Un llamado al país, a sus instituciones, a los actores políticos y al gobierno (Comunicado del Consejo de Iglesias Cristianas del Uruguay)
Las Iglesias que constituimos el Consejo de Iglesias Cristianas del Uruguay (CICU) vemos con suma preocupación el deterioro de las condiciones de vivencia en nuestro país.
No es necesario acumular datos estadísticos para comprobar una realidad que vemos a diario en nuestros barrios, en los semáforos, en el colapso de las instituciones de contención y servicio, en los hurgadores de la basura de nuestras casas.
Hemos llegado a tener dos generaciones que viven de la mendicidad. El suicidio silencioso de los adultos por el colapso económico ya no es solo de ellos sino que también toca a adolescentes y niños. La migración no cesa y se vuelve el camino alternativo, especialmente los jóvenes que no tienen esperanza dentro de nuestras fronteras.
Estas menciones y otras más, son sólo la punta de un "iceberg" que nos refiere a lo que hay por debajo y que no es tan visible. La destrucción del tejido social. La fragmentación de la familia. La pérdida de valores. El deterioro que la desnutrición produce en los niños y niñas del país y que no es recuperable.
Los cambios de comportamiento en las relaciones humanas que no serán fáciles de revertir. Del temor, secuela de la violencia que pervirtió formas simples de la convivencia ciudadana.
La proyección hacia el futuro perfila un país que tendremos dificultades en reconocer. No es solo un problema económico. Tampoco de habilidad en el malabarismo de cifras o recursos. Es mas profundo. Lo que vemos a diario es muy preocupante.
Impulsados por el llamado ineludible del Evangelio, como Iglesias, hacemos esfuerzos que alivian la emergencia. Con comedores, alimentos, atención a los más vulnerables, los niños, los enfermos. Pero este esfuerzo no es suficiente, es frágil y se hace con recursos limitados.
Hay situaciones que, quizás, ya no se puedan modificar pero hay otras en las que todavía hay tiempo para corregir su curso.
Llamamos a nuestra propia responsabilidad pero también a las instituciones pertinentes, a los políticos y al Gobierno a dar pasos, sin demora, para juntos buscar salidas posibles. No debemos esperar los resultados del proceso electoral sino empezar ya coparticipando sin exclusiones.
Llamamos a recuperar la capacidad de indignación por lo que pasa. Las muertes por desnutrición, por la incapacidad de atención médica o por la violencia social se transforman en un número y dejan de conmovernos. Una vida, cualquier vida, aún en la fragilidad de sus diferencias, sus inicios o de su término, es preciosa e irremplazable a los ojos de Dios y debería serlo a los ojos de todos los que habitamos este país.
Llamamos a no hacer del pobre y la pobreza objetos de campaña política. El pobre es un ser humano y por lo tanto un ser con dignidad, con derechos civiles que deben ser respetados y tomados en cuenta. Son personas que tienen en sí la fuerza para ser considerados copartícipes de los cambios.
Llamamos al Gobierno Nacional y a los Partidos Políticos, a tomar la iniciativa de encontrar otros caminos, mas allá del crecimiento económico y de cambios presupuestarios, para recuperar lo trascendente de lo humano y convocar a todos a reconstruir una sociedad más humana, justa, donde todos y todas tengan acceso a sus derechos naturales como personas.
Iglesia Evangélica Luterana
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