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Pese a los buenos indicadores económicos, la educación sigue siendo un foco de reclamos en Chile

Contacto con el economista Aldo Lema, colaborador de En Perspectiva.


(emitido a las 8.46 Hs.)

EMILIANO COTELO:
Al presidente chileno, Sebastián Piñera, las últimas semanas no le han traído más que dolores de cabeza.

Desde hace dos meses, la protesta social se ha instalado en buena parte del país –en particular en la capital, Santiago– con diversos reclamos.

Pero quizás, la movida más importante es la que encabezan los estudiantes que exigen cambios en el sistema educativo público.

En medio de esta situación –que ha hecho caer su popularidad hasta el 31% según lo que indican algunas encuestas– Piñera llevó a cabo este lunes un importante recambio de su gabinete, buscando aplacar las críticas.

Esta mañana, les proponemos volver a poner una mirada del otro lado de la cordillera para tratar de entender por qué están ocurriendo estos problemas en un país donde los índices económicos y sociales siguen mostrando un muy buen desempeño.

Estamos con el economista Aldo Lema, docente de la Facultad de Economía de la Pontificia Universidad Católica de Chile, consultor asociado del grupo Security y colaborador de En Perspectiva.

Si te parece, empecemos explicando quiénes están detrás de estas protestas, en particular de quienes reclaman reformas en la educación, ¿quiénes son?

ALDO LEMA:
Efectivamente la movilización más importante ha sido la educativa, y esta vez ahí han estado mayoritariamente estudiantes universitarios, de escasa vinculación política aunque muchos de ellos la tienen. Además, en general es un movimiento transversal, son estudiantes que provienen tanto de las universidades tradicionales como de las universidades privadas, a las que se han sumado puntualmente algunos sindicatos ligados a la enseñanza –por ejemplo el de profesores– pero que en general no han tenido un rol protagónico. La voz la han tenido mayoritariamente los estudiantes y ellos se han tratado de despegar también del vínculo político.

Y creo que lo novedoso también es que justamente el rol de los partidos políticos mayoritarios no ha sido muy importante, ni el de la Concertación ni, obviamente, el de la propia Alianza que gobierna. Entonces, podríamos concluir que se trata de un movimiento esencialmente ciudadano y –esta vez– universitario, en donde la participación de los partidos políticos no ha sido relevante.

EC – ¿Qué es lo que reclaman? ¿Qué está pasando con la educación en Chile?

AL – Evidentemente, durante los últimos años la educación en Chile ha tenido un aumento muy fuerte en su cobertura. En el caso particular de la educación universitaria el número de estudiantes en los últimos 25 años se multiplicó por cuatro. En general Chile lidera el ránking en términos de calidad en América Latina, pero ahora hay una conciencia muchísimo mayor sobre los problemas de calidad o la brecha de calidad con países asiáticos o europeos. Si bien hay una oferta educacional amplia y variada, todavía hay un gasto relativamente bajo por alumno y ahí es probablemente donde vienen los reclamos más concretos: mayor calidad, más financiamiento hacia la educación universitaria, mayor transparencia e información de las instituciones académicas. En ese esquema de oferta amplia y variada, hay una demanda por tener mejor información respecto a la calidad de la educación por institución. Y, en menor medida, es un fortalecimiento de la educación estatal. Ni los estudiantes ni los técnicos, o aquellos cercanos que han estado demandando cambios, reclaman una alteración en el esquema mixto de provisión de educación a nivel terciario, pero sí probablemente mayores recursos para lo que se considera universidades tradicionales, aquellas que reciben aportes directos del Estado.

En última instancia, uno podría decir que también ha habido algún cuestionamiento, no a la existencia de las universidades privadas pero eventualmente a que estas, por esquemas que no están permitidos en la ley o por esquemas que bordean la ley, hayan de alguna manera obtenido utilidades en la provisión de estos servicios universitarios.

EC – También hay demandas con respecto a los créditos universitarios y en particular las tasas de interés, ¿no?

AL – Así es. El esquema chileno tiene una parte muy interesante que no hay que perder de vista. La educación universitaria es mayoritariamente pagada, pero bajo un esquema en donde los sectores de más bajos ingresos tienen acceso a becas, lo cual se ha reclamado y se ha aumentado en forma significativa. Y una proporción muy importante se financia vía créditos, en donde el Estado opera como aval, que se van pagando a lo largo del tiempo. Justamente, hay un reclamo de los estudiantes de que las tasas de interés y de que el costo del financiamiento es muy alto, y en esa línea han apuntado algunas de las reformas o propuestas que ha planteado el Gobierno recientemente. En definitiva, todo se podría resumir –además de los elementos que planteaba más de largo plazo– en mayores recursos, ya sea a través de un incremento significativo en las becas o mayores recursos del Estado a través de una reducción en las tasas de interés que pagan los estudiantes.

