Entrevistas

Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel: una experiencia internacional de voluntariado por la paz

Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel: una experiencia internacional de voluntariado por la paz

¿Qué se puede hacer por la paz entre palestinos e israelíes? Susana Mangana, experta en Asuntos Árabes e integrante de las tertulias de En Perspectiva, viajó recientemente a Jerusalén y Cisjordania, donde representó a Uruguay en el Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel (PEAPI), una iniciativa cuyo objetivo es "apoyar los esfuerzos locales e internacionales para poner fin a la ocupación israelí y conseguir una solución al conflicto israelí-palestino". Uruguay se sumó a este programa integrado por 27 países hace unos cinco años. Los voluntarios, que viajan con todos los gastos pagos por la organización y conviven con los aldeanos por tres meses, son observadores que tienen la función de "brindar una presencia testimonial" en los momentos más "crispados" del conflicto, procurando en todo momento la neutralidad. "La idea es que nuestros acompañantes al regreso a sus hogares hagan una tarea de defensoría, desde la apertura de mentes, desde la comunicación", explicó Mangana.


(emitido a las 8.54 Hs.)

EMILIANO COTELO:
El conflicto entre israelíes y palestinos arrastra ya una historia larguísima. Y, lamentablemente, no parece que tenga una solución clara en el horizonte. Pero mientras la diplomacia internacional busca que se llegue a un acuerdo, mientras siguen las agresiones de uno y otro lado, ¿qué pasa con quienes viven la crisis en su día a día? Y en particular, ¿qué pasa con quienes habitan en los territorios palestinos?

En las últimas semanas, Susana Mangana estuvo recorriendo Cisjordania y Jerusalén como enviada del Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel (PEAPI).

Esta mañana, les proponemos conocer qué es esta iniciativa, pero sobre todo qué está pasando en esa zona del mundo, en uno de los aspectos más sensibles y, a la vez, habitualmente menos visibles: la situación de niños, mujeres y familias palestinas que viven en lugares que quizás mañana ya no existan, porque han sido demolidos o porque, simplemente, les cayó una bomba encima.

Susana Mangana integra nuestras tertulias, es doctora en Estudios Árabes e Islámicos por la Universidad Autónoma de Madrid, y acá en Uruguay es directora del Departamento de Negocios Internacionales e Integración de la Universidad Católica. Además participa en Montevideo en este PEAPI y acaba de representar a nuestro país en la reunión anual de coordinadores regionales de ese programa.

Vamos a empezar por un par de definiciones. ¿Qué es la organización con la cual viajaste a aquella zona, el PEAPI?

SUSANA MANGANA:
Lo llamamos por la sigla en inglés, EAPPI, y en castellano aquí en América Latina lo hemos denominado PEAPI. Es un programa que responde a un pedido, hace ya más de 11 años, que una serie de iglesias en Jerusalén en momentos en que la tensión del conflicto era latente, era muy elevada, hicieron al Consejo Mundial de Iglesias (CMI) de que brindase una protección, un testimonio mediante acompañantes internacionales de todos los países que integran el programa, que a la fecha actual son más de 27. Uruguay, Ecuador, Argentina, pero también Colombia, Brasil, lo que ellos denominan junto con Sudáfrica y Australia el "sur global", como si todos fuésemos lo mismo, pero es la denominación que países nórdicos y sobre todo países más opulentos de la Europa del norte han encontrado para simplificar las cosas.

Estos países, el sur global, se sumaron a este programa hace relativamente poco tiempo, en el caso de Uruguay hace unos cinco años. Por lo cual hasta ahora mi participación en él había sido bastante tangencial, incluso marginal, me convocaba el equipo nacional, conformado al inicio por dos personas, Araceli Ezzatti, que ha sido pastora metodista durante muchos años, y Nicolás Iglesias, un joven muy capaz, volcado a la acción social aquí y también integrante de la Iglesia reformista luterana en Uruguay. Esos son los que iniciaron esta andadura en Uruguay, y me convocaban en calidad de formadora, de docente, para formar equipos y posibles candidatos a viajar a Palestina e Israel. Insistimos mucho en la coletilla "e Israel", porque el programa busca justamente mantener un equilibrio.

