Internacionales

Una mujer fue ejecutada por su marido en Kabul, Afganistán, por un presunto caso de adulterio.

Contacto con Susana Mangana, doctora en Estudios Árabes e Islámicos y colaboradora de En Perspectiva.


(emitido a las 9.21 Hs.)

ALEJANDRO ACLE:
En la provincia afgana de Parwan, a 100 kilómetros de Kabul, un hombre de túnica blanca y barba ejecuta a balazos y por la espalda a una mujer, mientras otros lo vitorean.

"Esta mujer, hija de SarGul, hermana de Mostafa, y esposa de Juma Khan se escapó con Zemarai. No se la ha visto en el pueblo durante un mes. Por fortuna los mujaidines la han atrapado y no podemos perdonarla. Dios nos dice que acabemos con ella. Juma Khan, su marido, tiene derecho a matarla".

Esta es la traducción del audio que acabamos de escuchar y que presentó en uno de sus despachos la agencia internacional de noticias France Presse.

Luego de estas palabras, Juma Khan, el marido de la joven, recibió un fusil de asalto Kalashnikov, se colocó a pocos metros de la mujer y disparó hasta matarla.

Esas imágenes, y las de hombres festejando la ejecución al grito de "Dios es grande", dieron la vuelta al mundo y despertaron indignación, tanto en occidente como en oriente.

Estos hechos que se repiten en países musulmanes, donde la lapidación o la muerte de la mujer considerada adúltera a manos de su marido es un hecho común, llevan inexorablemente a la reflexión, y a querer entender qué motivaciones encierran estas tradiciones tan aberrantes.

Para conversar de este tema, recibimos a la profesora Susana Mangana, colaboradora de En Perspectiva, integrante de la  tertulia y titular de la Cátedra de Islam y Mundo Arabe en la Universidad Católica del Uruguay.

SUANA MANGANA:
Estoy bastante shockeada todavía por lo que vi en el video, muy corto pero muy llamativo. Impacta ver como esta mujer queda esperando pasivamente a que la ejecuten, y como tú decías en la traducción del audio, las referencias a un Dios que le ordena y le autoriza a este hombre a hacer justicia por mano propia.

Es pertinente decir que en el Islam, así como en el judaísmo y en el cristianismo, las tres religiones monoteístas, el ser humano no tiene capacidad de juzgar a otro. La justicia la tiene que impartir Dios el día del juicio final. Si es que se hubiesen probado los cargos y se haya llevado a esta mujer a un juicio justo, cosa que dudo, ella tendría que haber sido enviada a la cárcel, o ver qué penas establece el código penal vigente en Afganistán, y después tendrá que rendir cuentas ante su Dios, como tiene que hacer cada uno de los mortales, según se cree en el Islam.

Esto que pasó en Afganistán no es práctica común en los países musulmanes, tampoco árabes. Creo que Afganistán y Pakistán están viviendo una serie de atropellos a cualquier tipo de derechos humanos, también derechos en cuestiones de género, de la niñez y de la mujer sobre todo.

Anoche hablaba con el embajador de Pakistán en Brasil y comentábamos esta noticia. Él también se mostró muy consternado por la imagen que esto deja, no sólo del Islam, sino también de un país muy próximo a Pakistán.

También hay que entender que la comunidad internacional lo único que hace es actuar de espectador ante este tipo de cuestiones. Nos lamentamos, nos llevamos la mano a la cabeza, pero nuestros líderes políticos no toman decisiones acorde a lo que allí está pasando.

Lamentablemente no sabemos el nombre de esta mujer, ni recordaremos su caso en algunos años, como ocurrió con el efecto Sakineh Mohammadi-Ashtiani, la mujer que iba a ser dilapidada en Irán y movilizó una serie de campañas internacionales para que no sucediera. El caso de esta mujer pasará sin pena ni gloria.

Días antes de este acontecimiento, un grupo de naciones occidentales se juntaron para decidir qué cantidad de millones de dólares van a seguir dilapidando en Afganistán. Me parece que hay que ser mucho más duros, menos tolerantes, menos políticamente correctos con el gobierno de Hamid Karzai. Este tipo de cosas van a seguir ocurriendo mientras no haya un jefe fuerte que las pare. El primer ministro no es un interlocutor válido, entonces habría que cortarle la ayuda económica hasta que no se someta a juicio al marido de la joven y a los que los estaban vitoreando. 

