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Pirro en España

Pirro en España

Lo que ocurrió en España el domingo es un claro ejemplo de una victoria pírrica. Pirro, fue un rey griego que tras derrotar a los romanos en dos batallas brutales y devastadoras para ambos ejércitos, afirmó que, con otra victoria de éstas, estaban acabados.

En España no hubo victoria alguna. Al final del domingo, lo único que había ocurrido en realidad fue una vergonzosa y hasta una muy riesgosa "cantinflada"; y una muy preocupante irrupción de un pasado nefasto.

La frase de George Santayana acerca de los pueblos que olvidan su pasado están condenados a repetirlo, suena como una sentencia a estas horas, pero a oídos sordos y a ojos ciegos, tanto de los líderes políticos de la Generalitat, como de los propios seguidores que avalan y ejecutan la consigna con su voto.

 

Los peligrosos usos de la historia de España.

En la cacofonía desbordante de los argumentos a favor de la independencia total de Cataluña y sus voceros, se ha recurrido a la anexión de Cataluña por parte de la corona española en el siglo XVIII, como un antecedente justificativo para la separación.

 

¿Hay que ir tan lejos en la historia?

Remontarse a la anexión borbónica de 1716, como causal del supuesto dominio español actual sobre Cataluña, es una gruesa interpretación de la historia de España y un acto de cinismo y demagogia.  Si hay una historia rica en guerras, invasiones, uniones y rupturas es la de la España desde la visigoda hasta la propia Guerra Civil de 1936.

A lo largo todo ese proceso de siglos en los que España se fue formando como nación, inevitablemente en Cataluña, perteneciendo al contexto geográfico y político de dicho proceso, se sucedieron episodios de ocupación y sublevación como parte de los conflictos de la propia formación y consolidación de España.

Pero el problema no está allí, ni tampoco lo están los argumentos reales para este impulso rupturista.

 

La historia reciente de España es el justo contexto.

Si hay un marco de referencia para considerar como un punto de partida razonable e inteligente, es el que se inicia en 1978, después del periodo de la Guerra Civil y del franquismo, con el nacimiento de la España moderna y democrática, la cual ha sido capaz de encontrar su lugar en el concierto europeo y en el mundo, acompañando y adaptándose, con sus propias y ricas tradiciones y sus diferencias  internas, a los desafíos de la globalización.

Igualmente, esta España ha alcanzado una madurez política que la hizo capaz de sortear exitosamente el grave problema del ETA y los efectos de una crisis financiera como la del 2008 y que podrían haber sido peores. Cataluña ha sido una parte fundamental y beneficiaria de este proceso integrador, de transformación y modernización política e institucional de España.

 

El referenum catalán: otra señal de alerta del fenómeno de voto castigo anti sistema que sacude al mundo occidental y liberal.

El sistema político español hoy refleja el mismo síntoma del malestar social y de la fatiga existencial que remece los fundamentos del "establishment"; político y sus vínculos con la sociedad, como el Brexit, las elecciones parlamentarias en Alemania y el crecimiento de facciones extremistas a favor del rupturismo, y que está afectando a muchas sociedades del mundo actual, el cual se manifiesta en su comportamiento electoral y en la calidad de los liderazgos políticos.

Pero cuidado: por ahora, este electorado descontento acude al sistema y a los instrumentos legítimos disponibles, pero cabe reflexionar, hasta cuándo resisten este sistema ese descontento si, una vez expresado éste en forma legítima las causas de ese malestar no son atendidas por el sistema o bien las soluciones no son satisfactorias.

Los liderazgos políticos mundiales deben poner sus barbas en remojo y abrir sus ojos y oídos a creciente esta ola de descontento. ¿Estarán a la altura de los hechos, antes de que sea muy tarde?

 

La causa independentista es la punta de un iceberg.

Los impulsos que confluyen para empujar a la causa de la independencia y al fallido referendum catalán se entremezclan con otros factores, tal vez tan potentes como el ánimo secesionista.

Aspectos vinculados al rechazo al gobierno central de Rajoy en sectores de la sociedad catalana, al propio sistema central y a lo que representa, con reclamos económicos -Cataluña aporta cerca del 20% del PBI español pero recibe tan sólo aproximadamente 13.5% del presupuesto central- con una propia  transición de la economía catalana, de base industrial a una de servicios, entre los cuales el turismo es una de sus principales fuentes de ingresos.