EC - Vayamos a lo que hacen, qué es lo que hace este programa allí. Veía en la información que está disponible en la web que "el Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel tiene por objeto apoyar los esfuerzos locales internacionales para poner fin a la ocupación israelí y conseguir una solución al conflicto israelí-palestino con una paz justa, basada en el derecho internacional y en las pertinentes resoluciones de Naciones Unidas".

Primera pregunta, ¿estamos hablando de una actividad neutral?

SM - Qué difícil. Uno busca ser neutral, ser objetivo y equilibrado, y después las personas cada cual tiene su inclinación, tiene su corazoncito. No podría hablar por cada uno de los voluntarios y los cooperantes que allí han ido, pero sí que les damos instrucciones muy precisas de que son meros testigos, son observadores, son acompañantes internacionales que están presentes en momentos en los que el conflicto se pone muy crispado, hay una tensión en el ambiente y lo que hacen es acompañar a aldeanos, por ejemplo, en zonas conflictivas de Cisjordania en lo que llamamos las zonas del área C, que caen bajo control total y absoluto del ejército de Israel. Por los acuerdos de Oslo, Cisjordania está dividida en tres áreas: área A, que cae bajo jurisdicción de la Autoridad Palestina, por tanto le corresponde brindar la seguridad, pero es simplemente el 11% del territorio de Cisjordania; la zona B, donde tenemos un control civil de la Autoridad Palestina pero un control militar israelí, por tanto hay una presencia y hay incursiones del ejército israelí, y es el 28% de Cisjordania, y el área C, la zona más difícil para los aldeanos que viven allí, que es el 61% de Cisjordania, por tanto es la más grande y está bajo control total militar israelí.

Nuestros cooperantes viven allí entre los aldeanos y son testigos de los incidentes que puedan ocurrir o bien con el ejército israelí durante las incursiones o bien con los colonos, los famosos settlements, que cada vez que se reanudan las negociaciones un escollo es la construcción de nuevos asentamientos, y eso continúa hasta el día de hoy. Esos colonos son muchos de ellos muy agresivos, muy virulentos y muchas veces causan enormes problemas al ejército israelí, que debe velar por su seguridad, pero a su vez son el peligro mayor para los aldeanos. O también para los niños en escuelas en zonas del área C, comos Hebrón, que pude visitar y te podré comentar al respecto en breve. Entonces nuestros acompañantes lo que hacen es brindar una presencia testimonial.

EC - ¿Cuánto tiempo está cada uno de ellos?

SM - Tres meses.

EC - ¿Y quiénes son? ¿Qué tipo de formación tienen?

SM - Como dije antes, son 27 países los que integran este programa, Noruega, Sudáfrica, pero también Suiza, Alemania, Francia y ahora Uruguay y Argentina. Son personas primero que nada voluntarias, tienen que tener la voluntad de ser solidarias, de ayudar a otros, pero no es un tique a una vacación paga, evidentemente el programa y el CMI brindan todo, desde el pasaje de avión hasta los estipendios para cubrir la manutención durante los tres meses. Buscamos personas comprometidas con la paz, con la ayuda al prójimo, pero cuya pasión no desborde, no supere y se pongan en actitud de activistas. Ellos no van armados, no pueden, pero además no deben enfrentarse a un soldado, no deben negarse a brindar lo que el soldado exija, el pasaporte, la mochila, la cámara. Son personas que están ahí acompañando.

EC - Por ejemplo, ¿se involucran, terminan participando en actividades locales?

SM - Participan en actividades como meros testigos. Si hay una manifestación pueden ir, pueden registrar, pueden tomar fotos, pueden hablar por celular inclusive; si hay un incidente pueden y deben tomar nota de ello, a qué hora ocurrió.

EC - ¿Y después elaboran informes?

