Entrevista con el caricaturista uruguayo que publica en Le Monde, "Pancho" Graells, a propósito de la polémica mundial por la publicación de caricaturas de Mahoma.

Graells: la libertad de prensa no permite cualquier cosa

A propósito de la polémica y los disturbios por la publicación de caricaturas de Mahoma, el dibujante uruguayo que publica en Le Monde, "Pancho" Graells, opinó que los ilustradores tienen "un privilegio y una responsabilidad social de no derrapar". Agregó, sin embargo, que "hay presiones de diferentes lados para que el periodismo sea un poco inocuo".

(Emitido a las 9.12)

EMILIANO COTELO:
Por estos días se ha vuelto más evidente que nunca que la caricatura es una herramienta de opinión. Por lo visto, además, es una herramienta de opinión muy potente.

La prueba son los diarios europeos que hoy están en el centro de la polémica; o los estados europeos que están haciendo frente a severos conflictos diplomáticos; o las autoridades de los países islámicos que siguen tratando de controlar las manifestaciones, cada vez más violentas, y que ahora ya han dejado varios muertos.

Ya se dan cuenta de qué estoy hablando: de la indignación del pueblo musulmán por la publicación de una serie de caricaturas del profeta Mahoma en varios diarios del viejo continente. La reacción se produjo porque la tradición islámica prohibe toda representación del profeta, como forma de evitar la idolatría.

Originalmente los dibujos se publicaron en setiembre en un diario de Dinamarca, pero a medida que la polémica fue cobrando forma distintos medios europeos –pero también de Estados Unidos y de Australia– reprodujeron aquellos dibujos. Unos lo hicieron simplemente para ilustrar la controversia, con un fin periodístico; otros –dicen– en defensa de la libertad de expresión. Pero lo cierto es que fueron desatando una ira incontenible en varias ciudades del mundo musulmán, que incluye desde el boicot a productos de origen danés, pasando por protestas en las calles y llegando incluso a la quema de varias embajadas de países europeos.

Para retomar la discusión en torno a este tema les proponemos trasladarnos a Francia, más concretamente a París, para conversar con Francisco Graells –más conocido como Pancho–, caricaturista uruguayo, legendaria figura del semanario Marcha, que hace más de 10 años vive en la capital francesa, donde ilustra, opina y editorializa con sus dibujos nada menos que en las páginas Le Monde.

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EC - Para comenzar, ¿tú compartes esto que decía al principio en cuanto a que este suceso se constituyó en una especie de relanzamiento a nivel mundial de la caricatura como herramienta editorial?

FRANCISCO GRAELLS:
Pienso que sí, indirectamente estamos en algo de eso. Todo el fenómeno es sumamente complejo, empezó a partir de esas caricaturas y de pronto parecía que las caricaturas habían sido un pretexto, la gota de agua que desbordó algo que produjo semejante tormenta, porque normalmente una caricatura no debería haber producido esto. Pero sí, todo eso relanza el debate sobre el rol de la caricatura en el periodismo actual, sobre todo en Occidente.

EC - ¿Cuál es tu opinión personal sobre este caso puntual?

FG – Es un tema bastante complejo, hace una semana me empezaron a pedir las primeras opiniones desde el diario católico francés, que se llama La Croix, y me doy cuenta de que han evolucionado un poco no sólo mi visión de la cosa sino la de todo el mundo. En aquel momento me preguntaban si yo trataba los temas religiosos como cualquier otro tema, independientemente de que fuera musulmán u otra cosa. Entonces comenté que no me planteaba un problema a priori sobre si era religioso o no, sino que trataba cada fenómeno como una cosa puntual. El origen de todo este problema son esas caricaturas que fueron publicadas en Dinamarca, que desde el punto de vista técnico no son nada del otro mundo y desde el punto de vista del contenido pueden ser consideradas como blasfematorias por la gente del mundo de cultura musulmana. Eso es evidente, no sólo por la representación de Mahoma que, como tú muy bien decías, está prohibida en muchos de los sectores –aunque no en todos lados, históricamente algunas veces fue representado–, sino porque es una representación crítica. No sé si ustedes han visto las caricaturas en Montevideo.

