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Intervención del senador Eleuterio Fernández Huidobro en la sesión del Senado que aprobó el Tratado de Protección de Inversiones con Estados Unidos

"SEÑOR FERNÁNDEZ HUIDOBRO.- Señor Presidente: no pensaba hablar en esta sesión, más allá de la fundamentación de mi voto afirmativo al Tratado. Pensaba decir que para mí no es una cuestión de principios ni tampoco tenía una relevancia demasiado grande desde el punto de vista estratégico. Además, para mí, la unidad de mi fuerza política tampoco es una cuestión de principios, pero sí tiene una gran relevancia estratégica.

No obstante, acontecimientos que aquí se produjeron –para mí más importantes que el Tratado- y la intervención del señor senador Heber, me obligan a hablar. La intervención del señor senador Heber me obliga a hablar y a cometer, no sé si el atrevimiento –en otro caso sería de mal gusto- de leer la nota que mañana pensaba  publicar en "La República". Quiero dejar constancia que más o menos al mediodía estaba en manos del diario "La República", mucho antes que empezara esta reunión. De modo que yo no plagié al señor senador Heber. En realidad, creo que él me plagió a mí sin haber leído la nota. Nos hemos adivinado el pensamiento, lo cual hace a uno pensar  qué cosa mala estará haciendo. Pero si mañana saliera esta nota en el diario "La República" creo que se diría de mí que copié  lo que dijo el señor senador Heber. Entonces, señor Presidente, no tengo más remedio  que leerla; estoy entre la espada y la pared porque de otro modo tendría que hacer una denuncia no sé dónde para dejar la debida constancia. Por lo tanto, abuso de la posibilidad que me brinda ser senador y estar en el Senado –como dicen los ciclistas- para leerlo. Voy a sacarle los ripios literarios que, en realidad, son los mejores.

Entre otras cosas, allí se señala: "Si hablamos de estrategia nos referimos a saber cómo ‘pararse’ ante el mundo, la región y el país en los próximos veinte años (por poner una cifra). Es asunto para nietos. Si algo faltaba para confirmar esa necesidad, llegó el triunfo de Morales en Bolivia. Pocas horas antes, en sus dos enormes aviones llegó también, con una nutrida delegación, uno de los nueve miembros del Politburó del Partido Comunista Chino y a la vez encargado en el Gobierno de la Seguridad de China. Uno de los nueve hombres más poderosos del planeta (que dicho sea de paso visitó solamente Uruguay y Cuba). Y pocas horas después regresaron de Hong Kong, con sus análisis e impresiones, los compañeros que participaron de la reunión de la Organización Mundial del Comercio (el lugar donde se libran las verdaderas grandes batallas del mundo actual).
Para dar respuesta a cualquiera de esos tres ‘asuntos’ (apenas tres) no sirve ya la estrategia vieja. Ni tampoco muchas de las ideas viejas. Porque una estrategia es también una teoría y por lo tanto un instrumento. Discutir hoy con un dirigente del Partido Comunista Chino es correr el riesgo de quedarse sin esquemas confortables. Al decir de Hugo Cores, se trata de gente muchísimo menos balsámica que Hugo Cores. Si alguien anda necesitando romperse algún molesto esquema calcáreo, le recomendamos caritativamente unas cucharaditas de eso cada mañana.  Porque es muy fácil (y cómodo), despacharlos como el avestruz con tres consignas lanzadas desde las antípodas. Pero no es fácil debatir con ellos cara a cara. Repito: el mayor riesgo es que se le derrumben a uno las catedrales. Tampoco lo es discutirles los problemas de seguridad, de estrategia y aún los temas de conflictividad mundial actual.

Paradojalmente quienes desde Uruguay más visitan China son algunos burgueses (tampoco vamos a exagerar porque es sabido que los burgueses uruguayos en su mayoría no viajan más allá del Ministerio  correspondiente y para colmo casi todos están en el  Centro). Y... los militares (que hoy viajan mucho más que los burgueses).

La izquierda uruguaya, desde la lejana época del Vasco Arizaga, no va nunca. Omite al Partido Comunista que gobierna a la cuarta parte de la humanidad. Se le traspapeló.

Eso no es novedad: hasta hace bien poco tenía traspapelado y omitido a Chávez (porque era  milico): el paradigma estaba en la pipa y el pasamontañas a medias romántico y a medias ridículo del subcomandante Marcos que por eso dio origen a una nutrida gama de sesudos libros, análisis teóricos, seminarios, talleres, excursiones turísticas y propuestas ‘estratégicas’ de la pintoresca izquierda cholula del Uruguay que no sólo se parece cada día más a los porteños sino que lisa y llanamente se ha pasado a su  bando (como en el estridente y vergonzoso caso de las papeleras).