SM - Elaboran informes. Yo antes de ir –soy sincera, si me están escuchando Araceli y Nicolás les van a salir canas– no creía tanto en el programa, porque a alguien que conoce el conflicto desde dentro, desde el estudio, desde hace muchos años, este conflicto es tan endiablado, está tan enquistado que te acaba consumiendo el corazón. Además lo hemos dicho contigo en más de una ocasión fuera de micrófonos, es un conflicto que levanta ampollas, levanta susceptibilidades y enseguida se presta para que te tilden de propalestina, proislamista o prosionista, y yo no quiero ser ninguno de esos epítetos y adjetivos, quiero ser una comunicadora, una voz lo más neutral posible y narrar los hechos tal cual los veo, los vivo y los entiendo. Ahora que he vuelto de allí comprendo mucho mejor la situación, por ejemplo de estas personas que viven en una zona como la zona C, que reciben muy seguido, más de lo que debieran, una orden de demolición de sus hogares, que a veces son una mera y simple carpa en medio del desierto. Visitamos comunidades locales de beduinos, y un señor con 23 hijos, muchos de ellos ya crecidos, nos dijo: "Es la quinceava vez que me van a demoler la carpa", y yo le pregunté, un tanto ingenuamente: "¿Y usted qué va a hacer?", y me dijo: "Me la tirarán abajo, pero yo no me voy de aquí; aquí nacieron mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo, y aquí me quedaré".

EC - ¿Por qué tiran abajo esa carpa?

SM - Las razones son varias. A veces esgrimen razones de seguridad, otras veces porque la zona cae en lo que ellos denominan zona de entrenamiento de fuego, "firing zone", otras veces porque carecen de un permiso de construcción para levantar una carpa o una casa, o porque no pueden demostrar que esa tierra pertenecía a sus antepasados con un documento, un registro civil de la propiedad. En cualquier caso, también quiero destacar que visitamos voces locales de la sociedad israelí, y de hecho también esas personas me recibieron, personas uruguayas judías que viven allí, con las que yo tenía cierto contacto, un vínculo si se quiere laboral, pero que hoy considero amigos muy entrañables, muy queridos. A veces cuando uno está fuera del país no hace falta estar un mes ni dos meses compartiendo algo con alguien, una simple caminata, una conversación inteligente, sincera, sirve –en mi caso al menos– para que destelle esa chispa de amistad. Y yo he dejado amigos atrás en Jerusalén, amigos que sé que sufren con este conflicto, porque no quieren vivir en una sociedad obsesionada por la seguridad, por la violencia. También traigo mensajes, lo voy anunciando para que luego me puedas preguntar.

Volviendo a resumir qué hacen nuestros acompañantes allí, brindan esa compañía internacional. Yo les pregunté a todos, desde los aldeanos hasta las personas en la calle que nada tienen que ver con el programa, hasta los referentes locales palestinos y judíos israelíes que colaboran no solo con este programa, sino con la cantidad, la plétora de organizaciones israelíes que están involucradas en un activismo por la paz, como Betsalem o Breaking the Silence (rompiendo el silencio): ¿sirve de algo que estemos aquí en este país? Porque cada cooperante sale dinero, me preocupé en preguntarlo, porque Uruguay no pone plata en esto, pero ponemos horas hombre, mi tiempo vale, para pelearla y negociar la transparencia de las finanzas con los colegas nórdicos, por ejemplo. Pregunté cuánto sale un cooperante, y me dijeron que 10.000 dólares.

EC - 10.000 dólares cuesta el envío, la estadía, los gastos de esa persona que va a estar tres meses en la región.

SM - Exactamente, el seguro, la coordinación de esa persona con la oficina de Jerusalén, de Ginebra. Entonces, ¿tanta planta invertida aquí? ¿No sería mejor hacer una obra u otra cosa de desarrollo?

EC - ¿Qué dice la gente que lo recibe? ¿Qué dicen los palestinos, por ejemplo?

