Entrevistas

Sanguinetti: "La izquierda era despectiva de los Derechos Humanos"

Sanguinetti: "La izquierda era despectiva de los Derechos Humanos"

El líder del Foro Batllista, Julio María Sanguinetti, presentó En Perspectiva su libro "La agonía de una democracia", donde narra, desde su punto de vista, los hechos por los que Uruguay transitó entre 1963 y 1973. "Es muy difícil reconstruir el clima en el que uno se levantaba y no sabía lo que le iba a ocurrir", contó el ex presidente de la República. Sostuvo que José Mujica "es el mejor testimonio del éxito que tuvo la reapertura democrática", pero afirmó que "la izquierda era despectiva de los Derechos Humanos", porque "creía que las libertades burguesas no valían de nada, que la libertad de expresión era un adornito para que los dueños de los diarios o de las radios dijeran lo que quisieran o manipularan a la opinión".

(Emitido a las 8.51 horas)


EMILIANO COTELO:
Al comienzo de este gobierno se discutió mucho sobre la decisión de incluir la historia reciente en los programas de enseñanza, algo que generó inquietud en filas de la oposición por la posibilidad de que se difundiera una visión sesgada de aquellos hechos.

Desde entonces, la lista de publicaciones sobre el Uruguay de los años 60 y 70 ha continuado creciendo.  

Pero en esta nueva producción hay un detalle que no pasa desapercibido, y es la incorporación de varios libros y ensayos escritos desde ópticas blancas o coloradas.

En esa dirección, uno de los trabajos más recientes pertenece al ex presidente Julio María Sanguinetti. Se trata de "La agonía de una democracia", un libro en el que el hoy senador del Foro Batllista da su visión sobre lo que ocurrió en Uruguay entre 1963 y el golpe de Estado de 1973.

¿Qué lleva a Sanguinetti a escribir este ensayo en este momento? ¿Qué conclusiones saca sobre las responsabilidades en la caída de las instituciones que sufrió Uruguay hace 35 años? ¿Está preparando otros libros de este tipo?

Sobre éstos y otros temas vamos a conversar con el doctor Sanguinetti.

***

EC - ¿Por qué este libro en este momento?

JULIO MARÍA SANGUINETTI:
¿Por qué no en este momento, para decirlo a la inversa? Trabajé dos años en este libro, con la idea de terminar este fin de año. Llegó la hora y se presentó, no hay ninguna otra circunstancia. Desde mi punto de vista había la necesidad de un libro histórico que relatara los hechos. La realidad hasta ahora es que ha habido muchas memorias, pero muy poca historia; son cosas bien distintas.

EC - ¿Cuál es la precisión que cree que es necesario hacer entre una cosa y la otra?

JMS - La historia es una operación intelectual de reconstrucción de una época, en la que hay varias memorias: su memoria, mi memoria, la memoria de otro, otras cosas que no están en la memoria, de repente un hecho económico, si el PBI subió o bajó, o si hubo carestía de la carne: son hechos que a veces no quedan en la memoria o lucen en documentos. Entonces, la historia intenta hacer una reconstrucción.

Hasta ahora sobre esta época lo que ha habido son muchas memorias, fundamentalmente de gente que participó en el movimiento guerrillero. Ha habido otros intentos, un libro muy bueno del doctor Gatto, pero es un libro filosófico sobre la filosofía revolucionaria que generó el movimiento guerrillero en aquellos años...

EC - ...Se refiere a "El cielo por asalto".

JMS - Sí, una excelente obra; también hay algunos trabajos periodísticos de Lessa. Yo intenté hacer una reconstrucción histórica, no desde mi memoria, están mi memoria y la memoria de otros; en los episodios digo "la Policía decía esto, los guerrilleros decían esto otro". Quien acceda al libro verá que hay una muy fuerte intención de verdad, tal cual digo ahí tomando la palabra de un filósofo francés. La objetividad ya sabemos que es imposible, le es imposible a usted todas las mañanas cuando hace el informativo, elige un hecho en lugar del otro, y titula con uno y no con otro, eso ya implica un cuadro de valorización.

EC - En el caso suyo estamos hablando de alguien que fue protagonista de la vida política de aquellos años. ¿Cómo se hace para, no digo ser objetivo, pero para acercarse a la objetividad o para plantarse con independencia frente a aquellos hechos?

