"Un Herrerismo fuerte en un Partido Nacional unido"
Discurso de Luis A. Lacalle en la Asamblea Nacional del Herrerismo, el 17 de setiembre.
Hace más de veinte años que representamos en el ámbito nacional y partidario una corriente de opinión de perfiles claros, acción permanente y visión moderna del país. Nos sentimos continuadores de la gran tarea que durante cincuenta años llevara a cabo el Dr. Luis Alberto de Herrera y que dejara, en todos los ámbitos de actuación, tan clara marca.
Desde el retorno democrático hemos procurado encaminar nuestros pasos por el rumbo de los grandes intereses nacionales. Sintiéndonos y siendo gente de partido, nunca permitimos que la divisa nos tapara los ojos y siempre entendimos la tarea política como quehacer de sentido nacional, como la vía para el logro de mejores tiempos para nuestra nación.
Por ello es que, mirando hacia atrás, recordando todas y cada una de las circunstancias vividas, advertimos que hay una constante recta que no cambia o se dobla según sea la mayoría partidaria, las circunstancias nacionales. En cada una de esas etapas tenemos la tranquilidad de haber mantenido el tenor de nuestro discurso, la claridad de nuestras miras y la rectitud de nuestros procederes. Quizás porque nos sentíamos y sentimos seguros de nosotros mismos, porque no dependemos de nadie a la hora de pensar o de hacer, es que no se nos pueden reclamar deserciones ni vacilaciones.
Muchos se han empeñado en atraparnos en moldes preestablecidos que pretenden envasar y clasificar, etiquetar y marcar las corrientes políticas. Todos esos empeños han sido vanos. Se nos quiere ubicar en una hipotética "derecha", muchas veces se nos califica de "conservadores", no falta el inevitable encuadre dentro del liberalismo. Vano es el intento, inútil el afán clasificatorio. Como Wilson respondemos que no somos de derecha ni de izquierda que somos solo blancos.......
A la hora de ubicarnos tenemos claro que hay, en este mundo, un solo amor superior a todo para nosotros, el amor a la tierra en que hemos nacido, a la nación oriental. Por ella y para ella formamos en las filas del Partido que no en vano lleva el nombre de Nacional. A la hora de hacer, de "trasladar a los hechos lo que dicta, afiebrado, el pensamiento," obras son amores y allí están ellas marcando un quinquenio de acción gubernativa que nadie ha superado hasta ahora. Libertad y solidaridad son nuestros puntos de referencia.
Una libertad que entendemos en toda la amplitud del concepto, abarcante del señorío de la voluntad en lo político pero también incluyente de su correlativo ejercicio en la economía y demás actividades humanas. Una solidaridad que hizo real la más grande obra de justicia para los necesitados que recuerde el país. Somos lo que creemos y lo que hacemos...
Este Herrerismo nuestro es necesario para el Partido Nacional. Sin vanidad así lo sentimos, en la plenitud del respeto por los demás sectores de la colectividad común.
Custodios de las esencias partidarias, nunca hemos perdido de vista que nuestra misión desbordaba los limites de la divisa para convertirse en herramienta del bien común, siempre primero a la hora de las opciones.
Consideramos que solo la excelencia, su búsqueda y ejercicio, es el más noble motor de la acción cívica, la que ennoblece a quien la ejerce y al medio en que ella se practica. Por ello es que nunca el agravio ni la descalificación mancharon la gestión que reseñamos.
Hoy es preciso que reafirmemos esta manera de ser y de hacer, de ver y de creer. La unión que nos aprieta como línea de combate civil no debe de aflojarse. Sin perjuicio de los lucimientos personales y de las naturales aspiraciones, solo siendo todos, podremos aspirar a ser algo individualmente.
La autoridad que hoy se renueva nos ubica en el lugar de la máxima responsabilidad del sector. Mucho agradecemos a los compañeros esta nueva prueba de afecto y generosidad. Saben ellos, sabe el Partido y sabe el país que no defraudaremos en el cumplimiento del mandato recibido...
EL PARTIDO NACIONAL
Nuestra Colectividad vive un momento de singular trascendencia. A partir de la elección interna del año pasado puede exhibir una unidad sin fisuras, más allá de las corrientes internas. Todos los nacionalistas saben que esa condición es esencial para poder aspirar a las mayores responsabilidades políticas. Los ciudadanos solamente confiaran en un partido que demuestre capacidad de unión y coherencia porque ellas son condición indispensable para el eventual ejercicio de poder.
El año pasado el 35% de los uruguayos votaron por el Partido Nacional. Debemos analizar ese guarismo. No todos los que nos apoyaron son blancos ni pertenecen a nuestro partido. Lo hicieron porque éramos la alternativa al Frente Amplio. Debemos de conservar ese apoyo y aumentarlo.
Para ello es preciso mostrar un perfil definido y claro de alternativa al socialismo estatista que la coalición de izquierda representa. Asumir sin vacilaciones el papel que siempre tuvo nuestro partido en el horizonte nacional, centrado en el bien común sin afiliación a otras ideas que no sean las de la identidad nacional, la prosperidad de nuestra gente mediante el esfuerzo privado, un Estado eficaz en lo que debe hacer y una conciencia social que haga del empleo la gran herramienta de ayuda a los que la necesitan.
El país necesita del Partido Nacional, de lo que este puede aportar en momentos en que las políticas de gobierno han perdido el rumbo en materia internacional, comprometiendo la libertad de decidir en forma autónoma. Cuando el poder publico se ejerce a partir de estímulos sindicales y se fuerza la legalidad no vamos por buen rumbo.
El Partido Nacional puede y debe presentarse ante la opinión pública como una opción real y posible.
