Entrevistas

Sergio Rubin: "lo que más ha pesado" en la renuncia del Papa "han sido los problemas internos en el Vaticano"

Joseph Ratzinger anunció que dejará el papado. Su decisión sorprendió al ser la primera renuncia en 600 años. En Perspectiva dialogó con Sergio Rubin, periodista argentino especializado en temas de religión, para tratar de averiguar por qué tomó esa decisión. Rubin explicó que Ratzinger ya pensaba en "retirarse de toda su actividad" hacia el final de la vida de Juan Pablo II, "tenía muchas ganas de retirarse", agregó. El periodista explica que en su obra "Luz del Mundo" Ratzinger ya afirma que si un Papa no tiene la suficiente fuerza física y no está anímicamente con la suficiente fortaleza, "no solo puede, sino que debe renunciar". Sergio Rubin entiende que "lo que más le ha quitado fuerzas han sido las peleas internas en el Vaticano entre la guardia vieja y aquellos que intentaron encarar una nueva etapa". "A veces parecería una pelea entre conservadores y muy conservadores", agregó. El periodista argentino opinó que con el colegio cardenalicio que elegirá nuevo Papa "siempre queda un espacio para la sorpresa, (...) en cada elección crece la posibilidad de que pueda ser latinoamericano, africano o un asiático", pero "es difícil entrar en la cabeza de los cardenales y traspasar esos secretos", sentenció.

(emitido a las 9.01. Hs.)

ALEJANDRO ACLE:
Este lunes, Joseph Ratzinger sorprendió al mundo anunciando una medida que no se tomaba en 600 años: el Papa Benedicto XVI, la máxima autoridad religiosa para más de mil millones de personas en todo el mundo, anunció su retiro.

(Audio BENEDICTO XVI:)
 "He llegado a la certeza de que por la edad avanzada ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino", dijo en latín el Sumo Pontífice, sorpresivamente, en una ceremonia oficial ante miembros del Consistorio Vaticano. Y agregó: "En el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio es necesario también el vigor, tanto del cuerpo como del espíritu. Vigor que en los últimos meses ha disminuido en mí, de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad declaro que renuncio al ministerio de obispo de Roma, sucesor de san Pedro".

Ahora que ya han pasado varios días desde ese anuncio y que se han conocido las primeras repercusiones, analizaremos estas novedades para tratar de interpretar las razones que pueda haber detrás de esta decisión.

Dialogamos con Sergio Rubin, periodista argentino del diario Clarín de Buenos Aires especializado en temas de religión. Tiene una larga trayectoria en estos temas, hace tiempo que cubre este asunto, y de hecho conoce personalmente al Papa Benedicto XVI, tuvo trato con él antes de que fuera designado en ese cargo. ¿Cómo es Joseph Ratzinger? Y le pregunto por su personalidad, porque en estos días se ha hablado mucho de cómo ese aspecto ha jugado en la decisión que anunció esta semana.

SERGIO RUBIN:
Diría que está claro que él no tiene el carisma que tenía Juan Pablo II, sin embargo en el trato personal se destaca por ser muy afable, muy cordial, y entra en un diálogo muy interesante con la gente. Hay que tener en cuenta que cuando ya se apagaba la vida de Juan Pablo II, tenía muchas ganas de retirarse, Ratzinger ya tenía una serie de planes, tenía 78 años en aquel momento, realmente él se estaba retirando de toda su actividad. Había sido durante 25 años el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, un ministro del Vaticano que se ocupa de cuidar la ortodoxia de la doctrina. Realmente se estaba yendo.

Y después, cuando fue elegido Papa, él mismo lo dijo en alguna declaración "el haberme elegido a mí Papa fue como una guillotina que me cayó", para señalar, con mucha fuerza metafórica, lo que significaba semejante responsabilidad. En síntesis: él no estaba buscando ni estaba deseando ser el Papa cuando esa decisión lo sorprendió, porque no emergía un candidato claro, y muchos, sobre todo la vieja guardia del Vaticano, consideraron que lo mejor era ir a lo seguro y optar por él, que había sido la mente teológica, la mano derecha de ese Papa tan destacado que fue Juan Pablo II.

AA - Sí, de hecho se hablaba en su momento, cuando fue designado, de que sería un Papa de transición.

SR - Efectivamente.

AA - Atendiendo a esto que usted contaba, ¿podía esperarse de Ratzinger esta decisión, sobre todo teniendo en cuenta, como se ha recordado mucho en estos días, que hacía 600 años que no se producía una renuncia de un Papa?