JMS - Varias cosas. Primero, fui un actor no protagónico, los protagonistas entonces eran otros. Segundo, han pasado muchos años, y han pasado años también en mi propia vida, lo cual da una perspectiva; estos hechos para mí son como la Batalla de Las Piedras, los recuerdo, pero no sé si los leí o los viví. Porque después de esto vinieron la década de la dictadura, los cuatro o cinco años dramáticos de la salida, todos los gobiernos, en mi caso dos gobiernos nada más... Todo eso aleja tanto en el tiempo las cosas que he hecho todo este trabajo sin ninguna pasión. Es más, algunas perspectivas o algunas sensaciones que tenía las fui modificando en la medida que fui recopilando el material periodístico y viendo cosas.

Por ejemplo –lo digo en el libro–, cuando empecé a trabajar no tenía idea de lo que había significado la competencia entre el movimiento comunista desde el sindicalismo con el movimiento guerrillero desde las armas. No es que no lo supiera, pero no lo veía con tanta rotundidad, porque la realidad es que en el proceso de desorden o de desestabilización, la acción sindical, la acción gremial, fue tan o más fuerte que la guerrillera, sobre todo al principio. Hay un momento en el cual el propio hoy senador Eleuterio Fernández Huidobro dice: "Teníamos que hacer algo –cuando hacen el secuestro de Pereira–, porque los muertos eran estudiantes comunistas y nosotros éramos los guerrilleros y no moríamos; teníamos que hacer algo espectacular". Eso revela que hubo una competencia muy fuerte, que en aquel momento era enorme, porque el Partido Comunista uruguayo (PCU) estaba en una línea ortodoxa, no estaba en la línea de Fidel Castro, eso fue notorio en el famoso congreso de la OLAS. Era un momento histórico muy particular, con una enorme influencia, por un lado, de Rusia y su ortodoxia leninista, y, por el otro lado, de Cuba, que en el 59 con su revolución había inundado América Latina con un aluvión de romanticismo revolucionario que encendía la pasión de todos los jóvenes. De todos, no me excluyo porque todos tuvimos esa pasión; yo estuve en Cuba en aquellos meses inaugurales del 59, y volví un poco más frío, escribí una serie de notas...

EC - ...Fue como periodista.

JMS - Fui como periodista y cuando llegué acá Marta me esperaba en el aeropuerto con un ladrillo en cada mano: "¿Qué escribiste?, ¡qué frialdad!". Yo fui con la misma ilusión que teníamos todos y volví con la convicción de que íbamos derecho a una dictadura. No lo dije tan así, pero en las notas revelaba esa situación que en la cancha se veía venir.

EC - El libro es, en algunos momentos, hasta abrumador en la recopilación de hechos: va realizando una crónica de lo que pasaba año a año en ese período de 1963 a 1973. Pero no se queda simplemente en la información, saca algunas conclusiones y al final las expone.

JMS - Saco algunas conclusiones y lo hago bien claramente. Los que somos periodistas sabemos distinguir muy bien lo que es información de lo que es opinión, y creo que este trabajo también lo ubica. Acepto que haya conclusiones distintas, pero nadie ha podido decir que los hechos no fueron esos, y eso es lo importante y lo que intenté hacer. No habría sido honesto y creíble no dar mi opinión, porque incluso vale para el juicio del lector en cuanto al relato de los hechos. Me importa señalar que los hechos son esos, cuando hay dos versiones las doy; esto fue lo que ocurrió en aquellos años.

A veces es abrumador, como dice usted, y, como lo expongo un par de veces en el trabajo, ese fue uno de los mayores desafíos. Es muy difícil desde el Uruguay de hoy reconstruir aquellos años, es muy difícil reconstruir el clima en el que uno se levantaba y no sabía lo que le iba a ocurrir, ni a uno ni a los hijos que iban a la escuela o al liceo, no se sabía si iba a haber clases o no; se salía, (había) un incidente en un lado, calles cortadas, gases lacrimógenos. Era todos los días, todos los días, todos los días... Que se asaltó un banco, que murió no sé quién, que mataron a un policía, que mataron a un guerrillero, que hubo un tiroteo... Era todos, todos los días. No es fácil reconstruir, por eso a veces es un poquito abrumador, y lo digo, le pido disculpas al lector, pero no tengo más remedio, para que de algún modo se ubique en lo que era aquel angustiado y angustioso tiempo de nuestra historia.

EC - Usted es particularmente crítico con el Movimiento de Liberación - Tupamaros (MLN).

JMS - No soy crítico ni dejo de serlo, expongo los hechos. Son los hechos los que hablan por sí mismos...

EC - ...¿A usted le preocupaba, con esta reconstrucción, observar, detectar responsabilidades en la caída de las instituciones?

