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La Revolución del Centro

Bases programáticas del Partido Colorado para un cambio hacia la modernidad

¿Cómo se ubica el Uruguay en el nuevo mundo globalizado, generado por una fenomenal revolución científica y tecnológica? ¿Cuál es su futuro? ¿Qué profundidad, oportunidades o limitaciones muestra el proceso de integración en el MERCOSUR? ¿Qué caminos debemos seguir para que se preserve la histórica trama social creada por el Batllismo y asentada en esas vastas clases medias todavía golpeadas por la crisis del 2002?
¿Cómo conciliar esta sentida aspiración social con un mundo de competencia en que la búsqueda de la eficiencia comercial se instala no solamente en las viejas economías capitalistas sino, obsesivamente, en espacios como China, hoy resonantes en el escenario internacional? Después de la crisis del 2002 ¿como consolidamos la actual reactivación económica? ¿Es posible recuperar rápidamente los niveles sociales que habíamos alcanzado hasta el año 2000?

A estas grandes preguntas responde este programa, trazando los rumbos para que el Uruguay armonice su estabilidad institucional y equilibrio social con una economía vigorosa y dinámica adaptada a nuestro tiempo.

La magnitud de esas interrogantes, producto de los revolucionarios cambios ocurridos en el mundo, nos exige también, en los hechos, una verdadera revolución, que comienza en nuestras propias mentalidades. No llegamos, entonces, a este programa, como fórmula de compromiso pre-electoral. Es el resultado de una larga elaboración que diversos sectores del Partido Colorado realizaron en los últimos años y que ahora sintetizan en este documento, resumen de su visión.

- Partimos de la base que todo proyecto de futuro debe tener la amplitud de ideas propia de la revolución científica y tecnológica que vivimos. Pretender reducir esa complejísima realidad, proyectada al Uruguay del Siglo XXI, en la dicotomía falsa de derecha e izquierda, sería incurrir en algo que si antes de la caída del Muro de Berlín podía ser un error, ahora se transformaría en verdadera impostura intelectual. Desgraciadamente, en el debate uruguayo aún reaparece ese fantasma anacrónico, pretendiendo el monopolio del bien para una presunta sensibilidad de izquierda que estaría luchando contra una derecha monolítica, abroquelada detrás de un mercado devenido ideología, que en el Uruguay no existe ni en la práctica ni en la teoría (salvo excepcionales planteos académicos).

Esta falsa oposición nace del derrumbe del llamado "socialismo real" dejando a la izquierda histórica sin utopía. La esperanza de una sociedad en que los seres humanos pudieran ser "verdaderamente libres", sin la "esclavitud" del empleo privado, se desvaneció. Y hasta se vió obligada a ignorar los crímenes de esos regímenes, el pauperismo en que se encontraban los países de Europa del Este y como no podía explicar la pérdida absoluta de libertades, se encerró en un debate solamente crítico de la economía de mercado y del proceso globalizador que trajo la revolución tecnológica.

En Europa ya los movimientos socialistas habían cambiado ideológicamente hacía mucho tiempo, transitando hacia lo que Tony Blair llamó "tercera vía", una concepción análoga a la que el Batllismo definió en el Uruguay desde principios de siglo." En nuestro país, sin embargo, hubo - y hay- quienes siguieron apegados al mismo lenguaje anacrónico, luchando contra la "economía capitalista", contra la "cultura burguesa" y ahora - nuevo monstruo a demonizar- "el modelo económico neo liberal", que consistiría en una propuesta de Estado mínimo, con un desmantelamiento de la estructura social del Estado.

En un Uruguay, donde el gasto público es 30% del total de la actividad económica y el gasto público social es el 68% del presupuesto general, resulta ridículo discutir sobre el tema: para cualquier economista objetivo nuestro Estado es lo que en la doctrina política se llama Estado Benefactor o Estado de Bienestar; lo que, en los términos políticos, europeos, se considera una organización social-democrática y en el lenguaje estadounidense una estructura "liberal".

La historia, la realidad de la vida, dejó a esa vieja "izquierda" vaciada de contenido y enfrentada a un cruel dilema que la historia latinoamericana ha desnudado. Como dice Dahrendorf, "la izquierda pierde cuando resulta vencedora y, por el contrario, únicamente gana cuando no vence". Es lo que observamos en un Uruguay donde el Frente Amplio creció en la oposición sistemática a todo gobierno y comienza a perder coherencia y seriedad cuando debe ahora definirse frente a los fenómenos financieros y económicos de este mundo que tanto ha cambiado y que sus dirigentes siguen mirando desde la utopía revolucionaria de una Cuba devenida congelado totalitarismo. Lo que antes era una izquierda asentada en una visión teórica, precisamente al caer esa teoría, se transmuta en un populismo oportunista que sostiene posiciones contradictorias entre sí y que, además, va cambiando según las conveniencias momentáneas.