La conducción política debe fundarse en una noción cierta de la realidad nacional y una visión clara de un futuro posible.
En lo internacional nuestro país, repitámoslo, debe ser cliente de todos, amigo de muchos, aliado de quien convenga, parecido a algunos pero igual a ninguno. Libre y soberano para poder vivir en el mundo globalizado de hoy. Nacido en un entorno particular, debe de cultivar una independencia política total, sincera y fiera, que sea antesala de sus vínculos comerciales, económicos y culturales con el resto de la región y el mundo.
En lo nacional, en lo interno custodiar a cualquier precio la unidad nacional, basada en la concordia y el respeto por todas las ideas sin perjuicio de las diferencias democráticamente laudadas. Una sociedad solidaria, una sociedad de oportunidades en la que sea posible el premio de la prosperidad para quien la busque mediante el riesgo, el trabajo y el talento. Una sociedad que garantice el parejo acceso a las oportunidades y que no impida, por envidia ni complejos, que los mejores salgan adelante, arrastrando consigo a otros hacia la prosperidad. Una sociedad que no vea en el Estado un fin sino un medio y que lo haga fuerte y eficaz en lo que debe de hacer mejor y lo haga desaparecer donde sobra, molesta, impide, frena y perturba. En pocas palabras un Estado que sea aliado y no enemigo del bien común.
A la pregunta de sí es posible una sociedad más justa respondemos enfáticamente que sí, pero al costo de transformar las bases culturales de las que se parte en la manera de encarar la vida. Una sociedad justa, sí, pero a partir de que se reconozca y acepte que la riqueza debe primero ser generada antes que compartida, que no existe si no la creamos.
Para ello miles de ciudadanos anhelan un camino de esperanza razonable, de seriedad en el ejercicio de la autoridad pública, de sensatez, en el difícil oficio del poder. Desde el Partido Nacional la podemos ofrecer, la debemos ofrecer y la vamos a ofrecer.
EL GOBIERNO
El Uruguay vive una circunstancia histórica distinta y peculiar. La coalición que nos gobierna ha demostrado no ser más que eso: una coalición, pero de alcance meramente electoral. El acelerado deterioro de la misma en el ejercicio del poder a todos alarma y compromete el prestigio del país.
Los sectores más dogmáticos del Frente Amplio han logrado instaurar en la acción de los poderes públicos un exclusivismo radical que nada bueno presagia. La actitud del Presidente de la República de elegir un gobierno sin contralor de las minorías, es un retroceso de cien años en la historia nacional.
Las esperanza de cambio han quedado a la vera del camino y la improvisación y la ideologización ejercen su mala influencia.
Preciso es recordar que el gobierno actual, en virtud del claro mandato electoral recibido, tiene en sus manos la más grande concentración de poder de los últimos cuarenta años, con mayoría absoluta holgada en el Parlamento. Por lo tanto, si no hace obra trascendente es porque no sabe o porque no quiere.
Entre nosotros sobran los diagnósticos, diríamos que el Uruguay esta sobre diagnosticado. Lo que falta es una actitud de hacer, de ejercicio pleno del poder.
Dos son los temas que preocupan a la gente: la seguridad y el trabajo. Entendida la seguridad no solo como la protección ante el delito y la agresión, sino como un mínimo de certidumbre acerca del desarrollo futuro en lo que depende de que un gobierno envíe señales claras. Trabajo no solamente en cuanto empleo, sino en lo referente a la actividad económica que comienza por la inversión, continúa con la acción empresarial, culmina con más personas ocupadas.
Ni lo uno ni lo otro se han encarado correctamente.
La seguridad pública esta en peligro por las medidas relativas a los presos que auguran mayor delincuencia. La seguridad de inversión comprometida por señales contradictorias en derecho laboral, en actitudes internacionales y en otorgamiento de poderes extraordinarios al sindicalismo asociado al poder. En este panorama no aumentará la inversión ni el empleo. Cuando se recobren los niveles de actividad del 2001, mediante utilización plena de la capacidad instalada, no se adelantará más.
Tampoco en calidad de gobierno. La obsesión numérica en lo que tiene que ver con el gasto en educación, es un claro síntoma de este error. Más que en la cantidad de los recursos asignados, es preciso analizar la calidad del gasto, como se gasta para enseñar, que cosas hay que modificar en esta materia y en las demás actividades estatales.
Finalmente, algunas señales de alarma de mayor entidad. Amenazas a la libertad de enseñanza, calificando a la actividad privada en esta materia de peligrosa. Violación de la Constitución en lo referente a la reforma del agua. Enajenación de la independencia del país en materia de autonomía para aprobar el Tratado de Inversiones con EEUU.
Frente a este panorama el Partido Nacional se ubica en su conocida posición de fuerza positiva. Cuando fuimos gobierno el Frente Amplio solo procuró destruir, impedir, complicar, sin fijarse en lo que se ponía en juego. Sus socios sindicales no nos otorgaron ni una semana de tregua. Para mostrar las diferencias, porque así nos lo dicta nuestro sentido de Patria, no devolveremos mal con mal. De nuestras filas saldrán apoyos cuando el gobierno los merezca, sugerencias siempre que tengamos una mejor solución para los problemas. Somos libres e independientes en nuestras posiciones. Nos rige la meta del bien común, al que sobradas pruebas hemos dado de servir.
En conclusión, tenemos claro el rumbo y firme la voluntad. Aceptamos los nuevos desafíos con la misma ilusión que los anteriores, seguros de que con el apoyo de ustedes no hay meta que no podamos alcanzar. No es hora de crepúsculos, sino de auroras...