JMS - Yo soy muy aficionado a la historia, no soy un profesional de ella, primero porque hay uno en casa, y segundo, no he hecho estudios sistemáticos de historia. Pero soy muy aficionado, leo mucha historia y como consecuencia trato de mirarla o de entenderla como lo que es: un relato de los hechos, una contextualización de ellos en su tiempo y en su espacio, para que se comprenda lo que ocurrió. El juicio siempre es relativo, con los mismos hechos usted puede leer la Revolución Francesa en clave heroica, en clave liberal, en clave marxista, según el autor que elija.

No me importa demasiado el tema responsabilidades. Es más, señalo en el prólogo, refiriéndome al senador Mujica, que así como discrepamos con su acción en aquellos años y con sus ideas hoy, debemos reconocer que su acción en estos años ha sido a favor de la paz y la concordia, y no de la venganza, como él mismo ha dicho. Lo señalo expresamente en el libro para que nadie piense que hay ninguna cosa personal u oportunista en esa dirección. Sí creo que fue inexcusable la responsabilidad histórica de quienes iniciaron una revolución en un Uruguay en el cual ni el Che Guevara creía que había que hacer una revolución, porque lo dijo acá en el Paraninfo. Del mismo modo que también es inexcusable lo que luego hicieron los mandos militares, cuando ya derrotado el movimiento tupamaro asaltaron el poder. Esas son responsabilidades, más que culpabilidades, pero no son culpabilidades específicas, porque yo trato de mostrar también –quien acceda al libro lo verᖠel panorama: había una democracia débil, había una corriente intelectual muy despectiva de ella, una corriente intelectual y política muy fuerte despectiva de los Derechos Humanos.

Hoy parece paradójico pero es así, la izquierda era despectiva de los Derechos Humanos, creía que las libertades burguesas no valían de nada, que la libertad de expresión era un adornito para que los dueños de los diarios o de las radios dijeran lo que quisieran o manipularan a la opinión. Era lo que se decía entonces, era el debate diario en aquellos años. Entonces, había una democracia más débil, había partidos políticos que estaban en un momento de tránsito de liderazgo –se había muerto Herrera, se había muerto Luis Batlle, se había muerto Fernández Crespo, se había muerto Nardone: las figuras protagónicas de los 30 años anteriores– y había un tránsito económico también muy importante...

EC - ...Una economía estancada.

JMS - Una economía que se estancaba porque estábamos en un mundo distinto, después de la hegemonía británica que había seguido en el Río de la Plata hasta la segunda guerra mundial. Como dice Tulio Halperin, "al caer el imperio británico el Río de la Plata fue la viuda", nos quedamos ahí. Y la reinserción era muy difícil, porque ya era un mundo distinto, no era un mundo de escasez, era un mundo afluente, y lo que teníamos se había armado sobre la base de la escasez y para atender esas necesidades, una industria pensada desde ese punto de vista. Y nos encontramos con la necesidad de competir, con la necesidad de exportar. Era un mundo complejo. Todo esto muestra el panorama y es lo que hace entendible el proceso.

Sin entrar a decir "este es el culpable", si uno relata todos esos hechos y saca el movimiento guerrillero del relato, no se entiende nada: no hay golpe de Estado, no hay irrupción militar, no hay nada que tenga explicación. Eso es lo que hay que entender y eso es una responsabilidad histórica que ahí está. A mí no me interesa juzgar, porque sobre todo hice este trabajo pensando en una nueva generación, para que conozca los hechos. Después podemos opinar lo que queramos, pero primero están los hechos.

EC - A propósito de esa responsabilidad o de ese papel que le cabe al MLN en ese proceso de deterioro de las instituciones. Acaba de haber declaraciones del senador José Mujica, ayer lo entrevistaron en el diario La República y le preguntaron por comentarios que había hecho el intendente Carmelo Vidalín señalando que le gustaría escuchar de Mujica una palabra de disculpa, "porque los tupamaros atentaron contra un gobierno democrático". Y Mujica respondió –y tiene mucho que ver con el libro, por supuesto–: "Todo eso lo hemos discutido 20 veces y nunca nos vamos a poner de acuerdo. Por eso yo opto por no discutirlo, porque inventar que este país era la Suiza de América, que no pasaba nada, y un día salieron de atrás de una piedra un puñado de locos y lo pudrieron todo es un acto de infantilismo. Porque el grado de corrupción, de displicencia, al que había llegado nuestro sistema político, y el peso de la crisis económica –en este país solo el PBI  agropecuario de los año 55 al 85 apenas aumentó 17%–, ese país estancado tenía que desembocar en lo que desembocó". Y luego agrega: "En el primer congreso que se fundó la central de trabajadores, en los primeros años de la década del 60, los trabajadores discutían que al golpe de Estado se le contestaba con la huelga general. ¿Por qué?, porque ya había habido síntomas a patadas, porque con nosotros o sin nosotros el Uruguay iba a un golpe de Estado, porque el régimen político, entre otras cosas, venía fracasando reiteradamente y eso se venía agravando de año en año".

