Resultados con sabor a poco
La Cumbre sobre cambio climático en Copenhague concluyó este sábado con acuerdos mínimos promovidos por los países ricos que aplazaron los objetivos y no conformaron a los países pobres.
Todos coincidieron en que el acuerdo está muy por debajo de las expectativas generadas por un proceso de negociación que comenzó hace dos años en Bali, Indonesia, según publica AFP.
Las promesas más concretas son las financieras: el texto final prevé una ayuda inmediata de 30.000 millones de dólares en un periodo de tres años (2010-2012) para los países en desarrollo y una meta progresiva de 100.000 millones anuales a alcanzar en 2020, procedentes de fondos públicos y privados, bilaterales y multilaterales.
El documento reconoce también la necesidad de contener la elevación de la temperatura de la Tierra en 2º C respecto a la era preindustrial, pero no fija plazos ni garantías de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, admitió que el acuerdo "tal vez no sea todo lo esperado, pero esta decisión de la conferencia de las partes es una etapa esencial" hacia la elaboración de un nuevo tratado internacional.
La Cumbre, organizada por la ONU, optó finalmente por "tomar nota" del acuerdo, después de agobiantes y tensas discusiones durante toda la noche entre los jefes de las delegaciones, puesto que los mandatarios ya se habían marchado.
"El hecho de 'tomar nota' le da un estatuto legal suficiente para que el acuerdo sea operativo sin necesidad de una aprobación por las partes", explicó a la AFP Alden Meyer, director de la ONG estadounidense Union of Concerned Scientists (Unión de Científicos Comprometidos).
El acuerdo fue elaborado el viernes por los jefes de Estado y de gobierno de unos 30 países industrializados, emergentes y en desarrollo, encabezados por el presidente estadounidense Barack Obama.
Sus principales promotores fueron Estados Unidos, la Unión Europea, y cuatro grandes potencias emergentes: China, India, Brasil y Sudáfrica.
Estados Unidos y China, los dos países más contaminantes del planeta, lograron así acercar posiciones, tras sus disputas en torno a la exigencia norteamericana de que el gigante asiático aceptara métodos de verificación de sus emisiones, considerados por Pekín como amenazantes para su soberanía.
El texto señala al respecto que los países en desarrollo comunicarán cada dos años informaciones sobre sus políticas nacionales y facilitarán datos para "consultas y análisis internacionales".
La férrea oposición de Cuba, Venezuela, Bolivia y Sudán -que criticaban la insuficiencia del acuerdo para luchar contra el cambio climático o la exclusión de la mayoría de países del proceso decisorio- amenazaba su adopción, que debía darse necesariamente por consenso entre los 193 países participantes en la Conferencia.
La delegada de Venezuela afirmó que la forma en que se había gestado el acuerdo era "un golpe de Estado a la Carta de Naciones Unidas" y subrayó que todo ocurrió "bajo la propia mirada del secretario general de la ONU".
Este comentario inauguró una noche de ásperos intercambios, durante la que Sudán afirmó que adoptar este documento equivale "a pedirle a África que firme un pacto suicida, un pacto incendiario".
El presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, "jugó un papel muy activo" en las discusiones que evitaron un fracaso de la Cumbre, según el embajador de Brasil para el clima, Sergio Serra.