Discurso del presidente del Directorio del Partido Nacional, Carlos Cat, en el acto por los 20 años del regreso de Wilson
Autoridades Nacionales y Departamentales
Señor ex Presidente de la República y Precandidato del Partido Nacional Dr. Luis Alberto Lacalle
Señora Precandidata Dra. Cristina Maeso
Familiares de Wilson Ferreira Aldunate
Sra. Susana Sra. Babina
Don Leon Morelli
Compañeros del Directorio del Partido Nacional
Señoras y Señores
Amigos todos:
Nuestro agradecimiento a las autoridades de la Administración Nacional de Puertos y a la Prefectura Nacional Naval, así como a todos los que con su aporte hicieron posible este acto.
Me congratulo de que, en mi carácter de Presidente del Directorio del Partido Nacional, me haya correspondido el honor de hablar en este homenaje a Wilson. Creo que el Honorable Cuerpo que presido ha acertado al hacer suya esta iniciativa para que los blancos nos reunamos hoy, aquí, en este lugar cargado de recuerdos, para celebrar un acto de unción patriótica y de reafirmación de las libertades democráticas. Nos reunimos en este sitio donde hace hoy 20 años, desembarcó aquel valiente tribuno, y, a la vez que rendimos justo homenaje a aquel gran conductor, reafirmamos los valores esenciales de la Nación Oriental y del Partido de la Nación: la libertad de expresión; la libertad de elegir, sin restricción alguna, a nuestros gobernantes; el Estado de Derecho y la democracia representativa.
Con la llegada de Wilson al Uruguay se cerraba un ciclo de su lucha por la institucionalidad, el que había comenzado con su altiva actitud de rechazo a la dictadura y se había desarrollado durante el largo y amargo período del exilio en que, haciendo oir su voz en los foros internacionales, se constituyó en el acusador que recordaba su ilegitimidad a quienes habían usurpado el poder en nuestro país.
Al regresar Wilson a su patria se cerraba ese ciclo y comenzaba otro período, en el cual, ya fuera por su mera presencia mientras estuvo preso, o por su desempeño formal como líder indiscutido y Presidente del Directorio del Partido Nacional después, jugó un papel fundamental en el acontecer político de nuestro país.
Así como su valiente actitud de rechazo a la dictadura había mostrado su temple y su fibra principista; así como los años en el exterior mostraron su perfil de estadista internacional y su gran capacidad de militancia por la causa democrática, así también, el ciclo que comienza cuando vuelve al Uruguay hace hoy 20 años, muestra como nunca, además de las condiciones antedichas, todo su espíritu patriótico y toda su grandeza de alma.
Estamos, señores, en un lugar verdaderamente histórico. Esta porción de terreno, en este Puerto, fue escenario de un acontecimiento que la historia seguramente recordará muy especialmente. En los alrededores de este sitio, donde hoy se desarrolla la rutina normal de todos los días, en este entorno que hoy podíamos llamar apacible, se había desplegado aquel día un formidable contingente de fuerzas militares y policiales, como si un ejército extranjero fuese a intentar una invasión, a la manera de Normandía. ¿Y todo eso por qué? Porque llegaba un barco de pasajeros, el Ciudad de Mar del Plata 2. Porque ese barco traía a un hombre, a sus familiares y a aquellos allegados, simpatizantes y correligionarios que, de entre los muchos que se habían congregado en el momento de la partida en Buenos Aires, pudieron hallar un lugar a bordo. Ningún gobierno del mundo podía sentirse físicamente amenazado por aquel arribo. Y sin embargo, ¡qué amenaza significaba aquella presencia para los liberticidas! ¡qué influencia arrolladora, que con todo su poder malhabido y sus armas ilegítimamente empuñadas contra las instituciones, no podían contrarrestar!
¡En aquel barco, señores, viajaba ni más ni menos que la libertad!
¡En aquel barco viajaba el Partido Nacional, puesto una vez más al servicio de la Patria, presto para defender sus instituciones, las libertades públicas, el derecho al sufragio, la tradición liberal del Uruguay!
¡Qué contraste, entre la actitud del que llega, en paz, pero con decisión y coraje, armado nada más que con sus ideas, y quienes lo esperan, armados a guerra, abroquelados detrás de la fuerza! ¡Qué episodio de nuestra historia demuestra mejor que éste, la veracidad de esas frases tantas veces repetidas: las ideas no se matan; no es posible sentarse arriba de las bayonetas!
Quienes vivieron ese momento no lo olvidarán nunca. La historia se ocupará de que lo aprecien las generaciones futuras. Wilson, cruzado de las libertades públicas, caudillo blanco, desciende de la nave, pisa nuevamente la tierra de su Patria tan querida, sabedor de que estaba trocando el exilio por la prisión, y camina acompañado por los militares hacia su confinamiento. Pero de pronto se detiene, se da vuelta y con ambos brazos en alto, hace la V de la victoria con ambas manos. Aquel símbolo de la lucha contra la opresión que había popularizado Winston Churchill en la segunda guerra mundial, volvía a representar la resistencia de los hombres libres contra quienes quieren despojarlos de sus derechos.
A Wilson se le había impedido llegar a la Presidencia en noviembre de 1971, burlando el veredicto dado en las urnas por el soberano. Vuelto al país, se le impidió ser candidato. Se sabía que alcanzaba con que se postulara, para que una avalancha de votos lo llevara a la Presidencia. Recluído en un cuartel el hombre que la mayoría de los uruguayos querían votar, transcurrieron aquellas elecciones, producto de un pacto urdido a espaldas de Wilson, que le retaceó, a la voluntad popular, la capacidad de manifestarse.