¿Qué dice de este análisis que plantea Mujica?

JMS - Como él dice, él no lo quiere discutir. Y me resulta un poco triste que se renuncie a lo que fue una pasión revolucionaria. Este grupo de muchachos inició una revolución a la cubana, se sentían inspirados por el Che Guevara, por Fidel Castro, y creyeron que había llegado la hora de la revolución. Hicieron algo heroico en su visión, algo épico, profundamente equivocado desde nuestro ángulo, pero que tenía por lo menos esa grandeza. Hoy, curiosamente, se reduce todo aquel espíritu revolucionario a una especie de trámite administrativo: estaban tratando de prevenir un golpe de Estado que no se sabía de dónde venía, no se sabía quién lo iba a dar, y se hablaba como si no hubiera elecciones en el país, Parlamento libre y una Constitución funcionando.

Nadie dice que Uruguay fuera el paraíso, porque no lo era, pero nadie objetivamente puede discutir que no hubiera elecciones libres, que no hubiera libertad de expresión del pensamiento, que no hubiera diarios furiosamente opositores, que no hubiera un sindicalismo activo hasta el delirio -cuesta concebir hoy lo que era el sindicalismo de aquellos años-. Por eso digo, hasta el propio Che Guevara dijo: "Acá ustedes tienen cosas que no hay en ningún otro lugar de América Latina; cuídenlas". Lo inexplicable es esto, que alguien diga "desprecio el voto, no me interesa más que nadie vote, yo mesiánicamente me sustituyo al voto de la gente y por medio de una revolución, por medio de la violencia, voy a tratar de llegar al gobierno para hacer algo mejor que lo que está ocurriendo". Se puede tener una visión negativa de aquellos años, se puede tener la más optimista, se puede tener la más equilibrada; yo puedo decir que fueron años muy difíciles, lo digo en el libro, nadie dice que esto fuera un césped de campo de golf donde florecían las margaritas. Estamos hablando de un momento de transición del país, muy difícil como todos los momentos de transición, pero indudablemente dentro de la democracia. Entonces, que un grupo diga "me cargo la democracia, no me importan para nada las libertades, voy a sustituir la voluntad del pueblo, no quiero más elecciones, quiero una revolución", eso no se puede tapar con nada.

EC - ¿Y el otro factor, las tendencias golpistas que existían dentro de las Fuerzas Armadas desde fines de los años 50?

JMS - Tendencias golpistas siempre hubo, ya Juan Antonio Lavalleja cerró el primer Parlamento que tuvimos. Pero también era muy claro que las mayorías no eran golpistas, que los mandos del Ejército no eran golpistas, ninguno de los comandantes en jefe de esos años, hasta el final, cuando ascendieron quienes realmente asumieron el instinto golpista, era golpista. Ni el general Borba, ni el general Martínez, ni el general Gravina, ni ninguno de los generales de la época era golpista; al revés, eran profundamente democráticos, y algunos incluso el 8 de febrero lo demostraron con su actitud, como el almirante Zorrilla, que sacó la Armada a la calle para defender la institucionalidad. Tendencias golpistas siempre hubo, pero estaban totalmente mediatizadas, incluso en las asambleas del Centro Militar que había habido en esos años –está relatado en el libro– la gente de lo que llamaríamos la "línea dura" intentó mostrar su poder y perdió fuertemente en una votación una moción que no era golpista, pero que revelaba una actitud dura frente a los movimientos guerrilleros. Es muy claro que había eso.

Tendencias golpistas siempre hubo, quizá hoy no las vemos, pero por algún lado las haya; no se expresan, pero había claramente en las Fuerzas Armadas una mayoría de otro tipo. Y en todo caso, era una responsabilidad del gobierno, no era el tema para que 20 ciudadanos creyeran que su misión era salvar a la República instaurando un gobierno a la cubana, sustituyendo la voluntad popular. Yo diría que Mujica es el mejor ejemplo, porque cuando quiso ser militar le fue muy mal en aquellos años, y cuando quiso ser político le fue muy bien, y lo felicito, porque esto es muy bueno. Él es el mejor testimonio del éxito que tuvo la reapertura democrática.

EC - Usted alude en el libro a la teoría de "los dos demonios", pero da la impresión de que no se afilia a ella.

