El "milagro" chino desde adentro
Rafael Poch-de-Feliu es corresponsal de La Vanguardia en Pekín desde 2002. Allí asiste a lo que en términos culinarios define como "una langosta" para un periodista. "De lo que pase en este país, depende la estabilidad mundial", advierte. Los dilemas de la Tierra "se manifiestan de una manera enorme" en China. "Por eso considero que es el eslabón débil de esta civilización de la codicia", afirma.
(Emitido a las 9.06)
EMILIANO COTELO:
China, el gigante asiático que se transforma a ritmo de vértigo y que genera al mismo tiempo atracción, rechazo y, sobre todo, muchas preguntas.
Diario de Pekín, un blog que propone una mirada española o, más precisamente, catalana sobre el país más poblado del planeta.
Un país gobernando por el Partido Comunista, donde conviven los multimillonarios más exóticos con los campesinos más postergados; donde el capitalismo más exacerbado se funde con el feudalismo más primitivo.
Sobre esta realidad tan avasallante y contradictoria vamos a conversar esta mañana con el periodista Rafael Poch-de-Feliu, que desde 2002 es corresponsal en Pekín del diario La Vanguardia de Cataluña y, además, es responsable del blog "Diario de Pekín".
¿Cómo es ser periodista hoy en China? ¿Cómo analiza las novedades más recientes, por ejemplo la flamante ley sobre la propiedad? Esos serán algunos de los temas de esta charla.
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Rafael, ya son las 20.07 en Pekín. ¿Ya cayó la noche o todavía hay luz?
RAFAEL POCH-DE-FELIU:
Ya anocheció.
EC - ¿Cómo son las condiciones del tiempo? ¿Qué temperaturas hay?
RPF - En Pekín tenemos un invierno bastante duro, seco y frío, pero bastante corto, que dura desde finales de noviembre hasta mediados de febrero, y un verano que empieza en mayo y acaba en setiembre, tórrido, húmedo, monzónico. Todo lo que no es estas dos épocas son la primavera y el otoño, que es lo más agradable, son temperaturas moderadas y ambiente bastante bueno. Es lo que tenemos ahora.
EC - ¿En qué zona de Pekín vives?
RPF - Vivo en barrio bastante céntrico, hay muchas embajadas, es un barrio típico pekinés, frente a mi casa hay un supermercado que un amigo describía como del Siglo XXI o del Siglo XXII ahora, muy moderno, en un rascacielos extraordinario de acero y cristal. Y al lado mismo hay un callejón donde te encuentras toda la vida tradicional china, con un señor que arregla bicicletas, otro que vende carbón en una bicicleta y que va pregonando por las mañanas su mercancía; hay peluquerías, hay restaurantes, pequeños negocios. Todo esto en un radio de 300 o 400 metros.
EC - Rafael Poch-de-Feliu nació en Barcelona en 1956, está casado y tiene dos hijas. Estudió historia contemporánea en Barcelona e historia de Rusia en Berlín Oeste. Fue corresponsal de Die Tageszeitung en España, fue redactor de la agencia DPA en Hamburgo y corresponsal itinerante en Europa del Este entre 1983 y 1987. Desde 1988 hasta 2002 fue corresponsal de La Vanguardia en Moscú; y desde 2002 es corresponsal de La Vanguardia en China, desde agosto de 2002. ¿Cómo fuiste a parar a China?
RPF - Yo viví el tremendo cambio y desmoronamiento de la Unión Soviética y la Rusia poscomunista, que fue un gran espectáculo para un periodista. Fueron 15 años en los que historiadores tan sólidos como Hobsbawn dicen que el Siglo XX terminó entonces, en 1991, con el desmantelamiento de la URSS.
