Entrevistas

El multitudinario adiós al General Seregni

Crónica del sepelio, por Emiliano Cotelo y Rosario Castellanos

(Emitido a las 07.37)

EMILIANO COTELO:
El momento más emotivo que a mí me tocó presenciar ayer, mientras desde la vereda acompañaba el cortejo fúnebre del general Líber Seregni, ocurrió en la calle Yaguarón entre Canelones y Maldonado. En ese lugar, a mitad de cuadra, culminó la primera parte del trayecto que se había iniciado en la sede del Frente Amplio, y comenzó la segunda, en la que se tributaron los honores de Estado que había dispuesto el Poder Ejecutivo.

El féretro de Seregni, que era traído a pulso por los principales dirigentes frenteamplistas, debía ser traspasado a una cureña del Ejército tirada por caballos, que sería la encargada de completar el trayecto hasta el cementerio. Un buen rato antes se encontraba ya formado el contingente militar, integrado por un oficial, un grupo de soldados en uniforme de fajina y otros efectivos montados a caballo.

Cuando el cortejo llegó hasta ese lugar, el oficial se adelantó, saludó a Tabaré Vázquez y las otras personalidades frenteamplistas, y solicitó autorización para que los soldados cargaran el ataúd hasta depositarlo en la cureña.

Fueron unos pocos segundos pero simbólicamente muy importantes, porque marcaron el regreso del general Seregni a la fuerza a la que dedicó buena parte de su vida y de la cual siguió sintiéndose parte, pese a todo: pese a la prisión y la humillación que sufrió durante la dictadura; pese a que, incluso cuando se le recompuso su carrera, tuvieran que pasar 20 años para que su retrato pudiera reponerse en el salón de honor de la División de Ejército Nº 2, y pese a que ese acto tan elemental desató furias, polémicas y sanciones, justo mientras Seregni agonizaba.

Ayer, a las dos y media de la tarde, el general Líber Seregni volvió a recibir los honores de sus soldados y, llevado por ellos, recorrió los últimos metros en busca de su descanso final.

Y lo interesante, además, fue que ese acto tan solemne y tan profundo, se produjo literalmente inundado de gente. No hubo manera de delimitar una mínima zona de exclusión. Toda la maniobra se realizó con los soldados abriéndose paso trabajosamente entre los civiles anónimos que formaban parte del cortejo.

Observando la escena muy de cerca, a dos o tres metros, nada más, yo tuve la certeza de que ese contacto estuvo cargado de tensión, de uno y otro lado, una tensión que afloró, por ejemplo, en los cánticos que espontáneamente surgieron de la gente, una tensión que, sin embargo, se mantuvo controlada y marcó -me parece- un punto de inflexión positivo, tal vez inesperado, en la relación entre frenteamplistas y militares, entre el Frente Amplio y las Fuerzas Armadas.

Yo no sé exactamente qué era lo que preveía el protocolo. Pero estoy seguro de que los planes se vieron desbaratados. Ocurría todo de manera tan vertiginosa y en medio de una multitud tan apretada, que cuando los jinetes se pusieron en marcha, la cureña quedó rodeada de inmediato por la gente, así que tanto el oficial como los soldados en uniforme de fajina debieron seguir el féretro apurando el paso, distribuidos sin orden ninguno entre la muchedumbre que ya había llenado cualquier espacio libre que quedara en la calle. Francamente, pienso, la realidad superó al libreto, y aquella escena fue una verdadera bocanada de aire fresco.

***

Rosario: participando de la transmisión especial de El Espectador, tú también estabas siguiendo de cerca el cortejo fúnebre pero más cerca de la puerta del Cementerio Central.

ROSARIO CASTELLANOS:
Sí, y me había instalado con cierta altura, en las azoteas contiguas de las florerías ubicadas en la esquina de Yaguarón y Gonzalo Ramírez. Desplazándome entonces por esas azoteas, tenía por un lado, una visión muy clara de la calle Yaguarón hasta Isla de Flores, esa última cuadra antes de llegar al cementerio (después la curva de Yaguarón me impedía ver hacia atrás) y, perfectamente, la puerta del cementerio y la calle Gonzalo Ramírez.

Coincido contigo en esa impresión de que el protocolo fue totalmente superado por la actitud de la gente. Cuando la cureña pasaba exactamente debajo de mí, la sensación que tuve fue de que prácticamente la propia cureña no se veía: la gente la había rodeado de tal manera... Por lo pronto, la dirección del Encuentro Progresista - Frente Amplio que iba a apoyada sobre la baranda de bronce, atrás; pero la gente que iba pegada a los costados, incluso pegada a las patas de los seis caballos que tiraban de la cureña que no sé cómo podían desplazarse. Formaban entonces una multitud compacta que, vista desde lo alto, parecía que iban tomados uno de los otros porque realmente no quedaba ningún espacio libre.