JMS - No me gustan los estereotipos. Esto nació en Argentina, a raíz del libro blanco que produjo Sábato con un grupo de gente, y entonces se dijo "hay dos demonios: el demonio guerrillero y el demonio militar". En el caso de Argentina quizá la palabra demonio cabía muy bien, porque fueron demoníacas las dos cosas. Pero luego ha venido una onda de desacreditar, "los dos demonios no", con un claro fin político, que es exculpar la responsabilidad de los movimientos guerrilleros. No se puede entender esos dos actores sin un contexto, pero fueron los dos actores principales; ahora, decir "no hay teoría de los dos demonios", ¿es exculpar también a los mandos militares?, ¿o hubo un solo demonio?

EC - ¿Cuándo entra en escena el segundo demonio? Usted recién hacía notar que en los años 50, 60 existieron tendencias golpistas dentro de las Fuerzas Armadas, pero eran minoritarias, acotadas, sin relevancia. ¿Cuándo pesa el segundo demonio?

JMS - Surge a raíz de la guerrilla, indudablemente. Desde el 63 hasta setiembre del 71, a dos meses de la elección, se da la batalla con la Policía, que además no fue una batalla perdidosa. La prueba está en que en ese momento, en setiembre del 71, cuando se produce la fuga del Penal, estaba dentro toda la dirigencia del movimiento guerrillero, es un hecho. Pero a dos meses de la elección aquello fue una especie de momento solemne, en el cual el país se sobrecogió, quedó como paralizado, con una suerte de vacío: ¿qué pasa?, ¿esto es el asalto al Palacio de Invierno? Se escapan y se cae el poder, ¿qué es esto? ¿Estamos en Cuba? Ahí el gobierno dicta un decreto haciendo responsable de la conducción del combate al Ejército. Y ahí surge la acción militar, y en esa acción pasa lo que pasó históricamente, porque, ¿por qué es que el Ejército no había intervenido hasta entonces? Digámoslo con todas las letras: porque Pacheco no quería.

Hay un libro de Chagas y Trullen, que no es un mal libro, sobre la época de Pacheco. ¿Por qué no quería? Porque Pacheco, que era un buen conductor del Estado, tenía claro que el Ejército es una herramienta complicada, y que una vez que se la saca al combate no es fácil manejarla. La historia está de testimonio, en Roma cuando las legiones venían derrotadas entraban por las puertas de atrás y nadie sabía que habían vuelto; cuando venían vencedoras de las Galias o de la lucha con los bárbaros entraban por la vía Apia y pobre emperador, más de uno resultó caído por la euforia del triunfo de aquellas legiones y de su general, su Marco Antonio, su Octavio, su César. Vino en el Ejército una embriaguez de la victoria, el aplauso que recogía por lo que se sentía que era una salvación frente a un proceso de este tipo, y eso hizo que algunas tendencias golpistas más o menos viejas, que estaban allí larvadas, encontraran su mecanismo de expansión, su momento de gloria, y arrastraran al país y a su propia fuerza, para su desgracia, al golpe de Estado. Esa es la concatenación de los hechos, la secuencia de los hechos.

***

EC - Quiero hacerle dos preguntas puntuales. En primer lugar, ¿cómo juzga la conducta del PCU? Porque, por un lado, usted destaca que el PCU rechazó el método de la lucha armada que se extendía por América Latina, pero por otro hace notar que los comunistas competían con los tupamaros en "ofrecer la más auténtica versión de la revolución socialista, y por esa razón, en esa carrera con el MLN, desde el movimiento sindical, donde los comunistas eran mayoría, terminaban subiendo la apuesta en cuanto a las posturas radicales".

JMS - Eso es un hecho objetivo. El movimiento comunista en aquel momento tenía otra teoría, que venía de Moscú –y digo desde Moscú porque nuestro PCU era un fiel reflejo de Moscú–. Su líder, Rodney Arismendi, persona a quien aprecié mucho y con quien tuve amistad, pese a nuestras diferencias de visiones, era un gran líder, un hombre de una gran capacidad intelectual y moral, era un comunista auténtico, con todo lo que ello significa. Estábamos en las antípodas del pensamiento, pero con un gran respeto, yo le tenía un gran respeto. Ellos estaban en otra teoría: eran partidarios de la revolución, pero no la revolución armada hoy, decían que era necesario un proceso de acumulación de fuerzas –ese era el concepto que usaban antes– para llegar a la revolución de un modo más natural, más legítimo, como resultado de una contradicción auténtica de la sociedad. Rechazaban la teoría del foco, a la cual respondían los tupamaros: generemos un foco de rebelión y a través de él expandamos en la sociedad un foco acá, un foco acá, un foco allá, hasta que se genere el incendio, que era la otra estrategia.

