El uso y el mal uso de las encuestas
Análisis político de Oscar A. Bottinelli
(Emitido a las 8.33 hs.)
JOSÉ IRAZÁBAL:
Este 2009 que empieza es el año verdaderamente electoral, el cual estará absorbido por las campañas hacia el 28 de junio y luego hacia octubre y noviembre.
Una vedette de estas campañas son, por supuesto, las encuestas. El politólogo Oscar A. Bottinelli, director de Factum, dedica este primer espacio del año a analizar justamente a este protagonista, bajo el título: "El uso y el mal uso de las encuestas".
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OSCAR A. BOTTINELLI:
Hoy empezamos el año desde el punto de vista de la comunicación a través de En Perspectiva. Es un año que va a estar, en lo político, centrado en las campañas electorales, y uno de los elementos que se ha transformado en protagónico en las campañas electorales ha sido las encuestas: el uso y el mal uso de las encuestas.
¿Qué son las encuestas? Las encuestas de opinión pública son un instrumento científico, esto es lo primero que hay que tener en claro. No existen por sí solas, no se ven a simple vista, no son un árbol del paisaje, sino que son una medición científica, con un instrumento científico, con el objetivo de medir los comportamientos, juicios, actitudes y valores de la sociedad, es decir de esa misma opinión pública.
Para que una encuesta sea científicamente hecha y de alta calidad es muy importante atenerse a varios elementos. Uno: la muestra, es decir, cómo se selecciona, cómo se llega hasta el individuo. Este es un proceso científico muy importante que requiere tener muy buena información de calidad, en este caso información socio-demográfica e información político-electoral, para hacer muestras que resulten claramente representativas.
Un segundo tema es el cuestionario, que está constituido por la pregunta o las preguntas relacionadas al tema que se va a difundir y la sucesión de preguntas. La sucesión de preguntas puede sesgar, una puede contaminar las respuestas de otras.
Tercero: el proceso de datos, que es en última instancia compatibilizar la muestra real con la muestra ideal. La muestra real, los individuos que realmente fueron seleccionados, nunca van a quedar perfectamente en distribución, por ejemplo de edad y de sexo, a lo que es la muestra ideal del país y eso requiere tener procesos científicos de ajuste.
En cuarto término: cómo se presentan los datos y cómo se interpretan los mismos.
Y en quinto lugar, para una encuesta es importante la calidad de los encuestadores. No cualquiera puede encuestar, el encuestador tiene que ser una persona formada. En el caso nuestro Factum, empleamos estudiantes avanzados o profesionales en ciencias sociales o disciplinas afines como sicología y ciencias de la comunicación. Y además es importantísima la empatía que se logra entre encuestador y encuestado, donde influye la presentación de la persona, el manejo del idioma, si tiene acentos particulares, el grado de naturalidad de la actitud con que encara la entrevista.
Cómo se presentan también es un tema clave. Los códigos internacionales de ética; básicamente hay un gran código compartido por la Organización Mundial de Empresas de Investigación de Mercado y la Wapor (la Asociación Mundial de Investigadores de Opinión Pública), que tienen un código general de ética para la difusión de cualquier tipo de encuestas y a su vez un código más riguroso especial para la difusión de encuestas político-electorales, lo que se le llama "opinion polls".
Es necesario definir cuál es el universo con una descripción detallada de los lugares de relevamiento. Tiene que decirse cuál es la metodología de la muestra, cuál es la metodología del relevamiento, la cantidad de casos, la fecha en que se hizo el relevamiento, la recopilación de datos, cuál es el máximo margen de error para un determinado nivel de confianza. Y una cosa fundamental, que rara vez en Uruguay se cumple: cuál es la o las preguntas. Acá hay empresas de primera línea que difunden datos y jamás ponen cuál es la pregunta. Los datos que se publican son las respuestas a preguntas; si no está la pregunta, el dato en realidad carece de valor científico, esta es una falla muy habitual en Uruguay.
Tenemos qué son y cómo se presentan, pero vamos a ver para qué sirven las encuestas. Las encuestas bien usadas sirven para dos grandes cosas: una, que es lo que ocurre cuando difundimos las encuestas a través de medios de comunicación -lo que hacemos aquí en En Perspectiva-, es para que la sociedad se vea reflejada a sí misma. Es decir, la gente a través de una encuesta se ve al espejo. Ve el conjunto de la sociedad, qué es lo que piensa, cuáles son sus valores, cuáles son sus juicios, cuáles son sus posibles actitudes. Esa es una labor que se cumple con la difusión de las encuestas.
La otra, es una guía para los actores políticos o actores sociales, para que puedan ver cómo es la opinión pública, verla mucho más al microscopio, ver por diferentes tramos de edad, por sexo, los diferentes niveles educativos, los diferentes niveles socio-económicos, según la ocupación de la gente, los tramos etarios distintas formas de ver los tramos etarios-, para ver fortalezas y debilidades de sí mismos, fortalezas y debilidades de los contrarios, cómo se debe operar; para ver cuando se adopta un tema si la opinión pública lo recibe bien o mal.
