Se trata del caso de Terri Schiavo, una mujer de 41 años que desde 1990 estaba conectada a una sonda que la alimentaba de forma artificial. Pero las sondas le fueron removidas el viernes pasado por orden de un juez, tras una solicitud que hizo el marido de la mujer.

Él argumentó que ella le había pedido que la dejaran morir con dignidad y que tras 15 años en estado vegetativo su estado no presenta evolución alguna.

Sin embargo, los padres aseguran que notan cambios de expresión facial en la paciente y creen que ella se puede curar o recuperar la conciencia.

Pero inmediatamente de que fue desconectada, el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley de urgencia especialmente para este caso (firmado por el propio presidente Bush), que le dio a los padres el derecho de apelar su desconexión.

Los padres apelaron el fallo dos veces en menos de 24 horas, y la Justicia de Estados Unidos rechazó el pedido pronunciándose a favor de la eutanasia.

El juez ordenó no reanudar la alimentación artificial y ahora el único recurso que les queda es apelar ante la Corte Suprema de Justicia.

Según los médicos, desconectada, podría sobrevivir entre una y dos semanas y luego morir por inanición o deshidratación. Hoy se cumplen cinco días que la mujer está privada de toda alimentación.

Este caso ha generado una polémica sobre la eutanasia en Estados Unidos y cuenta con el apoyo del propio presidente Bush, pero con la división de la sociedad.

La sociedad de Estados Unidos está profundamente dividida entre quienes están a favor y en contra de la eutanasia. Los grandes diarios estadounidenses Washington Post y New York Times denunciaron en sus páginas editoriales la explotación política del tema, siguiendo así en tono con la opinión dominante.

En efecto, una mayoría abrumadora de estadounidenses (70%) se opone a la politización de este caso, y una amplia mayoría (60%) cree que se debe dar fin a la alimentación artificial de Terri, según un sondeo publicado el lunes por la cadena de televisión ABC.