EC - Aclaremos para los oyentes que no estuvieron en esa parte del recorrido que, después de que el féretro pasó a la cureña y pasó a desplazarse tirado por los caballos, el cortejo atravesó -además del tubo humano que caracterizaba toda la zona- una guardia militar. Las bandas de la Armada Nacional, la Fuerza Aérea y el Ejército Nacional entonaron marchas fúnebres mientras los restos de Seregni eran honrados por efectivos de distintas reparticiones de las tres fuerzas.

RC - Esos efectivos se habían ubicado a lo largo de la vereda oeste; detrás suyo y en la vereda este se agolpaba la gente, y hasta el paso de los dos automóviles que encabezaban la comitiva con las coronas de flores, habían dejado una pequeña senda. Pero, a medida que avanzaba la cureña, la masa de gente se iba cerrando a los costados de manera que luego totalmente quedaron totalmente rodeados.

Yo no sé, por ejemplo, si no estaba previsto que las bandas siguieran detrás del féretro, pero lo cierto es que no se pudieron mover. La música siguió sonando desde Yaguarón hacia Isla de Flores, sin avanzar hacia la puerta del cementerio cuando el féretro siguió su recorrido.

EC - De nuevo: no sé si estuvo calculado o no, pero el hecho de que hubiera una cuadra de multitud entre las bandas y el cuerpo del general Seregni en el momento de su ingreso al cementerio tuvo ventajas: la música militar, solemne y dolida, que sin duda Seregni hubiera querido oír, llegó sí a sus oídos pero enriquecida por las voces y aplausos de la gente. Fue como un ambiento sonoro perfecto para un momento como ese.

RC - Sin duda, porque el homenaje fue el aplauso y el silencio, por un lado, que no al mismo paso sino a medida que se iba alejando de cada grupo, podía surgir algún grito, algún saludo, alguna expresión de ese tipo.

Otro aspecto que me llamó la atención fue imaginarme estas imágenes en las pantallas de televisión de otras partes del mundo, y me pregunto en qué otro país la dirigencia completa de un partido político (que probablemente sea el próximo gobierno, entre ellos el que puede ser el futuro presidente) pueda participar de esta manera, absolutamente rodeada de la gente, de un acto multitudinario de estas características. Cuando uno ha visto este tipo de actos en otros países ha visto una distancia, una seguridad dispuesta de otra manera, y creo que no puede dejar de sorprender al resto del mundo que en un país como el nuestro esto se pueda llevar a cabo en estas condiciones.

EC - Diría que fue hasta excesiva la confianza en el autocontrol, porque se vivieron escenas francamente complejas en algún momento, por ejemplo frente a la puerta misma del cementerio, como lo testimonian algunos oyentes que dicen que los intentos de desplazamiento tuvieron instantes de nerviosismo, de cierta violencia.

RC - Ni hablar, porque la ceremonia en sí tenía lugar en el interior del cementerio en un desplazamiento muy corto: al pie de la rotonda, en esa primera callecita central del cementerio. Pensé que no se iba a permitir el ingreso de nadie hasta que llegara la comitiva, por ejemplo, pero en realidad veía por encima del muro del cementerio que había ingresado gente, que las banderas estaban desplegadas en todos lados de ese primer cuerpo del cementerio. El problema se planteó cuando, luego de finalizado el acto, se siguió permitiendo el ingreso al mismo tiempo que la gente pretendía salir por esa puerta central.

EC - Los testimonios hablan de algunos momentos de temor, porque hubo empujones, caídas de las personas que intentaban pasar por el portón principal.

RC - Que además está en obras, rodeado de andamios. Supimos que alguna gente salió por una puerta lateral, que es bastante secundaria. Lilí Lerena salió por una puerta del costado, pero el cementerio tampoco dispone de varias salidas, como el del Buceo, que hubieran permitido que la gente se distribuyera para entrar y salir simultáneamente por varios puntos.

Creo que ese final, con la gente que pretendía entrar cuando ya había terminado el acto, y la que estaba saliendo, fue un momento que desde mi lugar se vio fuerte y tenso.

EC - No sé si se puede, pero creo que hubiera sido conveniente colocar amplificación en los alrededores del cementerio, porque está claro que los asistentes querían escuchar las palabras de los oradores designados, el doctor Tabaré Vázquez y el ministro de Educación y Cultura, Leonardo Guzmán. El sentimiento era como de impotencia entre quienes estaban en la calle, conciencias de que no había ninguna posibilidad en ese sentido. Quizá por eso se produjeron esos forcejeos y esos apurones por intentar ingresar.