EC – Sí. Un ejemplo, para que el oyente se ubique: en uno de los dibujos más polémicos se muestra a Mahoma con un turbante con forma de bomba. En otro, ante la masiva llegada de terroristas suicidas al Paraíso, Mahoma se lamenta y dice que se va a quedar sin reserva de mujeres vírgenes.

FG – Exacto; fue sobre todo la primera la que causó el máximo estupor porque se consideró que era como decir que el Islam tiene una vocación terrorista. Es difícil de medir porque en Francia estamos en una sociedad en la que hay un 10 por ciento de musulmanes, en Europa no sé cuál es el promedio total, pero la reacción asombró a todo el mundo porque no se esperaba, pienso que sorprendió a los mismos dibujantes.

Es completamente comprensible, el problema es que desde neustro punto de vista cultural, laico y occidental, nos sorprende que puede haber una reacción tan fuerte por motivos religiosos. Ellos se han sentido sinceramente ofendidos y lo han tratado de expresar. Eso es lo que uno está tratando de entender ahora. ¿Hasta qué punto se le pudo haber ido la mano a esa gente y se les pudo haber ido la mano a los periódicos que, por mostrar lo que había sucedido, re-publicaron esa caricaturas.

Ahora el asunto es que pasado unos cuantos días comienzan a plantearse otros problemas: si esas caricaturas no fueron más que la chispa que inició el incendio.

EC – Algo ya habías señalado. El episodio de los dibujos terminó siendo un pretexto para reavivar la pulseada entre la fe islámica y la cultura de Occidente.

FG – Exactamente. Hay quienes piensan eso porque hay verdaderas contradicciones. Hay muchas cosas que se mezclan en todo esto. Hay que apreciar también que en los países musulmanes, en los países árabes existe una tradición de caricatura pero no se mete jamás con la religión. Sobre todo en países como Siria, Libia, donde la prensa está supervisada estrechamente por el Estado, ellos no entenderían que fuera publicado algo que no tuviera el aval del gobierno. Entonces, al reclamar que los gobiernos de los países europeos intervengan y le exijan a la prensa que les pida disculpas, están expresando algo que para ellos es normal. Esa relación entre prensa y Estado que para nosotros es absolutamente fuera de orden, hemos superado esas cosas saliendo de las épocas dictatoriales y todo lo demás.

O sea que en ese diálogo de civilizaciones hay perspectivas totalmente distintas que va a ser muy difícil poner a punto.

EC – También es cierto que la reacción ha ido adquiriendo cada vez ribetes más graves y termina siendo algo desmesurado. ¿Cómo ves el hecho de que las manifestaciones, las protestas, la violencia, cobren esta dimensión ahora cuando en realidad las primeras caricaturas fueron publicadas en setiembre del año pasado? Quizás algo de lo que te estoy preguntando estaba incluido en lo que planteabas hace un rato...

FG – Claro. Como estamos en el medio de la tormenta, estamos tratando de decodificar lo que está pasado pero eso puede haberse debido, en el mejor o en el peor de los casos, a una serie de torpezas de la parte del poder danés de no haber sabido evaluar y entender hasta qué punto su colectividad islámica podía haberse sentido ofendida. Eso depende también de lo que ha sido la relación entre los inmigrantes islámicos y el gobierno que es un poco más duro que los anteriores.

Al gobierno se le acusa de haber sido un poco intransigente, de no poner canales reales de comunicación. Es decir que el gobierno impone cosas pero no escucha realmente. Entonces puede haber ocurrido algo de eso.

La otra posibilidad es que haya algo más. En países como Francia, donde esto tiene repercusiones también y donde fue difícil evaluar todo... No hace mucho hubo todo los incendios de autos y disturbios...

EC – Es un cotexto imposible de dejar a un lado.

FG – Exacto. Y tampoco se había previsto que podía llegar al nivel que tuvo. Entonces, algo está pasando que todavía es difícil de evaluar y que de repente es que esa comunidad ha tomado un cuerpo bastante importante, que antes no estaba organizada en base a una religiosidad tan fuerte como la de este momento. Eso va a avanzando también en los países árabes.