SR - Claro, y sabemos el peso que tiene la tradición en todo esto. 600 años porque se lo compara con Gregorio XII, un Papa que no había sido aceptado por todo el catolicismo, estaba muy dividida la Iglesia con el Papa de Aviñón, con el antipapa, había virtualmente tres Papas en aquel momento. Quizás hay que ir un siglo más atrás a Celestino V, que poco menos era un monje del norte de Italia a quien fueron a buscar del Vaticano porque había unos líos bárbaros, él se escapó, lo buscaron por segunda vez, y al final asumió, pero a los pocos meses terminó renunciando. Este monje, que tenía fama de santo y por eso lo fueron a buscar, dijo "yo no estoy capacitado, en condiciones para ser Papa" y renunció.

El peso de la tradición en la Iglesia es muy fuerte. Es cierto que Benedicto venía dando señales, en el libro "Luz del mundo" con el periodista alemán, de hace un par de años, él dice que si un Papa no tiene la suficiente fuerza física, no está anímicamente con la suficiente fortaleza, no solo puede, sino que debe renunciar. Y recordemos que el Código de Derecho Canónico, la legislación eclesiástica, prevé perfectamente la renuncia del pontífice. O sea que él venía dando alguna señal, pero una cosa es dar una señal y otra cosa es imaginar que va a tomar semejante decisión cambiando siete siglos de tradición. Me parece que ahí muestra su grado de racionalidad, como buen intelectual que es, entonces aplica ese criterio de decir "si yo no tengo la suficiente fortaleza, la suficiente fuerza, no es bueno para mí, y sobre todo no es bueno para la institución que yo continúe".

ROSARIO CASTELLANOS:
Quería preguntarle respecto al contexto en el que se da. Porque usted está explicando algo que el propio Papa ha dicho, que le falta fuerza, pero no habla de salud. Y me pregunto en qué medida no le estuvieron faltando fuerzas o él sintió que le faltaban fuerzas para navegar en aguas turbulentas. Me refiero a lo siguiente. En su homilía del Miércoles de Ceniza, con la cual comenzaba la Cuaresma, pronunció palabras que dejaron pensando con relación a con qué estaba lidiando este Papa. Por ejemplo, el Papa dijo que "muchas veces el rostro de la Iglesia parece desfigurado, pienso en particular en los atentados contra la unidad de la Iglesia y en las divisiones en el cuerpo eclesial", añadió. Y agregó luego: "Vivir la Cuaresma de manera intensa, superando individualismos y rivalidades". ¿A qué divisiones se refería el Papa cuando hablaba en estos términos, en este tono que sonó como decepcionado?
    
SR - Lo que dije antes sirve de prólogo precisamente para versar en esto que usted plantea. Cuando un Papa dice "no tengo las fuerzas suficientes", si tuvo que llevar adelante un papado con tanta cantidad de problemas, evidentemente la carga ha sido más pesada, entonces se resiente mucho más, eso de alguna manera tiene una relación por lo menos con la aceleración de la pérdida de esas fuerzas. Yo no establezco una relación absolutamente automática entre los problemas que tuvo y la renuncia, pero sí establezco claramente una relación, evidentemente él no se sentía con las fuerzas, pero los problemas internos le han pesado. Ahora bien, ¿de qué problemas estamos hablando?

RC - Exactamente, porque estamos en una época de cambios, sin lugar a dudas, el mundo está cambiando, es evidente que la Iglesia tiene que adaptarse o no, resistirse a esos cambios, hay un aspecto teológico. Pero por otro lado me refiero a en qué medidas las fuerzas dentro de la propia jerarquía de la Iglesia no estaban tironeándolo hacia uno u otro lado. ¿Cómo se distribuyen los poderes del Vaticano?

SR - Claro, pero ahí hay que distinguir un poco de qué estamos hablando, porque no todo es exactamente lo mismo. Es decir, el Papa tuvo problemas con los islámicos por el tema de su discurso en Ratisbona y esa alusión a Mahoma; tuvo problemas con los judíos con el tema del levantamiento de la excomunión a unos obispos lefebvristas, entre ellos a un negacionista del Holocausto, Williamson; estuvo el tema de la pederastia, gravísimo, que hay que reconocer que lo afrontó con gran decisión, hoy está muy claro todo un protocolo sobre qué hacer ante una denuncia contra un sacerdote por abusos. Se diría que no podía ser de otra manera ante el horror de esta situación, pero él avanzó.