- En ese contexto, el Batllismo emerge de nuevo con todo el valor de su anticipación histórica y de su vigencia contemporánea.

- Ante todo, recordemos y reafirmemos que la tradición de libertad y humanismo del Partido Colorado ha impregnado la evolución del país, configurándolo en sus instituciones fundamentales. No pretendemos el monopolio de la construcción de las libertades, pero nadie ha gobernado más en Uruguay e impreso como consecuencia esa filosofía que desde los bancos de la escuela nos ha formado en la idea de que mujeres u hombres, ricos o pobres, creyentes o no, cualquiera sea nuestra raza, todos somos iguales ante la ley y titulares de idénticos derechos y obligaciones. Esto nos ha distinguido tradicionalmente de quienes han pensado que en nombre de la justicia social podían sacrificarse libertades y garantías públicas, como pasó en todos los regímenes socialistas, que nacieron sobre la idea de que la sociedad se movía dialécticamente por la lucha de clases y solo mediante la dictadura del proletariado podía construirse una sociedad diferente.

Se podrá decir que hoy quienes se proclaman progresistas no postulan ya esa revolución, pero está claro también que quienes emplearon la violencia revolucionaria no han renegado de ella, al tiempo que siguen interpretando el mundo desde la justificación de la acción de los grupos insurgentes que, como la ETA en España, o las FARC en Colombia, mantienen viva esa tradición antidemocrática.

- Del mismo modo, el espíritu de solidaridad que impregna al Estado uruguayo es un resultado del Batllismo y no de las concepciones socialistas que también lo proclamaron. Estas lo hicieron a partir de la lucha de clases y el resentimiento, mientras que el Uruguay realizó esas grandes reformas en paz social mediante la conciliación entre capital y trabajo. El Batllismo ha sido históricamente reformismo, cambio gradual y permanente. Justamente el 2002, con su tremenda crisis, mostró la expresión del valor de esa red de protección social creada por el Batllismo, que le permitió al Uruguay afrontar la caída económica sin la explosión social que vivieron otros países. Pasadas las utopías, ese reformismo pasa a ser la única modalidad realmente revolucionaria, el únicocamino efectivo hacia el cambio.

- Esta tradición de libertad y solidaridad configura el núcleo central , el alma misma del Partido Colorado. Nunca hemos aceptado que en nombre de la justicia se sacrificaran libertades ni que invocando la libertad el Estado se desligara de la protección a los más débiles. Por eso mostramos con orgullo que todos los exámenes internacionales siguen mostrando, aún en crisis, que el Uruguay es el país latinoamericano con mejor distribución de su ingreso.

Por eso no aceptamos el reduccionismo que pretende etiquetar entre izquierda y derecha cuando la historia nos ha llevado a configurar una gran República del Centro, conciliadora y garantista.

Podrán otros partidos reivindicar propósito análogo, pero mientras unos no pueden mostrar su accionar social, otros están impedidos de reivindicar su tradición de garantía al ciudadano, al funcionario publico, al capital privado, al trabajador. En el terreno sin límites de la oferta demagógica todo puede alegarse, y a veces -desgraciadamente- se formula.

Pero demagogia no es solidaridad y mucho menos garantía. La solidaridad comienza en un Estado económicamente equilibrado y una economía dinámica, que puedan financiar las tareas educativas y de bienestar social. La garantía a las libertades no se ofrece cuando se es tolerante ante la asonada, la protesta violenta o el terrorismo material o verbal. La revolución del centro comienza justamente cuando se asumen estas verdades.

El programa que aquí se desarrolla, traduce su visión de cambio en una concepción general, que específicamente se traduce en lo práctico en algunas grandes líneas:

1) Para imaginar cualquier desarrollo social el país debe crecer y es posible hacerlo a un 4% anual acumulativo en los próximos años, atrayendo un ritmo acorde de inversión.

2) Solo con un crecimiento así podremos generar un empleo que ofrezca 150 mil puestos en los próximos 5 años, que sumados a los 100 mil recuperados luego de la crisis, lleven la tasa de desocupación a su mínimo histórico.

3) La batalla contra la pobreza comienza en el empleo pero sigue en la educación, en la atención sanitaria, en la vivienda y se puede dar para que en estos próximos 5 años retornemos al 15% que ya habíamos alcanzado en el 2000 y podamos aún disminuirlo.

4) La lucha contra la exclusión social pasa por la segunda etapa de la reforma educativa: triplicar las escuelas de tiempo completo (de 99 a 318), universalizar las preescolares desde los 3 años, mejor formación técnica, más informática, más idiomas.

