Análisis Político

Algunos porqué de la campaña electoral de mayor dureza del último cuarto de siglo

Análisis político de Oscar A. Bottinelli


(emitido a las 8.36 hs.)


EMILIANO COTELO:
Muchos consideran que esta campaña electoral es la de mayor dureza de los últimos 25 años.

El politólogo Oscar A. Bottinelli, director de Factum, dedica su análisis de hoy a esta cuestión y se propone buscar algunas explicaciones para las características de esta carrera 2009.


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EC - ¿Es la campaña electoral más dura?

OSCAR A. BOTTINELLI:
Parecería que no hay dos opiniones sobre que esta es la campaña electoral más dura, de menor vuelo y de mayor descrecimiento de valores desde la restauración institucional. Pero más aún, si se saltean las elecciones de 1971, en que la dureza y hasta la violencia tuvieron un eje esencialmente ideológico, esta es la campaña de menor nivel y mayor fiereza del último medio siglo, desde 1958. Y para llegar a esto se han conjugado un conjunto de elementos, algunos de los cuales enumeraremos como simples apuntes.

EC – De ese conjunto de elementos ¿cuál señalas en primer lugar?

OAB – Un elemento importante es la droga del poder. Como se sabe, en el individuo operan frenos, represiones, autocontrol, que permiten su funcionamiento normal en sociedad, dentro de cánones establecidos. El consumo de determinadas drogas, o la ingesta de alcohol en cantidades importantes, tiene el efecto de desarticular esos frenos. Según el estado emocional de la persona y el contexto, la falta de autocontrol puede hacer aflorar los aspectos más negativos, más salvajes del individuo y la mayor agresividad. En ese sentido, el poder puede ser en sí mismo una droga cuando se lucha desesperadamente por el mismo, y esa lucha puede darse de tal forma que la persona pierde el autocontrol.

EC – Pero esto no se dio en campañas anteriores, ¿por qué ocurre en esta?

OAB – Una explicación podría ser que esta puede considerarse una elección clave, definitoria en términos históricos, tanto para el FA como para los partidos tradicionales. Desde hace más de cuatro décadas la izquierda ha vivido la carrera electoral con sentido de acumulación histórica y como un crecimiento constante e ininterrumpido.

La llegada al poder fue sentida como la llegada para quedarse, como el cambio definitivo en la ecuación política del Uruguay, el momento a partir del cual comenzaba la construcción de un nuevo país. Entonces, la pérdida del gobierno en su primera experiencia significaría el quiebre de ese determinismo, un fracaso en términos históricos. No es fácil imaginar los impactos de una derrota del FA sobre su gente, sobre la credibilidad en la política electoral que supondría.

EC – ¿Y para los partidos tradicionales cómo es?

OAB – Los partidos tradicionales vieron diluir su peso electoral en el país sin intentar un solo diagnóstico. Perdieron casi sin darse cuenta la mitad del apoyo ciudadano y cayeron de ser el 90% a ser el 45% en algo más de cuatro décadas. Siempre consideraron el gobierno del Uruguay como los árboles del paisaje, como algo que sólo un fenómeno antinatural podía desdibujar. Tras la crisis de 2002, y la constante disconformidad de la ciudadanía, vieron su derrota como un alivio, como un descanso para luego del mismo retornar al poder. Máxime con el augurio –para ellos– de un seguro fracaso del FA, al que consideraban incapaz de gobernar, con manejo irresponsable de los dineros. El que más o el que menos se imaginaba un fin similar al de De la Rúa, con líos en la calle y hasta con un helicóptero partiendo de Suárez con Tabaré adentro. No ocurrió, no ha sido meramente un interludio, se enfrentan a la posibilidad de que una derrota deje a los partidos tradicionales muy golpeados y que la pérdida del poder afecte la continuidad de buena parte de estos elencos políticos.

EC – Y esto sería la droga a la que tú te referías.

OAB – Sí, todo esto puede operar como la droga que quita el autocontrol a los actores de la campaña electoral. Además, esta droga aparece en un estado paranoico de muchos actores políticos, particularmente los que sienten una realidad diferente a la de su imaginario, lo que lleva a que se agudice la desconfianza y se vea que todo el que no está con uno está en contra de uno y que todo lo hace por malas razones. Esto se potencia por la constante caída del promedio del nivel de los actores políticos a lo largo del último cuarto de siglo, fenómeno de caída similar al ocurrido en la década previa al golpe de Estado.

