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El Partido Colorado y los cargos en los Entes Autónomos

Por Ope Pasquet

En estos días de mediados de febrero se está dilucidando la cuestión de si habrá un acuerdo general entre el gobierno electo y los partidos tradicionales, en materia de política económica, relaciones internacionales y educación. Si el acuerdo se logra, los partidos tradicionales podrán integrar los directorios de los Entes Autónomos y Servicios Descentralizados; y si no, no. En esos términos claros y sencillos planteó el asunto el Dr. Tabaré Vázquez, quien parafraseando a algún general de la dictadura se dio el lujo de decir que el ganador es el que pone las condiciones.

Desde el punto de vista de lo que debería ser la función de los partidos minoritarios en los directorios de las empresas públicas y la ANEP, la exigencia del gobierno electo no se entiende. La tarea de las minorías es controlar a la mayoría, y para controlar no se necesita estar de acuerdo; en rigor, es preferible no estarlo. Por otra parte, los acuerdos sobre generalidades –que de eso se trata- normalmente duran poco y sirven para poco; basta que aparezcan los problemas concretos o que surjan hechos nuevos para que afloren las discrepancias. Y en ese caso, ¿qué se piensa hacer? ¿Pedirle la renuncia a los discrepantes? No creemos que nadie esté pensando seriamente en algo así.

Mirado en abstracto, todo el planteo es inconsistente y no se ve por qué unos lo formulan y otros lo aceptan. Pero si se tienen en cuenta los antecedentes políticos pertinentes, el asunto se aclara.

En las elecciones de 1994 el Frente Amplio obtuvo aproximadamente el 30% de los votos. Sin embargo, el gobierno presidido por el Dr. Julio María Sanguinetti que se inició el 1° de marzo de 1995 no designó a representantes de aquella "fuerza política" en los directorios de los entes y servicios. Todos los cargos se distribuyeron entre colorados y blancos.

En 1999 el Frente obtuvo el 40% de los votos y pasó a ser "la primer fuerza política", como dijo el Dr. Vázquez. Sin embargo, bajo la presidencia del Dr. Batlle no le fue mejor que en el período anterior, en materia de participación en los entes y servicios. El Frente quedó afuera, por no integrar la coalición de gobierno conformada por  blancos y colorados.

A la luz de estos datos se entiende bien la situación actual. El Frente no le reclama a los partidos tradicionales nada más de lo que los partidos tradicionales le reclamaron a él: coincidencia con las orientaciones generales del gobierno, como presupuesto habilitante para ocupar cargos en la administración descentralizada. Aún así queda muy bien frente a la opinión pública, ya que parece dispuesto a dar lo mismo que le negaron.

Los partidos tradicionales, por su parte, no pueden plantarse frente al gobierno electo y decirle que el título que los habilita a participar en la administración autónoma es su calidad de representantes de sendas partes de la ciudadanía, y no el hecho de que suscriban un acuerdo sobre generalidades. No pueden hacerlo, porque cuando ellos constituyeron el gobierno no aceptaron ese título, que el Frente Amplio podía por cierto exhibir. Por eso, si los partidos tradicionales quieren integrar los directorios de los entes y servicios, tienen que tragarse lo de que "el ganador es el que pone las condiciones", y acordar.

Yendo ahora al Partido Colorado, la cuestión es: ¿le conviene a nuestra colectividad designar cuatro o cinco directores –difícilmente sean más- en esos directorios?

Es notorio que el Foro Batllista, la Lista 15 y la Unión Colorada y Batllista responden afirmativamente a esa pregunta. Sostienen que sólo teniendo participación en los directorios podrá obtenerse la información necesaria para controlar eficazmente la gestión del gobierno, y defender en la nueva  circunstancia política los valores y principios que los colorados hemos defendido siempre.

Los integrantes de Batllismo Abierto vemos las cosas de otra manera. Partimos de una realidad insoslayable: el Partido Colorado está desprestigiado a los ojos de la opinión pública. Por eso en octubre del año pasado el histórico "partido de gobierno" sufrió un "tsunami" electoral que a punto estuvo de borrarlo  del mapa. De lo que se trata, entonces, es de recuperar la confianza  del pueblo; lo demás vendrá por añadidura, cuando tenga que venir.

La confianza se gana actuando con coherencia, o mejor aún, con integridad: el mismo criterio que aplicamos a otros, debemos aplicárnoslo a nosotros mismos. Si le negamos al Frente Amplio la participación en los entes y servicios cuando ellos representaban el 30% y aún el 40% del electorado, es claro que nosotros, con el 10%, no podemos pedir ni aceptar esa participación.

No se trata de tomar distancia de un gobierno que ni siquiera asumió sus funciones, y al que todos los uruguayos debemos desearle éxito; se trata de acercarse de nuevo a la gente, a la que seguramente le gustará ver que todos los colorados dejan los despachos y se bajan de los autos oficiales. Los mismos colorados de a pie se sentirán reconfortados si, en la hora de la derrota, los dirigentes bajan al llano y corren su misma suerte. Compartir la adversidad fortalece el vínculo que une a los miembros de un partido político. En cambio, los cargos -y sus accesorios- que se reparten entre unos pocos serán otras tantas manzanas de la discordia en la mesa de sectores y agrupaciones.

No negamos la utilidad de los cargos de dirección para obtener información, pero nos parecen de más peso político los argumentos que estamos formulando.

Admitimos, sí, una excepción, en el caso del CODICEN de la ANEP. A este respecto nos convenció el razonamiento de la mayoría partidaria. En el órgano rector de la educación, el Partido Colorado no sólo no pretendió tener la mayoría en ninguno de los tres gobiernos que encabezó desde la restauración democrática –hubo siempre dos consejeros colorados y dos blancos- sino que además dio participación a ciudadanos de notoria extracción frenteamplista en el quinto cargo del Consejo. Este antecedente nos habilita a reclamar el mismo trato en ese organismo, del mismo modo en que los otros antecedentes nos lo impiden en los demás.

Estamos convencidos de que los criterios que defendemos serían los mejor recibidos por la opinión pública. Después de haberla ignorado y contrariado durante tanto tiempo, parece llegado el momento de prestarle atención, lo cual hasta podría ser visto como una señal de humildad poco frecuente, por decirlo de algún modo, tratándose de nuestro partido.

Quizás sean más señales de ésas, precisamente, las que nos esté haciendo falta emitir, para convencer a la gente de que entendimos el mensaje del 31 de octubre.