Afirman que los indígenas son las primeras víctimas del cambio climático
La lucha de los pueblos originarios por sus derechos y por su medioambiente debería ser tomada más en serio por la comunidad internacional, dice experto, ya que aportaría medidas para frenar el cambio climático.
"Sólo después de que el último árbol sea cortado, sólo después de que el último río haya sido envenenado, sólo después de que el último pez haya sido atrapado, sólo entonces nos daremos cuenta de que no nos podemos comer el dinero". Esta famosa frase atribuida a los indios Cree de América del Norte puede ser apócrifa, pero se vuelve cada vez más real. En todo el planeta, cerca de 450 millones de personas pertenecientes a 5.000 pueblos indígenas están siendo afectadas por el cambio climático producido por la industria del carbón, del petróleo y del gas, entre otras. Ese fenómeno está terminando poco a poco con el aire puro y el agua potable en nuestro planeta, además de provocar catástrofes naturales de las que son víctimas millones de personas.
Muchos líderes indígenas se han convertido en activistas para defender su medioambiente, que es también el nuestro. Debido a eso, muchas veces arriesgan sus vidas. Según la ONG Global Witness en un informe de 2015, dos personas mueren por semana por rebelarse ante la destrucción del ecosistema. En 2014 fueron asesinados 116 activistas, y un 40 por ciento de ellos eran indígenas. Pero los asesinatos no registrados pueden aumentar esa cifra. A menudo las víctimas desaparecen y nunca más se las vuelve a encontrar. La lucha por la supervivencia de los pueblos originarios está enlazada a la protección del medioambiente y a la defensa de los derechos humanos más elementales.
Deutsche Welle habló sobre la situación de los pueblos originarios de América Latina con Ulrich Delius, director de la Sociedad para los Pueblos Amenazados (Gesellschaft für Bedrohte Völker, GfbV).
Deutsche Welle: ¿En qué medida está ligado el peligro que corren los pueblos indígenas en América Latina con la destrucción del medioambiente?
Ulrich Delius: Hay un claro nexo entre ambos fenómenos, ya que la relación de los indígenas con su tierra es muy importante para poder pescar, cazar y cultivar sus alimentos. Si esas tierras se ven amenazadas por el cambio climático, como sucede en toda América Latina, eso tiene consecuencias directas sobre la forma de vida de esos pueblos. Muchos ríos ya no tienen caudal de agua, o están totalmente contaminados, como sucede cada vez más, por ejemplo, en la Amazonía,y en otros ya casi no hay peces. Eso hace que su forma tradicional de vida se vea afectada, ya que depende en gran medida de su medioambiente. Esos pueblos indígenas pierden así su fundamento vital.
Muchos líderes indígenas son también activistas que luchan por el medioambiente porque tratan, justamente, de preservar su ecosistema. Ese fenómeno se ve en muchos países latinoamericanos. ¿Cómo se los trata?
Lo que constatamos en muchos países de América Latina es que a los activistas indígenas que trabajan para que se reconozcan sus derechos, y para proteger sus tierras y el medioambiente son amedrentados, perseguidos, encarcelados ilegalmente y, sobre todo, se los asesina. Ya sea en Honduras, Brasil o en cualquier otro país latinoamericano. Los ataques son perpetrados por las fuerzas de seguridad y por el Ejército. Eso tiene consecuencias graves para las comunidades. El objetivo de esos ataques es que los indígenas tengan miedo de luchar por sus derechos en conflictos con las grandes empresas que invierten capital en esos países, o con latifundistas.
Por otro lado, algunos representantes de la industria e incluso algunos medios aseguran que grupos indígenas intentan apropiarse en forma ilegal y, en parte, por medio de la violencia, de territorios que afirman que han pertenecido a sus antepasados.
Es una discusión muy amplia. Los representantes de los grupos indígenas dicen ser los dueños de esos territorios, y que esas empresas o gobiernos los ocuparon sin respetar sus derechos. Es una situación muy delicada, ya que muchas comunidades originarias no reconocen el derecho de los países donde viven, aduciendo que esas leyes fueron justamente las que los sometieron a la esclavitud, y por las cuales perdieron sus tierras, y que ahora además los criminalizan por intentar recuperarlas y proteger su medio de vida. "Son sus leyes; no las nuestras";, piensan muchos de ellos. La cuestión de la ilegalidad depende del punto de vista desde dónde se la mire. Ocupación de tierras y otras medidas violentas son intentos de los indígenas de llamar la atención sobre esos conflictos. Y para que se los escuche, muchas veces solo pueden usar métodos ilegales, eso es lo trágico del asunto.
El otro lado de la medalla es la pregunta sobre cuál es exactamente el objetivo de los indígenas: ¿Quieren recuperar el derecho sobre sus tierras? ¿De qué modo vivirían si lo lograran? ¿Quieren integrarse a la sociedad en que viven? ¿O quieren instaurar sus propios Estados?