EC – ¿Y qué otro elemento influyó?

OAB – Se ha observado un particular encono contra las encuestas, agudizado cuando las cuatro principales encuestadoras coinciden en sus estimaciones. ¿Por qué ese encono? ¿Por qué se llega al extremo de hacer una difusión masiva de un documento falsificado? ¿Por qué figuras importantes hacen razonamientos infelices de los que más tarde, sin duda, se arrepentirán?

Parece que operan tres factores: el pensamiento mágico, la ilusión óptica y la idea de que la gente vota exclusivamente a ganador.

EC – Aclaremos qué es eso del pensamiento mágico.

OAB – Dicho de manera operacional para el análisis, sin meternos en profundidades, llamamos "pensamiento mágico" al creer que la realidad es o va a ser como uno desea. Un acto clásico de pensamiento mágico es el juego del 5 de Oro o la lotería, no para el que lo hace como un acto meramente lúdico pero sí para el que cree que le va a tocar el pozo y en forma mágica, de un día para otro, su vida dará un vuelco.

Pensamiento mágico es creer que un partido o sector necesariamente va a obtener determinado porcentaje de votos o determinada cantidad de bancas sólo porque es lo que uno desea.

Pensamiento mágico es creer que el Partido Colorado (PC), que va a oscilar entre el 8% y el 15%, puede llegar al 30%. Pensamiento mágico es creer que el Frente Amplio (FA) puede llegar al 60% de los votos. Pensamiento mágico es creer que el Partido Nacional (PN) compite hoy por sí sólo de igual a igual con el FA.

EC – Y aquí viene otra de las cosas que mencionabas: la ilusión óptica.

OAB – Exacto. Muchos en el PN -quizás demasiados y de muy alto nivel- leyeron mal las elecciones del 28 de junio. Lo curioso es que ya habían leído mal las elecciones internas de 2004. Más tarde se dieron cuenta de esa mala lectura, lo dijeron en muchos análisis, e insólitamente ahora repiten el error: es la ilusión óptica de ver o creer que el resultado de las elecciones internas es el reflejo de las propias elecciones nacionales, que quienes se quedaron en su casa votan exactamente igual que quienes fueron a votar. Y esto, sumado a la dificultad de comprensión profunda del sentido de la estadística, de las encuestas como herramientas, también a un adormecimiento del sentido común, los llevó a pelear contra la realidad y a enojarse con todo lo que mostrara o midiera esa realidad que iba en sentido contrario a su imaginario y a sus deseos.

EC – ¿Esto tiene que ver con lo del voto a ganador?

OAB – Claro, porque las encuestas son tan importantes, son amigas o enemigas, elogiables o execrables, sólo si se le da una importancia decisiva. Si no, son un instrumento más. Y esta importancia existe sólo si se cree que la gente vota a ganador.

El 8 de mayo hicimos aquí En Perspectiva un largo análisis titulado "El profundo proceso personal de decisión del voto", que se puede leer tanto en espectador.com como en Factum.

En esencia, ahí decimos que la gente vota según la identificación que logre con partidos y candidatos en base a su cultura y sus valores. Identificación que trasciende una elección, donde lo que pesa es el hogar donde se crió o la falta de él, el barrio, la escuela, los compañeros de trabajo, la clase social, la religión o la ausencia de ella, las tradiciones políticas, la visión del mundo, la ubicación en la cultura de izquierda, de derecha, de centro, o de la antipolítica.

Y que los juicios sobre partidos y candidatos se elaboran en el largo tiempo, a lo largo de toda la vida de la persona y de toda la actuación política de los políticos. Estos juicios no son coyunturales ni surgen por la posición de cada uno en el ranking. Creer que la gente decide por el ganador o por lo que dice la encuesta es no entender que la gente arriba al voto con una gran profundidad; aunque no sepa verbalizar por qué arriba al voto es un elemento que surge muy de adentro, muy profundamente.

Entonces, la combinación de pensamiento mágico, ilusión óptica y simplificación de las razones que se atribuye a los votantes contribuye mucho a este descrecimiento de la campaña electoral.