5) El país va a crecer con su economía tradicional agro-industrial modernizada pero con un fuerte añadido de la nueva economía, que son las tecnologías, la logística y las modalidades renovadas del comercio, que hoy son el mayor generador de empleo. El país de la producción crece a partir de la conquista del mercado, razón por la cual es
insoslayable el no siempre comprendido rol del comercio.

6) La nueva estructura tributaria debe simplificar pero además estimular la inversión y el empleo. Hay que gravar el capital improductivo pero estimular la ganancia, asociando el Estado al éxito. Por eso nos oponemos al Impuesto a la Renta Personal, impuesto al
trabajo que terminará siendo un nuevo impuesto a los sueldos, desalentador de los uruguayos que hoy buscan nuevos caminos.

7) La red de protección social del país deberá ser fortalecida para poder hacer frente, con los mismos niveles de éxito que hasta el presente, a los nuevos desafíos de la realidad social.

8) El ciudadano uruguayo sabe que el Uruguay posee una situación de seguridad superior a sus vecinos, pero aspira a mejorarla. Ello requiere una policía cada día mejor equipada y entrenada, una legislación que debe adaptarse a las modalidades delictivas
contemporáneas y una justicia intérprete de ese nuevo espíritu, que priorice la protección de los derechos de la sociedad toda, de sus mayorías trabajadoras, de su ciudadano común.

-- El Partido Colorado no ubica su posición ante el país en función de perfiles electoralistas o posicionamientos publicitarios. Como siempre en la historia, se hace cargo de sus responsabilidades y reivindica su ya demostrada capacidad de hacer. No competimos con unos en ser más privatistas ni con otros en ser más solidaristas, porque sabemos desde siempre que solo la inversión privada generará la dinámica imprescindible de la economía y que solo un Estado garante de los equilibrios sociales se hará cargo de los más necesitados. Los tiempos nos han impuesto a todos, cambios sustantivos. Los batllistas construimos este Estado, lo hemos estado reformando pero hay que encaminarse hacia un gran cambio, que preserve su base solidaria pero al mismo tiempo atribuya mayor margen al impulso privado.

-- Nadie puede ignorar el daño social que produjo la crisis económica del 2002. ¿Quién puede desconocer la duplicación de la pobreza? ¿Quién puede ignorar la caída real de los ingresos? Al mismo tiempo, debe reconocerse, sin embargo, que la salida de la crisis económica comienza a revertir esa situación y que sólo si la consolidamos podremos realmente seguir restañando aquellas heridas. El Partido Colorado puede decir que si la población debajo de la línea de pobreza era en 1985, cuando asumió el gobierno luego de la dictadura, el 46% de la población y que en el 2000 era solo un 15%, ya probó en los hechos su capacidad para enfrentar una situación de retroceso social. Que la crisis del 2002 aumentó la población en situación de riesgo social, no hay duda, pero tampoco la hay que ella está reduciéndose al registrarse más empleo, y que en la perspectiva del futuro inmediato nadie puede ofrecer más garantía que aquellos que ya hemos demostrado la eficacia de nuestras políticas sociales y la posibilidad de alentar el crecimiento económico que las sustenta.

-- Nos proponemos una revolución pacífica. Sin violencia ni extremismos. Sin visiones microscópicas del Estado basadas en una ideología religiosa del mercado. Pero a la vez sin la visión nostálgica de retornar a un Estado paternalista que hoy ya no es posible en el mundo de la competencia. La retórica llamada progresista es ilusión falsa y retorno al fracasado populismo, de la mano de corporativismos, sindicales o económicos, nucleados en torno a intereses estrictamente parciales. La actitud neo liberal o neo conservadora, o como quiera llamársele, universalmente se repliega (aún en los organismos internacionales) después que su embestida contra el Estado produjo algunas reformas válidas pero no fue adecuada para mejorar el equilibrio de la sociedad. Comienza a recorrer el mundo una nueva rebelión. La rebelión de los sensatos. La rebelión de los del medio. En fin, la revolución mental de la gente sin prejuicios que quiere garantías sociales pero tiene claro que ellas solo pueden darse incorporadas a esta economía global. Si China puede decir que es una "economía socialista de mercado", al impulso de las empresas multinacionales, ¿cómo nosotros, batllistas, pioneros a principios del siglo XX del necesario cambio, no nos vamos a sentir también vanguardia de este siglo XXI? La oposición Estado-Mercado se murió. La planificación central fracasó. La batalla socialismo-democracia la ganó ésta. No hay nada más revolucionario que la democracia. No hay nada más audaz que luchar por llegar a los escalones más altos del desarrollo contemporáneo. Y esta es obra de la sensatez y no de la irresponsabilidad, del aterrizaje inteligente a la realidad, de la sensibilidad social que se nutre de una visión espiritualista de la vida pero sabe que se necesita generar riqueza para atender las necesidades materiales del ser humano.

(Remitido a En Perspectiva por el equipo de campaña de la candidatura Stirling)