Entrevistas

Susana Mangana: Egipto sentó "un precedente muy negativo" al derrocar a Mursi sin haberle "dado tiempo para gobernar"

Susana Mangana: Egipto sentó "un precedente muy negativo" al derrocar a Mursi sin haberle "dado tiempo para gobernar"

El Ejército egipcio encabezó el miércoles un golpe que terminó con el Gobierno de Mohamed Mursi, el primero surgido de la urnas en la historia del país, y que apenas llevaba un año en el poder. Para analizar esta situación, En Perspectiva conversó con la experta en Asuntos Árabes e Islámicos Susana Mangana, quien consideró que a Mursi "no le han dado tiempo para gobernar" y destacó que en ese país el Ejército "nunca se ha apartado del poder". "Buena parte de la sociedad egipcia está festejando que se quitó de encima un presidente que para algunos no era lo suficientemente islamista y para otros que no era lo suficientemente democrático", por no haber incluido en su Gobierno a sectores minoritarios, explicó Mangana, y señaló que el episodio implica "un precedente muy negativo" para Egipto y para la región. "Si el pueblo quería pasarle factura a Mursi tendría que haber esperado a cumplir el debido proceso electoral o haber exigido que se llamase a elecciones anticipadas", concluyó.


(emitido a las 8.46 Hs.)

EMILIANO COTELO:
En Egipto, la primera experiencia democrática tuvo un final traumático. Las Fuerzas Armadas, sobre las cuales ha girado la historia moderna de ese país, recobraron su protagonismo y encabezaron un golpe de Estado que derrocó a Mohamed Mursi, además de también descabezar en las últimas horas a la Hermandad Musulmana.

El creciente giro islamista del Gobierno de Mursi había provocado una división muy fuerte en la sociedad egipcia, así que millones de personas terminaron festejando su caída, llenando una vez más la legendaria plaza Tahrir de El Cairo y otras calles y plazas en varias ciudades del país.

Por ahora, las grandes potencias de Occidente siguen la evolución de los acontecimientos con una actitud de cautela, sin condenar o apoyar el golpe de Estado.

¿Qué es lo que está ocurriendo en Egipto? ¿Fue un fiasco la primavera árabe? ¿Cuáles son las perspectivas para ese país y para la región?

Son preguntas que nos hemos hecho todos en estos días, y a propósito de las cuales queremos conversar con Susana Mangana, colaboradora de En Perspectiva, experta en Asuntos Árabes e Islámicos.

Hemos charlado contigo ya el miércoles pasado en la Tertulia sobre este asunto, cuando el panorama era otro, y te escuchamos ayer en 810 Vivo Mediodía con un primer enfoque a propósito de las noticias más recientes, pero queríamos terminar la semana con un abordaje más tranquilo, más a fondo, que nos ayudara a todos, porque lo que pasa en Egipto no debería resultarnos indiferente.

Empecemos por allí, ¿por qué tenemos que seguir de cerca lo que pasa en Egipto?

SUSANA MANGANA:
Siempre señalo que Egipto es un faro, es un buque insignia en el conjunto de naciones árabes. Es un país milenario, cuna de civilizaciones, pero que tiene además una fortaleza, una solidez de sus instituciones, que ha sido además el mentor, pero también el instructor de muchos jueces, de muchos militares, y si se quiere hasta el patrón ideológico a nivel cultural, filosófico y también político de otros países mucho más jóvenes por más que tengan mucho poderío económico y un buen colchón financiero, como Qatar o Emiratos Árabes Unidos. Por tanto Egipto ha sido el actor más influyente durante muchas décadas en aquella región, sobre todo en el conflicto entre árabes e Israel, por más que en la era de Mubarak hubo un desgaste producto de su longevidad, de un régimen que había quedado caduco y prácticamente con una diplomacia obsoleta, superada por la fortaleza de la chequera de otros países como Qatar, que justamente a golpe de cheques ha podido ir labrándose una suerte de camino en la diplomacia árabe y ser un actor regional, pero no llega a la estatura y la talla de Egipto.

EC - Desde el punto de vista económico, ¿cuál es su peso relativo, su peso en esa zona?

SM - No hay que soslayar que es un centro turístico muy importante. Una de las razones de este quiebre de legitimidad de Mursi, pero también de la falta de credibilidad, ha sido la incapacidad de recuperar un sector que está totalmente deprimido, porque los turistas no llegan. No olvidemos el un cuello de botella importante a nivel geopolítico en la región como es el canal de Suez, muy estratégico y que propició una guerra tripartita de Israel, Gran Bretaña y Francia en contra del, en aquel momento, recién nacido régimen, la república liderada por Gamal Abdel Nasser tras la nacionalización de aquel canal.