Y frente a esto el actor político puede hacer muchas cosas; puede decir: "al diablo, la mayoría del país está en contra de lo que yo pienso y por eso no voy a cambiar de manera de pensar, lo que tendré es que redoblar el esfuerzo para ver si convenzo a la gente". Y hay otro que dice: "este tema no es tan importante, no es de principios, y me sirve lo que dice la gente para cambiar las prioridades". Si estamos hablando del aborto, ningún dirigente político cambia su punto de vista porque la gente esté a favor o en contra. Si estamos hablando sobre si es más importante poner semáforos o pavimentar calles, un gobernante municipal cambia las prioridades, porque no es un tema de principios, y le orienta sobre la predisposición de la sociedad.
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Ahora hablemos del mal uso. En las campañas electorales es común el uso indebido de las encuestas. Ocurre cuando la encuesta, en lugar de usarse para que la sociedad se vea al espejo o para que los actores sepan cómo operar, se usa como propaganda. Ya no es entonces "miren la realidad es esta", sino "con esto demuestro que a mí me va mejor y que al contrario le va peor".
En general, en esto hay un problema, y es que en Uruguay a los medios de comunicación les está faltando mucho rigor en la difusión de encuestas. Y Uruguay debería ir, como ha ido toda Europa, hacia exigencias legales para la difusión de encuestas, no para limitar la difusión, sino para garantizar que el público recibe un producto genuino y no se le venda "gato por liebre", para decirlo en términos vulgares.
¿De qué cosas hay que cuidarse? Primero: no es lo mismo cuando el instituto, consultora, o empresa que hace una encuesta la difunde bajo su responsabilidad, con su cara, con su voz o con su firma, a cuando parece una filtración, a cuando alguien dice que una empresa hizo una encuesta que da tal cosa. Aunque se presente la fotocopia del estudio no se sabe si esa fotocopia es de todo el estudio, si no falta nada, si se hizo para difundir o se hizo para estudiar escenarios hipotéticos.
Las filtraciones son un peligro al cual hay muchos actores políticos muy adictos. Los institutos o empresas tenemos posturas diferentes sobre ellas. Hay empresas que facilitan que se filtren los datos y hay algunas -como el caso de Factum- que estamos en el extremo opuesto; le hacemos la guerra y levantamos los techos cada vez que alguien filtra indebidamente un dato nuestro, son conductas todas válidas pero diferentes.
Segundo: el tema de las empresas dudosas, empresas que no se conocen los responsables o no tienen credenciales, y ni hablar cuando son empresas inexistentes. En Uruguay tuvimos dos casos: uno se llamaba Doxa, que salía en un diario y lo único que había era una dirección de correo electrónico, no se sabía más nada que eso.
Y otra, que fue un juego un poco sucio. Se llamaba Equipos Consultores Celade; usaba las dos primeras palabras del nombre de una prestigiosa encuestadora de plaza -es decir se estaba engañando- y Celade, que era parecido a un prestigioso instituto de investigación. No había ninguna empresa con este nombre y se divulgaban datos al revés de todos los demás para demostrar que a quien en todas las encuestas daban perdiendo aparecía ganando.
O lo que pasó hacia mediados de diciembre, próximo al Congreso del Frente Amplio, cuando aparece una encuesta argentina. Era muy confuso cómo se hizo la encuesta, lo que se pudo averiguar por ahí es que se llamó a algunos hogares de Montevideo, a algunas capitales del interior, no a otras ciudades del interior, que no hubo muestra de hogares, que fueron números telefónicos al azar, encuestados desde Buenos Aires, por encuestadores con voz y acento argentino, no se conocen las preguntas que se hicieron, pero sí que obtuvieron un 24% de gente que no contestaba lo que ya era un disparate- y no se sabe los que rechazaron la encuesta. Y esto se usa el día antes del Congreso para dar un escenario exactamente al revés del que daban las encuestas serias en el Uruguay; esto es el colmo de las manipulaciones.
Acá debería haber una conducta más rigurosa en los medios de comunicación, que no deberían estar difundiendo cualquier cosa sin saber la calidad que tiene. Pero también tiene que haber una actitud del público, que es saber cuándo está frente a una encuesta seria, donde la empresa o instituto responsable está dando la cara y lo está divulgando, y cuándo está frente a filtraciones que no sabe qué calidad tienen, o cuando ya está frente a cosas que no tiene idea ni siquiera del origen.
Hay que tener mucho cuidado con este juego que muchas veces tiende a confundir, a tratar de ensuciar la cancha, a que la realidad resulte ocultada mediante la presentación de elementos que no son correctos.
Las encuestas son un elemento imprescindible en el mundo moderno, son imprescindibles en las campañas electorales. Es muy positivo que la gente pueda tener un reflejo de lo que es la propia sociedad que integra, pero es bueno precaverse también del mal uso de las encuestas que ha venido siendo creciente en Uruguay en los últimos tiempos.