No se sabe ahora, cuando el famoso y mediático subcomandante se va a dedicar a la tan denostada ‘política electoral y partidaria’, qué dirán ni qué harán con sus libros y sus análisis. Los análisis, como son cibernéticos, son virtuales y olvidados en este pueblo de tan proverbial escasa memoria: pero los libros con su incómodo tamaño y hasta con sus puntas y rugosidades darán mucho trabajo y dolor al ser introducidos, sin que nadie se percate, en el único lugar donde se los deben meter hoy día. Que Diós los ampare." 

Luego, el artículo continúa diciendo: "Ir a la O.M.C., o por lo menos sentarse en las tribunas de su cancha es ver, palmariamente ver, cómo el mundo se ‘bloquea’. Cómo se organiza a pasos agigantados en acérrimos grandes bloques en los que más temprano que tarde quedará ‘repartido’ el planeta: la Unión Europea probablemente con Rusia y con África. Todo el lejano este asiático que se ha convertido ya en el CENTRO del mundo. Y los EEUU con el NAFTA y su creciente ALCA (faltamos pocos países en América Latina).

Ver también cómo EEUU viene perdiendo (hasta por paliza) la guerra comercial y que, si todo sigue así, va a salir de por entre las cuerdas solamente para quedar ‘nocaut’. Que en ese caso su parafernalia bélica es un gol en contra y a la postre sólo le va a servir, como a los cholulos los libros acerca de Chiapas.

Ver que los bloques no están todavía acabadamente constituidos y se disputan a dentelladas sordas pero feroces las áreas de influencia. Sospechar que en cualquier momento se puede pasar desgraciadamente para todos, de la guerra comercial a la otra. Ver que la globalización es globalización EN los bloques y CONTRA los otros bloques. Que la disputa por el petróleo y el gas pasa a categoría táctica abandonando los espacios de la estrategia por la sencilla razón de que cuando un problema se vuelve insoluble deja de ser problema. Y el petróleo, con el gas, se acaban. Por lo tanto el tema vital de la energía emigra lentamente, pero emigra, desde los" –ensangrentados- "desiertos del Medio Oriente y las" -también ensangrentadas- "playas del Mar Caspio, hacia los reactores nucleares y hacia todas las formas imaginables de energías alternativas, entre ellas la leña y el etanol, por lo que entre otras cosas será muy difícil pensar que algún día dejen de plantarse bosques en Uruguay por más que así lo pretenda la izquierda cholula, amante de los pajaritos y de las ballenas blancas, hija de la bobeta, apartada de la realidad pero debidamente muy bien financiada por las ONG de cada uno de los bloques y la cholulez planetaria (un mercado de sopa boba nada despreciable para pasarla bien diciendo pavadas).

Entonces somos Gobierno en Uruguay, en Bolivia, en Venezuela (que ya está de hecho en el ALCA porque todo lo que vende se lo compra EEUU desde hace añares), en Brasil, en Argentina, y tal vez en Chile....

Ya sabemos: nos dirán que Lagos no es socialista y Kirchner tampoco. Pero también me han dicho mis amigos comunistas del barrio que el Partido Comunista Chino y tampoco el de Viet Nam son comunistas.

Yo los adoro pero si hubiera un plenario mundial de comunistas no los salvo ni a cañonazo limpio de quedar en irrisoria minoría.

Mucho nos tememos, que Brasil y Argentina van, lentamente pero van, de cabeza al ALCA. Poseemos demasiados indicios de ello. Lo están negociando y es por eso la demora. Mucho más temprano que tarde Cuba también va. En realidad la lucha lustral contra el bloqueo conduce a ello porque a noventa millas del mayor mercado del mundo no parece demasiado racional otra alternativa de éste o del futuro gobierno. Dicho sea de paso: en ese caso mucho más próximo de lo que se cree, deberíamos devolverle a los cubanos la cuota azucarera usurpada con la que nos quedamos en mala hora. En el marco de la Nueva Estrategia habrá que, por ejemplo, ir preparándose, allá en Bella Unión, para eso.

Si pensamos a veinte años, debemos pensar más que en este Gobierno en seguir siendo Gobierno y en políticas para esos futuros Gobiernos. Acá y en la región. Acá y en el mundo.

No se trata entonces, como puede verse, de la poquedad táctica de tener una ‘cultura’ de Gobierno (si es que tal cosa existe). Se trata de algo muchísimo más grave, complicado y decisivo que eso.