Los comunistas sintieron que a la juventud se la estaban llevando los otros con el aliento revolucionario cubano. En ese momento el PCU estaba en contra de esa línea, y por eso mismo terminaron yendo más allá de lo que ellos mismos querían, porque ellos mismos no querían estar en ciertas actitudes, pero no tenían más remedio porque se los empujaba, se los iba llevando y en esa competencia se sentían derrotados. Eso fue lo que ocurrió y eso es lo que se relata allí.

EC - Por otro lado, ¿cómo observa a los partidos tradicionales en ese proceso?

JMS - Los partidos tradicionales primero se vieron sorprendidos, porque nadie tenía en el Uruguay de la época la idea de que íbamos a vivir un proceso revolucionario. La revolución flotaba en el mundo, era mayo del 68, era Woodstock, el movimiento hippy, todo ese momento del mundo. Y los teóricos fueron grandes responsables; Régis Debray, por ejemplo, que insufló el ánimo radical de tantos jóvenes que fueron a la muerte. La responsabilidad de los intelectuales siempre es muy importante, mayor de lo que se cree, porque al mundo lo mueven las ideas bastante más de lo que se suele decir. La vulgata dice que todas las guerras son económicas, de intereses; yo siempre pensé lo contrario, creo que las guerras rara vez son económicas, aunque siempre luego hay intereses económicos. Las guerras normalmente son del mundo espiritual, son ideas, etnias, prejuicios nacionalistas, etcétera: todos esos ingredientes fueron produciendo ese conato revolucionario. Fue una cosa que sorprendió, porque todavía vivíamos el orgullo de la democracia uruguaya, el orgullo que nos venía de los momentos de más apogeo y tranquilidad. Primero fuimos de algún modo sorprendidos –hablo de los dos partidos tradicionales-...

EC - ...Pero desde antes, el libro describe: "La falta de autoridad dentro de los gobiernos del Partido Nacional, el sistema colegiado, las desavenencias que se daban dentro de él, no solo entre blancos y colorados, sino también y especialmente dentro de la propia mayoría del Partido Nacional. Después, a partir de 1967, ya reformada la Constitución e instaurado el presidencialismo las contradicciones dentro del gabinete del presidente Óscar Gestido en los pocos meses que estuvo al frente del poder, por ejemplo los varios cambios que hubo en el Ministerio de Economía en esos meses, luego de la muerte de Gestido la forma como ejerció el poder su sucesor, Jorge Pacheco Areco".

¿Qué análisis autocrítico hace usted a propósito de esta parte?

JMS - Más que autocrítica y que crítica, lo que me interesa es la exposición de los hechos. No habría sido honesto ocultar esos hechos, los narro, usted los está evocando desde la lectura. Había un sistema político que estaba frágil, porque el sistema colegiado había resultado frágil. Ahí había un tema institucional muy fuerte. Los que propiciamos y redactamos la Constitución del 67 la hicimos bajo el indudable impulso de sentir que había que recuperar para el poder político una concentración de poder mayor que le permitiera al país sentir que había gobernabilidad o que había gobierno efectivo, para decirlo más claramente. Porque el colegiado había alentado la fragmentación del poder, como eran seis consejeros la mayoría llegaba a una tendencia, llegaba a otra, era una especie de senadito, y los temas ejecutivos requerían otras respuestas, en un momento que ya era difícil en el mundo, en la región y en Uruguay. Eso es fragilidad de la situación política, un sistema que estaba débil, frágil, proclive a no poder enfrentar situaciones tan difíciles. De ahí la Constitución del 67, que llevó a Gestido a la Presidencia, fue el primer presidente que vuelve a ser presidente de la República, y luego la sustitución por Pacheco. A Pacheco se le ha cuestionado mucho la actitud que tuvo en aquel momento frente al movimiento guerrillero...

EC - ...Por ejemplo, gobernar permanentemente con las medidas prontas de seguridad, por ejemplo las clausuras de diarios.

JMS - Hubo una guerra, sobre eso no hay dos opiniones, también lo decían los otros. Recuerdo un correo tupamaro en el cual se dice: "Por fin el diario Acción –que era donde yo escribía– dice la verdad: estamos en una guerra, hay una guerra, hemos declarado la guerra". Y una guerra es una guerra, en la guerra hay medidas de seguridad porque no hay más remedio, hay algunas restricciones a algunas libertades porque no hay más remedio, y a partir de allí entramos en un terreno discutible. Pero nadie puede discutir que llegamos al año 71, que hubo elecciones libres, que la gente votó y que todo el mundo marchó luego a integrar un Parlamento y un gobierno. Había una justicia independiente, había un Parlamento, había un Estado de derecho, por más conmoción que hubiera. Estos son los hechos grandes que no se pueden discutir...

