¿Convertirá el caso Khashoggi a Arabia Saudí en un estado paria?
Si Turquía y Estados Unidos tienen realmente pruebas de que el crítico fue asesinado por el gobierno saudí, su muerte tendría graves consecuencias para todo Medio Oriente, dice el columnista invitado Rainer Hermann.
La desaparición y el prácticamente seguro asesinato del destacado disidente y periodista saudí Jamal Khashoggi tiene potencial para inflamar las tensiones en el Medio Oriente, ya de por sí una de las regiones más inestables y conflictivas del mundo.
El periódico The Washington Post, que ha publicado regularmente artículos de Khashoggi durante el último año, informó de que fuentes gubernamentales de Turquía y Estados Unidos poseen pruebas de audio y video que demostrarían que el periodista fue asesinado en el consulado saudí en Estambul el 2 de octubre. Las autoridades turcas se han negado hasta ahora a hacer pública esa evidencia porque ilustraría claramente hasta qué punto los saudíes, así como otras misiones diplomáticas en el país, son monitoreados, algo que representa una clara afrenta diplomática.
Plan premeditado
El Post había escrito previamente que estaba en posesión de información de la agencia de inteligencia que demuestra que el príncipe heredero Mohammad bin Salman había intentado atraer a Khashoggi de vuelta a Arabia Saudita para encarcelarlo. Pero él no mordió el anzuelo. Así que Khashoggi fue atraído a Turquía, donde vive su novia, y desapareció en el consulado de Arabia Saudí, para no ser visto más.
Mientras tanto, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump y el Congreso estadounidense se han visto envueltos en el debate. Es totalmente posible que el caso incluso lleve a los gobiernos occidentales a cambiar su tradicionalmente estrecha relación con Arabia Saudí.
La mera desaparición de Khashoggi ya ha dañado la imagen de Arabia Saudita en el mundo. El reino, bajo el liderazgo del príncipe heredero de 33 años de edad, acaba de comenzar su largo camino hacia un cambio social fundamental. Las nuevas libertades sociales impulsadas por Bin Salman están diseñadas para apaciguar a los ciudadanos y que no exijan derechos políticos. La disidencia no es bienvenida y solamente el gobernante puede otorgar o negar libertades.
Ahora, Arabia Saudita está en el ojo de la tormenta y bien podría sumarse a la lista de otros estados paria que encarcelan a los críticos o incluso los asesinan en el extranjero. Es un escenario que incluso Trump encuentra inaceptable. El poder de Arabia Saudí en el mundo árabe y musulmán depende en gran medida del apoyo de los Estados Unidos. Sin él, Washington no podría mantener su línea dura contra Irán. Una Arabia Saudita debilitada tampoco sería capaz de ayudar a facilitar el enfoque estadounidense hacia el conflicto israelí-palestino.
Los temores van más allá de Arabia Saudita
La desaparición de Khashoggi también obligará a los países occidentales a reevaluar cómo tratar con los países autoritarios. Cuando los disidentes son asesinados en Europa del Este, hay fuertes llamadas a sanciones inmediatas. Arabia Saudita, por supuesto, no es el único país árabe donde los disidentes viven con miedo. Es por eso que el caso de Khashoggi puede causar temblores que se sentirán mucho más allá de las fronteras del reino.DW