SM - La gente me decía "sirve y mucho". Una familia beduina nos decía: "Cuando están los acompañantes internacionales nos sentimos más protegidos, nuestros hijos van al colegio acompañados por los internacionales y el acoso es menor. Además nos dan esperanza de que la comunidad internacional no se olvida de nosotros". Nos miraban a los ojos y decían: "A ver, digan ustedes de qué países son". Bobos no son, son beduinos pero no tontos. Íbamos diciendo de qué país éramos, y éramos de 27 países, parecía las Naciones Unidas, y el silencio en el medio del desierto fue atronador a las 3.15 de la tarde –miré mi reloj en el celular– cuando el hombre preguntó: "¿Por qué todos sus países nos han abandonado, por qué no han hecho algo más por nosotros?". Nadie fue capaz de responder, pero a mi pregunta –¿sirve de algo que estemos aquí?– después, en una conversación si se quiere más intimista con gente que atiende una sandwichería o en un hotel, nos decían: "Sí, porque nos infunden esperanza". Eso es muy importante, si ellos no han tirado la toalla, ¿cómo no lo vamos a hacer nosotros?

EC - ¿Cuántos cooperantes hay simultáneamente en ese lugar?

SM - Se mandan equipos; tenía una cifra pero tendría que dártela otra vez. Cada tres o cuatro meses parte un pelotón de gente que va para Palestina e Israel, y después los equipos se arman de cuatro o cinco personas según la conflictividad del lugar. Algunos se dedican a hacer presencia ecuménica –como decimos, porque esto pertenece a todas las iglesias y no a una sola– en los check-points, los famosos cruces, en Kalkiria o por ejemplo en Qalandia, en Turkaren, donde a veces han tenido situaciones de violencia o de hostigamiento a la población palestina que debe cruzar. Algunos están en esos check-points, y otros participan en un programa financiado por Naciones Unidas para nuestro programa de PEAPI que se llama Acceso a la Educación, que es el que más me interesa.

Visité escuelas de la mano de un amigo, de este amigo judío uruguayo, con doble nacionalidad. Visité la escuela Mano sobre Mano, donde estudia su hijo, donde la mitad del alumnado es israelí y habla hebreo en su casa, y la otra mitad es palestina con documento israelí o de residente en Jerusalén, pero en su casa hablan árabe, son palestinos. Pude ver en vivo y en directo en la clase de Física, por ejemplo, que las fórmulas se escribían en hebreo pero la respuesta del profesor iba mezclada en hebreo con árabe. Eso es muy bonito, quiere decir que ese experimento se puede replicar y se debiera replicar. Lo lamentable es que se utilice solo para que lo visite Laura Bush que fue en su momento, para sacarse una linda foto de propaganda. Yo quisiera ver más escuelas como esa replicadas.

EC - ¿Esa dónde queda exactamente?

SM - Esa queda en el barrio de Beit Safafa, un barrio acomodado, de gente de clase media, en Jerusalén. Pero también visité otra escuela que me llegó mucho al corazón y te he mandado fotos.

EC - Están publicadas en nuestro sitio y también en el muro de En Perspectiva en Facebook.

SM - Es en Hebrón, la escuela Córdoba; imagínate, yo viniendo de España y con ese nombre. Sabía que era una de las escuelas a las que se brinda protección por el programa, muchachos nuestros cooperantes. Digo "muchachos" porque la mayoría de los que van son personas jóvenes que están a caballo entre la universidad y su primer trabajo, pero en Uruguay nos escucha mucha gente ya jubilada, que tiene más tiempo, que de repente quiere hacer una tarea de esta índole, que es humanitaria, también van personas ya jubiladas que quieren hacer esta tarea de solidaridad con los palestinos y con los israelíes. Porque también pude hablar con voces israelíes en Sderot, la localidad vecina a Gaza, donde caen los cohetes Kazan, lo cual también es lamentable, que la gente tenga que vivir con el miedo de que tiene cinco segundos, ni uno más, cinco segundos y cero décimas para guarecerse en su cuartito de seguridad –que ahora todas las casas tienen, pero hasta hace un año y medio no lo tenían todas– cuando suena la alarma de que llega un cohete Kazan.

EC - En ese caso estás hablando de una agresión de origen palestino.