EC - ¿Cómo juega el petróleo en este cuadro?

SM - Se dice que Egipto es un país semirrentista del petróleo, no tiene suficiente petróleo para abastecerse a sí mismo, no puede exportar, pero ganaba remesas, tenía una balanza de pagos dependiente de las remesas de los emigrantes egipcios que trabajaban en países rentistas, como el golfo Pérsico, concretamente Kuwait, Arabia Saudita, y posteriormente también Emiratos Árabes Unidos, sin olvidar a Irak. Pero el petróleo no es el peón principal en el tablero de ajedrez egipcio, sino que es el rol que ha jugado sobre todo el Ejército como colaborador de las potencias occidentales para ser un mediador en el conflicto con Israel. No podemos olvidar que el presidente Anwar el-Sadat fue asesinado en 1981, y Egipto fue el primer país árabe en firmar unilateralmente la paz en Camp David en 1979 con Israel.

EC - Egipto tiene 84 millones de habitantes.

SM - Yo diría que algunos más, porque no siempre las estadísticas son del todo fiables. No todos los egipcios, sobre todo en las zonas rurales más deprimidas, más pobres, inscriben a sus niños en el registro civil, con lo cual no tenemos una cifra exacta, pero yo diría que es exacto decir cerca de 90 millones. Por tanto es el país que tiene mayor cantidad de musulmanes de los 22 países árabes, que son los 22 que integran la Liga de Estados Árabes; y ahí está contemplada Palestina, por más que no sea todavía un Estado independiente.

EC - ¿Cómo vive la gente? Porque veo que el producto bruto interno per cápita está en los 1.700 dólares.

SM - Sí, ayer mirábamos algunas imágenes muy oportunistas, algunos documentales, sobre cómo hay muchos egipcios que viven por ejemplo en la Ciudad de los Muertos, que ha sido visitada siempre por los turistas, mochileros, aquellos que no van en tours tradicionales, pero en Egipto hay distintas clases sociales. Evidentemente la clase media se ha visto resentida por esa economía que ha ido de mal en peor; sobre todo desde el 2011, desde la revolución, las estadísticas macroeconómicas no son nada halagüeñas, hay una inflación importante, hay un nivel de desempleo altísimo, y también hay una economía de subsistencia producto del mercado negro de trabajo, una economía paralela si se quiere.

Pero lo importante es que en Egipto, como en el resto del mundo araboislámico, un 65% de la población es menor de 21 años, y eso hace una presión importantísima sobre cualquier Gobierno en lo que hace a proveer servicios de salud, de educación y sobre todo empleo para esos jóvenes que se forman, o malforman, pero que después acaban teniendo un título terciario que muchas veces no les sirve para encontrar un primer trabajo o al menos para encontrar un trabajo bien remunerado que les permita aspirar a una vida de independencia económica.

EC - Ese porcentaje tan alto de la población que corresponde a juventud tiene mucho que ver con las protestas y con los cambios que se han precipitado. Los jóvenes han sido protagonistas, han estado en las calles, en la plaza Tahrir, en una época en la que además las costumbres de los jóvenes han ido cambiando mucho en el mundo y como consecuencia también en Egipto, que no está ajeno a eso.

SM - Evidentemente. Ya lo hemos dicho en otras ocasiones, en las tertulias, esa efervescencia de la juventud, típica por otra parte de esa edad, se ha dado no solo en Egipto, sino en la región, por supuesto, pero también con el movimiento mundial que hemos denominado de "indignados". La gente está cansada de un modelo de hacer política, está cansada de la falta de democracia real, por ejemplo en España o en Grecia, también en Italia, y los jóvenes hoy en Egipto ya no responden a lo que era la juventud hace 30 o 40 años, no quieren vivir de los recuerdos de viejas glorias del pasado, cuando Nasser era un líder carismático y se ganaba alguna que otra guerra tácticamente –porque en los hechos no ganaron–, había una especie de sentimiento heroico, de nacionalismo exacerbado si se quiere. Hoy todo eso se ha perdido y no quieren seguir viviendo de recuerdos, quieren tomar las riendas de su presente y de su futuro. Lo malo es que, cuando estás constantemente en estado de agite, de efervescencia, de ebullición, no permites que las cosas se tranquilicen y desde luego no le han dado tiempo al presidente Mursi para gobernar. Ha estado escasamente un año en el poder.

EC - Vayamos a los hechos más recientes. ¿Qué problemas tuvo la gestión de Mohamed Mursi que derivaron en esta nueva revuelta popular y en la intervención de las Fuerzas Armadas?

