradoja?

FR – Podemos decir dos cosas. Por un lado, en un proyecto en el que estamos trabajando con Rafael Piñeiro, politólogo uruguayo y también compañero en el doctorado, decimos que los países cuyos Gobiernos (o partidos) politizan el problema de la desigualdad son aquellos países que presentan los valores más altos en variables como "interés en la política".

En el contexto regional, donde tenemos desigualdad y pobreza como problemas que siguen siendo problemas endémicos, los Gobiernos o partidos que tienen un discurso frente a esto logran que la ciudadanía se muestre interesada y compenetrada con la política. Esos Gobiernos logran representar –al menos discursivamente- los intereses de sectores que siguen siendo amplias mayorías en la región.

Un punto importante: no analizamos los resultados de las políticas de esos Gobiernos ni la calidad de la democracia. Por ejemplo, Chávez cumple con la condición que antes planteaba pero podríamos cuestionar ciertos aspectos de la calidad de la democracia.

Entonces, las democracias "prolijas", que funcionan bien, pueden tener mayor estabilidad e incluso hasta pueden tener sistemas políticos y economías más estables, pero son países donde la ciudadanía se muestra desencantada y alejada de la política.

Salgamos un poco de Chile, por ejemplo Perú. Perú presenta altísimas tasas de crecimiento, casi una década ya de eso. Sin embargo, al mismo tiempo la pobreza no ha disminuido significativamente y menos aún la desigualdad. En este contexto, Alan García se retira del poder con una muy baja popularidad. No puedo hablar de partidos porque en Perú casi que no los hay.

Chile es un país estable y próspero pero con un problema: la desigualdad prácticamente no ha mejorado desde la salida de la dictadura. Al mismo tiempo, y este es un dato que yo creo que es fundamental, el consenso que existe sobre el denominado "modelo chileno" en la clase política es muy importante y las diferencias, exagerando, son menores. El país consiguió una transición a la democracia, consiguió avanzar en el crecimiento y desarrollo económico pero los debates sobre el modelo de desarrollo son muy escasos.

EC – Entonces, la respuesta a la paradoja sería que muchos sectores de la ciudadanía no encuentran respuestas en ese consenso político que está instalado sobre el modelo de crecimiento económico y eso es lo que genera desencanto.

FR – Efectivamente. Los partidos políticos y la elite chilena presentan un excesivo "consenso" sobre los grandes lineamientos de la política económica. Esto afecta la capacidad de representación de intereses. ¿Por qué? Porque más allá del consenso que puedan tener los políticos y los partidos la sociedad –como es natural–, sigue presentando intereses y visiones diferentes, pero estas no encuentran canales de representación en las instituciones más importantes de cualquier democracia contemporánea: los partidos políticos.

Entonces, podemos decir que, en general, la democracia chilena logró estabilidad y esto fue destacado por la literatura de la Ciencia Política, precisamente porque después de los quiebres democráticos, las dictaduras (años 70 y 80), la consolidación de las democracias era una preocupación de primer orden.

Pero podemos decir que Chile quizás privilegió demasiado la estabilidad. Un elemento que también forma parte de mi investigación de doctorado es que no sólo los partidos privilegiaron el consenso por el temor a un escenario de polarización que hubo predictadura, sino también el sistema electoral operó en este sentido. Hay un sistema electoral que premia la estabilidad. Además, los partidos no presentan mecanismos que generen renovación de ideas y liderazgos a nivel organizacional. La consecuencia de todo esto es que los partidos perdieron conexión con la ciudadanía.

EC – Entonces, el problema no es solo un "excesivo acuerdo sobre las ideas", como tú decías, sino que va un poco más allá.

FR – Esquemáticamente, esto es lo que está detrás. Podemos analizar por qué las manifestaciones de descontento son violentas. Pero eso sería materia de otro análisis, también extenso. También podríamos analizar las causas de cada una de las manifestaciones, que algunas son bien distintas. Lo que yo quería era poner el acento en los problemas más macro, que quizás engloban a todas estas cuestiones.

EC – ¿Antes de terminar agregarías algunos apuntes más?

FR – Sí. Se podría argumentar que "Chile camina bien y la economía sigue creciendo". Yo estaría de acuerdo con ese punto. Pero hay un punto importante y es que las reservas de legitimidad política son fundamentales cuando vienen tiempos difíciles. Es muy peligroso para una democracia tener una política tan alejada de la ciudadanía, y más en un contexto donde la pobreza y la desigualdad siguen siendo problemas. La lección que nos dejó la crisis en Uruguay en el 2002 es que la política tenía valor, había opciones y los partidos significaban algo para la gente.

Y, a nivel general, quedan dos lecciones: una es la importancia de arribar a acuerdos, lo que se dice habitualmente políticas de Estado. No podemos dejar de reconocer el éxito de Chile. Pero tan importante y más básico aún que esto es la importancia de mantener las diferencias y que ellas encuentren canales para poder expresarse. Y para eso los partidos deben tener "vida" y generar mecanismos de discusión de ideas y de renovación de liderazgos también.

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