SM - De origen palestino desde Gaza. No visitamos Gaza porque el programa no tiene mandato sobre Gaza, solamente en Cisjordania y en Jerusalén, sobre todo en Jerusalén este. Yo visité a esas personas, conversé con ellas y me traigo una impresión de coraje, de valentía, de una mujer como Nomika Zion, que es nieta o bisnieta de uno de los fundadores del movimiento de los kibutz, llegado desde Polonia. Una mujer corajuda, realmente valiente. Me saqué varias fotos con ella porque me pareció una mujer aguerrida, que dice sin tapujos cómo se siente en una sociedad enferma por la violencia, pero además le duele tanto cuando cae un cohete en Sderot como cuando cae un obús o un cohete en Gaza, porque sabe que detrás de los cohetes –y es lo que quiero trasmitir– hay gente sufriendo, hay niños que lloran, hay madres que pierden a un esposo, a unos hijos, pero también hay una sociedad que se va deshumanizando.

Entonces lo que quiero trasmitir es que no debemos dar la espalda a estos conflictos, hoy es Palestina-Israel, pero tenemos el conflicto de Siria, ¿cuántos millones más necesitamos de desplazados?, ¿cuántos cientos de miles más de muertos y amputados para decir un basta ya? ¿Merece la pena aferrarse a la silla del poder o reclamar una tierra con tal virulencia? ¿Nos ennoblece eso como seres humanos? A mí me cuesta creerlo. Y después de haber conversado con unos y con otros, ese es el mensaje que traigo para Uruguay.

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EC - ¿Cuántos días estuviste entre Jerusalén y Cisjordania?

SM - Estuve allí prácticamente 11, 12 días, pero con el viaje fueron 14, porque desde Uruguay lleva por lo menos tres escalas llegar allí, se hace un poquito largo.

EC - Estos cooperantes que son los protagonistas del acompañamiento, estos voluntarios que van y se instalan durante tres meses, ¿están identificados de alguna manera especial?

SM - Sí, llevan un chaleco de color caqui con el logo, que es una paloma, y la sigla del programa, EAPPI, y delante unos bolsillos donde llevan, como dicen ellos, su vida: su pasaporte, su celular, su cámara, un papel y un bolígrafo por lo menos para anotar.

EC - ¿Cómo es después la repercusión de lo que hacen? Tú hablabas de cómo los reciben, de cómo sirven, de cómo son bienvenidos, pero ¿qué repercusión tiene eso hacia fuera?

SM - Es importante saber que para la Oficina de Cooperación Humanitaria de Naciones Unidas (OCHA), pero también para Unicef, para Acnur (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), es decir para las distintas agencias y organizaciones no gubernamentales que están trabajando allí, incluidas las israelíes que también trabajan por la paz –porque no estamos solos en esto, ni somos novedosos, ni somos pioneros, pero sí queremos contribuir con ese granito de arena–, nuestro trabajo quizás no es el activismo político, no es enarbolarnos en un kafiya ni en una bandera.

Repito que no es solo para jovencitos, de hecho no debieran ir personas menores de 25 años. Ahí una vez más yo, la representante de Uruguay allí –se dio una cosa curiosa, Ecuador mandó una uruguaya que vive hace 32 o 22 años en Ecuador, y Uruguay mandó una española, ahí tenemos también la parte internacional y ecuménica– levanté la mano para decir que 25 años para el caso de Uruguay, América Latina, es un poquito pedir mucho, porque a esa edad ya mucha gente trabaja y siendo un primer trabajo es difícil que se pueda tomar tres meses de licencia. Planteé si acaso bajar la edad a 21, 22 años, y me decían que lo interesante es hacer una pericia psiquiátrica, porque hay que mandar personas que sean capaces de trabajar en equipo, que sean capaces de soportar momentos de tensión, que sepan también comportarse de acuerdo a las reglas de juego, porque tenemos un lenguaje específico y hay palabras que no podemos decir.

EC - ¿Por ejemplo?

