Especiales

Maestro en el arte de contar

Por Mario Trajtenberg

(Publicado en EL PAIS CULTURAL, 02.02.07)


De 1992 a 2002, Rubén Cotelo colaboró en El País Cultural. Su silencio posterior coincide con el agravamiento de su estado de salud, que terminó con su desaparición en el mes de setiembre.
A pesar de haber sido muy activo como crítico literario y cinematográfico, y haber contribuido en esa forma a moldear el gusto y las preferencias de una generación lectora, no quedan casi libros escritos por él y su producción hay que rastrearla en muchas páginas de El País, Marcha, Jaque, la Gaceta Universitaria y otras publicaciones.
Era un maestro del arte efímero de contar y juzgar en comentarios periodísticos. Un examen muy incompleto de los temas que trató revela un gusto que los ingleses denominan "catholic", es decir múltiple y sin prejuicios, dentro de un arco histórico que va aproximadamente del siglo XVIII a la actualidad. Su estilo era más de batalla que de finuras, aunque no esquivaba la frase casi memorable, como la de que José Saramago "no es geógrafo, ni economista, mucho menos historiador; es apenas un gran novelista", o el detalle revelador, como el de que Alexandr Blok , luego de haber decidido abandonar su país (la nueva URSS) recibiera el pasaporte correspondiente un día antes de su muerte.

Cualquiera que haya sido colaborador de una página cultural sabe que la selección de temas para comentar no es completamente libre ni tampoco está sujeta por entero a imperativos de la redacción. Pero en este equilibrio dominan en definitiva los gustos y conocimientos del crítico, y Cotelo no fue una excepción. Predominan en su producción las notas sobre historiadores, viajeros, sociólogos y antropólogos, que nutrieron su biblioteca y que contribuyeron a situarlo en su época.

Esto no significa que la literatura como tal haya estado lejos de sus intereses. Tómese como ejemplo la introducción que hizo a la antología de narradores uruguayos que editó Monte Avila en 1969: "el mejor cuento uruguayo es el Uruguay mismo". No es un juego de palabras; el nuestro  es "superviviente de un mundo históricamente muerto", "país minúsculo, despoblado, empobrecido y estafado por una clase gobernante carente de audacia e imaginación", que "contempla con temor y pesimismo el porvenir". Este, cuatro años antes del golpe militar,  es el escenario de una selección certera y completada por introducciones individuales igualmente exactas.

Le gustaban los autores que, como F. Scott Fitzgerald, son sintomáticos de una época. Pero también era capaz de entusiasmarse y comunicar su entusiasmo por escritores como Antonia S. Byatt, que no están muy atados a una realidad histórica aunque saben detectar lo que las define, como el legado de Darwin ("Angeles e insectos") o la caudalosa poesía de Tennyson y Browning ("Posesión").

Emir Rodríguez Monegal (Literatura uruguaya del medio siglo, 1966, pp. 416 ss.) le negaba "sensibilidad e imaginación para leer", llamándolo por su prominencia "un Palacio Salvo de la crítica periodística". La razón de este menosprecio, aducida por el propio ERM, es que Cotelo atacó a los miembros de la "generación del 45" en una actitud de parricidio intemperante.

Pablo Rocca (El 45, 2004) lo presenta como "peleador, irónico", autodefinido como intelectual que no es culto, que bebe su cultura literaria en Leoplán, que tiene una "familia" cultural rea y humilde.

Los que lo conocimos personalmente durante muchos años sabemos de sus reservas de generosidad intelectual. Es una manera de definir hacia el público su diversidad de intereses, como crítico capaz de mimetizarse hasta el punto de que trasmite a los lectores (quizá peligrosamente) la sensación de poder ahorrarse la lectura de siete mil páginas de José Pedro Barrán o una decena de novelas de A.S. Byatt.


Pero tampoco hay que olvidar otras facetas de su personalidad. El amor por el cine, en primer lugar. Estuvo desde 1957 en la sección cinematográfica de Marcha, donde no es fácil rastrear sus opiniones dado el anonimato imperante en la página. Bajo la firma de Rubén Cotelo Segade había escrito también en el semanario notas de contenido puramente periodístico, como las que dedicó a la producción de noticieros uruguayos o a los ferrocarriles ex británicos, y la entrevista un poco irónica que consagró a Leopoldo Torre Nilsson y Beatriz Guido. Esta actividad lo llevó a Estados Unidos y a Vietnam, como corresponsal, y le valió una etapa como jefe de información en este diario.
Adiós, entonces, a un amigo y un buen periodista.