SM - Podríamos resumir las críticas en tres. Aquellos miembros de la oposición o aquellos que se dicen opositores que no son islamistas... y esto no significa que no sean musulmanes, aquí hay que aclarar las cosas, porque la gente si no, no entiende cuál es la diferencia entre musulmán e islamista.

EC - Hagamos esa precisión antes de continuar, que creo que nos va a ayudar mucho.

SM - El musulmán es aquel que profesa la fe del islam, que nace en el seno de una familia musulmana o que por opción personal se convierte al islam. Pero pongamos el caso de los egipcios, que la mayoría son musulmanes, si bien no debemos olvidar a los 10 millones de cristianos coptos que existen, la Iglesia tradicional copta de Egipto, que es muy fuerte. Pero musulmán es todo aquel que pertenece a la fe del islam. Y aquel que se dice islamista añade la variante política a la religión, tiene un proyecto político-religioso de instaurar la sharia en plenitud, el Código Islámico, y de defender como un modelo político un califato islámico, por tanto el dirigente político también es el dirigente espiritual de la comunidad. Eso hay que aclararlo, si no la gente no puede entender y no sabe si es un sinónimo o si nos estamos equivocando en la apreciación.

Por tanto aquellos musulmanes o aquellos cristianos coptos de Egipto que entienden que no quieren ver mezcladas la religión y la política tildan a los Hermanos Musulmanes y al presidente Mursi de haber puesto a sus acólitos, a sus seguidores, en puestos claves, y por tanto de no haber abierto la cancha del poder político a otros grupos, ya sean seculares, liberales o cristianos. Esa es la primera crítica.

EC - La denuncia en definitiva dice que Mursi y los Hermanos Musulmanes han dedicado este año a apropiarse del Estado, del poder, en vez de compartirlo, en vez de gobernar para toda la sociedad egipcia.

SM - Quiero terminar lo de las tres críticas y retomar ese punto después, porque es importante. Eso es una sorpresa, no debiera serlo.

EC - Enseguida hablamos de eso. Veamos los otros problemas.

SM - La segunda crítica es de los liberales, los seculares. (Me rechina mucho la palabra "laico", que no significa lo mismo que en la laicidad uruguaya, que ha estado modelada a semejanza de la laicidad de Francia, por ejemplo, y que podríamos incluso asimilar a la laicidad defendida por Kemal Ataturk en su momento en Turquía –que no es la misma que existe hoy, que está impuesta por el Ejército, que es el garante de que la república turca siga siendo laica–.) Prefiero hablar de seculares, de liberales que entienden que Mursi era una marioneta, que era esa rueda de repuesto y que llegó a la Presidencia porque era la única opción que cabía tener. Son aquellos que se llaman en árabe los "exprimidores de limón", que optaron por él a regañadientes, como una cosa amarga que tenían que tragar porque no querían el viejo régimen, pero que hoy denuncian que Mursi ha sido un títere en manos del guía espiritual de los Hermanos Musulmanes, es decir, de la vieja guardia, de los ideólogos de esos Hermanos Musulmanes, herederos de un paradigma muy antiguo, de Sayyid Qutb, el credo de los Hermanos Musulmanes. Estos acusan a Mursi de no haberse ocupado de lo verdaderamente importante, que era mejorar la economía, volver a insuflar aliento a esa economía para traer capital sobre todo extranjero, inversión extranjera directa, que no ha llegado desde el 2011 por lo menos, pero ya desde un poquito antes, a Egipto de manera sostenida y sistemática.

Y la tercera crítica es de los islamistas que quisieran ver más y mejor islam en el poder y que acusan a Mursi de ser demasiado blando, diríamos en nuestra jerga coloquial, demasiado light. Por ejemplo, el diario Kajian, de Irán, dice –y este diario no es menor, es el portavoz oficial de la oficina del líder supremo, Jomeini– que Mursi perdió un momento histórico para apropiarse de la revolución y que tendría que haber organizado un comité coordinador revolucionario al estilo del que organizó Homeini en 1979 en Irán cuando derrocó al régimen del sha Reza Pahlavi.

Como vemos hay tres críticas, pero también hay que tener en cuenta el componente económico. La gente no habría estado justificando su oposición si hubiera podido vivir con una holgura económica mayor. Tenemos que pensar que hay un 65% de jóvenes, que muchos de ellos están desempleados, que no tienen ni oficio ni beneficio, ni estudian ni trabajan –los famosos "nini"–, y cada vez más han hecho de esto una suerte de movimiento por la vida, están en la calle, les da igual estar en una vereda que estar en la plaza, porque además hace calorcito. No digo que no lleven razón, hay mucha razón en lo que dicen, pero tenemos que ir al fondo de la cuestión. Ellos son los que también derrocaron a Mubarak, esos mismos jóvenes, esa misma clase media deprimida hoy y angustiada por su situación económica y que ahora les exige a los militares que vengan a intervenir para deshacerse de un presidente que dicen que no es democrático o que no es un buen demócrata. Es una paradoja estupenda y fenomenal.