EC - ...A la hora de las conclusiones, en el final, usted no atribuye responsabilidades, no aparece crítico con ese gobierno de Pacheco.

JMS - En lo básico no lo soy –en algún momento lo integré–, por más que uno puede tener algunas distancias particulares. Yo no integraba el pachequismo dentro del Partido Colorado (PC), pero no puedo negar que tuvo que enfrentar una situación muy difícil y que la enfrentó desde la democracia, que llegó a las elecciones, que no cayó en ello. Quizá haya una responsabilidad de tipo político, que fue haberle errado en el candidato, porque Bordaberry luego no estuvo a la altura de las circunstancias. Eso es un hecho político que es responsabilidad política de Pacheco, pero también de la ciudadanía, porque cuando se buscan responsables –la palabra culpable yo la uso poco– siempre se ubican los dirigentes. Uno va a Argentina y a Menem no lo votó nadie, y va a Perú y a Fujimori no lo votó nadie. Entonces, también estaba la gente, la gente estaba con Pacheco mayoritariamente. Por eso mismo fue el más votado en la elección para la reelección, tuvo un muy fuerte apoyo de opinión pública, que por algo era. No era un solitario que estaba ejerciendo el poder sin interpretar la voluntad de mucha gente que lo que quería era salirse de eso. Y eso lo pagamos muy caro, porque cuando vino el golpe de Estado –y es triste decirlo, pero es así– tampoco hubo oleadas de reacción de la gente, porque ahora uno sale a la calle y está lleno de héroes, pero yo no los vi entonces.

EC - ¿El problema era Bordaberry?

JMS - El problema no solo era Bordaberry...

EC - ...Se lo pregunto a propósito de esta columna que escribió hace dos domingos Carlos Maggi en El País, en la que se refiere a su libro, y, más allá de que lo elogia, también señala como carencia el no reconocer el error que implicó para el PC la candidatura de Juan María Bordaberry en 1971.

JMS - Estamos de acuerdo, lo estoy diciendo y lo estoy reconociendo...

EC - ...Pero en el libro no está planteado expresamente.

JMS - No, porque no es un tema para juzgar. Vuelvo a decir, la historia no es juicio, es explicación, y eso es lo que he intentado. Creo que fue un error. Algunos me dicen: ¿y por qué eligió Pacheco a Bordaberry? La decisión de Pacheco en aquel momento respondió a algunas influencias, le decían: "Lo que a usted le falta, presidente, es un poco de apoyo en el campo, porque usted es muy urbano, muy batllista, muy de El Día, entonces alguien ruralista". Y Bordaberry había sido ministro de Ganadería y Agricultura respetado por las agremiaciones rurales, de donde venía, no olvidemos que había sido senador por el Partido blanco antes, era un típico dirigente gremial, fue primero senador blanco, después fue presidente colorado, representaba el ruralismo. La imagen de un estanciero conservador, católico, tradicional, buen padre de familia, con una larga prole. Encuadraba en ese concepto, la imagen de lo que se dice un buen hombre. Y así fue, fue un candidato vicario, la fuerza política no era la de él, pero tampoco alejaba los votos porque no generaba resistencia. Puesto en la responsabilidad fracasó, ese es el tema.

EC - ¿Y ustedes no se plantearon el dilema de si sumar o no votos para ese candidato, Bordaberry? Eso es lo que plantea Maggi en su columna: él dice que él tuvo que tomar la decisión de no seguir votando a sus amigos de siempre para no agregarle votos indirectamente a Bordaberry.

JMS – Él, en ese momento, era más bien antipacheco, porque Pacheco generaba esas cosas. Yo no era pachequista, pero lo respetaba profundamente y a la distancia lo respeto un poquito más, porque había que tener una gran templanza en aquel momento para no verse arrastrado. Recuerdo el día que lo fuimos a ver con el doctor Grauert, el día en que "se bajó la palanca", como se decía entonces, y quedó Uruguay a oscuras, pero a oscuras, oscuras, solo había una linterna, un farolito; lo fuimos a ver a la Casa de Gobierno, y uno sentía que si en ese momento daba un golpe de Estado y se plebiscitaba, lo votaba todo el mundo. Pero él tenía una gran templanza desde ese punto de vista, más allá de aciertos políticos y errores políticos, y eso no se le podrá negar.