Países árabes que antes eran sumamente laicos, como podía ser Egipto, ahora el islamismo avanza enormemente. En otros países, como Turquía, tratan de mantenerlo a raya, pero aparentemente ha habido un trabajo de todas estas organizaciones religiosas y eso ha aglutinado a la gente. El diario El País de Madrid en un análisis que hacía ayer decía que era insólito que estas caricaturas hubieran logrado –si es que todo viene de las caricaturas– lo que jamás los propios países árabes habían logrado antes, que era ponerse todos de acuerdo sobre de algo. Y es cierto, las grandes conferencias terminaban siempre en fracaso pero aquí hay algo que ha cambiado las circunstancias.

La otra vertiente de lo que está pasando es a quién le sirve todo esto. Probablemente a los grupos más radicales dentro del islamismo, que quieren provocar un enfrentamiento. Hay toda una revancha histórica también, han sido humillados durante muchísimos años –el colonialismo, la guerra en Irak, la guerra en Afganistán, hay un montón de consideraciones que se pueden tomar en cuenta–, pero en cierta forma los que están recuperando eso son los más radicales, los más fanáticos y probablemente la extrema derecha europea también. En Francia el Frente Nacional, el partido de extrema derecha, no ha abierto la boca, se está frotando las manos.

EC – ¿Puede ocurrir que haya gente de un lado y del otro buscando pretextos para alimentar el enfrentamiento y que este sea un pretexto?

FG – Yo pienso que sí. Se vienen las elecciones en Francia el año que viene y la extrema derecha está tratando de capitalizar esto.

EC – También podría decirse que estamos frente a un choque de fundamentalismos, el fundamentalismo islámico de un lado versus el fundamentalismo occidental de la libertad de prensa más irrestricta...

FG – Exacto.

EC - ...de la libertad de expresión más irrestricta, que permite llegar al extremo de publicar la caricatura que a cualquiera se le ocurra de alguien como Mahoma. ¿Cómo ves esa otra lectura?

FG – Eso es probable también. Tú eres periodista y lo sabes muy bien también: el hecho de que exista una irrestricta libertad de prensa no te permite cualquier cosa, tienes que ejercerla con cierta responsabilidad porque si no la pierdes. Eso lo sabemos nosotros pero tal vez no lo sepan en todas partes, los que viven aquí lo saben pero los que están en otros países más alejados de repente no. Yo como caricaturista no puedo permitirme decir cualquier cosa porque pueden pasar cosas como esta, tengo que tener una cierta puntería, una cierta responsabilidad, tengo un privilegio y una responsabilidad social de no derrapar tampoco. Eso tú lo sabes.

EC - ¿Hay ahí una crítica implícita a tus colegas que dispararon estas primeras caricaturas?

FG – No puedo hacerlo en el sentido de que no sé cuál fue el contexto en el cual lo hicieron, no sé cuáles fueron las intenciones. Es un tipo de caricatura que de repente hace unos 20 años hubiera parecido absolutamente banal; de repente me equivoco y un musulmán me dice: "No, eso siempre hubiera sido ofensivo, antes o ahora".

Hay publicaciones que han salido a defender esa irrestricta libertad de prensa que tú mencionabas porque es algo que históricamente costó obtener. Hay un editorialista del diario Le Monde que dice: "La caricatura tarde o temprano hiere a alguien, una caricatura que pudiera no herir jamás es una especie de negación, no es una caricatura". La caricatura se ha tratado de reprimir en Estados Unidos con el asunto de lo políticamente correcto, en los últimos años ha habido temas que los periódicos no quieren tocar por medio del dibujo porque si no hay comunidades, minorías que hacen procesos, que hacen juicios, etcétera. Estamos viviendo un momento –no sé si se siente en Uruguay– en el que hay presiones de diferentes lados para que el periodismo sea un poco inocuo.

***

EC – Vamos a concentrarnos en Le Monde, porque una de las derivaciones de las primeras manifestaciones del mundo musulmán fue la decisión de varios medios europeos de reproducir los dibujos que desataron toda esta polémica. Algunos lo hicieron simplemente con el objetivo de informar, otros asumiendo una posición en el debate y otros plantándose de esa manera en defensa de la libertad de expresión. ¿Cómo fue la actitud concretamente de Le Monde?

FG – La actitud de Le Monde es siempre bastante responsable, es un periódico que trata de tomar cierta distancia con respecto a los hechos para poder analizarlos un poco más en frío. Así y todo hubo diferentes posiciones, como en todas partes, sobre la pertinencia o no de publicar.

