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Proclama leída por Juan Castillo en la explanada de la Universidad

Proclama leída en la noche del martes 25 de julio del 2006, por Juan Castillo a nombre del PIT-CNT en la explanada de la Universidad de la República.

Estimadas amigas y amigos que han venido a este acto: la verdad es que sentimos el imperativo moral de comenzar estas palabras dirigiéndonos a toda la Humanidad, a todas las personas de bien en el mundo y particularmente de nuestro pueblo, para levantar bien alto nuestro grito que diga PAZ, PAZ, PAZ.

No vamos a entrar en ninguna consideración referida a las razones milenarias que dan surgimiento al enfrentamiento entra pueblos que se remontan a los orígenes de la historia de la Humanidad.

Tampoco vamos a entrar en las interpretaciones religiosas de este conflicto hoy planteado entre Israel y Líbano porque, entre otras cosas, somos meticulosamente respetuosos de las creencias de cada pueblo y de cada persona y defendemos como un principio innegociable, el derecho de todos los seres humanos de tener sus propias ideas, sus propias creencias y su propia religión, si así lo determinan sus tradiciones, sus culturas, sus idiosincrasias.

Pero como ha dicho el mismo poeta judío Uri Grinberg, "Una es la verdad, no hay dos" y nosotros decimos que muchas pueden ser las interpretaciones, pero la verdad es una y la realidad misma nos golpea de tal forma que ya nadie puede hacerse el distraído: estamos asistiendo a una ofensiva militar por parte del ejército de Israel que se parece mucho al genocidio; que se parece mucho a las ansias imperiales; que se parece mucho al menosprecio por la vida de civiles, de mujeres, de niños, de ancianos; que se parece mucho a las avaricias imperiales de dominación, de sometimiento y destrucción del pueblo del Líbano en primer lugar y del pueblo palestino todo como siguiente paso. ¡Esto que estamos viviendo se parece mucho a la propia persecución del pueblo judío hace poco más de 60 años! Y nos lastima ver a los agresores de hoy, tan parecidos a las víctimas de ayer.

También queremos dejar claro nuestras distancias con toda práctica de enfrentamientos, de secuestros, de fanatismos que sólo originan más enfrentamientos y renovados fanatismos. Nada queremos tener que ver con esas prácticas nefastas. Pero de lo que sí estamos seguros es que el gran gendarme del planeta que son los Estados Unidos y sus aliados cipayos, han desatado una guerra de aniquilación en toda la región de Asia Central, tomando como referencia los dos ríos históricos, el Tigris y el Éufrates, extendiéndose hacia el Este para comprometer a Irán, Pakistán y Afganistán, y ahora extendiéndose hacia el Oeste para comprometer al Líbano en primerísimo lugar y a Jordania y a Siria y, en definitiva, a toda la región y al mundo entero.

En este emprendimiento,  Israel, principalísimo aliado de los Estados Unidos en esta zona y en la geo política mundial, se ha sumado como siempre a los planes imperiales. ¿Pero acaso no resulta claro que para las grandes industrias del petróleo y del armamento es imprescindible controlar el corredor que se forma entre las ciudades de Beirut, Damasco, Bagdad, Teherán, Kabul e Islamabad? ¿Acaso no queda claro que estas guerras regionales o locales son las nuevas formas del enfrentamiento de lo que podríamos llamar la Cuarta Guerra Mundial, si consideramos la Guerra Fría como la Tercera? ¿Acaso no queda claro que para esas grandes corporaciones de las armas, el petróleo y la industria química, es imprescindible controlar estos riquísimos territorios que, como en antaño fueron las rutas de la seda, hoy pueden ser las rutas del petróleo, de los yacimientos minerales y, sobre todo, del control político y militar de toda esa región asiática central?

Líbano tiene alrededor de 4 millones de habitantes. Israel tiene un poco más de 6 millones. Líbano tiene algo más de 10 mil quilómetros cuadrados e Israel tiene poco más de 20 mil quilómetros cuadrados. ¡Los dos juntos entrarían casi 6 veces en nuestro pequeño país! No está, entonces, en la dominación de grandes extensiones territoriales el interés de esta guerra, sino en el hecho del acceso al mar Mediterráneo y el control de esa zona de este mar y, fundamentalmente, el sometimiento a las decisiones y los intereses de Estados Unidos y de Israel, de pueblos adversos y contrarios a sus aspiraciones monopólicas y regentes del mundo.

¿Por qué nos pronunciamos en este caso? Porque somos capaces de sentir en lo más profundo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo, como lo dijera el Ché, a modo de hallar la cualidad más linda de todo revolucionario, que, en realidad, es la cualidad más necesaria de cualquier ser humano que se aprecie de tal.

Pero además, así como dijimos que no queremos ni debemos pronunciarnos sobre los aspectos particulares, inmediatos o puntuales del conflicto, tomamos sí partido decididamente por la Paz, por el inmediato cese del hostigamiento, por el abandono inmediato de los territorios ocupados, por la autodeterminación de los pueblos a decidir sus propios gobiernos y sus propias salidas a los problemas que los acucian. Tomamos partido decididamente por la solidaridad internacional con los desposeídos, con los desheredados, con los perseguidos, con las poblaciones civiles atacadas por los ejércitos invasores o los propios. Tomamos partido por la intervención inmediata de las Naciones Unidas y las ayudas en medicamentos, alimentos y, sobre todo, la seguridad del retorno al hogar de miles de refugiados y perseguidos.