EC - Enseguida profundizamos en ese punto.

***

EC - Vayamos a un punto de debate en estos días: ¿lo que ocurrió esta semana en Egipto es un golpe de Estado? Planteado en otros términos, ¿se ha derrocado a autoridades elegidas democráticamente? Es una pregunta que puede sonar rara hecha así, pero, por ejemplo, me baso en un análisis que hacía Haizam Amirah Fernández, investigador sobre el Mediterráneo y el mundo árabe en el Real Instituto Elcano. Él decía que si bien Mohamed Mursi había sido elegido democráticamente en las urnas, quien gobernaba no era él, sino el Guía Supremo de la Sociedad de los Hermanos Musulmanes, que él y su oficina eran quienes tenían la decisión final no solo dentro de la organización sino también en asuntos de política, y ellos no habían sido elegidos democráticamente y no representan al pueblo egipcio sino a esa cofradía. Incluso anotaba que mucha gente en las calles en estas protestas de las últimas semanas lo que reclamaba era la caída de ese hombre, no de Mohamed Mursi.

SM - Conozco a Haizam Amirah, no excesivamente porque ya llevo muchos años aquí, pero compartimos alguna que otra mesa redonda en España. Yo entiendo lo que quiere decir, pero no sé, ¿él ha llamado a Badie?, ¿ha estado en contacto? Lo que me importa es destacar una cosa: se sabía de qué extracción político-religiosa venía el presidente Mursi, aquellos que lo votaron –que no fueron pocos, fueron más de 13,5 millones de personas; si bien la distancia con el otro contendiente, Ahmed Shafiq, no fue muy grande, muy abismal, ganó democráticamente las elecciones– sabían muy bien que pertenecía a la cofradía de la Hermandad Musulmana, que es la asociación islamista contemporánea más longeva, fundada por Hassan al-Banna, un maestro de primaria egipcio, en 1929. Por lo tanto los egipcios conocen muy bien la evolución y la trayectoria de esa organización. Si después Mohamed Mursi todas las noches tomaba un cafecito con Badie, o si iba a comer con sus seguidores o con sus hermanos musulmanes, pero también hermanos de partido político, no importa. Es como decir que aquí en Uruguay el presidente Mujica gobierna de acuerdo con el programa del Frente Amplio. Y sí, lógicamente, ¿el que lo vota acaso no sabe a qué agrupación política pertenece? Es lo mismo en Egipto.

Sin denostar el artículo –yo aprecio mucho a Haizam Amirah y creo que es una persona muy valiosa, y su mirada siempre es inteligente–, me parece que estamos intentando justificar y buscar eufemismos, quiebres lingüísticos y una retórica para no llamar a las cosas por su nombre.

EC - Para ti, entonces, es un golpe de Estado.

SM - Si sacan los tanques a la calle, si cierran la televisión estatal, si el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, el señor Abdel Fatah al-Sisi –a quien el presidente Mursi puso como ministro de Defensa en agosto de 2012, ni siquiera hace un año–, dice "a partir de ahora el presidente Mursi ya no es más presidente", si detienen a la cúpula de dirigentes de los Hermanos Musulmanes, si tienen bajo arresto domiciliario al presidente Mursi, si disuelven la única cámara, que es el Senado, y derogan la Constitución, ¿cómo se le llama a eso en nuestro país? Es un golpe militar, que ha sido aplaudido, apoyado.

EC - Ahí vamos a la pregunta siguiente: aceptado que es un golpe de Estado, ¿es un golpe de Estado militar, o más bien tendríamos que hablar de un golpe de Estado cívico-militar? Lo pregunto porque las Fuerzas Armadas destituyeron al presidente Mohamed Mursi acompañadas por un amplio espectro de fuerzas políticas y religiosas. Por ejemplo, la máxima autoridad islámica del país, el papa copto, la principal figura de la oposición política, Mohamed el-Baradei, y también representantes de este movimiento de jóvenes, Tamarod, que estuvo en las calles durante todas estas semanas reclamando los cambios. ¿Entonces? ¿Cómo hay que interpretar ese dato?

SM - Y todos los roqueros y Alaska y los Pegamoides. Alaska y los Pegamoides eran un movimiento musical muy conocido, Alaska era una cantante –sigue siendo– medio punk, medio extraña, en las décadas de los 80 y 90 en España. Lo que quiero decir con esto de manera un tanto sarcástica es que esto es lo que hace al golpe en Egipto muy singular y por eso tenemos que dedicarle esta mirada atenta y esta vigilancia si se quiere, al menos académica de mi parte. Porque es algo que no sucede en otras partes del mundo.

