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Elecciones en Irak (Reforma)

Publicado por el diario Reforma el 31 de enero de 2005. Por Alonso Lujambio.

A Carina Perelli
y a la fuerza de su convicción

La Directora de la División Electoral de la ONU lo dijo una y otra vez. Carina Perelli, esa joya uruguaya de tan grandes dotes políticos y morales, argumentó insistentemente que los pueblos amenazados por la violencia encuentran en las elecciones la vía para lanzar su grito de paz. Las elecciones son instrumentos civilizatorios. Y pueden serlo especialmente en sociedades amenazadas. Las elecciones de Timor Oriental eran, en la argumentación de Perelli, el ejemplo más reciente: participar aún con la amenaza de la violencia es una apuesta colectiva que le eleva al cielo los costos a los violentos. Con todo y el problema de la integración sunnita al proceso que sigue, las elecciones de ayer domingo en Irak son un triunfo del pueblo iraquí que no quiere ni país ocupado ni guerra civil.

Dígase lo que se diga, especialmente en Washington, las elecciones son un triunfo político, en primer lugar, del Ayathola Sistani, un político de altísimos vuelos. Fue él quien las exigió. Y prontísimo. Fue él quien, con razón, rechazó tajantemente la posibilidad de posponerlas. Fue él quien se las impuso a las fuerzas de la coalición, temerorosas de la construcción de una mayoría chiíta. Fue él quien pidió que fuera la División Electoral de la ONU la que fijara el mínimo plazo para organizar unas elecciones generales (finalmente 8 meses, que vencieron ayer domingo).

Las elecciones organizadas por una autoridad electoral iraquí se concibieron en Iraq, desde el principio, como la única vía para terminar con la ocupación estadounidense. Insisto: así se entendieron socialmente. El apoyo a las fuerzas de ocupación por la pronta caída del régimen de Hussein se colapsó, literalmente, a las pocas semanas, cuando los ejércitos de ocupación fueron incapaces de evitar una devastación social. La ocupación se celebró unos días, pero empezó muy pronto a padecerse frente al colapso del orden social que trajo a los iraquíes la caída del régimen de Hussein. La resistencia armada apareció de inmediato. Mi percepción en mayo de 2004 era que la gente entendía que, si se prolongaba la ocupación, el país acabaría encendiéndose. La elección es la única vía disponible –se decía insistentemente- de que termine la ocupación y se evite la guerra civil. Sólo la ignorancia y la estupidez pueden llevar a personajes como José Saramago, antier en Brasil, a rechazar las elecciones en Iraq por ser "un proceso impulsado por los Estados Unidos". También hay ahí una lamentable ceguera moral.

De especial relevancia para el análisis será conocer por supuesto los resultados de la elección, la integración de la Asamblea Nacional, los niveles de participación y abstención por región (y ciudad). Está claro que la participación fue especialmente masiva en el Kursdistán y, en segundo lugar, en las áreas de concentración chiíta. Lo cierto es que por lo pronto han de enfrentarse, en el corto plazo, dos grandes dilemas: en primer lugar, la definición de los términos de la retirada de las fuerzas de ocupación, cosa que exigirá de inmediato el nuevo gobierno; en segundo lugar, la integración de los sunnitas al proceso de deliberación constituyente y, en el mejor de los casos, a un nuevo "gobierno de coalición". El presidente George W. Bush tendrá que tomar próximamente muchas decisiones en relación con el papel que han de jugar los Estados Unidos en la región (y en el mundo). Por fortuna, el ex presidente William Clinton ya ha subrayado, y de modo muy enfático, el error ma yúsculo que supondría una intervención en Irán. Hay que construir diques de contención a un poder mundial que no encuentra límites. Las elecciones de ayer en Iraq pueden ser parte de ese esfuerzo. Creo que lo van a ser.

Estoy convencido de que la decisión del IFE de apoyar a los consejeros electorales de Iraq con un curso intensivo hace algunos meses fue una decisión correcta de una institución mexicana que una y otra vez ha estado a la altura de las circunstancias. Muy a pesar de las críticas –algunas de ellas de incomparable mezquindad- los consejeros del IFE tomaron una decisión que dignifica al IFE y al país. En condiciones adversas pero con el apoyo de ONGs locales, organizaciones de maestros y miles de voluntarios, en 8 meses el Organo Electoral Independiente de Iraq pudo finalmente integrar un listado de 14,270,000 ciudadanos, registró 19,000 candidatos a 20 asambleas (una nacional, una regional y 18 provinciales), colocó 28,000 casillas en 5,000 centros de votación, y diseñó una campaña masiva en radio y televisión para explicar a la gente el sistema de votación y para dar a conocer las opciones electorales disponibles (la campaña callejera era peligrosísima en algunas zonas del p aís). La elección fue posible pero es apenas un paso en un camino plagado de obstáculos hacia el fin de la ocupación militar. Veremos qué consecuencias regionales y mundiales produce. Por lo pronto, son un mensaje civilizatorio del pueblo iraquí contra la barbarie de propios y extraños.