Vladimir Putin firmó con las nuevas autoridades la anexión de Crimea a Rusia, sin contar con el reconocimiento de la comunidad internacional
Contacto con Susana Mangana, colaboradora de En Perspectiva, experta en asuntos árabes e islámicos.
(emitido a las 9.23 hs.)
EMILIANO COTELO:
Por estas horas la atención internacional sigue puesta en Crimea, esa península europea tan particular, bañada por las aguas del Mar Negro.
El presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, acaba de firmar con las nuevas autoridades de Crimea el tratado por el cual esa región se une a Rusia. Ayer había firmado un decreto por el cual reconocía la autonomía de Crimea como un Estado soberano e independiente, horas antes el Parlamento de la península había aprobado una resolución por la cual declaraba a Crimea independiente de Ucrania y pedía oficialmente su incorporación a Rusia. Todo a raíz del referéndum, el 95% de la población apoyó el domingo en las urnas la reunificación con el país al que perteneció hasta 1954.
Vamos a analizar esta crisis con Susana Mangana, integrante de nuestras tertulias, directora del Departamento de Negocios Internacionales e Integración de la Universidad Católica.
Buena parte de la discusión ha estado centrada en la legitimidad de la consulta popular del domingo en Crimea, ¿cómo se observa esto? ¿Cuál es la validez de ese referéndum?
SUSANA MANGANA:
Yo creo que hay un sentimiento no solo a nivel de comunidad internacional, principalmente en las cancillerías de la Unión Europea (UE), también en Estados Unidos y Canadá de que este referéndum que se celebró el domingo pasado en la República Autónoma de Crimea -ese era su nombre oficial hasta el domingo- es de una invalidez enorme. Sobre todo sienta un mal precedente porque puede animar a otro tipo de poblaciones a desmarcarse por las suyas, me refiero por ejemplo al caso de catalanes y vascos en España o al de escoceses en Inglaterra.
EC – Pero esa razón que estás esgrimiendo ahora quizás sería un motivo de conveniencia: a Europa no le conviene que se siente ese precedente porque después puede venir lo de Cataluña o Escocia. Ahora, ¿por qué se la cuestiona desde el punto de vista del derecho? ¿Por qué no es válida la consulta del domingo?
SM – Porque es muy difícil creer que en un espacio tan breve de diez días se pueda haber convocado a un referéndum de esta magnitud, haber convocado las listas electorales como se debe hacer ajustándose a toda la transparencia electoral que se suele exigir en estos casos. Pero además la apertura de los colegios electorales, la forma de votación también estuvo rodeada de incógnitas. La Organización para la Seguridad y Cooperación de Europa se negó a enviar observadores porque entendían que era un referéndum fomentado sobre todo bajo presión militar de Rusia, que envió por lo menos 30.000 soldados. Sabemos que hay cifras que oscilan y los habitantes de la península de Crimea, sobre todo los tártaros y los ucranianos, decían que había muchos más efectivos militares rusos que los que aduce el Gobierno de Putin. En cualquier caso, ha sido un referéndum prácticamente obligado desde los pasillos del Kremlin, es por eso que Rusia se apresuró a validarlo, es el único país que lo ha aprobado, incluso China ha permanecido en silencio.
EC – ¿Y cómo se explica el resultado de este domingo?
SM – El resultado ya era cantado, la península de Crimea perteneció a la Unión Soviética hasta 1954, momento en el que el presidente Nikita Khrushchev -de origen ucraniano- lo devolvió a su tierra natal. Putin entiende que fue un robo perpetrado por Ucrania pero eso son discursos para el hoy, después de los resultados del domingo.
Lo importante es que el 58% de la población de esa península de Crimea es rusófona, se siente ligada a Moscú por etnia pero también por un nacionalismo exacerbado, basado en el lenguaje ruso. Hay que entender que desde la época de Stalin hubo una despoblación forzada y muy violenta de la península de Crimea, que afectó a la población tártara, que son musulmanes sunitas. Entre el 12% y el 13% de los algo más de dos millones de habitantes de esa península son tártaros y ellos no quieren ni oír hablar de Rusia, es palabra maldita porque sufrieron todo tipo de intervencionismo en época de los zares, pero también después la deportación forzosa de Stalin, que los condenó al exilio. Es lo que ellos llaman el Sürgün, que viene a ser un sinónimo de la Shoah de los judíos, y hubo más de 30.000 muertos por hambruna que fueron deportados primero a Turquía, después al Asia Central, principalmente a Uzbekistán. Es lo que los tártaros llaman un genocidio a manos rusas, por lo cual no quieren ni oír hablar de que hoy se despiertan perteneciendo a Rusia y no a Ucrania.