Se trata de constatar que carecemos hoy día de conciencia nacional. Que ese ha sido el mayor daño. Si la tuviéramos, estaría todo el país movilizado, sin necesidad de orden de mando alguna, en una guerra a brazo partido contra la pobreza de más de la mitad de todos nuestros niños. Eso es peor que haber sufrido una guerra. Peor que tener que ir a una guerra". Y termina diciendo: "¡Felices Fiestas!".

De paso, agradezco a los señores colegas que me han mandado tarjetas alusivas a estas fechas.

Queda constancia, entonces, de que no plagio.

Quisiera agregar algo, señor Presidente. Desde el principio de la discusión de este problema en mi fuerza política, allá por febrero de este año, ya había mayoría a favor de votar el Tratado. Es falso lo que se ha dicho aquí de que, como vino la orden de no sé quién, lo votamos; reitero, ya había mayoría para ello.

En lo que me es estrictamente personal, tampoco preciso una mayoría de dos tercios para sentirme mandatado. Cuando hay una mayoría política importante de la fuerza política que integro –y de las que he integrado- ya me siento mandatado.

En realidad, señor Presidente, casi siempre he sido minoría; estoy muy acostumbrado a eso. Si encima me propinan una mayoría de dos tercios, creo que de verdad es una grosería desacatar el mandato.

Sin embargo, como ya lo he dicho, no me quiero amparar en el mandato, porque siempre pensé que después de la negociación que hizo Tabaré Vázquez esto estaba aprobado; en política, después de una negociación como esa, esto ya estaba aprobado, tenía que ser aprobado y así lo manifesté en diversas organizaciones políticas.

Tampoco voto nada más que por sentirme mandatado -nada menos que por dos tercios- ni por estar autorizado, además, por el MPP para hacerlo así. Sin embargo,  a mi juicio –de lo contrario, no hubiera pedido la palabra-, aquí ha sucedido un hecho muy importante.

Yo he vivido rodeado por la derecha en la Legislatura pasada y a mí nunca me patotearon -debo reconocerlo-, aunque pudieron haberlo hecho varias veces. También he presenciado desórdenes en la Barra de la más variada gama, casi siempre producidos por sindicatos o por empresarios, es decir, por gente que venía aquí a defender sus intereses concretos y puntuales de modo más o menos organizado o espontáneo. Me parece normal que eso pase en un Senado de una República que tiene que ser plebeya. No tenemos el cuero tan fino como para no poder soportar esas cosas.        

Sin embargo, desde hace ya unas semanas ha habido aquí agresiones organizadas. Personalmente, esto me pasó cuando descubrí, como Sherlock Holmes, que iba a haber una agresión, tuve por eso un incidente con el Partido Nacional, y esa agresión se produjo inmediatamente.

Quiero dejar constancia de que se ha producido un hecho político de tremenda importancia, porque prácticamente toda la Dirección del Partido Comunista y sus más connotados cuadros han cometido un acto y una movilización contra el Frente Amplio,  contra su Presidente y contra toda su bancada de senadores. ¡Y hay que ver el modo en que esto se llevó adelante!

Señor Presidente: quiero creer que una actitud de esta naturaleza es un detritus o un residuo de viejos fundamentalismos de la Guerra Fría, no de la guerra caliente.  En épocas de la guerra caliente esos partidos eran amigos de los Estados Unidos. Incluso, a extremos de carnerear en el Cerro, de andar del brazo de Mr. Braden contra Perón o de condenar a Sandino o aun a Fidel Castro, por gángster, cuando asaltó el Cuartel Moncada. Estoy hablando de la Guerra Fría, la que se inició después que el trazo azul de Stalin –del que Churchill nos habló tantas veces- dividió al mundo, junto con los Estados Unidos e Inglaterra. Esto fue sacrificando, de paso, a la Revolución Yugoeslava, a la Revolución Griega, a la Revolución Española, a la Revolución Italiana y a la Revolución Francesa -aclaro que estoy hablando de revoluciones obreras-, y terminando todo esto en verdaderas hecatombes, salvo en Yugoslavia, donde Tito les dijo "No". Por esto fueron expulsados del Partido Comunista uruguayo muchos hombres, entre ellos, Héctor Rodríguez, por "titista", porque esto pasaba a ser uno de los mayores crímenes dentro del movimiento obrero uruguayo. Este calificativo ha sido olvidado, pero estuvo muy en boga en su época y llevó a muchos fusilamientos.

En esa Guerra Fría la transformación por parte de Stalin de la lucha de clases en lucha entre Estados ocasionó, en definitiva, la resurrección de la vieja "madrecita Rusia" y de su vocación imperial desde la época de los zares hasta hoy.

