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Los refugiados olvidados de América Latina

Los refugiados olvidados de América Latina

Son diferentes las razones por las que la gente huye en Latinoamérica, pero la miseria y la escasez son un denominador común. Un comentario de Uta Thofern, redactora en jefe del Departamento América Latina de DW.

Fueron noticia mundial durante unos cuantos días: los hondureños, que primero a cientos y luego a miles, junto con ciudadanos de otros países vecinos, se hicieron a la carretera en dirección a Estados Unidos en busca de una vida mejor. "Caravana" es la palabra clave que se ha consolidado, en relación con esta marcha de desesperación, para criticar al presidente estadounidense, Donald Trump, y su política migratoria. En la propia Honduras, la caravana puso sobre la mesa las extremas desigualdades sociales y la violencia que su presidente, el conservador Juan Orlando Hernández, no ha conseguido controlar ni tras su enormemente controvertida reelección. En Estados Unidos, así como en otras partes del mundo, este creciente flujo de personas fue aprovechado por el populismo derechista como encarnación de una quimérica pesadilla de "hordas invasoras" y estupendamente manipulado con fines propagandísticos.

La "caravana" ha dejado de interesar

Una cumbre del G20 después, la caravana había dejado de ser noticia. El mundo tenía otros titulares y otras preocupaciones. De los refugiados que se habían quedado en México tuvo que encargarse el recién estrenado presidente del país, Andrés Manuel López Obrador, que sin embargo nada más asumir el cargo prefirió dedicarse a otras prioridades. A esto se suma que el polémico debate sobre el Pacto de Migración de la ONU ha tenido un impacto negativo en el asunto. Por si fuera poco, las personas encalladas en México no solo tienen que lidiar con sus sueños rotos, sino también con la creciente incomprensión de los residentes locales. Y es que la presencia constante en los medios y el cuidadoso acompañamiento por parte de numerosas organizaciones de ayuda avivaron unas esperanzas que desbordaron a la tradicionalmente cálida disposición de acogida de los mexicanos.

La "caravana" se ha olvidado, y en eso comparte destino con los 3,3 millones de venezolanos –según cálculos de Naciones Unidas– que han abandonado su país. Un diez por ciento de la población. Y el éxodo sigue. Pero la huida de Venezuela es un goteo constante, no una salida en masa. Y no se dirige hacia el Norte. No hacia Donald Trump. Paradójicamente, son los venezolanos quienes más probabilidades tienen de hacer de Estados Unidos su hogar, dada la fijación de Trump con la dictadura pseudosocialista de Nicolás Maduro. La crítica estadounidense, no obstante, más que ayudar contribuye a estabilizar a Maduro. Nada produce más recelo en América Latina que el intervencionismo de Washington.

A esto se suma que parte la izquierda global siga idealizando con cierto romanticismo la revolución bolivariana. Así es difícil llamar a la crisis por su nombre e identificar el "socialismo del siglo XXI" como su origen.

Críticas a Maduro, pero desidia hacia sus refugiados

Por otro lado, los gobiernos conservadores de Latinoamérica comparten las duras críticas a Maduro y a sus políticas, pero no quieren asumir la carga de esa migración. Chile no ha firmado el Pacto de Migración de la ONU y en Colombia, el nuevo presidente, Iván Duque, ganó las elecciones augurando una "venezuelización" del país en caso de que ganase la izquierda. Todo ello no ayuda a que los refugiados venezolanos sean bien acogidos.

También es verdad, sin embargo, que hace tiempo que los venezolanos no solo huyen de la dictadura. Lo hacen también del hambre y de la violencia diaria, así como los hondureños, los guatemaltecos o los salvadoreños. Todos son instrumentalizados en una espiral de intereses políticos. Cada vez son más los países que los dejan a su suerte.

Los movimientos de huida en América Latina tienen diferentes motivos, pero también un denominador común: escasez y miseria. Y estas no entienden de ideologías.DW