Es una cuestión muy compleja. Por un lado, muchos pueblos originarios en América Latina se enfrentan con la realidad de que se han convertido en una minoría que había sido desplazada, en primera instancia, a zonas que parecían no tener relevancia económica, pero que más tarde resultaron ser de interés para inversionistas. Es decir, que ahora también se los desplaza de esos territorios, con el beneplácito del gobierno y de la mayoría de la sociedad. Los indígenas creen que, a pesar de ser una minoría, tienen derecho a una perspectiva digna de vida en el país, a que se respeten también sus derechos y tradiciones. La integración no debe convertirse en asimilación, en el sometimiento a la cultura de la mayoría. Tenemos que diferenciar de qué estamos hablando. ¿Se trata de la supervivencia únicamente? ¿O también de preservar las condiciones de vida como grupo étnico? Ese es el gran problema que enfrentan muchos grupos originarios en América Latina, que quieren que se los reconozca como minoría que necesita un espacio vital para desarrollarse como son, y eso incluye el manejo de los recursos.
Son muy pocos los pueblos indígenas latinoamericanos que muestran una tendencia a querer establecer un Estado propio. La mayoría de ellos reconocen al Estado del país en donde viven y tratan de hacer uso de su derecho a la participación. Pero justamente esos derechos les son arrebatados, por ejemplo, cuando se planean proyectos empresarios en sus tierras y no se les pregunta si están de acuerdo en la etapa de planeamiento, sino que se los enfrenta con decisiones ya tomadas que obstaculizan que puedan seguir con su vida y planificar su futuro.
¿Cuáles son, según usted, los pueblos indígenas que corren actualmente mayor peligro?
Eso depende de dónde se ponga el acento. Hay comunidades que están sufriendo la pérdida de su cultura originaria. Pero hay otras que sufren grave peligro de vida: se trata de pequeños grupos de hasta 100 personas, especialmente en Brasil, que no tienen contacto con el mundo exterior y se ven amenazadas de muerte si entran en contacto con virus que para el resto de la sociedad no son mortales.
Diversos pueblos originarios en Brasil tienen la impresión de que ha llegado el final de los tiempos debido a las medidas del gobierno de Michel Temer, que planea la explotación económica e industrial total y la cesión de sus territorios para proyectos empresarios. En todas partes se les quitan los derechos que con mucho esfuerzo habían obtenido. El gobierno de Temer da marcha atrás en muchos derechos que se había reconocido a los indígenas, y la situación está cada vez peor. Se trata de proyectos, sobre todo, en el norte de la Amazonía, donde hay comunidades enteras que corren peligro de ser expulsadas de regiones declaradas como zona industrial.
¿Qué podrían hacer los gobiernos y también las organizaciones no gubernamentales para que se respeten los derechos de los pueblos originarios?
Hace diez años, el 13 de septiembre de 2007, se aprobó la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los Pueblos Indígenas. Ese fue un primer paso importante. Pero observamos que son minoría los Estados que se ocupan de que se cumpla verdaderamente lo que dicta esa resolución. Se trata de que esas normas se cumplan de manera concreta en la vida cotidiana, y no que se celebre un día al año la existencia de los pueblos indígenas. Los gobiernos tienen que tener en cuenta a los representantes indígenas en la planificación de sus medidas, como actores activos en la política. Todos esos pueblos tienen diferentes ideas sobre la planificación del futuro y esas ideas son, la mayoría de las veces, realizables.
En noviembre se celebra en Bonn la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático COP23. ¿Qué importancia tiene la participación activa en política de los representantes indígenas con respecto a un acuerdo sobre medidas reales para frenar el cambio climático?
El cambio climático es, en principio, la mayor amenaza para la supervivencia de los pueblos indígenas, y la responsabilidad más grande de que ese cambio siga avanzando recae en los países ricos y en los emergentes. Estamos viendo ese fenómeno en todos los continentes. Los indígenas y las minorías étnicas son los primeros en sufrir las consecuencias y efectos del calentamiento global, ya que son los que dependen en mayor parte de los recursos naturales. Se trata de que la comunidad internacional debe tomar más en serio el sufrimiento de esas comunidades y desarrollar medidas para aliviar ese sufrimiento. ¿Cómo se pueden proteger mejor los bosques?Cómo lograr que se apliquen consecuentemente las leyes nacionales sin que sean solo maquillaje ni solo palabras que se pueden violar debido a que las autoridades locales corruptas trabajan en conjunto con el crimen organizado y las mafias? En cuanto a la COP23 en Bonn, invitaremos a una delegación de representantes de pueblos originarios de Brasil para que puedan alzar su voz junto a la de los gobiernos y otras organizaciones.DW
Entrevista: Cristina Papaleo (ERS)