AA – Hablabas hace un rato de que estas prácticas no están prescriptas por el Islam, ¿de dónde proviene la idea de que el hombre tiene derecho a disponer de la vida de su mujer?

SM – Proviene de la etapa pre-islámica, de la cultura patriarcal que existió en aquella región, y que también existía en Europa hasta los comienzos del medioevo, donde el hombre, sobre todo el padre y luego el esposo, es dueño de la mujer.

En Afganistán hay una serie de tribus enfrentadas entre sí en una lucha por el poder, y así surge el grupo Talibán de los pastunes, estudiantes de las escuelas coránicas, un grupo radical extremo.

Esta práctica existió antes de la llegada del Islam y va a continuar mientras no se desarrolle el nivel educativo de ese país y siga habiendo gente aferrada a costumbres y prácticas tribales locales. El hombre puede llegar a pagar entre 10.000 y 15.000 dólares por su esposa, dependiendo de la familia de la que provenga, que la considera un objeto más de su fortuna personal. La mujer queda sometida a los caprichos del hombre, lo cual es muy injusto, porque nunca sabremos si ella realmente tuvo alguna relación amorosa o algún vínculo sexual con otro hombre, o si fue obligada a marcharse e incluso si fue violada. Ellos se van a cubrir, y la prensa local afgana va a decir que la mujer cometió adulterio, es el caballito de batalla al que recurren para evitar el escarnio público y la condena internacional. Por eso insisto tanto en que este caso procede luego de años de tirar dinero y fortunas que no llegan nunca al bolsillo de la gente, de lo contrario el pueblo afgano viviría mejor. La comunidad internacional no puede lavar sus culpas mandando armas, efectivos militares, y poniendo dinero en el bolsillo de los burócratas de Hamid Karzai en el poder en Kabul.

Pero esta práctica no es musulmana.

AA – La duda que surge es que después de diez años de ocupación occidental en Afganistán esto no cambió, ¿no pernearon otras costumbres en estas zonas tan atrasadas?

SM – No va a cambiar. ¿Qué mandamos? ¿Maestros, bibliotecas, libros, profesores universitarios, médicos? No. Mandamos soldados que están entrenados para ejercer un control sobre una población, para disparar antes de preguntar. Hay soldados que han ayudado a algún afgano a cambiar una rueda de un vehículo, pero nada más. No hemos hecho hincapié en favorecer prácticas que eviten la corrupción, el nepotismo, el clientelismo, todos los males endémicos, no sólo de Afganistán, sino de la región. Hemos seguido poniendo dinero en las manos de jefes tribales corruptos, sigue habiendo señores de la guerra y seguimos mandando efectivos, armas y dinero que no llega al pueblo o a un Ministerio de Educación para desarrollar programas educativos. La situación de la mujer no ha cambiado desde la invasión a Afganistán, desde el 11S que fue el disparador de la invasión, hasta hoy. ¿Solamente Afganistán tiene la culpa? Claro que no. Los países siguen mandando dinero sin tener en cuenta el objetivo en Afganistán: controlar el territorio o desarrollar el nivel educativo de su gente, quienes serán luego los que van a exigir a sus gobernantes mejores prácticas, como ha ocurrido en Egipto o en Túnez. Afganistán está muy lejos de eso porque es un país anclado en el medioevo, en prácticas tribales como éstas. Ha recibido mucho más dinero que todo el Oriente Medio junto y sin embargo están peor que antes. Así nos lo demuestran estas imágenes.
 
Lamentablemente no será la última. Por eso insisto, y se lo comentaba al embajador de Pakistán en Brasil, si quieren limpiar la imagen de radicalismo extremo y la imagen del Islam, deben hacer algo urgente para no seguir abonando el terreno. Sólo Dios nos puede juzgar, por lo que estos hombres, sea el esposo, el hermano, o quien fuere, deben ser juzgados como corresponde, ya que el Islam no permite la justicia por mano propia.

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