EC - ¿Hubo discusiones internas? ¿Tú participaste en discusiones internas?

FG – Sí, pero no grandes debates, simplemente cambio de ideas. Porque en Occidente es un poco insólito hablar de una cosa de este tipo sin mostrarla, si se tocaba el tema había que mostrar de qué estábamos hablando. En ese sentido se estimó que se podía hacer referencia, se publicaron dos de los dibujos de los considerados más inocuos, simplemente a título de información y el dibujante de la primera página hizo un dibujo que era una especie de contradicción, hizo una especie de retrato de Mahoma pero sin que fuera un retrato, estaba compuesto por textos que decían "no debo dibujar a Mahoma", "no debo dibujar a Mahoma"... como un deber impuesto a un caricaturista. Ahora, según tengo entendido a Le Monde por eso, y te digo que es lo más tibio -hubo otros periódicos que no publicaron absolutamente nada, pero Le Monde se arriesgó a hacer eso-, dijo "a nuestros lectores tenemos que mostrarles de qué estamos hablando" y a pesar de que eso, de que no eran los dibujos más graves, aparentemente se le va a hacer un juicio, los movimientos antirracistas han anunciado que le van a hacer un juicio.

EC - ¿Tú mismo cómo te plantaste frente al tema? ¿Te ha tocado encararlo?

Dibujo publicado por Pancho Graells el viernes.

FG – Sí, lo encaré, hice un dibujo el viernes, creo, porque uno tampoco puede pasar al costado de un tema semejante. Es difícil explicarlo por radio, pero hice un dibujo...

EC – Después vemos si lo reproducimos en Espectador.com para que el oyente entienda, pero rápidamente, ¿de qué se trataba?

FG – Es un personaje que tiene una banda sobre los ojos, como los personajes que quieren ocultar la cara, no lo quería personalizar con ninguno. El título decía "Caricaturista" y el personaje estaba abriendo su saco y se veía como se ve en las fotos de los kamikazes, pero en lugar de llevar tubos de dinamita tenía grandes lápices.

EC - ¿En el pasado habías hecho alguna caricatura de Mahoma concretamente?

FG – No, no había hecho porque nunca había sentido la necesidad. Además me parece difícil. Yo decía cuando le contesté al periódico católico que la caricatura en general es una especie de mostrar las contradicciones o un abuso de poder, que yo no lo haría con respecto a una religión –yo personalmente, en mi caso personal–, en todo caso contra una institución religiosa que abusara de su poder, cosa que puede ocurrir, que puede hacer la Iglesia Católica, que pueden hacer la concepción musulmana o incluso la judía, cuando la organización, el papa, asume un rol social e impone el rol de la mujer, [una posición frente a] el aborto, lo que sea, algo con lo cual yo personalmente no estoy de acuerdo. Entonces puedo permitirme expresar ese desacuerdo mediante una caricatura, pero no es la fe lo que estoy atacando, es una influencia social, una influencia política, una manipulación política que puede hacer una institución religiosa. En ese caso Mahoma está fuera de juego, porque no serían Mahoma ni Jesucristo a quienes podría llegar a atacar, de repente a la autoridad temporal, al papa, a un obispo, a un gran rabino que metió la pata.

Especial para Espectador.com

EC – Entonces, más allá de tu trayectoria con relación a estos asuntos, ahora, después de lo que pasó, ¿te sientes más condicionado a la hora de encarar algún tipo de caricatura con connotaciones religiosas?

FG – No, yo voy a seguir actuando de la misma manera que he actuado siempre. En este momento algún colega ha sentido que, puesto que este problema se ha planteado y que existe el tabú de dibujar a Mahoma, entonces hay que dibujar a Mahoma. Eso ya sería una provocación en el contexto en el cual estamos. Un dibujo humorístico se hace en medio de un contexto determinado, el que yo te acabo de relatar, con los lápices en la cintura, tiene pertinencia hoy, esta semana o la semana pasada, pero si se hubiera publicado hace dos meses nadie habría entendido qué significaba, sacado de su contexto no tiene sentido.


Nota relacionada:
Cronología de la crisis por las caricaturas de Mahoma (AFP)

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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Mauricio Erramuspe