No hay duda de que hubo responsabilidad, pero también hubo una enorme y gigantesca responsabilidad de los partidos de izquierda, que apoyaron el golpe de Estado. Esa es otra cosa que no se puede discutir, el 8 de febrero irrumpe la fuerza militar, desobedece al gobierno, desacatan al ministro de Defensa, la Armada sale en defensa del presidente y todo el espectro político, con la sola excepción de la voz del doctor Quijano, se suma a los comunicados 4 y 7 y sueña con un gobierno de "civiles y militares honestos", como se decía, un gobierno revolucionario, que en aquel momento tenía otra fuente de inspiración que no era Cuba, sino Perú, donde el general "el Chino" Velasco Alvarado había hecho un gobierno izquierdista, nacionalista, sobre la base del ejército y algunos sectores políticos de izquierda. Nuestra izquierda –está escrito, Vivián Trías, declaraciones oficiales del PCU y de la organización sindical de la época– adhirió a los comunicados 4 y 7 en el momento en que se daba un golpe.

Eso también fue una fragilidad del sistema político, porque no es que el sistema político estuviera todo unido, estábamos profundamente divididos. Yo escribí unos editoriales tremendos –ahora los he repasado, yo le llamaba el "fascismo de izquierda"–, porque sentía eso, lo creía, y en todo caso es evidente que hubo un error de perspectiva formidable. Cuando uno piensa que el general Álvarez era el líder de esa corriente y que en aquel momento la izquierda uruguaya creyó que el general de la izquierda era Álvarez... Hoy parece chiste, pero en aquel momento fue así, no lo puede negar nadie.

***

EC - Este libro, "La agonía de una democracia", que usted escribe y publica con la intención de aportar su enfoque en torno a este gran debate que está planteado a propósito de la historia reciente de nuestro país; este libro, que de algún modo se dispara a partir de la decisión de las autoridades de la enseñanza de este período de gobierno de incorporar estos asuntos en los programas, ¿está destinado a formar parte de la bibliografía de secundaria, por ejemplo? ¿Qué contactos ha tenido en ese sentido?

JMS - Ninguno, por el momento; sería deseable, porque la bibliografía que hoy se está usando es toda muy sesgada y con muy pocos intentos históricos. Alguno que me ha criticado por ahí ha dicho "usted es un político que quiere hacer historia"; y yo veo muchos historiadores que hacen política. En cualquier caso, nadie podrá negar que esto no es un panfleto, que no es un libro de ese tipo, que es un libro con una intención histórica evidente. Yo esperaría que las autoridades lo consideraran. Pero esto no está motivado por la decisión de las autoridades de la enseñanza de enseñar historia reciente. Mi motivación es más general: yo veía que la nueva generación estaba muy desinformada o con una gran ignorancia, o que había "comprado" algunos de los mitos que por ahí flotan. Y sobre eso de los mitos, estos días salió un libro del periodista Leonardo Haberkorn, que se dedica a los mitos tupamaros. Hay unos mitos que están más o menos instalados por allí, resultado de una propaganda y que en algunos sectores habían llegado, como también en la época militar vastos sectores de la población habían llegado a creer que el golpe, aun malo, no había sido más que un mal necesario por el desorden del país. Mi motivación fue esa, más que la decisión de las autoridades de la enseñanza. Pero producida ella, espero que seriamente lo consideren, que lo tomen en cuenta como a otros libros sobre esa época que hoy se están difundiendo.

EC - ¿Tiene planeado escribir otros libros, por ejemplo sobre la salida de la dictadura, en la cual usted fue un protagonista de primera línea?...

JMS - ...Ahí sí, ahí ya no fui un actor de reparto...

EC - ...Ese libro con sus memorias, con su experiencia de esos años, es algo que espera mucha gente desde hace mucho tiempo.

JMS - Sí, me lo debo a mí mismo y se lo debo también a la gente. En eso me pondré a trabajar, espero el par de años que viene estar dedicado a ello y que pueda culminar ese trabajo. Lo quiero hacer, porque, además, es un proceso muy interesante y muy exitoso. Uruguay retornó a la democracia en paz, no tuvimos un tiro, no tuvimos un muerto, no tuvimos una rebelión militar, no tuvimos nada de lo que sufrió Argentina, de lo que sufrió Chile, incluso, que tuvo que convivir dos gobiernos democráticos con el general Pinochet como comandante en jefe. Imagínese, es casi impensable en nuestro medio. La salida uruguaya fue extraordinaria, más allá de todo lo que hoy se pueda decir, y esa historia hay que contarla también; yo espero poder narrarla. Empezaré a trabajar en los próximos meses en eso. Ojalá me lleve menos de dos años, pero no creo que mucho menos.

***

Transcripción: María Lila Ltaif

***

Luego de la entrevista que Emiliano Cotelo le realizó a Julio María Sanguinetti, el ex presidente dialogó con los integrantes de La Tertulia de este martes: Daniel Buquet, Juan Carlos Doyenart, Hoenir Sarthou y Fernando Scrigna.