Uso abusivo de autos oficiales
Comentario a cargo de Emiliano Cotelo
Portada En Primera Persona
EN PERSPECTIVA
Martes 25.09.01 - Hora 07.00
El mensaje está
firmado por un oyente. Cuenta que el domingo 16 de setiembre se
encontraba en el estacionamiento del Montevideo Shopping, cuando
vio detenerse delante de él un vehículo con matrícula
oficial, cuyo número anotó y me trasmitió luego
junto con su testimonio.
Por más
datos, se trataba de un automóvil Mitsubishi modelo Galant.
El oyente quiso
creer que en ese auto viajaba un ejecutivo o una ejecutiva del Estado
cumpliendo con sus funciones en un día feriado (repito que
era domingo). Pero enseguida comprendió que su optimismo
era exagerado. Quien bajó del vehículo fue una mujer,
vestida de jeans, portando varias bolsas con sus compras.
Algunos de ustedes
podrán pensar que el episodio es menor.
Yo discrepo: el abuso en el uso de la locomoción oficial
es un hecho grave. En un momento de serias dificultades económicas
como el que atraviesa el Uruguay, la gente que está teniendo
que apretarse el cinturón merece que desde el Estado, donde
el dinero que se utiliza es el de todos nosotros, el comportamiento
sea lo más austero posible.
Otros podrán
pensar que aquí estoy yo de nuevo atacando la imagen del
sistema político uruguayo y sus principales figuras. Yo creo,
como ya dije cuando el caso de los pases en comisión, que
quienes atentan contra el prestigio de nuestro sistema político
son aquellos funcionarios que, sin que se les mueva un pelo, se
burlan de la gente, como hizo esta persona del Mitsubishi Galant
el domingo 16. ¿La señora no era consciente de que
estaba haciendo sus compras particulares usando un auto que nos
pertenece a todos nosotros, movido por nafta que pagamos todos nosotros?
Por último
puede haber quienes crean que con estos comentarios estamos yendo
más lejos aún: que lo que buscamos es desacreditar
al Estado. Definitivamente, nada de eso. Casualmente, además,
el autor de la carta es un funcionario de un ente autónomo.
Él dice: "intento estar dentro de ese 30% de trabajadores
estatales que nos esforzamos para que las cosas se hagan bien".
Por eso, agrega, lo que vio lo dejó "anímicamente
quebrado".
Luego, el oyente
se plantea varias preguntas. Por ejemplo: "¿Acaso no
hay alguien que pueda hacer una ley que oblige a los vehículos
estatales a tener un cartel de no menos de 30x30 que indique a qué
organismo y departamento de éste pertenece el vehículo?"
Es una buena
sugerencia, realmente. Cabe recordar que el año pasado, el
doctor Jorge Batlle resolvió que los vehículos del
Edificio Libertad deben portar justamente un cartel que los identifica
con la "Presidencia de la República". Pero esa
disposición no abarca a otros organismos del Estado.
Sin embargo,
también en aquella época, el Poder Ejecutivo adoptó
una segunda medida, de alcance mucho más amplio que la anterior,
que restringió severamente el uso de la flota el Estado.
El
decreto, dictado el 12 de julio de 2000, dice que "queda
prohibido el uso de locomoción oficial y combustible de cargo
del Tesoro Nacional, por parte de cualquier funcionario público,
fuera de lo estrictamente necesario para el cumplimiento de sus
responsabilidades públicas oficiales con excepción
del Presidente y Vicepresidente de la República, Ministros
de la Suprema Corte de Justicia, Ministros de Estado y Presidente
de la Cámara de Representantes." Y agrega que "en
ningún caso el ejercicio de una función pública,
en cualquier ámbito del Estado, podrá implicar la
libre disponibilidad de un vehículo oficial fuera de los
requerimientos del servicio en sentido estricto".
Si bien la resolución
es terminante al especificar que "la violación de lo
preceptuado (...) configurará falta administrativa grave",
fuentes de la Presidencia de la República reconocieron anoche
que en aquel momento no se estableció un sistema de vigilancia
del cumplimiento de aquellos criterios. Hablando con EN PERSPECTIVA
estos informantes admitieron que el rigor de los primeros días
parece haberse perdido con el correr de los meses.
No parece mala idea subsanar aquella omisión y procurar que,
ahora sí, la norma restrictiva se cumpla. La Policía,
por ejemplo, podría ser la encargada de la fiscalización.
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