El poeta libanés Khalil Gibran dijo alguna vez que "por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes". Pero también dijo que "debe haber algo sagrado en la sal: está en nuestras lágrimas y en el mar". Y a nosotros nos llena de tristeza ver a los niños libaneses llorando desesperadamente frente a la destrucción que provocaron las bombas, pero también nos llena de tristeza ver a niños israelitas escribiendo mensajes en las puntas de los misiles que se van a disparar. ¿Para quién van esos mensajes? ¿Qué dicen? ¿Acaso dirán que fallen, que nunca se arrojen o dirán que maten y destruyan y cumplan sus cometidos para los que fueron construidos? ¿Qué seres monstruosos estamos ayudando a formar? ¿Víctimas que se llenarán de rencor y victimarios que se llenarán de odio y que mañana cambiarán sus funciones y uno ocupará el lugar del otro y así eternamente?

Y de los niños entrenados para la guerra ¿qué recibirán como instrucción si no es, acaso, la esencia misma de la guerra que es la violencia y la destrucción? Nosotros, que creemos que los niños deben ser la prioridad mundial número uno para cualquier cambio en paz, lejos estamos de condenarlos a ser víctimas de la guerra o rehenes de ella.

Gibran dijo: "Del hablador he aprendido a callar, del intolerante, a ser indulgente y del malévolo, a tratar a los demás con amabilidad. Y por curioso que parezca, no siento ninguna gratitud hacia esos maestros". Nosotros tampoco sentimos gratitud alguna ante estos maestros del mal que parecen haber trabucado las letras de sus propias religiones confundiendo Santa con Satán o cosa parecida. En todo caso nos afirmamos en la lucha, nuestra legítima lucha, para enfrentarlos. Sus terribles enseñanzas nos llevan a la destrucción. Sus dioses parecen confundirse con el gran capital y el Pentágono.

Así como nos manifestamos categóricamente en febrero de 2004 contra la guerra en Irak y dijimos NO A LA GUERRA, SÍ A LA PAZ, hoy reafirmamos esa consigna. Condenamos categóricamente la violencia del ejército de Israel y le recordamos las palabras de su mismo poeta Grinberg que dijo: "Sus maestros les enseñaron que una patria se compra con dinero. Pero yo les digo que con dinero se podrá comprar la tierra y se podrá tomar una pala. No se compra la patria con dinero y con la pala también se cava una fosa en la tierra y se sepulta al muerto".  Y en otros versos dijo: "¡No, no, Creador del Universo, no acepto que continúe así la marcha del tiempo, de espanto y de sangre en mi pueblo!"

Esto venimos a decir. Nos resistimos a tolerar ni un segundo más la violencia como resolución de los conflictos. Pero tampoco dejaremos los delitos impunes. Queremos que se termine la guerra ya, pero también que se sepa quienes fueron los culpables del atentado de la AMIA que ya lleva más de una década y muchas cosas siguen sin resolverse. Y que se sepa hoy quien da las ordenes en Israel para que mueran poblaciones civiles o se destruyan urbanizaciones donde vive la gente común en Líbano.

Hoy hacemos énfasis en toda nuestra solidaridad con los trabajadores y los pueblos de Israel y del Líbano que estamos seguros que quieren entablar una conversación para dirimir sus conflictos. También nos solidarizamos con la lucha del pueblo palestino por la recuperación de sus territorios usurpados y exigimos el reconocimiento de sus autoridades y el legítimo derecho a vivir en Paz y decidir las formas de vida civil y política que deseen.

A las comunidades de una y otra nación presentes en nuestro país las exhortamos a que junten esfuerzos para conseguir la Paz en la región y nuestra Central Obrera se pone a disposición para hallar una mesa de conversación que nos permita unir fuerzas por esa Paz que debe trascender los aspectos inmediatos del conflicto y elevarse muy por encima de él, hasta alcanzar la coexistencia pacífica que permita la búsqueda de soluciones por otras vías de entendimiento, de negociación y sin agresiones de ninguna índole.

¡Lejos estamos de arrastras aquel conflicto a nuestra tierra y menos aún de enfrentar ciudadanos de aquellas naciones o descendientes de ellos, acá, en la patria de Artigas!

Nosotros somos valientes, sí, pero también somos lo suficientemente ilustrados como para entender que en nuestro país libaneses e israelitas pueden y deben juntarse para aportar significativamente a la construcción de la Paz en aquellos territorios.

Israel debe terminar ya sus agresiones. Las Naciones Unidas deben comenzar ya sus ayudas humanitarias con eficiencia. La comunidad internacional y la clase obrera del mundo deben auspiciar la solidaridad y la búsqueda de soluciones pacíficas en forma inmediata. ¡Basta de masacre y de barbarie! ¡Que retrocedan las fuerzas al lugar de donde nunca debieron haber partido! ¡Que Israel termine ya sus ataques genocidas!

Un solo grito debe oírse por todas las latitudes. Un solo grito debe salir hoy, acá, de las voces de nuestro pueblo y de todos nosotros  que nunca callamos las cosas que creemos, que sentimos y que pensamos. Ese grito debe ser:¡NO A LA GUERRA, SÍ A LA PAZ!