La libertad de la clase obrera, la emancipación de los pueblos del mundo se iba a producir cuando la Unión Soviética le ganara a los Estados Unidos. Todo lo demás tenía que subordinarse a eso y todos teníamos que ser seguidores de la Unión Soviética, la vanguardia mundial del proletariado.

Esto dio lugar a muchos y gravísimos errores, señor Presidente, e incluso a una formidable autocrítica de Rodney Arismendi que se titulaba "El servilismo ideológico". Fanáticamente, desde ese momento, los Estados Unidos, mejor dicho, los estadounidenses, eran todos imperialistas desde chiquitos. Así, se mandó disolver el Partido Comunista de los Estados Unidos, cuando eran amigos. Lo disolvió Mr. Browder. Y nada menos que el país de los mártires de Chicago, de las ocho horas y del 1º de mayo, se quedó sin Partido Comunista. Es increíble. Realmente increíble. Y no fue por represión, sino por una decisión de la  Comintern. Pero a partir de la Guerra Fría los norteamericanos, todos ellos, inclusive Cassius Clay y Jane Fonda, desde chiquitos eran imperialistas.

Y el imperialismo, de una categoría económica y de una categoría de análisis estratégico, pasaba a ser un país, desarmando ideológicamente además a quienes contra ese sistema luchábamos.

Por cierto, el imperialismo es algo mucho más peligroso y complicado que eso.

La guerra de Vietnam, si bien se ganó en su territorio, como no podía ser de otra manera se ganó en Berkeley, en California, en los Estados Unidos. Eso sí que lo sabía Ho Chi-Minh; ese viejo sabio que alguna vez visitó las calles de Uruguay, sí que lo sabía. Pero ni él ni el General Giap  pretendieron jamás ganarle a los Estados Unidos tal como lo habían logrado con Francia y Japón.  ¡Menos mal, él sabía! La guerra se define allá,  cuándo no soporte más la democracia norteamericana la cantidad de asesinatos, de genocidios, de napalm y de fósforo blanco tirados sobre poblaciones inermes y tampoco la cantidad de muertos propios.

Así se ganó, entonces, esa guerra, porque allá, muy cerquita de donde está hoy el Partido Comunista chino –diría, al lado-, había comunistas que no creían que los estadounidenses eran todos imperialistas desde chiquitos; sabían que ahí tenían grandes aliados. Efectivamente, los tenían.

El FSLN, ya mucho más modernizado, cuando salí de la cárcel me sorprendió con un despliegue diplomático nunca visto; y el FMNL, más todavía. Con todo Estados Unidos lleno de comités de apoyo al FSLN y al FMNL, habían muchos más que en toda América Latina. Puedo decir que en uno de los comités de apoyo al FMNL participaba Hillary Clinton, nada más ni nada menos. 

Ahí ya podemos ver combatientes e incluso guerrilleros, pero también políticos, que tenían la cabeza un poco menos esquemática y conocían la historia de Sandino.  Estuve en Nicaragua el día en que se perdieron las elecciones y ganó la UNO, que fuera apoyada por el Partido Comunista de ese país, manifestándose así contra el frente sandinista.

Entonces, creo que la actitud que hoy se puso de manifiesto acá no es más que un detritus fundamentalista de aquella guerra fría que se acabó hace rato. Sin embargo, muchos no se han dado cuenta de ello. Hoy se están librando otras guerras peores y  entre ellas no están sólo la de Irak, la de Afganistán, la de Chechenia y la de Kosovo, sino también la guerra comercial entre los grandes bloques, despiadada, trituradora, que genera más víctimas que aquellas otras, pues se han producido miles, millones de muertos y de enfermos de afecciones curables, con generaciones que se pierden en muchos países de América y del mundo. Pero esto sucede también en los Estados Unidos, porque como pudimos ver con el huracán Katrina, desgraciadamente ese país está plagado de pobres, y pobres de solemnidad.

Allá, entonces, están nuestros aliados; es desde esa perspectiva, de la que para nada pensaba  hablar hoy, pero me patotearon y plagiaron. Por el contrario, tenía idea de que podía votar tranquilamente este Tratado, porque para mí no es una cuestión de principios ni tiene demasiada relevancia estratégica.

Sin embargo, y  por todo lo que dije antes, la unidad de mi fuerza política sí tiene relevancia estratégica, aunque tampoco es para mí una cuestión de principios. No se juega mi moral ni mi ética, y tampoco la de mi fuerza política, por estar unidos alguna vez con unos y otra con otros.  Sí es una preciosa herramienta estratégica que no debemos perder.

Muchas gracias".

Transcripción del Poder Legislativo