Hoy buena parte de la sociedad egipcia está festejando que se ha quitado de encima un presidente que le parece que no era conveniente, que no era lo suficientemente islamista, o para otros que no era lo suficientemente democrático, que su Gobierno no era inclusivo de las minorías –los seculares, los cristianos coptos–. Pero ¿a quién llaman para remediar estos males? Al Ejército, que no está entrenado para pensar de manera democrática sino para dictar órdenes y que otros las ejecuten. Por más que Abdel Fatah al-Sisi [jefe de las Fuerzas Armadas] ha dicho "no vamos a gobernar, no vamos a estar al frente del poder político", han colocado ya a un presidente bastante dócil, pero que es de la Corte Suprema, o sea, de la otra pata del poder en Egipto. Tenemos a las Fuerzas Armadas como columna vertebral de la economía y del poder político –en Egipto gobiernan o rigen más de 35% de las empresas y de la economía nacional– y la otra pata es el Poder Judicial, con el cual también se había metido y mucho Mursi, porque en el sistema judicial egipcio –hay que decirlo alto y claro– hay una corrupción rampante. Entonces es verdad que no todos son corruptos, pero se sintieron amenazados por el creciente poder que se estaba arrogando Mursi mediante varios decretos. Recordemos lo que fue la tan mentada Constitución y los decretos por los que se arrogaba superpoderes en noviembre de 2012.

Llaman al Ejército para deshacerse de un presidente poco democrático y reinstaurar una especie de transición hacia la democracia. Es todo una paradoja de locos, no se comprende.

EC - Lo que veo es que esas Fuerzas Armadas están como al servicio del poder o de quien ejerza la legitimidad del poder, podría decirse en términos muy gruesos eso, durante décadas respaldaron a Hosni Mubarak.

SM - Sí, que era un general.

EC - Después, cuando vino hace dos años la primavera árabe, terminaron colocándose del lado de quienes encabezaban la revuelta y derrocando a Mubarak. Y ahora cuando se produce otra situación de tensión y la gente en las calles parece decir "nosotros tenemos el poder, nosotros tenemos suficiente poder, miren todos los que somos y exigimos cambios", las Fuerzas Armadas van y se colocan otra vez del lado de esa otra revolución.

SM - Sí, pero lo que ha pasado aquí es que han estado jugando un partido para volver a perder todos los goles que habían metido. Están volviendo a la década de 1950, a 1952, cuando Mehmet Alí, primer presidente de la República de Egipto, ya en aquel momento independiente de la corona británica, y después Abdel Nasser, mucho más conocido y carismático, tuvieron que enfrentarse a construir instituciones sólidas. ¿Quién tomó las riendas del poder en aquel momento? Lógicamente, el Ejército, y no lo soltó hasta que se marchó Mubarak.

Mursi es el primer presidente civil elegido en las urnas, y resulta que no le han permitido cumplir su mandato. Eso es un golpe. No quiere decir esto que yo estoy defendiendo a ultranza la manera de gobernar de Mursi, pero si el pueblo quería pasarle factura tendría que haber esperado a cumplir el debido proceso electoral o haber exigido que se llamase a elecciones anticipadas –creo que Mursi habría podido ceder, porque realmente vio que estaba todo ya medio perdido–, pero no hacer intervenir al Ejército, porque el Ejército nunca se ha apartado del poder, y de hecho no lo va a hacer.

EC - Parecería que el Ejército y las Fuerzas Armadas son lo permanente, la estructura más sólida que tiene Egipto.

SM - Lo permanente y además vienen a ser los salvadores de la patria, y ahora además nada menos que de la democracia en el país. Fíjate qué paradoja. Entonces volvemos a reafirmar la idea de aquellos politólogos, y de aquellos dirigentes árabes, que ya están sonriendo y frotándose las manos, porque dicen: "¿Ven ustedes lo que ha pasado en Egipto? ¿Y ustedes quieren democracia? Hay que escuchar la voz del pueblo, y el pueblo quiere mano dura, el pueblo quiere que vengan los militares a poner orden en la casa". ¿Quiénes son esos países? Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, que son el paradigma de la democracia y las libertades.

EC - Pero para terminar el análisis de eso que yo llamaba "golpe cívico-militar", ¿cómo se entiende la actitud de Mohamed el-Baradei, por ejemplo?, ¿cómo se entiende la actitud de los líderes religiosos?

