Bolsonaro y la sombra de Lula
Si todo sale como las encuestas predicen, el próximo 28 de octubre el ultraderechista Jair Bolsonaro podría alzarse con el triunfo en la segunda vuelta de las presidenciales brasileñas.
Esta posible victoria estaría apuntalada no solo por el hastío de buena parte de la población ante la corrupción y la ineficiencia de la clase política, sino también por el peso muerto que ha representado para el candidato Fernando Haddad la cercanía con Luiz Inácio Lula da Silva.
Mientras Bolsonaro despotrica de todos, rompe lanzas contra cualquiera y de manera bastante camaleónica ha rebajado algunos grados a su discurso en las últimas semanas, Fernando Haddad se ve atado a una fidelidad con Lula que es, ahora mismo, su principal lastre. Sobre el candidato presidencial del Partido de los Trabajadores (PT) sobrevuela la sombra de los errores cometidos por el expresidente encarcelado y también por Dilma Russeff.
Mientras Bolsonaro, el nostálgico de la dictadura militar, ha emprendido un leve giro hacia el centro para apaciguar los temores y ganar un mayor número de votantes en esas zonas de la sociedad brasileña que se resistían, hasta hace poco, a marcar su nombre en la boleta. Sus filas crecen cada día con gente contraria al PT dispuesta a castigar en las urnas la gestión de un grupo que comenzó con promesas de hacer un nuevo tipo de política y terminó enlodado en las miasmas de la corrupción, el clientelismo, el tráfico de influencias y el matonismo ideológico.
Haddad, atrapado en la proximidad con su mentor, no puede lanzar críticas hacia las anteriores administraciones del PT, prometer un cambio radical con respecto a sus predecesores ni renegar de la figura que lo ha encumbrado hasta estas presidenciales. Los hilos que lo manejan desde la cárcel de Curitiba son demasiado evidentes y la sospecha de que una vez que entre en el Palacio de Planalto puede decretar una amnistía que libere a Lula disuaden a muchos de apoyarlo.
En Brasil no solo se elige un nuevo presidente. Si los ciudadanos le dan un espaldarazo a Bolsonaro le asestarían, también, un golpe demoledor a la izquierda más autoritaria que, hace dos décadas, comenzó a ascender a los altos cargos de numerosas naciones en América Latina. Aquella época en la que Lula compartía foto de familia con Cristina Fernández de Kirchner, Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega, Raúl Castro, Rafael Correa y otros tantos, está a punto de recibir el tiro de gracia en las urnas del gigante sudamericano.
El problema es lo que vendrá después. Cuando el voto de castigo pase y la ojeriza al PT se salde con su derrota. ¿Podrá Bolsonaro moderar su conducta y gobernar para todos los brasileños? ¿Desterrará de su discurso las exclusiones y el dogmatismo que promueve para evitar que la sociedad siga polarizándose aún más? ¿Será capaz de devolverle al país su otrora economía pujante y bajar el desempleo? ¿Contribuirá su mandato a nuevas alianzas latinoamericanas más pensadas en el bienestar de los pueblos que en las ideologías?
La respuesta a todas esas preguntas es una gran incógnita. Los analistas no dejan de encender las señales de alarma ante lo que puede pasar con un hombre tan impredecible y extremista en la presidencia. Pase lo que pase, buena parte de la responsabilidad cae sobre los hombros de Lula.DW