RC - Justamente, usted ha tratado un tema interno de la Iglesia, los dos primeros eran exógenos. El tema es qué pasa cuando Ratzinger toma decisiones de este tipo, referidas a sus propios elementos, si no generó respuestas en contrario o resistencias.

SR - Claro, pero creo que no pasó por el tema de la pedofilia, sino que después vino el tema de los famosos papeles reservados del Vaticano que trascendieron, el mayordomo, etcétera, las indiscreciones. Me parece que ahí vamos al punto. La renuncia del presidente del Banco del Vaticano..., y voy un poco más atrás, creo que en el fondo de todo este panorama generado lo que más ha pesado son los problemas internos en el Vaticano, esto es lo que lo ha desgastado más al Papa, lo que más le ha quitado fuerzas han sido las peleas internas en el Vaticano entre la guardia vieja, que ya viene de la época de Juan Pablo II, y aquellos que intentaron encarar una nueva etapa.

Aquí no hay tanto problema –aunque sí veo un condimento de aquello famoso de progresistas y conservadores y de la renovación–, pero veo una lucha si se quiere más de poder dentro de la curia romana, por una cuota de poder dentro de la curia romana. Y está claro que el Papa, así como pudo afrontar el tema de la pederastia y otras situaciones, no pudo terminar de resolver el problema de la interna del Vaticano. Insisto, me parece que esto es lo que más incidencia ha tenido en su renuncia.

RC - Es decir, las intrigas palaciegas en el Vaticano han sido motivo hasta de novelas o de películas, es una historia de larga data. Pero por lo visto Ratzinger pretendió terminar con ellas. Hay quien dice que entre los documentos robados había un informe que él mismo había encargado a tres cardenales de edad bastante avanzada sobre la situación de algunos de estos problemas. Así que ni siquiera se puede considerar si es un tema entre conservadores y progresistas.

SR - Tal cual. Y ese informe fue el que elaboraron tres cardenales.

RC - De más de 80 años todos, como él. O sea que no era la corriente progresista exactamente.

SR - Claro, entre ellos, por ejemplo, para que se vea, esta Herranz, que es del Opus Dei. Por eso digo, no creo que tenga que ver, aunque sí involucra a conservadores; yo digo que a veces parecería una pelea entre conservadores y muy conservadores. Pero me parece que acá hay otra cuestión que va más allá, y es que ha habido una cuestión de espacios de poder, de establecer una preeminencia en la curia.
Me parece que lo que está poniéndose en cuestión en todo este tema de la curia romana es un gran mecanismo burocrático que no está dando los resultados esperados y que necesitará una reformulación. Pero no solo en términos burocráticos, en términos de un organigrama, sino una renovación en el espíritu de la cuestión, que parece que es lo que acá tiene que cambiarse, y es lo que Benedicto XVI, para cierta frustración de él, no ha podido cambiar, o al menos no ha podido avanzar como él quisiera en esa dirección.

AA - En general estamos viendo este paso tomado por Ratzinger, por Benedicto XVI, como uno de resignación. Sin embargo, otro posible enfoque que se ha visto en estos días, es el que se refleja en una nota publicada este martes por el diario El País de Madrid, que finaliza diciendo: "Benedicto XVI renuncia a conducir una estructura de poder tan anticuada, tan protegida de los cientos de millones de verdaderos católicos por altísimos muros de soberbia, que se ha mostrado incapaz durante décadas de escuchar, por ejemplo, el clamor contra la pederastia, el llanto de las víctimas, la protección infame de los culpables. El sucesor de Benedicto XVI ya sabe que para dirigir la barca de Pedro no solo son necesarias la oración y las buenas palabras, sino también, o sobre todo, el vigor tanto del cuerpo como del espíritu. La dimisión de Ratzinger no se puede interpretar, por tanto, como un acto de rendición, sino como la única posibilidad de gritar de un hombre que jamás levantó la voz". ¿Cómo ve esta opinión que contrapone la visión de rendición, a esta otra de protesta?

RC - De patear el tablero, directamente.

SR - Creo que el testimonio que él da es muy interesante, hay que tener el coraje de renunciar. Porque, curiosamente, se le achaca ser un Papa muy conservador –lo cual es cierto–, pero termina teniendo una actitud muy revolucionaria, muy innovadora, porque renuncia. Hay que tener la valentía para hacerlo, eso me parece muy positivo, y abre la posibilidad a la Iglesia de que se planteen todas estas cuestiones. Eso está muy bien, porque en el fondo estaban todas esas cuestiones planteadas.