SM - Mohamed el-Baradei es desconocido, es un diplomático egipcio que ha pasado mucho tiempo fuera de su país y por tanto no se lo conoce lo suficiente en su país. Ya fue una figura no existente en la elección pasada, en la que ganó claramente Mursi, ni siquiera llegó a ser un contendiente, un rival serio, y no se lo conoce en Egipto. Por más que es una figura conocida en Occidente y seguramente una voz con la cual las cancillerías occidentales –europeas, estadounidense– sepan y quieran lidiar, no va a poder formar un Gobierno de transición.

Ese movimiento con ese espíritu un tanto hippie, joven, de lo que fue en la década del 60, del 68, ese espíritu de los jóvenes que quieren armar una democracia diferente, que quieren un país diferente, pero que no tienen un líder, un cabecilla a quien seguir, es lo que está pesando en Egipto hoy. ¿Quiénes van a poder organizarse para presentarse a esas elecciones próximas cuando se anuncien? Pues una vez más, aunque te sorprenda, candidatos que serán islamistas, porque mucho más importante que concentrarnos ahora en cómo formar Gobierno es dilucidar, en el mundo árabe necesitan reflexionar sobre cómo han hecho las cosas en Egipto, cómo se pueden deshacer de un presidente, cómo se puede disolver un gobierno. Porque esto es un precedente muy negativo para Egipto, pero también para la región.

EC - En la segunda parte, enseguida, me gustaría que habláramos de cómo se están moviendo frente a este escenario las potencias occidentales, el conjunto de los países en desarrollo o subdesarrollados, y sobre todo qué cabe esperar, qué ocurre con la primavera árabe de ahora en adelante.

***

EC - Egipto vive por estas horas un nuevo capítulo de crisis en su historia. Las Fuerzas Armadas encabezaron un golpe que terminó con el Gobierno de la Hermandad Musulmana, al frente del cual se encontraba Mohamed Mursi, el primer Gobierno surgido de las urnas en la historia del país y que apenas llevaba un año en el poder.

***

EC - Estamos examinando esta mañana el tablero político egipcio y también el regional.

Para eso nos acompaña Susana Mangana, integrante de nuestras tertulias, doctora en Estudios Árabes e Islámicos por la Universidad Autónoma de Madrid, directora de la Cátedra Permanente del Islam y el Mundo Árabe en la Universidad Católica del Uruguay.

¿Cómo observas la actitud con que las potencias occidentales están manejando toda esta crisis?

SM - Vamos a ser un poquito diplomáticos y decir que están observando con cautela lo que pasa en Egipto. Sus declaraciones, sus comunicados han rehusado utilizar la palabra "golpe", porque, justamente, siempre han mirado con desconfianza a la Hermandad Musulmana, de la cual tienen una pésima impresión. Y uno aquí no trata de defender a los Hermanos Musulmanes ni la gestión del presidente Mursi, pero sí de aclarar que fue democráticamente elegido y que no se han cumplido los plazos. En ese sentido las cancillerías han sido ambiguas, desde el propio Obama, que ahora tiene que enfrentarse al Partido Republicano, que le exige, entre otras cosas, que cancele inmediatamente la ayuda económica y financiera que [Estados Unidos] otorga desde hace muchas décadas a las Fuerzas Armadas [egipcias], entre otras cosas, al poder político también, porque Mubarak era un general, por más que ya vistiese de civil, era de extracción militar, lo mismo que sus antecesores. Esa ayuda es de entre 1.200 y 2.000 millones de dólares por año. ¿Por qué Obama y la Casa Blanca han evitado hablar de golpe y eufemísticamente hablan de "intervención militar"? Y no solo Obama, también las cancillerías europeas, el propio [presidente español, Mariano] Rajoy ha dicho que las cosas son muy confusas.

EC - El propio comunicado de la cancillería uruguaya evita el término "golpe", dice: "El Gobierno de la República Oriental del Uruguay rechaza la ruptura del orden institucional acaecida en Egipto en el día de ayer, que provocó la caída del presidente del país, electo a través de elecciones libres y democráticas celebradas en los meses de mayo y junio de 2012, así como la suspensión de la Constitución y la disolución del Senado".

SM - Es un ejemplo de cómo la semántica es genial para este tipo de situaciones, porque utilizamos tres frases para evitar decir una palabra, que es "golpe".

EC - La descripción que hace, los distintos elementos que incorpora el párrafo son característicos de un golpe de Estado, sin embargo se dice "ruptura del orden institucional".

SM - Exactamente. ¿Por qué Occidente prefiere tener a los militares en el poder de vuelta? ¿O por qué no mira con malos ojos que haya sido depuesto el presidente Mursi? Pues entre otras cosas porque todavía estamos en una situación de encono, de relaciones ríspidas con los islamistas, porque hay grupos que han utilizado mal, que han instrumentalizado la jerga religiosa y una supuesta guerra o combate santo contra Occidente y por tanto también son culpables de demonizar, satanizar al islam.