SM - El muro es el muro de separación, no me vais oír decir "muro", a menos que esté mal ese día o esté haciendo referencia al muro del apartheid. Aunque algunos puedan pensar que lo es, no utilizamos ese tipo de vocablos porque pueden ser ofensivos, hirientes. Mi ánimo no es confrontar ni a la colectividad judía en Uruguay ni a la israelí, no estamos en contra del Estado de Israel; al contrario, yo lo decía estos días, los dos discos de música que me traje son de músicos israelíes, nada sospechoso de ser palestino. Y me encanta y de hecho me he prometido aprender hebreo, he comprometido a una amiga de la colectividad aquí a enseñarme a leer hebreo, porque algo que no me gusta es estar en una ciudad, ver letreros, ver carteles y no saber qué dicen, por más que ahí están traducidos en dos y tres idiomas, están en árabe, en inglés y en hebreo. Yo quiero poder manejar el hebreo, me parece un idioma bonito, conozco el árabe, son los dos idiomas semitas, comparten una raíz del arameo.

Sinceramente creo que es un trabajo este de los acompañantes que empieza allí, pero realmente es al regreso a sus casas, porque en inglés decíamos de broma "once an EA, always an EA", cuando eres un acompañante ecuménico siempre lo vas a ser, porque después de haber vivido allí, de haber empatizado, de haber establecido un vínculo tan fuerte con la sociedad, sea quien sea, esa sociedad dual, israelí-palestina, siempre te lo vas a llevar en el corazón, en el subconsciente, en la mentalidad. La idea es que nuestros acompañantes al regreso a sus hogares, se dediquen a la tarea que se dediquen, hagan una tarea de defensoría, desde la apertura de mentes, desde la comunicación, desde el no olvido, es decir, ayudar de alguna manera a humanizar –insisto mucho en esta palabra– un conflicto que ya dura demasiado, que trae mucho sufrimiento a muchas familias. En un país que además es sumamente exitoso y pujante, por ejemplo en el aspecto de tecnología, de educación.

Y educación no solo de los israelíes, es notable cómo los palestinos invierten en la educación de sus hijos. Ese señor que estaba en la carpa en el desierto, cuya visita implicó caminar 20 minutos después de dejar el autobús para llegar hasta su cochambrosa vivienda –con todo el respeto–, ese señor manda todos sus hijos a estudiar, de alguna manera hace que estudien. Me llamó mucho la atención, después de escuchar la historia me escabullí, me fui con las latinas a la carpa –yo hablo árabe, entonces ellas se venían conmigo, la argentina, la ecuatoriana uruguaya y la colombiana– y nos sentamos con la mujer mientras nos preparaba un té allí con escasa agua.

Ese es otro tema, el acceso al agua está muy restringido para aquellos que viven en la zona C: 22 litros por día. La Organización Mundial de la Salud estipula en 100 litros diarios lo que la persona necesita para vivir dignamente; esto incluye cocinar, higienizarse, la bebida que tomamos, la comida que consumimos. Los palestinos que viven en la zona C tienen 22 litros y los deben pagar muy caros, pero además de acuíferos o de agua que está en su tierra, mientras que los que habitan en las colonias, las famosas settlements, tienen 450 litros por día por colono. Parece que algo de discriminación hay, ¿verdad?

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EC - ¿Qué se puede hacer por la paz entre palestinos e israelíes? Estamos conociendo una experiencia –tengo la impresión– poco difundida en Uruguay, el Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel, una iniciativa del Consejo Mundial de Iglesias, en la que acaba de participar Susana Mangana.

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EC - ¿Qué es el CMI?, pueden preguntarse algunos oyentes. Es la principal organización ecuménica cristiana internacional. Existe desde el año 1948 y tiene afiliadas 348 iglesias y denominaciones. Abarca a unos 600 millones de cristianos en 120 países; básicamente se trata de iglesias ortodoxas y protestantes. A propósito de ese punto, ¿cómo es la población palestina desde el punto de vista religioso?

SM - En Palestina encontramos musulmanes, la inmensa mayoría son suníes, seguidores de la tradición del Profeta –los suníes son la rama mayoritaria dentro del islam, como también lo son en Egipto, en Jordania, en Arabia Saudí, en Golfo Pérsico y en Marruecos–, y después tenemos los cristianos. Hoy los cristianos en Palestina, producto de lo que ha sido este enquistamiento del conflicto, son el 2% de la población, pero en el programa participan muchos cristianos. Pude conversar con ellos y también con autoridades eclesiásticas en Jerusalén.