En el caso de la pedofilia no sé si compartiría la referencia, la Iglesia se manejó muy mal, hasta que estallaron los escándalos en Estados Unidos allá por 2001, 2002, cuando toda la catarata de denuncias que hubo. Pero a partir de allí, cuando Juan Pablo II habló de tolerancia cero, y sobre todo con Benedicto XVI, la Iglesia, hay que reconocer, es cierto que le llevó algunos años ir haciendo todos los cambios, pero hoy podemos concluir que claramente ha tomado el toro por las astas y le dio una respuesta.

Antes de 2002 se manejó muy mal, tenía la costumbre de meter todo en el secreto, como era su costumbre milenaria, trasladar a los sacerdotes, pensar que se les podía dar una asistencia psicológica y espiritual, y más o menos la cosa se iba llevando de esa manera. Después se vio que todo eso fue un manejo muy malo, pésimo, y que terminó reventando de la peor manera. En ese sentido, sobre todo con este Papa, la Iglesia ha tenido la capacidad de generar rectificaciones; siempre se podrá corregir mejor, siempre quedarán bolsones de resistencia, es probable, porque se trata de institución tan grande, con 1.200 millones de fieles, pero me parece que no va exactamente por el tema de la pederastia, sino que avanza por otros lugares que tienen más que ver con las cuestiones internas.

Me parece, que esta renuncia que él plantea abre la posibilidad de que la Iglesia se plantee aquellos desafíos. La gran pregunta es cuánto se animará a cambiar a partir de ahora, qué Papa se elegirá, si se buscará realmente un cambio, si se animará a un cambio, si está maduro dentro, entre ellos, en el Colegio Cardenalicio. No lo sé, es un momento crucial que se le plantea a la Iglesia para ver si puede avanzar en los cambios. Cuando hablamos de cambios, ¿de qué tipo de cambios estamos hablando? Habría que precisar bien qué queremos decir cuando hablamos de cambios, porque podemos estar diciendo muchas cosas. Me parece que se está ante una oportunidad de gran relevancia para la Iglesia.

AA - Quizás no vale la pena entrar en toda la danza de nombres que se han manejado en los últimos días para ver quién va a suceder a Benedicto XVI, tampoco en cuál debería ser el origen del Papa, que es otro punto de discordia. Sin embargo, quizás sí sea interesante saber qué es lo que se puede esperar para las próximas semanas. Por ejemplo, ¿cómo está conformado hoy el Colegio Cardenalicio, que es quien va a elegir al próximo líder de la Iglesia católica?

SR - El Colegio Cardenalicio está integrado por todos los cardenales del mundo, pero los electores tienen menos de 80 años, por lo tanto los que entran a la famosa Capilla Sixtina y se encierran a votar hoy más o menos andan en los 117.

AA - Sin embargo, los mayores de 80 sí pueden ser elegidos, es curioso.

SR - Claro, pueden ser elegidos, pero no entran a la Capilla Sixtina. Además, en los días previos al cónclave hay lo que se llama una reunión de congregación general, donde todos los cardenales, aunque tengan más de 80 años, entran a un auditorio del Vaticano donde se debate la situación de la Iglesia en el mundo, lo cual sirve de base para buscar el perfil del Papa que viene, para ir viendo cuál es el perfil que más convendría para el momento actual de la Iglesia en el mundo. Después de ese debate, que dura dos o tres días –en el cónclave pasado duró casi una semana–, los que tienen menos de 80 años entran a la Capilla Sixtina y tienen que votar. Generalmente son dos votaciones a la mañana, dos a la tarde, hasta la vuelta 34 –a la que nunca se llega–; se necesitan dos tercios para elegir Papa, y en la vuelta 35 se toman los dos más votados y se elige por mayoría. Ese es el procedimiento. Obviamente, se trata de que la elección sea lo más rápida posible, porque si empiezan a pasar los días y se demora y no logran los dos tercios, hay una preocupación de la Iglesia, porque se trasmite la impresión hacia fuera de que no se ponen de acuerdo, lo cual no es bueno para la imagen de la Iglesia.

AA - Y en cuanto al perfil del próximo Papa, ¿hay algo que se haya dejado entrever, traslucir? ¿Se busca un Papa más joven, más progresista...?

SR - No sabemos. Hay una cosa muy interesante ahora, que también se plantea con el famoso tema del Papa más joven; porque antes se decía "un Papa no tan joven para que no esté muchos años", cuando se hablaba de un Papa de transición o cosas por el estilo. Pero ahora que este Papa quebró la tradición y renunció, queda sentada la idea de que el papado ya no es hasta la muerte. Por tanto no sé cuánto pesa la edad, me lo pregunto.