Los Hermanos Musulmanes claramente no son salayistas, es decir, no son la corriente más radical, más rigurosa del islam, pero sí tienen un proyecto político-religioso, y eso tampoco es una sorpresa, porque, como decía antes, los que los votaron los conocen. Los Hermanos Musulmanes han participado, por lo menos desde la década del 80, y han ganado muchas elecciones legislativas y elecciones en las uniones por ejemplo de profesionales, porque tienen abogados, arquitectos. Es una elite muy formada, muy capaz y por tanto han trabajado muy bien la arquitectura política, y créeme cuando te digo que cualquier futuro Gobierno de Egipto va a tener que incluir a islamistas si realmente quiere ser demócrata, porque lo que no se puede aceptar es que sea liberal pero no demócrata, porque los liberales de Egipto hoy no quieren a los islamistas en el poder, y eso no es muy democrático tampoco.

EC - Vuelvo al comunicado de la Cancillería uruguaya. Segundo párrafo: "El Gobierno de Uruguay expresa su más firme anhelo de que esta situación tenga carácter transitorio y que al más breve plazo puedan restablecerse el orden democrático y el Estado de derecho en el país, como garantías indispensables para el pleno respeto de los derechos y las libertades fundamentales del pueblo egipcio".

¿Qué puede esperar la gente de estos próximos meses?

SM - Me preocupa mucho cuál va a ser la reacción ya a partir de hoy, que es un día festivo, feriado, es el feriado de los musulmanes y por tanto hay muchos seguidores de Mursi, de la Hermandad Musulmana, congregados en la mezquita de al Adawiya en un barrio un tanto periférico, no cercano a la plaza Tahrir.

EC - Allí el canto es: "Derrocar, derrocar, al Gobierno militar". Eso dicen las crónicas que están llegando en este momento.

SM - Exactamente. Quiero dibujar un escenario de cómo va a ser el futuro de esa Hermandad Musulmana, que tiene sus acólitos, sus seguidores, pero tiene sus filiales abiertas en Argelia, en Jordania, en Siria, pero también Hamas tiene el credo de los Hermanos Musulmanes, por tanto es muy influyente no solo en Egipto sino en la región.

Creo que le quedan tres escenarios posibles y no muchas más vías de salida. Por un lado, una retirada táctica, si se quiere, para preservar sus estructuras, su organización y su capacidad orgánica intacta, es decir, evitar el segundo escenario, que es que si realmente van a la violencia, empuñan las armas y se enfrentan al Ejército y a la policía, el Ejército rápidamente va a prohibir esta asociación como partido político, le va a prohibir en la política, va a encarcelar a muchos de sus integrantes y otros tendrán que huir al exilio como hicieron durante décadas, porque también fueron perseguidos, en unos momentos apoyados, cuando servía, y en otros perseguidos y encarcelados por Gamal Abdel Nasser, por Anwar el-Sadat. Es decir, el juego, el binomio de Hermanos Musulmanes, amor y odio con el poder político en Egipto, lo conocemos bien, esta película si yo la he visto, créeme que los egipcios la han vivido y la han visto también muchas veces.

Y el tercer escenario, que creo que es el más probable, es que va a haber divisiones internas. Pasado el momento de rabia, de frustración que tienen esta semana y la semana que viene probablemente, creo que vamos a ver una fractura interna entre la vieja guardia, aquellos que son seguidores de la ideología heredada de Sayyid Qutb –el buen hermano musulmán que fue ajusticiado por Gamal Abdel Nasser durante su gobierno, creo que en 1969, estando ya arrestado–, y los más jóvenes, que sí quieren un cambio, una especie de democratización de la propia cofradía, de la propia Hermandad Musulmana, y que quieren estar más abiertos al diálogo. Pero ojo, los Hermanos Musulmanes siempre se han aprovechado del juego electoral, del juego democrático, participando en la política, pero no siendo realmente demócratas, no incluyendo a las minorías u otras opciones en su poder político.

EC - Sí, mientras estaban prohibidos, mientras estaban en la clandestinidad, durante los gobiernos anteriores, por ejemplo, se las ingeniaron para colocar gente suya en elecciones sindicales o en elecciones legislativas, no como partido, como individuos.

