Erdogan: de reformador de Turquía a autócrata radical
El presidente de Turquía, Erdogan, ha dado varios giros en su carrera política. Si ganase las próximas elecciones, sellaría definitivamente su desarrollo como autócrata. Sin embargo, comenzó como reformador.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, es considerado por sus críticos como un autócrata de sangre fría, como un jefe de Estado cuya meta es ampliar su poder, difamando a sus opositores calificándolos de "terroristas" y enviándolos a la cárcel. Sin embargo, en 2003, el recién electo primer ministro Erdogan tenía una imagen totalmente distinta.
Comenzó a acercar a Turquía a la Unión Europea combatiendo la corrupción, aboliendo la pena de muerte, fortaleciendo los derechos de los ciudadanos y la autonomía de los kurdos, además de modernizar la economía turca. En una entrevista con Der Spiegel, expresó su decisión de lograr que Turquía ingresara a la UE: "El único objetivo de negociación que aceptamos es ser miembro de pleno derecho de la Unión Europea". (Octubre de 2004).
Pero no a todos convenció Erdogan con su entusiasmo. Ya por entonces, muchos pensaban que el primer ministro turco era un lobo con piel de cordero. Después de todo, usaba también las reformas para reducir el poder de las antiguas élites seculares. ¿Perseguía en realidad imponer un programa islamista?
"La democracia es solo el tren en el que nos subimos hasta que lleguemos a destino. Las mezquitas son nuestros cuarteles, los minaretes, nuestra bayoneta, las cúpulas, nuestros cascos y los creyentes, nuestros soldados." (Cum Hürriyet, 1997).
Por esta declaración, Erdogan, que entonces era alcalde de Estambul, fue condenado en 1999 a diez meses de prisión. Luego de su estadía en la cárcel parecía haber tomado un rumbo proeuropeísta y reformista. Sobre todo Alemania, bajo el gobierno roji-verde del canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, apoyó a Erdogan.
Su sucesora, Angela Merkel, por el contrario, abogó por que Turquía tuviera un estatus de "socio privilegiado". La reacción de Erdogan fue acercarse cada vez más a los países vecinos de Turquía practicando una política exterior "neoosmánica", pero sin descuidar los lazos con Occidente. "Se trata de nuestra meta estratégica cero problemas con nuestros vecinos', para lo cual hemos asumido un rol pionero en la integración regional." (Hannover Allgemeine Zeitung, 2011).
Pero el intento de integrar el islamismo con la democracia no dio frutos, ni siquiera luego de la Primavera Árabe. Entonces, Erdogan endureció su retórica y se concentró en el objetivo de un Estado nacional fuerte y en el aislamiento del exterior. "A aquellos que viene del mundo islámico les gusta el petróleo, el oro y los diamantes. Les gusta la mano de obra barata, la discordia y la pelea. Creánme: no gustan de nosotros. Parece que fueran amigos, pero, en realidad, nos quieren ver muertos." (Cum Hürriyet, noviembre de 2014, ).
También en Alemania, el nacionalismo de Erdogan se hacía notar cada vez más. En sus apariciones en público en Alemania trata de ganarse a los turco-alemanes: "Nos llaman trabajadores invitados, extranjeros, germano-turcos. Pero no importa cómo los llamen: ustedes son mis ciudadanos, son mi gente." (Der Spiegel, febrero de 2011).
Erdogan no pierde oportunidad de atacar a los, según él, "enemigos" de Turquía. Especialmente al gobierno alemán. Varios ciudadanos alemanes fueron encarcelados bajo acusaciones no comprobadas. A eso se sumaron los deslices y pasos en falso hacia Berlín. Durante la campaña por un referéndum constitucional, en 2017, algunos distritos alemanes bloquearon la presentación de ministros turcos. Erdogan estaba fuera de sí. "Ya no queremos ver un mundo nazi ni sus actos fascistas. Pensamos que esa ya había pasado, pero, evidentemente, no pasó." (Deutsche Welle, marzo de 2017).
Si Erdogan ganase las elecciones ahora, podría seguir socavando, con el respaldo de la Constitución presidencialista, la democracia y el Estado de derecho en Turquía, alejándose aún más de la Unión Europea, a quien el presidente turco a menudo calificó de "Club cristiano". En una entrevista con la BBC quedó claro lo ofendido que se sentía: "Luego de que me convertí en primer ministro, en la cumbre de la UE se decía que Turquía estaba llevando a cabo una revolución. Hoy ya ni siquiera nos invita a sus cumbres." (BBC, julio de 2017).
Sin embargo, Erdogan es conocido también por su pragmatismo. Sus amigos se transforman en enemigos de acuerdo a la situación mundial. Por eso, observadores creen posible que Erdogan vuelva a ejercer un tono conciliador hacia Europa. Después de todo, si ganase los comicios, su poder estaría tan asegurado que no podría apostar menos por el nacionalismo y la polarización de lo que lo hace ahora. Ese sería verdaderamente otro nuevo giro en la carrera política de Recep Tayyip Erdogan.