Merkel se pone fecha límite
La canciller alemana, Angela Merkel, inició este 2018 lo que pretende sea una retirada ordenada, cumplidos ya trece años al frente de la primera potencia europea y debilitada -aunque no derrotada - por sus acrecentados enemigos internos y externos.
El año había arrancado con una Merkel determinada a lograr un gobierno estable para su cuarto mandato y terminó con la elección como jefa de la Unión Cristianodemócrata (CDU), el partido que dirigía desde 2000, de Annegret Kramp-Karrenbauer.
Con el relevo a favor de la leal AKK -como se denomina a la sucesora- se diluyó el fantasma de un fin abrupto de la legislatura, aunque persisten las dudas sobre si Merkel se mantendrá en el poder hasta las siguientes generales, previstas para 2021.
El mero anuncio hecho por la canciller, el pasado octubre, de que no optaría a su reelección como jefa del partido y tampoco aspirará a otro mandato como canciller calmó algo las prisas del ala derechista de su bloque conservador.
A Merkel se la vio desde entonces hasta liberada, concentrada en su papel de líder europea y global, y también más mordaz en el Parlamento (Bundestag), especialmente para arremeter sobre la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD).
Era como si hubiera echado algo del lastre acumulado desde las generales de 2017, en que su bloque conservador y los socialdemócratas quedaron en mínimos históricos, mientras que la ultraderecha accedió por primera vez desde los años 50 al Bundestag.
Durante todo el primer trimestre del año Merkel tuvo que invertir su conocida tenacidad negociadora en convencer a los socialdemócratas de que no quedaba otra que reeditar su gran coalición de Gobierno.
En marzo logró cerrar el pacto de gobierno para su cuarto mandato como canciller, pero el precio fue alto: tuvo que ceder carteras fuertes a los socialdemócratas -entre ellas, Finanzas-, lo que su ala derechista encajó como una traición.
Compleja fue, asimismo, su decisión de entregar Interior a Horst Seehofer, líder de la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), quien llevaba años mortificando a Merkel por no haber cerrado las fronteras en 2015, cuando Alemania recibió un millón de refugiados.
A la trabajosa formación de una nueva alianza de Gobierno siguió una sucesión de disensos y amenazas de ruptura de Seehofer, defensor de aplicar unas restricciones al asilo semejantes a las del gobierno de Viena, de componente ultraderechista.
Las presiones cayeron luego sobre Seehofer, tras pretender éste mantener en su cargo al jefe de los servicios secretos de Interior, Hans Georg Maassen, pese a que había relativizado las "cacerías de extranjeros" por parte de neonazis ocurridas en el este del país.
Merkel hizo alarde de su característica sangre fría, Seehofer acabó mandando a la jubilación al controvertido y reincidente Maassen y con esta situación se llegó al siguiente golpe: las elecciones regionales en Baviera, primero, y en Hesse, después.
La CSU de Seehofer perdió en Baviera su tradicional mayoría absoluta; la CDU de Merkel sufrió una fuerte sangría de votos en Hesse, mientras sus socios en este "Land", los Verdes, reforzaban su posición de actual fuerza emergente.
Al día siguiente de los comicios de Hesse Merkel anunció su retirada, ordenada y por fases: primero, como jefa del partido, en el siguiente congreso de la CDU; luego, como canciller, en fecha indeterminada, aunque su propósito sea terminar el actual mandato.
El pulso por la sucesión en el partido enfrentó a la centrista AKK y dos derechistas: Friedrich Merz, un exrival interno de Merkel que volvía a la palestra tras años en la retaguardia, y el ministro de Sanidad, Jens Spahn, como renovador generacional.
Se impuso AKK por un margen mínimo, reflejo de la división interna en que queda el bloque conservador.
Merkel se despidió de la presidencia de la CDU con un discurso ante sus delegados con mayor carga emocional de lo que suele permitirse, pero también mucho más corto de lo habitual, consciente de que el protagonismo corresponde al nuevo liderazgo.
En Alemania eran muchos quienes llevaban años vaticinando una pronta "Merkel-Dämmerung" -o crepúsculo de Merkel-, que finalmente se concretó en lo que respecta a la jefatura de la CDU y de acuerdo a la línea de la canciller.
Queda por ver cuándo se completa la retirada del poder de quien sigue siendo, mientras la revista "Forbes" no diga lo contrario, la mujer más poderosa del mundo. EFE