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Merkel y Putin, cercanía y suspicacia

Con Rusia hay discrepancias desde hace muchos años, mientras que con Estados Unidos solo desde que asumió Donald Trump. Un cambio de fondo en esa lógica no está a la vista, opina Miodrag Soric.

Hace mucho tiempo que no había buenas noticias en las relaciones germano-rusas. Que la guerra en Ucrania, que el apoyo de Moscú al presidente sirio Bashar al Assad, que las sanciones por el caso Skripal... desde hace años la situación sigue una lógica más bien negativa que cada vez alcanzaba cotas más bajas. El hecho de que Alemania dejara de jugar un rol político internacional importante por casi un año no simplificó las cosas. Pero la campaña electoral y la formación de un Gobierno eran algo más importante.

Optimismo relativo

En los últimos días, varios ministros federales alemanes han llegado a Moscú. Y ahora la canciller Angela Merkel negoció directamente con Vladimir Putin en Sochi. De pronto, una brisa de cauteloso optimismo empieza a soplar. Aparentemente, el presidente ruso autorizó que el gas que su país vende a Europa sea transportado a través de tuberías que cruzan Ucrania. Kiev podría, con ello, hacer miles de millones de dólares.

Por cierto, el diablo está en los detalles. ¿Estará satisfecho el gobierno ucraniano con esta declaración? ¿Quién le dará garantías, el Gobierno ruso? ¿La Unión Europea? ¿O ambos, quizás? Esas dudas quedaron abiertas incluso una vez terminada la cumbre. El Gobierno de Kiev sigue siendo suspicaz, algo de lo que nadie podría culparlo dadas las experiencias de los últimos años. Pero la desconfianza por sí sola no basta para resolver los problemas. Ucrania debe negociar con el apoyo de Alemania y la Unión Europea, especialmente si Rusia está dispuesta a hacer concesiones en el Acuerdo de Minsk. Putin dio a entender algo al respecto en Sochi. Es muy probable que la canciller alemana y el presidente ruso se vuelvan a reunir para negociar un plan de paz para el este de Ucrania, un encuentro donde también estarán presentes los mandatarios de Francia y Ucrania. Todos saben: mientras más dure el conflicto, más difícil será de solucionar. Y no hay alternativa al proceso de Minsk.

Tampoco ven alternativa Merkel y Putin al acuerdo nuclear con Irán. Ambos países quieren mantenerlo, así como los otros estados europeos involucrados y China, aun cuando los estadounidenses insistan en torpedear el pacto. Queda por ver si Washington realmente impondrá sanciones a las empresas extranjeras que sigan haciendo negocios con Irán. Ironías de la historia: la salida de Estados Unidos del acuerdo hizo que Europa y Rusia se acercaran. Y más aún: las amenazas de Washington contra Teherán han incrementado los precios del petróleo en todo el mundo, por primera vez en años, a más de 80 dólares por barril. Eso inyecta dinero fresco a las arcas rusas. Otro "daño colateral" de la política exterior estadounidense.

Larga lista de disputas

Nadie puede acusar a Angela Merkel de haber omitido algunos asuntos desagradables ante el presidente de Rusia, porque fue bastante clara: deploró las restricciones a la libertad de prensa y la persecución de gente del mundo de la cultura en ese país. Criticó los ciberataques contra el Ministerio de Exteriores en Berlín y el apoyo de Putin al régimen de Bashar al Assad. La lista de asuntos candentes es larga. Pero la canciller no se desalienta con estas cosas. La desconfianza mutua sigue, eso está claro. Digamos que en los últimos cuatro años, Moscú ha roto mucha porcelana política. Reparar todo eso tomará tiempo.