EC – Ahora, este Gobierno lleva poco más de un año en funciones, entonces, ¿cuánta responsabilidad tiene en esa disconformidad latente? ¿No vienen varios de estos "problemas" de políticas de los gobiernos anteriores, de los gobiernos de la Concertación?

AL – Evidentemente que la  responsabilidad del tema hoy no es necesariamente de este Gobierno. De hecho, un movimiento parecido había irrumpido en el año 2006, enseguida de la asunción de la presidente Michelle Bachelet. Eso también había detonado un ajuste de gabinete y también [la creación de] una comisión técnica que planteó reformas estructurales. Hay elementos que vienen de atrás, algunos de los cuales habían estado fundamentalmente focalizados en la educación primaria y secundaria, solo que ahora el énfasis se ha trasladado a la educación universitaria. Es ahí donde los reclamos o los planteos se han estado haciendo, y es ahí también a donde las últimas medidas del Gobierno han estado apuntando. Ya hubo acuerdos transversales entre la Concertación y la Alianza por Chile, entre la centroizquierda y la centroderecha, en materia de reformas en educación primaria y en educación secundaria, que fundamentalmente también apuntaban a mayor calidad y a un aumento en la subvención escolar, al aporte directo a los estudiantes de manera tal que esto permitiera una mayor igualdad de oportunidades. Ahora el reclamo se ha trasladado a la educación terciaria.

EC - ¿Cómo se está posicionando la Concertación en torno a estos debates?

AL – La Concertación tampoco ha logrado capitalizar este reclamo ciudadano. En ese sentido, ahí se confirma un poco la distancia con los partidos políticos, porque los actuales niveles de aprobación de la Concertación son aún más bajos que los del Gobierno, están en torno al 22%. Y de alguna manera ha ido surgiendo la necesidad de un acuerdo político transversal, en donde este nuevo gabinete tiene la responsabilidad de llevarlo a cabo para concretar algunas de estas reformas que reclaman los estudiantes, y también para avanzar en términos de mayor transparencia, información y calidad durante los próximos años.

Creo que el "timing" político, con elecciones municipales el próximo año y elecciones presidenciales durante 2013, hace que los tiempos sean limitados. En las próximas semanas veremos si efectivamente se puede seguir concretando alguno de esos acuerdos.

Creo que, dado este carácter apolítico –en el sentido partidario– del movimiento y esta necesidad de reformas que se ha generalizado en la ciudadanía, es probable que tanto el Gobierno como la Concertación puedan lograr algún acuerdo al respecto y materializar algunas de estas reformas.

EC – ¿Cómo hay que inscribir esta serie de movilizaciones y protestas en el contexto de un desempeño económico chileno que sigue siendo bueno?

AL – Yo lo inscribiría como un reclamo de que, dentro de un modelo de desarrollo que ha tenido muy buenos resultados desde el punto de vista del crecimiento, de la mejora en los indicadores sociales y últimamente hasta con respecto a una mejora en la distribución del ingreso, las políticas tienen que seguir perfeccionándose y todavía quedan elementos en donde el sistema no funciona todo lo adecuado que se querría ni brinda toda la igualdad de oportunidades que es necesario para lograr el desarrollo. La revista The Economist ha dicho que Chile se está volviendo un país normal, porque este tipo de cosas antes no sucedían y ahora sí suceden y son bienvenidas. Al mismo tiempo, Chile está empezando a enfrentar los problemas típicos de una economía que bordea los 15.000 dólares y en donde los reclamos por mejor gestión, mayor eficiencia y mayor eficacia en las políticas públicas empiezan a ser una prioridad.

EC – ¿Pero hay algo en Piñera como presidente y con su gobierno que de algún modo aliente este tipo de descontento?

AL – Creo que no lo hay desde el punto de vista de lo que podría ser una crisis de gobernabilidad, como en algún momento se especuló. Ni tampoco en materia de resultados económicos, porque este año va a ser excepcional. Quizás sí hay fallas en el estilo presidencial, en el sentido de que Piñera sigue siendo visto como un presidente distante, poco empático, algo insensible, con problemas de confianza y de credibilidad cuando intenta plantear o llevar adelante alguna de esas reformas. En ese sentido, aun con un desempeño económico muy destacado, aun con una coalición política ahora más fortalecida en la que los partidos tienen mayor importancia dentro del nuevo esquema, la propia personalidad del presidente le puede jugar una pasada y no necesariamente elevar los índices de popularidad en el resto de su mandato.

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