Me gustaría para cerrar nuestra entrevista trasmitir un mensaje que nos brindó al grupo el obispo –el hablar árabe te permite establecer una cercanía de otra manera, hablé con él en un aparte, quedó muy contento de saber que había gente argentina, de Uruguay, y nos decía: "Ahora que hay un papa argentino y jesuita y usted viene de una universidad jesuita, trasmita esto a sus autoridades allí"–. Los cristianos están viviendo horas muy aciagas, no tanto quizás en Palestina como en Siria, en Egipto. De hecho el obispo nos pidió participar y así lo hicimos en una misa por la paz en la mítica basílica de Getsemaní, en el huerto de Getsemaní, visitado por Jesús en sus últimas horas. Más allá de si uno es creyente o no, se te eriza la piel de estar allí de noche con un cirio encendido con miles de personas de distintas nacionalidades pidiendo por una paz que no llega.

Los cristianos de Palestina, que son una elite, han sido la elite no solo financiera, sino educada, muchos de ellos han emigrado por ejemplo a Canadá, y siguen marchándose cuando tienen oportunidad de emigrar, porque no ven un final del conflicto, también hoy se quejan de acoso y hostigamiento a muchas de sus iglesias, y sobre todo que muchas veces durante las fiestas tradicionales de la cristiandad, por los controles reiterados que hay, que son tremendamente exhaustivos, nunca llegan a buen puerto, nunca llegan a poder asistir a la procesión o a la homilía, a la misa a la que quieren llegar. Y no debemos olvidar que Jerusalén es tierra santa para millones de personas. En esos días que estuve allí veía a los ortodoxos griegos, a los rusos, a los armenios, llegaban grupos de Argentina, pero también había grupos de Malta, y todos tenemos derecho a reivindicar esa presencia en Tierra Santa.

EC - ¿Qué testimonios recogiste? Una cantidad, varios de ellos, van a estar recopilados en lo que tú escribas a propósito de esta experiencia, pero si te pidiera dos, ¿cuáles elegirías? Te lo pregunto porque tú estabas muy interesada en acentuar el aspecto humano de este conflicto y de este problema tan largo que se arrastra, la violencia latente, etcétera. Entonces, ¿desde ese punto de vista, desde lo humano?

SM - El mensaje es que yo visité escuelas con niños muy pequeños, de ocho, nueve, diez años, que tienen derecho a una infancia lo más feliz, lo más tranquila, lo más digna posible. Rescatar esa empatía, sentir la empatía, estas palabras son parte del mensaje, no son mías, son de Nomika Zion: "Si uno ve la injusticia delante de sus ojos y no siente empatía por el prójimo, no hace algo al respecto, uno se va deshumanizando". Y yo no quiero deshumanizar el conflicto, no quiero destruir, sino contribuir a la construcción de una sociedad en la que ambos pueblos puedan vivir en paz. Los rostros de esas niñas que cuando me iba de la escuela Córdoba se me colgaron del cuello y me decían "I love you" –no hace falta traducirlo– realmente me inspiraron la necesidad de volver a Uruguay, contar estas cosas y no olvidarlos. Como madre de cuatro hijos que en Uruguay viven felices, tranquilos, tenemos problemas de seguridad como hay en todo el mundo, pero no se ven sometidos a esa violencia de abrir sus mochilas, de que haya personas uniformadas entrando al colegio a rastrear mochilas o baldas, escritorios, etcétera, creo que hay que trabajar por esos niños, como también por los niños que viven en Askalón, en Sderot, que tienen miedo cada vez que suenan las sirenas, porque va a caer un cohete.

EC - ¿Qué otros testimonios? ¿Qué otras cosas te dijeron en esos encuentros?