Para mí fue una experiencia muy intensa y muy enriquecedora. Cuando concluí el período en Rusia me planteaba el problema de adónde ir, dónde continuar con un nivel de interés comparable. Era muy difícil resolver esa cuestión, había la posibilidad de ir a Roma, pero allí yo me veía como pasando de la langosta al bocadillo de calamares, porque la política italiana es interesante si uno se mete pero no deja de ser una cosa muy provinciana. Y el resto de la política europea también, era una cosa muy de poca monta, sin grandes expectativas, sin grandes jugadas. Aunque la jugada de la Unión Europea verdaderamente es de mucho calado y de una importancia extraordinaria.
Dejando aparte esto, y siguiendo con nuestro discurso, aparecía China, que sí es algo importante, tenía puntos de unión claros con la Unión Soviética y con Rusia en el sentido de que es un país en desarrollo, muy grande, con tradición imperial y que tuvo guerra civil. Todas esas son cosas en común con la URSS. Y, desde luego, es un país ex comunista, "comunistoide" o como queramos llamarlo. Todo eso profesionalmente me daba cierta coherencia para ir. Y luego el interés de lo que está ocurriendo aquí, que es mucho más que un gran desarrollo sostenido durante 20 o 30 años, creo que es el mayor de la historia, ya ha superado la gesta de los japoneses.
Lo que está ocurriendo aquí es el mayor proceso de urbanización de la historia, con una enorme masa campesina que se está urbanizando a razón de 200 o 300 millones en veinte años, una cosa sin parangón, y que va con la lógica y la dinámica del siglo, porque parece ser que en 2008, según los últimos estudios, ya los habitantes de las ciudades vamos a ser mayoría en el planeta.
EC - Un par de preguntas más a propósito de tu trabajo para entrar después de lleno en China en sí misma. Supongo que después de casi cinco años allí hablas el idioma local...
RPF - ¿El chino? No, primera decepción, no lo hablo.
EC - ¿Y cómo haces para trabajar en periodismo sin saber chino?
RPF - Trabajo con intérpretes, es un handicap, sin ninguna duda. Pero más grave que no hablar chino es no entender China, y cuando yo llegué aquí hace casi cinco años tenía muchas ganas de comprender, de vivir y lo que tú quieras, pero no sólo no sabía chino sino que tampoco sabía de China, había pasado 20 años estudiando y trabajando en un mundo muy diferente, que era el de la URSS y Rusia. A China no la conocía y me merecía mucho respeto, así que he dedicado estos cinco años más a leer y a aprender de China que a aprender chino, porque las dos cosas son muy complicadas. El chino es una lengua muy difícil, después de cinco años viviendo aquí y estudiando duro, a lo mejor no eres capaz de leer un libro con fluidez.
EC - ¿Está muy extendido el idioma inglés entre los chinos? ¿Cómo ves ese detalle?
RPF - No, no está extendido, está extendido en las universidades, en la minoría formada en clave occidental, pero en absoluto en el conjunto del país. No quiero hacer ahora del defecto una virtud, envidio a los colegas que hablan chino, que son muchos, pero así como no saber chino se puede paliar con un buen intérprete, no saber de China, no conocer el país, no conocer su historia es algo que no lo puedes paliar a menos que tu propio ordenador central lo haya trabajado.
EC - Está claro, si uno lee tus artículos y tus notas en el blog, que de la historia de China ya conoces mucho y vale la pena recorrer esas notas.
RPF - Hay que puntualizar que este es un país muy complicado, muy complejo, con una historia muy antigua y muy sólida, como una selva en la que te puedes perder muy fácilmente en cuanto te vas del Siglo XIX hacia atrás, y por tanto requiere mucha prudencia y mucho respeto.
EC - ¿Cómo es para un periodista trabajar en un país como China, gobernado por el Partido Comunista, con un sistema que en definitiva es una dictadura?