Juan Pablo II tenía 58 años. Y creo que el brasileño tiene 63, podría ser, quizás una edad adecuada; también en torno a los 70 años podría ser. Son todas especulaciones, todavía es demasiado prematuro, esta renuncia ha sido muy sorpresiva, hay una danza de nombres. Se menciona mucho al arzobispo de Milán, Angelo Scola, que sería una especie de delfín de Benedicto XVI. Suele decirse "el que entra Papa sale cardenal", para decir que los pronósticos son errados, y en la elección anterior se puede decir que Ratzinger entró Papa y salió Papa, fue la excepción que justificó la regla. En cambio hoy me parece que no está claro todavía el candidato.

En cada elección crece la posibilidad de que ya no solo no sea italiano, ni sea europeo, que pueda ser latinoamericano, pueda ser un canadiense, como se menciona –en América Latina se habla mucho del arzobispo de San Pablo–, pueda ser un africano –en África el catolicismo está creciendo mucho–, pueda ser un asiático –hay puntos de Asia donde el catolicismo crece, en Corea del Sur hay un boom de vocaciones religiosas–. Se abre un abanico enorme, me parece muy prematuro y además difícil entrar en la cabeza de los cardenales y traspasar esos secretos, pero hay un abanico muy abierto, hay un final abierto para esta elección papal.

RC - No sé si usted comparte esta opinión, pero me da la impresión de que, cualquiera sea el resultado, necesariamente, una vez que se conozca el nombre va a resultar muy esclarecedor en cuanto a qué tendencia puede estar ganando esta batalla interna. Porque así como a Ratzinger se lo consideró un conservador, también era un teólogo, y por lo visto hay quien interpreta que esta renuncia suya es "con esta realidad yo no puedo". De ser así, parecería que el nombre que pueda aparecer daría cuenta de si efectivamente se quiere seguir por el camino de administrar una Iglesia más espiritual y menos material, o directamente van a vencer aquellas tendencias de la Iglesia –esas sí conservadoras– que prefieren mantener las cosas como están. ¿Puede ser?

SR - Sí, habrá que ver a quién se elige. Uno puede revisar la historia reciente; después de un papado largo, conservador, bastante ensimismado como el de Pío XII, que por otra parte era un intelectual muy refinado, una personalidad muy interesante, parecería ser que la Iglesia estaba muy encerrada sobre sí misma y apareció sorpresivamente un Juan XXIII.

RC - Dio un golpe de timón importante.

SR - Importantísimo, convocó al Concilio Vaticano II, que realmente revolucionó a la Iglesia. La palabra "revolución" ahora no le gusta mucho a este Papa, porque parecería que es una ruptura con dos mil años de historia, pero digamos que generó un sacudón muy grande y fue la base para ese concilio que metió a la Iglesia en el mundo contemporáneo y que todavía hoy tiene una enorme actualidad, todavía hoy sigue desafiando a la Iglesia a aplicarlo en profundidad. Por tanto siempre hay un espacio para la sorpresa, pese a que hoy el cuerpo cardenalicio es en su mayoría claramente conservador, siempre queda un espacio para la sorpresa, para que se pueda sorprender al mundo.

Recordemos: Después un Papa que fue a mi criterio un hombre muy interesante, Pablo VI, que tuvo que llevar adelante el Concilio Vaticano II, con todo lo que eso significó, pero no era tampoco de un carisma arrollador, apareció sorpresivamente Juan Pablo II, que nadie sabía de dónde había salido, cuando dijeron el nombre en la plaza de San Pedro se miraban, no se entendía nada. Y cuando se empezó a conocer toda su vida, que eran una cosa extraordinaria los antecedentes que traía (víctima del comunismo, del nazismo, actor, poeta, deportista, todo lo multifacético que era), realmente constituyó una bocanada de aire fresco para la Iglesia que fue realmente muy interesante.

Eso generó un problema, porque ahora todo el mundo compara con Juan Pablo II, y es muy difícil que eso se pueda repetir, es muy singular. Si se lo ve por el lado rutilante de lo que era Juan Pablo II, todo lo demás se empequeñece. Pero puede ser que los cardenales den una sorpresa, o no. Está en manos de ellos ver por dónde se encamina la cuestión. Lo que es seguro es que va a ser muy vibrante –por decirlo de alguna manera– la discusión en el cuerpo de cardenales.

AA - Sin duda; ya lo está.

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Foto: EFE.