SM - El otro testimonio es el del obispo Bunib Iunan, una autoridad cristiana en Jerusalén, que además de muchas otras cosas que nos trasmitió acerca de la situación de los cristianos en Siria, que es especialmente preocupante, nos dijo estas palabras que traduje ahora para nuestra audiencia: "Nuestras voces no resuenan con la fuerza del tañer de los tambores de guerra, pero al menos deben ser una sinfonía molesta para aquellos que hablan de violencia". Eso es lo que yo quiero, dejemos de hablar de guerras, de conflictos; tenemos que narrarlos, tenemos que contarlos, sobre todo los que estamos en la comunicación, pero también tenemos que pensar que atrás del conflicto hay personas, y que esas personas no deben ser olvidadas, debemos apoyarlas. Existe una ONU, hay una necesidad de respetar las resoluciones y sobre todo el apego al derecho internacional, porque hoy es Siria, es Palestina, pero si mañana fuese Uruguay, ¿no querríamos nosotros exigir el respeto a ese derecho internacional? Creo que sí.

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EC - ¿Qué impresiones recogiste en esas charlas con la gente en la Franja de Gaza, en Jerusalén, a propósito de las negociaciones de paz que están otra vez en curso impulsadas por Estados Unidos?

SM - Ahí sí que hay una dicotomía, hay como dos voces. Por un lado las autoridades palestinas de Cisjordania, que es la Autoridad Palestina emanada de la antigua Organización de Liberación Palestina (OLP), insisten en que hay que continuar negociando, a pesar de que quizás haya escollos, que no tengan mucho margen de negociación, porque también hay que pensar, ¿con qué van a negociar los palestinos?, ¿con qué pueden de alguna manera presionar o qué pueden intercambiar con el gobierno de Israel? Esto es difícil, nos lo preguntábamos todos. Pero cuando uno va a la calle y pregunta al palestino de a pie, el gesto que te hacen es "olvídate, no va a pasar nada, cada vez que hemos ido a negociaciones solo ha sido para hacer mayores concesiones". Uno queda sorprendido y dice: "¿Entonces cuál es la solución al conflicto?", y muchos te dicen: "Si Dios quiere lo arreglarán, o si no, tendrá que haber otra intifada".

Eso es lo que me preocupa, una intifada es un levantamiento popular entre los palestinos. Yo quisiera evitar eso, quiero que las partes en conflicto entiendan que no se puede continuar con algunas posturas. La construcción de asentamientos ilegales, ese hostigamiento muchas veces a los beduinos, a personas veteranas, no es sinónimo de un talante negociador ni de apoyo al esquema de las negociaciones. Por otro lado hay que arrinconar a los radicales de Hamas, por ejemplo, en Gaza, porque –en Cisjordania también– han perdido mucha fuerza, nadie quiere vivir en guerra, es mentira, es una falacia muy grande decir que las madres palestinas dan a luz hijos para criarlos como hombres bomba. Eso no lo he visto y no voy a mentir respecto de lo que vi. Como también digo que no me tocó vivir ninguna situación de angustia ni de dificultad, porque el momento era especialmente tenso por la situación y el conflicto latente en Siria; no olvidemos que Israel comparte frontera con Siria y que en caso de haber una guerra y un ataque a Siria, Israel y también Palestina se ven involucrados; es imposible que caigan bombas en Brasil y Uruguay no se sienta de alguna manera involucrado y amenazado.

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EC - Junto con la transcripción de esta charla, junto con las fotos que mencionábamos, los oyentes van a poder encontrar las direcciones de internet para profundizar en la actividad del Programa Ecuménico de Acompañamiento de Palestina e Israel.

¿Y si alguien quiere alguna forma de comunicación acá en Uruguay?

SM - Somos un equipo, ni mucho menos soy yo la voz cantante, quizás soy la que tiene más presencia en medios, sí, pero hay un equipo atrás. Deberían escribir a peapiuruguay@gmail.com, y ahí alguien del equipo, seguramente Nicolás Iglesias, pueda responder, porque además conocen de la andadura de este programa. Yo brindo el testimonio y sobre todo esta firme voluntad y compromiso de no faltarles el respeto a aquellos que me dieron este mensaje de que en Uruguay también podemos hacer algo por este conflicto.

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Transcripción: María Lila Ltaif

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