Francia: la "marea del siglo" atrae a miles de curiosos
El Monte Saint-Michel, un imponente promontorio de granito en el centro de una bahía del noroeste francés, recibió hoy la llamada "marea del siglo", que elevó las aguas del Atlántico hasta dejar el pueblo medieval convertido en una isla sublime.
La marea creció el equivalente a un edificio de cuatro pisos de altura, con máximos anunciados de 14,6 metros, y ofreció una espectacular estampa de ese célebre enclave turístico.
Por primera vez en este milenio, sumergió completamente la pasarela que conecta la costa con el Monte Saint-Michel, clasificado como patrimonio de la humanidad por la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) desde 1979.
Se trata de un fenómeno que se repite en ciclos de unos 18 años y que deja completamente rodeado de agua el pueblo, una península con falsa apariencia de islote coronada por una abadía situada a 170 metros por encima del nivel del mar.
La llamada "marea del siglo", que no regresará hasta marzo de 2033, responde a la inusual alineación del Sol y la Luna, cuyas masas atraen excepcionalmente las aguas en la misma dirección, funcionando como una suerte de imanes sobre los mares.
El punto álgido de la crecida estaba fijado a las 20.03 hora local del sábado (16.03, de Uruguay), con un coeficiente de 119 en una escala de 120 puntos, según el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Marina (SHOM).
El espectáculo marino y geográfico atrajo a la región a decenas de miles de curiosos, que se acercaron en la hora señalada a disfrutar del baile de aguas marinas. Solo en la cercana Saint-Malo se contaron 20.000 personas, según la delegación del Gobierno.
La jornada dejó también una nota trágica con la muerte de dos hombres en el litoral cercano a Ile Grande y Rocher de Saint-Nicolas, aparentemente engullidos por las mareas en un día de poco viento y oleaje tranquilo.
"Esperaba una mar más brava, con olas de 14 metros, como nos habían dicho en la televisión", declaraba decepcionada al diario "Ouest-France" Joëlle, una vecina de Troyes que había recorrido más de 500 kilómetros para ver el mar. Javier Albisu/EFE