RPF - Es menos complicado y dramático de lo que pueda hacer parecer tu pregunta. Sí, hay una dictadura, yo diría más bien dictablanda, se parece más a la dictadura del final de Tito, postitista, que a la URSS de antes de Gorbachov, es mucho más libre. Es un país bastante libre, excepto en cuestiones de meterte frontalmente con el Partido Comunista. A efectos del periodista es un país que tiene sus trucos, su propia mecánica; todo país tiene para el periodista una mecánica que hay que atrapar y que hay que comprender. Pero es relativamente fácil trabajar, la gente habla bastante, la gente del pueblo, la gente común es muy charlatana, cuando viajas en tren por el país enseguida te explica su vida, te invita a su casa, es muy amable. Al mismo tiempo, cuando se trata de hablar de política con profesores, gente de la universidad, hay siempre cierta prevención, cierto temor a hablar de algunos temas, pero el ambiente en las universidades, el ambiente académico y de discusión académica es de una libertad tremenda.
Hace poco estaba con un profesor de relaciones internacionales, un canadiense que da clases en la mejor universidad de Pekín, que había estado trabajando antes unos años en Singapur, y me explicaba que cuando lo contrataron para venir a la universidad de Pekín pensó "ofreceré mi programa y me tendrán que supervisar", pero le dijeron "no hace falta que nos enseñe nada, usted explique lo que quiera". Conclusión, es mucho más libre la universidad de Pekín que la de Singapur.
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EC - Cada vez más se habla de los "millonarios chinos"; una elite que se ha enriquecido en los últimos años de la mano de esa integración de la China comunista a la economía mundial, un grupo de gente que constituye una parte del boom de consumo, y de consumo suntuario que se vive el país. ¿Eso es tan así como lo percibimos por acá?
RPF - Sí, como en todos los países antiguamente comunistas, comunistoides o como se les quiera llamar, que han pasado a la economía de mercado, la consecuencia primera no ha sido una prosperidad generalizada sino un aumento de la desigualdad. China no ha sido una excepción, hace veinte y tantos años cuando empezó esta apertura de mercado era probablemente de los países más socialmente nivelados del mundo y ahora es un país muy desigual. Los últimos datos lo presentan incluso como más desigual que la India.
EC - En una de tus crónicas más recientes dices que desde mediados de los ochenta en China se produjo una transformación radical del trabajo. ¿En qué consistió esa transformación?
RPF - Es muy sencillo, pasó lo mismo que en nuestras sociedades europeas, una reconversión industrial. El sector socialista de la economía, la industria socialista estaba establecida sobre el antiguo paradigma de desarrollo, desarrollo concebido como grandes industrias estatales, el carbón y el acero, todo este paradigma que fue sustituido por el de las industrias de la información y las tecnologías de las telecomunicaciones. Esto había que transformarlo, y se ha hecho aquí como se ha hecho en todas partes, en los últimos 20 años hubo entre 40 y 60 millones de despedidos y se creó todo un nuevo sector privado de la economía, hubo un enorme descalabro social.
EC - ¿No hubo tensiones sociales?
RPF - Sí, claro que las hubo y las hay todavía. Pero ahí está lo interesante de la manera de gobernar China, que al mismo tiempo que hicieron esta operación dura, de cierre de empresas y tal, establecieron toda una serie de mecanismos completamente insuficientes pero que amortiguaron bastante los dolores sociales de la reconversión. Ciertas ayudas sociales, empresas que desaparecían y no terminaban de cortar sus vínculos con los despedidos, que mantenían algún tipo de ayuda, muchísimas figuras y formas que serían muy complicadas de entender en occidente pero que aquí funcionaron y lograron que esos 40 o 60 millones no todos tuvieran una caída vertiginosa en picada. Al mismo tiempo en estos 20 años hemos tenido un 10% de crecimiento anual, o sea que la nueva economía también absorbía muchos excedentes del viejo sector.
EC - Teniendo en cuenta ese crecimiento de la economía de 10% anual durante diez años, en occidente se habla muchísimo del milagro chino. Sin embargo hay quienes señalan que de milagro tiene muy poco, en la medida que el éxito se basa en una competitividad en la producción que se explica, a su vez, por la explotación de la mano de obra, gente que trabaja en condiciones que serían inaceptables en occidente, por sueldos bajísimos, en regímenes laborales prácticamente de esclavitud. ¿Cómo ves este tipo de matices a propósito del "milagro chino"?