SM - No pueden como partido porque la Constitución en la etapa de Mubarak no permitía establecer un partido político con un lema religioso, decían y argumentaban muy hábilmente que si se lo permitían a los Hermanos Musulmanes, rápidamente vendrían los coptos a pedir un partido político cristiano; 10 millones en 90 millones, no deberían sentirse amenazados. Pero eso sirvió también para que muchos otros liberales no presionaran a Mubarak pidiendo que abriera el juego a los islamistas, negando el poder real que tiene la Hermandad Musulmana en un país donde todavía hay gente que vive en zonas rurales a las que no llega el agua potable o la luz eléctrica tiene muchos cortes, gente que mal vive con menos de dos dólares diarios –casi pobreza extrema o por debajo de la línea de pobreza–, entonces tenemos una especulación inmobiliaria rampante, y a todo esto agravamos el escenario si decimos que los turistas no llegan. Y no van a poder llegar en la medida en que no se calmen las calles, en que no haya estabilidad, primero política y después económica.

EC - Te detenías en los escenarios que tiene por delante la Hermandad Musulmana. Pero más en general, ¿qué puede ocurrir con los otros actores políticos?, ¿qué puede pasar con esta nueva transición?

SM - Tenemos que ver si realmente Mohamed el-Baradei saca de adentro –cosa que dudo– el líder político que pretende ser. Es decir, ¿va a haber cabezas, figuras centrales que puedan, ya de una manera más orgánica, más sistémica, encarrilar a estos jóvenes y a esta clase media que está protestando y que realmente quiere otro tipo de orden político? Es difícil entender que vayan a hacerlo tan rápidamente. No tuvieron paciencia... Yo no miro Egipto desde fuera, yo viví y crecí en Egipto, llegué con 19 años y pasé muchos años allí, hasta que me casé y vine al Uruguay residí en Egipto, de hecho el árabe que hablo es el egipcio. Yo he convivido con los egipcios muchísimo tiempo, cualquier araboparlante sabe que cuando hablo árabe tengo un deje importantísimo egipcio. Yo quiero mucho a ese país y por eso también me atrevo a opinar desde el punto de vista de cómo es la sociedad allí, cómo es su psicología.

EC - ¿Cuántos años visite allí?

SM - Viví en total seis años, y luego he ido de viaje por razones de estudio o de trabajo de campo, acompañando a estudiantes también. Pero lo importante es que me ha sorprendido una cosa: algo que tenía el pueblo egipcio, y me lo enseñaron en clases religiosas, es "sabr": "paciencia". Eran un pueblo paciente, hoy no han tenido esa paciencia con el presidente Mursi. Vamos a ver si en pocos meses pueden El Baradei o el papa de la Iglesia copta –que no creo que lo haga–, Tawadros, conformar un Gobierno de unidad nacional junto con los militares. Yo lo veo muy difícil. Ahora bien, ¿cómo van a recomponer la relación, no solo con Occidente, sino más bien con las agencias acreedoras, que son el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional?

EC - Lo último: ¿fue un fiasco la primavera árabe, en particular la revolución democratizadora en Egipto? Mirá lo que dice un oyente, Adrián: "Susana Mangana es muy exigente y rígida en su definición de democracia. La egipcia es una democracia reciente y que está haciendo sus primeros pasos y pruebas. Este es simplemente otro paso, en algún momento lograrán la estabilidad".

SM - Claro, Adrián, muchas gracias por decirlo, lo iba a decir antes de que Emiliano leyera el mensaje. Por suerte internet registra todas estas cosas y hay grabaciones mías de la Tertulia y de otras intervenciones radiales que he hecho en Uruguay donde lo he dicho muchas veces.

¿Ha sido positiva la primavera árabe, que para empezar es una etiqueta que hemos acuñado en la prensa occidental? Yo diría que es más bien primavera islámica, porque lo que ha surgido de las urnas en Egipto, en Túnez, donde sí ha habido procesos electorales, ha sido una opción islamista. En Libia no sabemos ni lo que hay, hay una anarquía, un caos, prácticamente se están encaminando hacia un Estado cuasifallido.

La primavera árabe necesita mucho más tiempo, justamente porque la democracia se construye, no se compra un kilo de democracia en el supermercado. Los egipcios están hoy aprendiendo a reaccionar a este tipo de situaciones, pero es peligroso que el Ejército vuelva a estar donde estuvo todas estas décadas. O sea, hoy quienes gobiernan en Egipto son los mismos militares que acompañaban el proyecto político de Mubarak. ¿Qué ha cambiado? Muy poca cosa. Por eso yo decía que había que haber permitido que Mursi continuara hasta el final. Pero los pudo el miedo, los pudo también una economía evidentemente en bancarrota, y sobre todo el temor a que Mursi colocase a más de sus amigos de la Hermandad Musulmana y que en el 2016 estuvieran prácticamente en un califato islámico. Cosa que yo digo que no, la identidad nacional de Egipto no es consustancial con la idea de un califato islámico como sí ocurre en Arabia Saudita.

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Transcripción: María Lila Ltaif