EC – ¿Qué consecuencias tiene este referéndum en la comunidad internacional? A partir incluso de la Federación Rusa que hoy mismo votó la incorporación de Crimea, ¿qué viene después? Por ejemplo, ¿Rusia va también por otras zonas de Ucrania?
SM – Putin ya ha dicho que no busca seguir con la expansión ni anexionarse otras partes del territorio de Ucrania. Lo que ocurre es que no hace falta porque Ucrania a pesar de que se independizó en 1991 sigue siendo terriblemente dependiente de la ayuda de Moscú. La gran cantidad de productos que exporta Ucrania van a Rusia, pero además depende del gas y de la ayuda financiera y militar de Rusia.
Y la UE y Estados Unidos han sido renuentes a ayudar a una economía enferma. La austeridad impuesta desde Bruselas a raíz de la crisis que golpeó a Italia, España, a la propia Francia, también a Alemania, que ha tenido que salir en auxilio de países con economías mucho más débiles, hace que además se hayan sumado a la dependencia del gas ruso: el 35% del gas que consume Alemania proviene de Rusia. Con lo cual tienen muy poco margen de maniobra, porque por un lado quieren apoyar los movimientos de independencia surgidos en la plaza Euromaidan de Kiev, pero por otro lado no están dispuestos a correr con el gasto de esa factura, ni quieren incorporar a una Ucrania que todavía tiene una economía muy maltrecha.
En ese sentido yo creo que Ucrania es muy débil porque además de las fracciones y las divisiones que ya hay por razón de lenguaje, hacia el este se sienten más próximos a Moscú y hacia el oeste a Polonia pero también a Europa, Entonces lo que vemos es que hay una dependencia real de la ayuda de Rusia.
EC – ¿Esa dependencia se va a mantener en toda Ucrania ahora que el Gobierno transitorio es anti-ruso?
SM – Creo que ha habido un exceso a raíz de lo que fue el movimiento de las primaveras árabes, que también hemos analizado en cantidad de ocasiones, tanto en la UE como en Estados Unidos hay una mirada un tanto distorsionada, una especie de candidez o ingenuidad cuando se ven estos movimientos sociales como lo que yo llamo el efecto bastilla. Se cree que estos movimientos populares que en principio buscan una liberalización de la política, otra forma de hacer política y sobre todo de tener una democracia más liberal, van a ser destituyentes y rápidamente poder constituirse en ese modelo político. Pero lo que vemos es que son movimientos que destituyen a un régimen pero son incapaces de constituirse en otro. Es decir, las limitantes que existían con el Gobierno corrupto del hoy ex presidente Viktor Yanukovich van a continuar existiendo con el futuro Gobierno en la medida que los ucranianos no puedan encontrar esa ayuda financiera fuera de Rusia o fuera de la UE si se sienten muy débiles.
Y tenemos que hablar de un sistema de oligarcas que a raíz de la independencia de Ucrania de la Unión Soviética amasaron fortunas y están corrompiendo todo el sistema judicial, legal y político. Atrás de los Yanukovich de turno siempre hay un oligarca, por ejemplo de la industria del acero, del carbono, de los metales, entonces todo esto hace que si estos movimientos que han destituido a Yanukovich hoy no pueden mantener una unidad, sobre todo a nivel de Parlamento, van a resurgir las fricciones y las divisiones, no solo étnicas sino también políticas. Yo creo que en la UE lo que hace falta es darse cuenta de que tienen que salvar otro tipo de escollos, su dependencia del gas ruso, por un lado para tener mayor margen de maniobra, y su debilidad en materia de defensa, de seguridad y sobre todo de política exterior, porque no puede ser que apoyen a estos movimientos pero después no estén dispuestos a entregar la ayuda financiera que les permitiría recomponer un Gobierno y sobre todo tener un plan a futuro inmediato.
Agregar que la receta del FMI es una larga agonía para Kiev y en los hechos los rusos están muy tranquilos porque saben que Ucrania cuando esté contra las cuerdas va a tener que acudir a ellos, porque dependen de esa exportación. Si Rusia aumenta los aranceles y las tarifas a las exportaciones de Ucrania, Ucrania se hunde, entonces Rusia está segura. Yo creo que la secesión de Crimea es un hecho, por más que la comunidad internacional no lo quiera reconocer. ¿Qué va a pasar con los tártaros, por ejemplo, como minoría étnica?, es una gran incógnita, y tenemos que recordar el capítulo negro de la historia europea con Kosovo y el genocidio de los albano-kosovares.
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