RPF - Hay muchos puntos de vista. El primero es comprender que en China hay dos clases obreras, una es esta clase del sector estatal, que en parte ha sido reconvertido pero en parte no, que es un sector bastante privilegiado porque trabajar en una fábrica del Estado conllevaba toda una serie de redes sociales, de seguridad social, de colegios, de vivienda, etcétera. Y el segundo es este ejército que trabaja en la industria manufacturera para la exportación, los que trabajan en lo que se llama "la fábrica del mundo", la gran fábrica exportadora china. Este segundo ejército laboral sí que es una clase obrera en el sentido clásico, con cuadros de explotación y tal. Pero al mismo tiempo hay que decir (esto lo he seguido muy de cerca porque lo he trabajado en el lugar) que estos 100 o 200 millones de trabajadores emigrantes que trabajan para el sector de la manufactura de la exportación cobran sueldos ridículos, sí, pero vienen del campo y la mayoría son jóvenes. Jóvenes que vienen de un mundo rural, patriarcal, con un trabajo muy duro, y que en las ciudades a las que acuden a trabajar están también explotados pero ganan en un mes lo que sus familias ganan en un año. Se compran ropa moderna, se compran un teléfono móvil, viven en fábricas que son al mismo tiempo residencias, duermen en la misma fábrica. No estamos en cuadros de la Inglaterra del siglo XIX, con trabajo infantil, mortalidad, etcétera. Es mucho más suave, seguramente una explotación, pero yo he estado en esos dormitorios, en esas fábricas, no son espantosos. Eso no les parece del todo inaceptable, y cuando se lo parece se cambian de empresa, se buscan una que tenga unas condiciones menos explotadoras. Eso no quiere decir que en China no haya un nivel de injusticia y de explotación tremendo, pero estamos hablando de un país en desarrollo con un nivel de rentas bajísimo. Cuando nuestras sociedades occidentales vivían esos niveles estábamos en el Siglo XIX y las relaciones de explotación entonces eran tan crudas o más de las que hay hoy en China.
EC - En ese contexto, ¿cómo hay que interpretar la nueva ley de propiedad aprobada a mediados del mes marzo? En una de tus crónicas tú decías "esta ley ha sido mayoritariamente interpretada en la prensa occidental como un nuevo paso hacia la economía de mercado, pero en realidad es algo más complejo". ¿Cómo hay que completar esa interpretación?
RPF - Intento dar en mis artículos un cierto contrapunto a lo que suele ser el mensaje mayoritario. Y efectivamente, no se puede en 2007 vender a China como un país que está caminando hacia la economía de mercado, China es una economía de mercado súper liberal, controlada por el Estado, sí, pero una economía de mercado muy consolidada, y entre sus atributos figura la propiedad privada pero desde hace 20 y tantos años. Otra cosa es que no esté regulada por ley, pero este país no es un Estado de derecho, la ley cuenta relativamente poco. Por tanto no podemos medir la significancia de este paso con una mentalidad occidental.
Para mí lo más relevante de esta ley era lo que comentabas tú, que existe en China un enorme sector de nuevos ricos, millonarios, cada vez más influyentes, y existe el riesgo de que este grupo social se vea tentado de crear organizaciones políticas y formular programas políticos alternativos y formular algún desafío al Partido Comunista. Entonces el Partido Comunista, que se ve venir la jugada, intenta integrar a estos sectores dentro del partido. Es muy curioso pero es así.
EC - De hecho muchos de estos empresarios se han ido afiliando al Partido Comunista.