Y todo esto, mezclado con lo estrictamente vinculado a la cuestión de la autonomía.

Y a estas causas, se le agrega el contagio de la ola populista, esa excitación casi adolescente que parece hechizar a ciertos políticos y a las nuevas generaciones de votantes, que sienten que generar el cambio de la situación es necesario per sé, tanto como un medio como un fin, sin tener un proyecto constructivo como alternativa o sustituto. Eso también se llama extremismo.

 

Jugando con fuego.

En el proceso que llevó al referendum, la consigna dada pareciera haber sido la de patear el tablero del statu quo actual, sin medir sus consecuencias. Este sistema democrático, por más falible e imperfecto que pueda considerarse, siempre será mejor que cualquier totalitarismo, del que particularmente España no ha sido ajena. Suena a lugar común, pero en España está lejos de serlo, todavía hoy.

La frase de George Santayana acerca de los pueblos que olvidan su pasado están condenados a repetirlo, suena como una sentencia a estas horas, pero a oídos sordos y a ojos ciegos, tanto de los líderes políticos de la Generalitat, como de los propios seguidores que avalan y ejecutan la consigna con su voto.

Por ello, figuras como Puigdemont y su entorno, se aprovechan irresponsablemente de esta situación y de la distancia o ignorancia del pasado doloroso, entre las nuevas generaciones. ¿Cuán lejos están de abrir las puertas de un pasado que España tanto luchó por dejar atrás? Sólo el tiempo y el sentido común -o su falta de éste-lo dirán.

En Cataluña no todos son Puigdemont. Existe la inteligencia política.

La principal gremial empresarial de Cataluña -el Foment- y con miembros contrarios a este referendum, le ha propuesto a la Generalitat, recién en el 2019, el someter a voto a un nuevo estatuto para Cataluña, basado en cuatro ámbitos de reconocimiento efectivo de una mayor autonomía casi independiente: reconocimiento de identidad, pacto fiscal, mayor inversión del Estado, e independencia para que Cataluña disponga de representación estatal en organismos internacionales y en ámbitos deportivos.

Es una propuesta más sensata y coherente que salir a quemar la pradera.

 

¿Cómo se sale de este laberinto?

Antes de arriesgarse en aplicar medidas extremas como el delicado artículo 155 de la Constitución -y su abierta y vaga referencia a las posibles medidas a utilizar-, se deberían poner todas las opciones sobre la mesa, dada la magnitud de la crisis. Una de ellas sería que tanto Rajoy como Puigdemont deberían considerar sus salidas y llamar a elecciones, algo improbable pero posiblemente necesario.

La evolución del apoyo del PSOE y de Ciudadanos ante las próximas reacciones del gobierno es clave, en donde cualquier error político podría significarle el retiro del apoyo de ambos partidos, ante la posibilidad de verse expuestos al costo político de la situación.

Sin ese apoyo, Rajoy carece de capacidad de operar y de buscar acuerdos. El gobierno puede perder su capacidad de articular una salida política y ordenada a la cuestión catalana.

Mientras que en torno al gobierno catalán deberían surgir mentes y voces sensatas, que las hay, llamando a la cordura y al diálogo antes de optar por la ruptura. Quizás un cambio de interlocutores allane el camino a una solución.

Hay que pensar que lo que está en juego en estos momentos no es la supervivencia de un gobierno, sino la estabilidad y viabilidad integral de una nación como España.

Decía Manuel Azaña intelectual y político español, presidente durante la guerra civil y citado por Hugh Thomas en su libro sobre dicho conflicto: "Cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, procuremos que recuerden, si sienten hervir su sangre y el temperamento español vuelve a enfurecerse con la intolerancia, el odio y la destrucción, procuremos que recuerden a los muertos, y aprendan su lección: la lección de los que murieron valientemente en la batalla, luchando generosamente por un gran ideal y que ahora, protegidos por su suelo materno, ya no siente odio ni rencor, y nos envían con el centelleo de su luz tranquila y lejana como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: paz, piedad y perdón";

Dichas en 1938, el valor de estas palabras no puede ser más vigente hoy. Ojalá vuelva a ser mencionada y sea escuchada atentamente. Parece difícil, pero de necesaria urgencia.