Impresiones y opiniones

"... Brasil conserva la monarquía como una reliquia; el brillo y la riqueza vital de Imperio contrastan con la ramplona República comtiana que sólo produjo plutócratas y personalismos. El despotismo político –herencia del patriciado rural- no se aviene con la dulzura del temperamento brasileño, y requiere, es evidente, cierta riqueza y altura que hasta ahora no poseyó en Brasil." (Marcha, 13/4/56, a propósito de Raíces del Brasil, de Sérgio Buarque de Holanda)

"Arturo Barea ("La raíz rota") es, profundamente, un fenómeno vital que escapa a la desesperante catalogación literaria... Debe decirse que desde Pérez Galdós y Pío Baroja (de ellos proviene Barea), no se "oía" una tan buena y sabrosa prosa castellana; carente de aderezos, pero tersa, directa, sencilla.
 "... Si el español peregrino es un desarraigado, ¿por qué no escribe Barea en inglés y sobre temas ingleses? Porque no puede: porque piensa, habla, sueña, escribe y maldice en español, porque es español hasta la médula y sus raíces están todavía enteras en España." Marcha, 18/5/56)

"Los ferrocarriles [uruguayos] aparecen, desde el punto de vista financiero, en patente desventaja... Los ingleses no eran tontos. A fines de la cuarta década olfatearon (tampoco se necesitaba un olfato muy fino) que serían expropiados. Por eso no compraron nada durante casi diez años... Como en el caso de los tranvías, nos dejaron fierros viejos... A menos de diez años de la compra, los ferrocarriles afrontan seriamente la posibilidad de no funcionar más." (Marcha, 13/9/57)

"Beatriz Guido es algo nerviosa, indecisa, desmemoriada, buscando con frecuencia en otros la confirmación del dato personal que se le solicita. Que generalmente corre a cargo de Torre Nilsson, un joven corpulento, bastante pelado, con un par de anteojos oscuros que disimulan una pronunciada  miopía... Beatriz Guido no es que se negara a decir la edad, simplemente no sabía si eran 32 o 33; ella se decidía por la segunda, aunque, implorando el socorro de Torre Nilsson, eligió la más favorecedora" (Marcha, 1/11/57)

Sobre La tierra purpúrea de W.H. Hudson: El protagonista (Richard Lamb) "entiende por qué los orientales han luchado durante cincuenta años contra toda clase de invasiones extranjeras, sabe ahora que sus relaciones armoniosas jamás habrían tenido el mismo sabor agreste si la Banda Oriental hubiera sido conquistada y colonizada por Inglaterra... La constitución no escrita se encuentra en la sencillez de las costumbres, en el trato igualitario que reina entre los habitantes de este suelo, donde nadie se siente separado de otro por diferencias de clase o casta. Esta constitución se refugia en el corazón de cada oriental.
 "... Libertad e igualdad son incompatibles con un perfecto orden político, admite el joven inglés; pero el costo bien vale la pena. En la Banda Oriental ese costo se llama pobreza y ella alimenta la libertad. Tuvo que pasar lo que pasó en los últimos años para que comprendiéramos ese distante mensaje que cumple un siglo. Gracias, don Guillermo". (Jaque, 26/12/85)

"Medicina y sociedad en el Uruguay del Novecientos deriva, en buena parte, de la Historia de la sensibilidad en el Uruguay (l989/90). En ambos José Pedro Barrán colocaba una sonda en las mentalidades colectivas y los sentimientos personales, en las relaciones que nuestros recientes antepasados tuvieron con su propio cuerpo, contempladas desde el ángulo de las enfermedades, la conciencia del dolor, la imposición del valor de la higiene, el cuestionamiento de ciertos placeres y el crecimiento de otros. Una nueva moral, en definitiva, que introdujo inéditas nociones de la vida y la muerte, que desplazó a los sacerdotes que se ocupaban del alma y entronizó el poder de quienes se ocupaban del cuerpo, los médicos... El poder médico introdujo, aunque de manera no muy consciente, normas y pautas culturales, como lo fue cierto hedonismo reconfortante, e incluso contribuyó  a la forja de una ética laboral que apoyaba las necesidades de las clases conservadoras que invertían en fábricas y empresas en las que necesitaban una mano de obra puntual, dócil, disciplinada y físicamente apta." (El País Cultural, 240)

"Ha llegado el momento de celebrar a A.S. Byatt, escritora inglesa de 61 años y con más de treinta dedicados a la enseñanza y práctica de la literatura. Autorreferencial, crítica y al mismo tiempo defensora del lenguaje y de la escritura, se envuelve y oculta en la época victoriana para esclarecer la sociedad contemporánea; recurre a ángeles e insectos para hablar de hombres y mujeres de hoy; parodia al Marqués de Sade y en las letrinas de la pornografía encuentra –-dolorosamente- los fueros y la libertad de la ficción". Posesión es "novela astuta y casi tramposa, sabia practicante de todos los artificios de la ingeniería narrativa..., trama bordeada de parodias, pastiches y citas secretas (otro vicio inglés) junto con la rica sustancia de una virtual antología de la poesía victoriana. Vertiginosa, apostaba también al juego de un misterio literario dentro de una intriga casi policial." (El País Cultural, 20/6/97)

Sobre Los cultos de posesión en Uruguay, de Renzo Pi Hugarte: "Hacia 1950, el Uruguay recibió una invasión invisible y humilde, que nadie registró. Su frontera norte fue atravesada por una religión desconocida y ajena a las raíces coloniales del cristianismo... Penetró como un goteo insensible, cubierto y amparado por la clandestinidad de sus contornos folklóricos: epidermis de humilde color que contrastaba con la blancura deslumbrante de sus holgados atuendos, sus modestos altares sincréticos y la apropiación transformadora del santoral católico en clave afroamericana. Para restarles prestigio social, sus oficiantes no hablaban latín ni hebreo, tampoco inglés; se expresaban, y todavía se expresan, en un portugués popular pasado al portuñol fronterizo, una jerga que ha resultado ser propia del culto recién llegado." (El País Cultural, 25/6/99)