RPF - Exactamente, se trata de integrarlos. La ley de propiedad es una manera de tenerlos contentos y decirles "nosotros somos vuestro único vehículo de expresión política y por tanto tenéis que ser leales; a cambio os daremos garantías de que vuestros patrimonios serán respetados, de que podréis trasmitirlos a vuestros hijos y de que no va a haber una nueva revolución cultural". El contexto en que se ha aprobado esta ley es bastante curioso, la China de hoy, después de veinte y tantos años de neoliberalismo, está evolucionando hacia una economía más keynesiana, más intervencionismo del Estado, inversiones del Estado en el bienestar social, hay programas para crear seguridad social, para la sanidad, que está muy abandonada. El momento de China es bastante socialdemocratizante.
EC - Además no es una ley de propiedad privada, es una ley de propiedad.
RPF - Precisamente porque creó mucho debate cuando se propuso este proyecto de ley, porque los sectores partidarios de la propiedad estatal (aquí podemos distinguir muchos subsectores, como la izquierda maoísta, tradicionalista, que existe, es gente mayor; la nueva izquierda, que es son sujetos totalmente diferentes, jóvenes universitarios, profesores de mucho talento, profesionales, los trabajadores despedidos del viejo sector socialista, sectores del partido) pusieron el grito en el cielo cuando oyeron que había un proyecto para legalizar la propiedad privada en China. La ley era un proyecto de los nuevos ricos que llevaban diez años intentando introducirla. En este tira y afloja el Estado, el partido llegó a la conclusión salomónica de que había que hacer no una ley de propiedad privada sino una ley de propiedad en la que se defendieran todos los tipos de propiedad, incluida la privada, pero también la propiedad estatal, la propiedad de las comunidades campesinas a la tierra, porque en China la tierra no es propiedad privada ni del Estado sino que es propiedad de las comunidades campesinas, y con todo eso hicieron una gran compota que ha sido la ley de propiedad.
EC - Pido disculpas por centrarme sólo en aspectos negativos, pero es que es buena esta oportunidad para cotejarlos contigo cuando tantas veces hemos hablado de la parte de los elogios al modelo chino.
Me gustaría analizar también otro de los puntos débiles que se le señalan a ese modelo que estás siguiendo de cerca, el de la contaminación ambiental. Una contaminación ambiental que muchos llegan a calificar lisa y llanamente como feroz.
En octubre del año pasado tú escribías: "Lo que está ocurriendo en China es el mayor proceso de urbanización de la historia. En los últimos 20 años 200 millones de personas han dejado de ser rurales para convertirse en urbanos". ¿Es ahí que surge el problema de la contaminación?
RPF - Exacto, este es uno de los talones de Aquiles de la estrategia de urbanización. Cuando le haces a un político chino cualquier pregunta elemental, frecuentemente responde diciendo una frase aparentemente muy banal: es que China es un país con una gran población. Cuando escuchas esta respuesta piensas "se está yendo por los cerros de Úbeda". No, efectivamente esta tremenda población que tiene este país lo hace incomparablemente difícil para ser gobernado y convierte sus problemas en tremendos.
En este contexto esta gran urbanización, industrialización, reindustrialización, con las cifras que hemos mencionado, está produciendo un aumento extraordinario del consumo de energía. Según la contabilidad barajada aquí en la Academia de Ciencias, un chino rural consume 3,5 veces menos energía que un chino urbano. Desde el momento en que tantísimos millones se están urbanizando, tantísimos millones están multiplicando por 3,5 su consumo de energía. Como estamos hablando de tanta gente esto afecta equilibrios muy grandes y se mide en costos de contaminación, en tremendas infraestructuras, y luego dentro del mismo paquete hay que apuntar que la relación entre tierra y gente es crítica. Si tú dedicas cada vez más superficie en un país que está superpoblado y donde no hay tierra que no esté cultivada, excepto los desiertos y las montañas, si tú restas cada vez más tierra cultivable para infraestructura, para ampliar ciudades, llega un momento en que se plantea un problema de seguridad alimentaria, si el país puede llegar a sostenerse.
EC - ¿Las fábricas también contaminan? ¿Qué controles existen sobre las emanaciones?
