Carta de un Oficial (R) del Ejército a Mauricio Rosencof: "¿No sería bueno que todos lleváramos una piedrita en el bolsillo para encontrar el camino?"
Montevideo, 9 de junio de 2005
Sr. Mauricio Rosencof
PRESENTE
Quien le escribe esta carta es un Coronel (R) que fue oficial en la década del 70. Esta precisión, en forma instintiva nos lleva a ubicarnos a usted ahí y a mí acá. Hoy es éste, nuestro Uruguay.
Hace tiempo lo escuché contar un hecho ocurrido durante su prisión en las unidades militares. Decía usted, que siendo el cumpleaños de su hija, una niña, recibió su visita. Como le estaba prohibido de hacerle un regalo como todo padre desea, se le ocurrió arrancar, con mucho sacrificio del muro de la celda, una piedrita que se le obsequió. Y le dijo a la chiquita que: "Cuando Pulgarcito iba por el bosque, para encontrar el camino de regreso, al principio lo señaló con miguitas de pan, pero las aves se la comían. Entonces marcó la senda con piedritas y así podría encontrar el camino. Continuó su relato diciéndole, que quedaban sólo 3 piedritas de las utilizadas por Pulgarcito, 2 estaban en un museo de París y la que usted le regalaba era la tercera. Terminaba su narración, expresando con evidente ternura, que su hija contaba que ella guardaba su piedrita para que el papá encontrara el camino.
Sr. Rosencof, su relato me emocionó muchísimo, aprecié su amor, en este caso por su hija, también la profundidad de su pensamiento, su capacidad para llegar al corazón de aquellos que lo escuchamos o han tomado contacto con sus obras.
El relato también me llevó a vivir de nuevo los años 70, y en un momento me pregunté: ¿Cómo un hombre con pensamientos tan profundos, sumamente sensible, con una demostrada capacidad para amar, llevó adelante una lucha armada, con todo el dolor, sangre y muerte que implicó? Y antes de buscar respuesta, hice algo, por lo que le pido disculpa por mi atrevimiento, consciente que no estoy a la altura de su nivel intelectual y sensibilidad, me comparé con usted. Ambos somos hombres maduros; pasamos situaciones parecidas; lloramos las muertes violentas de camaradas; vivimos situaciones hondamente traumáticas; en su momento empuñamos las armas en defensa de lo que consideramos era la felicidad de la sociedad; somos padres, quizás usted sea abuelo, yo lo soy y ambos amamos profundamente nuestras familias; me considero un hombre sensible, por supuesto, sin su capacidad para expresarlo. Agrego, no se usted, pero yo muchas veces me cuestioné situaciones que viví en el pasado.
Ante este razonamiento, la pregunta fue otra: ¿Qué pasó para que usted hoy esté ahí y yo acá? Muchas serán las respuestas, muchos los reproches, será casi imposible que nuestra generación llegue a un acuerdo. Pero creo que en esto coincidimos ambos; si yo tuviera confianza con usted le diría: "Ruso, ¿no te parece que sería bueno que todos lleváramos una piedrita en el bolsillo para encontrar el camino?".