Consumada la maniobra, el líder nacionalista es liberado. Se dirige entonces a su pueblo en aquel acto inolvidable de la explanada municipal donde dio muestras de la grandeza de su alma y la agudeza de su inteligencia. Comprendía Wilson que una nación que emergía penosamente de 12 años de oscuridad, tendría una democracia endeble a menos que él, que había sido perseguido, que había sido excluído, le pusiera el hombro. Y como demócrata, como defensor de las leyes, como hombre de bien, en suma, como blanco, dejó de lado sus sentimientos, su legítimo enojo, prescindió de todo interés político partidista, y puso por encima de toda otra consideración, el interés supremo de la Patria.
Aquella voz, que la noche del 27 de junio de 1971 marcó a fuego a los golpistas, estableciendo valientemente la posición del Partido Nacional; que durante años había luchado contra la dictadura desde todas las tribunas disponibles en el exterior, ahora pronunciaba el verbo de la gobernabilidad, que era la manera de defender las Instituciones que el momento histórico exigía. Pero hizo más, cuando fue necesario restañar las heridas que la lucha fraticida había dejado entre los orientales, puso su inconmensurable prestigio y todo el peso de su voluntad para lograr la aprobación de la Ley de Caducidad, pensando en el bien de la Nación, pasando por alto el hecho de que esta norma, en último término, amparaba a quienes le habían perseguido y privado de ejercer sus derechos.
¿Qué mayor gesto de grandeza republicana se puede pedir, señores? ¿Qué mejor ejemplo de la capacidad de un estadista, podría ofrecerse? Se jugó la vida enfrentando una dictadura cuando ésta avasalló las Instituciones; hizo campaña contra ella en todos los terrenos, volvió a enfrentarla valientemente, sabiendo perfectamente a lo que se exponía y, por último, después de haberse opuesto a una elección espúrea sin poder evitar que la misma se realizara, supera cualquier posible resentimiento y apoya, no al gobierno surgido de aquella singular coyuntura, sino a la institucionalidad que es preciso recuperar, a la democracia incipiente que necesita ayuda para desarrollarse.
Este último ciclo de su vida, que por obra del destino termina prematuramente poco tiempo después de su regreso, se inicia aquí, en este lugar, donde Wilson, después de 11 años de ostracismo, pisó tierra uruguaya por primera vez. Los que vivieron aquel momento emocionante sabían que estaban haciendo historia. Cuando el barco zarpó de Buenos Aires, sabían que acompañaban a un gran hombre en una patriada. Pero nadie podía aquilatar todavía la magnitud de sus virtudes, que los hechos posteriores fueron demostrando. Hoy, con la perspectiva histórica que nos han dado estos 20 años de vida democrática y empeñados en una campaña electoral que va a llevar al Partido Nacional al poder, es justo, es por demás adecuado, que nos reunamos aquí todos los blancos, para decirle a Wilson que no olvidamos su ejemplo y su prédica; que nos inspira, junto con Oribe, con Aparicio, con Herrera, y que junto a ellos, vamos a dedicarle el triunfo que obtendremos en las urnas el 28 de noviembre.
Muchos de Uds. compartieron con Wilson aquel viaje de retorno. Muchos lo despidieron en el Puerto de Buenos Aires. Muchos de nosotros lo conocimos porque lo leímos, nos lo contaron o lo vimos a través de algún video.
Qué momentos vividos previo y durante la travesía en el barco!
Vivencias formidables!
Momentos de enorme tensión, salpicados por frases y ocurrencias de Wilson, que ayudaban a mantener el espíritu enhiesto, templado, calmo, sin flaquezas, sin renuncias.
Debe haber sido como las horas previas a las batallas de Aparicio, cuyo Centenario festejamos este año; los nervios, la tensión, el no saber qué iba a suceder a las pocas horas!
Pero Wilson al igual que Aparicio, estaba muy bien acompañado. Sus coroneles eran su familia -sus amigos y fieles compañeros de todas las horas-, y su ejército eran tantos de sus correligionarios, que no admitían ni querían dejarlo solo!
A cuántos de ellos se les debe haber ocurrido resistir ante cualquier acto de prepotencia o atropello que se planteara!
Pero Wilson no lo permitiría!
Él tenía la firme determinación de llegar al Uruguay, a su paisito, desembarcar en su tierra querida y sufrir las consecuencias ...
Él sabía lo que le esperaba.
Y lo asumió con coraje, con entereza y con hidalguía.
Qué ejemplo!!
Pero él sabía que todo un Partido, su querido Partido Nacional, lo acompañaba y lo respaldaba!
Todo lo que pasó ya es leyenda y es parte de la sagrada historia de nuestro Partido y de nuestra Patria.
Es el ejemplo que todos los blancos debemos seguir.
Todo lo que sucedió desde ese día 16 de junio hasta su muerte, poco tiempo después, con sus fuertes mensajes de unidad partidaria a todos los líderes nacionalistas que le sobrevirían, es el ejemplo al que estamos comprometidos a seguir.
UNIDAD, UNIDAD, UNIDAD !!
Condición imprescindible para el engrandecimiento del Partido Nacional y para la victoria final en noviembre próximo!!
Este monumento, y esta placa que hoy descubrimos, son el fiel testimonio del sacrificio de un gran hombre, de un luchador, de un líder, de un caudillo y de un triunfador!!
VIVA WILSON!!!
VIVA EL PARTIDO NACIONAL UNIDO!!!
VIVA LA PATRIA!!!