RPF - Es un tema muy complicado, leyes existen muchas, medidas muchísimas, cada día la prensa habla de nuevas medidas, de nuevos intentos, el problema es la contradicción entre desarrollo y contaminación. El gobierno central, aunque fuera de China pueda presentarse como un gobierno centralizado, férreo y tal, no tiene un control más que relativo de los procesos en provincias. Los gobernadores de las provincias son los que mandan, entonces las leyes de Pekín se pierden muchas veces en las provincias. Y en esas provincias, en esas localidades, sobre el terreno, una fábrica que a lo mejor da ingresos al gobierno provincial porque paga impuestos, genera puestos de trabajo y garantiza la estabilidad social, etcétera, al mismo tiempo es una enorme contaminadora. Entonces resolverlo es muy difícil.
EC - ¿Un callejón sin salida?
RPF - Es uno de los problemas más graves, sobre todo por la falta de mecanismos de control independientes, no hay mecanismos de control independientes que puedan denunciar, no hay una prensa independiente que pueda denunciar que tal provincia está realizando determinados atentados ambientales. Es muy difícil controlar todo eso.
EC - Hablando de desafíos... Hoy más temprano, cuando comentabas la ley de propiedad, tu la veías como un esfuerzo del gobierno por atraer hacia el Partido Comunista a la elite empresarial. Justamente, en una de tus columnas tu señalas: "El horizonte y futuro de ese Partido Comunista que pretende ser partido de todos en China, es algo discutible. ¿Dará 30 años más de estabilidad al proceso? ¿Estallará? ¿Degenerará irremediablemente, como el Partido Comunista de la Unión Soviética en la época de Brezhnev, hasta hacerse completamente irrecuperable? ¿Quién integrará a quien? ¿El partido a los ricos o los ricos al partido? ¿Se preservará el dominio de lo político sobre lo económico?".
Planteas las preguntas pero creo que tú mismo no tienes respuesta.
RPF - Por supuesto, sería de una soberbia tremenda responder a eso. Eso es lo interesante de estar en China, cuando te decía que después de la langosta que me comí en la URSS no quería ir a Italia porque era un bocadillo de calamares, esta es otra langosta. Es realmente un dilema muy interesante, que tiene un peso universal porque de lo que pase en este país, que tiene el 20% de la población mundial, depende la estabilidad del mundo, pues se resentiría si las cosas van mal aquí. Es una gran jugada. Estas preguntas tan existenciales para el futuro de China si tú quieres son nuestras propias preguntas para el futuro del planeta, porque toda la humanidad está enfrentada actualmente a unos desafíos enormes en materia ambiental, de crecimiento, parece que este modelo de crecimiento está agotado, que estos valores de la economía de mercado no llevan a ningún lado, que hay que inventar algo nuevo. Sabemos que nuestros valores antiguos, los valores de la antigua izquierda también tienen muchísimas cosas que ser revisadas. Son discusiones existenciales. Esas mismas cuestiones las tienes en China, pero en China se manifiestan de una manera enorme, por eso considero que China es el eslabón débil de esta civilización de la codicia.
EC - Es toda una paradoja que la llames "eslabón débil", nada menos que a China.
RPF - Es que no estoy muy de acuerdo con esa teoría del "dragón chino amenazante y poderoso que nos va a comer". Yo veo a China como un enorme país admirable en muchas cosas, pero un país en desarrollo, con unos desafíos ambientales, demográficos tremendos, cuya población va a seguir creciendo hasta dentro de 20 o 30 años hasta llegar a los 1.500 millones, metida en un modelo de desarrollo al que ha llegado tarde pero que parece que está bastante en quiebra y que es manifiestamente insostenible. O sea que China va a tener que inventar algo nuevo relativamente pronto para evitar el pequeño problema que todo el planeta tiene pero que a ellos los va a afectar antes porque son muchos y tienen pocos recursos, tienen una relación muy crítica.
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Edición: Mauricio Erramuspe