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Mohamed Mursi jurará como nuevo presidente de Egipto

Contacto con Susana Mangana, doctora en Estudios Árabes e Islámicos y colaboradora de En Perspectiva.


(emitido a las 9.18 Hs.)

ALEJANDRO ACLE:
Egipto tendrá, a partir de este sábado, un nuevo presidente. Un año y medio después de la rebelión popular que derrocó a Hosni Mubarak, que llevaba 30 años en el poder.

Mohamed Mursi, un ingeniero de 60 años, jurará mañana, después de un proceso electoral disputado y controvertido. Este civil proviene de la formación política llamada Hermanos Musulmanes, un partido islamista. Recibirá el poder de parte de la Junta Militar que estaba a cargo del gobierno desde enero del año pasado, cuando se produjo la caída de Mubarak.

Con este acto se abre una serie de interrogantes sobre el futuro de Egipto, y también del Medio Oriente, ya que Egipto ha sido y es un país geopolíticamente clave en esa región del mundo.

Para conocer más sobre estas cuestiones conversaremos con Susana Mangana, colaboradora de En perspectiva, integrante de las tertulias, y especialista en Islam y el Mundo Árabe.

Momento histórico en Egipto. Mursi va a ser el primer presidente civil en seis décadas en el país. Podríamos empezar por definir quién es Mohamed Mursi, políticamente hablando.

SUSANA MANGANA:
Sí, es un momento histórico, es un momento de victoria democrática, de euforia. Es la primera vez que los egipcios, también el mundo árabe, han podido elegir a un presidente de manera democrática a través de las urnas.

Mohamed Mursi es ingeniero y tiene un doctorado de la Universidad del sur de California. Es un hombre que ha integrado las bases de la Hermandad Musulmana, la asociación islamista más antigua que tiene Egipto y el Mundo Árabe, por lo menos en etapa contemporánea. Es un hombre acostumbrado a trabajar en el Parlamento, donde fue electo en el año 2000.

Y si bien no tenía un perfil muy carismático que lo mostraba como el favorito para estas elecciones, el apodo que recibió de "neumático de repuesto" sirvió para que los militares lo acepten mejor que a otro líder mucho más beligerante, con el que hubiesen confrontado mucho más.

AA – ¿Qué consecuencias puede tener en el gobierno que Mursi sea un islamista?

SM – El hecho de que sea islamista significa que dentro de su proyecto va a instalar la religión en la política. Si bien la prensa de occidente se afana en explicarnos qué es moderado, yo creo que este tipo de etiquetas demuestra nuestra incapacidad para comprender los procesos que se están dando. Se es islamista y punto. No se puede ser ultra ortodoxo o moderado.

Lo que estamos intentando decir es que los movimientos islamistas que están accediendo al poder en Egipto, Túnez y en Marruecos son mucho más pragmáticos, tienen que llegar a un compromiso entre el respeto al dogma de su credo y los imperativos económicos. Túnez Egipto, Marruecos o Jordania necesitan la llegada de las divisas que provienen del turismo, y es por eso que Mursi va a tener que esforzarse muchísimo por tener una diplomacia muy fina, no solo con los militares y con los empresarios de su país, sino también a nivel de región.  Necesita posicionar a Egipto nuevamente en el plano político y en el plano comercial para volver a reactivar una economía que está totalmente estancada desde enero del año pasado, previo a la caída de Mubarak. Lejos de ser una llanta de repuesto, Mursi es el timonel de un barco, porque Egipto sigue siendo ese faro que guía al resto del mundo árabe en virtud de que fue cuna de civilizaciones,  y que además es un país donde surgen ideas, movimientos políticos y también intelectuales muy fuertes como ocurrió ya en el siglo XIX.

AA – Otro punto clave es el papel que van a jugar los militares. La junta militar que está gobernando desde que cayó Mubarak disolvió el parlamento hace unos días. Todavía tiene muchísima fuerza. ¿Cómo se va a dar esa coexistencia de poderes?

SM – Esa es la gran incógnita. La junta militar que ha gobernado el país durante la transición desde el año pasado hasta ahora es la columna vertebral de este y otros países en el Mundo Árabe. Van a tener que negociar con un presidente electo en las urnas.

La sociedad civil árabe, más concretamente la egipcia, se ha desempolvado el miedo de arriba. Ya no llevan esa mochila pesada del temor a protestar, se han dado cuenta de que unidos tienen la fuerza con la que han empujado a la camarilla de Mubarak. No olvidemos que el régimen como tal no ha caído por completo, ya que los militares también eran parte del eje vertebrador de la política y de la economía del país.

Me parece que Egipto necesita, al igual que el Mundo Árabe, mucho más tiempo para transitar hacia otros modelos políticos y hacia una mayor democracia. No sabemos si va a ser una democracia como las de occidente, como se empeña todo el mundo en querer analizar, pero lo importante es que necesitan tiempo para que se concreten estos pasos que están dando. Los militares van a tener que acostumbrarse a un nuevo status quo donde el presidente electo es islamista.

De todas maneras, los hermanos musulmanes vienen operando en el país desde la década del 30. Egipto es un país que tiende a la moderación, por eso no creo que el presidente ni la junta militar vayan a llevar al país a un extremo que imposibilite la relación con potencias occidentales o con otras regionales como Turquía, Israel, o Irán, que por estas horas también es la incertidumbre.

AA – ¿Cuáles pueden ser las consecuencias de este cambio de gobierno en la región y en el mundo, la relación con potencias locales como Israel o con el propio Estados Unidos?

SM –El temor viene de nuestra mirada sesgada desde occidente. Cuando hablamos de la llegada de un Islam político al poder pensamos que es una amenaza para nuestra cultura occidental o nuestra seguridad nacional. No necesariamente ha de ser así. El Islam per ce no es una amenaza para occidente. Hay algunos grupos radicales dentro del Islam que apelan a esa religión para lanzar ataques contra occidente, pero no es el caso de todos los grupos que están llegando al poder,  que su primera tarea va ser reencaminar la economía de esos países. Por tanto, el presidente electo Mursi ya ha indicado que si Israel respeta los acuerdos de paz del 79, Egipto también  lo va a hacer. No tiene ninguna lógica que su primer interés sea romper un acuerdo bilateral con Israel. Los egipcios están para otros menesteres, no para ir a una guerra con Israel, con el cual ya no tienen un gran diferendo.

Por otro lado, la administración de turno de Estados Unidos, sea Obama o cualquier otra, siempre mantienen vínculos con Arabia Saudí, con Qatar, con Kuwait, con países donde también gobiernan emires y reyes que respetan el código de la sharía, del Corán. Por lo tanto, no creo que vaya a haber un cambio drástico en la relación. Egipto va a tener que ser muy pragmático porque, además de no ser un país autosuficiente en lo energético, necesita tener una vinculación sólida con occidente porque depende de las exportaciones a la Unión Europea, y por tener financiación militar, en el pasado, con Estados Unidos. Estamos ante las puertas de una nueva transición en Egipto, y necesitaremos un compás de espera para ver cómo acomodarán las fuerzas de poder.

Hasta ahora los hermanos musulmanes ejercían de opositores, y hoy están en el poder y tienen que, entre otras cosas, recibir el saludo de los militares. El cambio de roles es lo que va a costar. En occidente siempre exigimos demasiado al mundo musulmán, queremos que todos los cambios se produzcan en un año, y eso no es posible. La llegada de la democracia vendrá por ensayo y error, y van a necesitar un tiempo para ejercitar esa nueva democracia que están recién descubriendo.

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