RC - En la Plaza Zitarrosa, frente al cementerio, existía un altoparlante que permitió escuchar bastante claro el discurso de Vázquez, bastante más bajo el de Guzmán. Allí, en la plaza, en esa primera cuadra, la gente tuvo al menos algo de las palabras del homenaje.

***

EC - El primero en hacer uso de la palabra fue el presidente y candidato a la Presidencia de la República del Encuentro Progresista - Frente Amplio, doctor Tabaré Vázquez.

Su alocución fue muy breve:

(Grabación)
 
TABARÉ VÁZQUEZ:

En la vida política en general, pero en la vida política partidaria en particular existen momentos muy duros, muy difíciles y muy dolorosos. Y uno de esos peores momentos es tener que despedir físicamente, pero sólo físicamente, para siempre, a un querido compañero.

(Aplausos)

Mas difícil si ese compañero es el maestro, es el guía, es la referencia permanente. Y mucho más difícil aún si ese compañero se llama general Líber Seregni.

(Aplausos)

El general Líber Seregni fue y es una figura extraordinaria: una figura fuera de lo común. Con una enorme dimensión en todas sus actividades. Grande como profesional militar, grande como dirigente político que trascendió a su propia fuerza política y se constituyó en un referente de todos los orientales. Grande como ciudadano que defendió la democracia hasta sus últimas consecuencias.

Enorme como compañero y como amigo, enorme como esposo, como padre y como abuelo. De él hemos recibido un preciosísimo legado de principios y de valores. De él, del querido compañero general Seregni, hemos recibido las banderas de la lucha por la justicia social, por la solidaridad, por la libertad, por la democracia y sobre todo por la paz y el entendimiento entre todos los uruguayos; entre todos los uruguayos.

(Aplausos)

Hoy, al despedirlo físicamente, le queremos decir al compañero general que de sus manos tomamos esas banderas y que las defenderemos y llevaremos adelante como él nos ha enseñado.

(Aplausos)

Y queremos decirle desde lo más profundo de nuestro corazón, y desde lo más hondo de nuestro razonamiento, que personas como él, compañeros como él, dirigentes como él, padres como él, no mueren: se siembran.

(Aplausos)

(Fin de la grabación)

Junto al doctor Vázquez, a la familia del general Seregni, a los dirigentes del Encuentro Progresista - Frente Amplio, se encontraban además figuras de los diferentes partidos políticos. En particular, se encontraban el doctor Jorge Larrañaga y el doctor Sergio Abreu, la fórmula presidencial del Partido Nacional, el candidato del Partido Colorado, escribano Guillermo Stirling, y también los tres comandantes en jefe de las fuerzas armadas.

En ese ambiente hizo uso de la palabra, en segundo término, el ministro de Educación y Cultura, doctor Leonardo Guzmán, designado a esos efectos por el Poder Ejecutivo.

(Grabación)

LEONARDO GUZMÁN:
Es cierto: "El pueblo unido jamás será vencido", en la medida en que el pueblo tenga manifestaciones de libertad como esta, tan distinta de aquella penosa, ominosa, mañana de un martes en que la dificultad para llegar al Cementerio Central no era una multitud libre como la de hoy, sino la prohibición de entrar a acompañar a los asesinados en Buenos Aires.

El alma de nuestro pueblo es quien defiende los recuerdos positivos de los tiempos negativos, obedeciendo a aquella regla del general Seregni cuando en marzo de 1984 dijo, a la salida de uno de los sacrificios más grandes y más noblemente llevados que hayan visto las generaciones hoy vigentes en el país: "Nada de pensamientos negativos".

El Poder Ejecutivo nos ha delegado la representación para expresar sentimientos por la vigencia institucional a partir de la admiración y el respeto que, por encima de los partidos políticos, todos los ciudadanos libres de este país le hemos entregado al general Seregni por las distintas etapas de su trayectoria.

Seregni cumple una función esencial para la reconciliación nacional; sale de una década de privación de libertad sin un agravio, sin una expresión de resentimiento, sin llevar la cuenta a su país, ni a su madre, la patria. Seregni sale a convocar para la paz, para el entendimiento. Esa contribución institucional, paralela a la de otro gran hombre, Wilson Ferreira Aldunate, está definitivamente inscripta en la historia institucional de la vida del país. Pero no sólo como un tender la mano, sino mucho más adentro; no viene sólo como el acto político externo que busca el cálculo o la conciliación entre opuestos para obtener un resultado de etapa inmediata. No: aquello brota desde el fondo de un espíritu, desde el fondo de la meditación de un persona, que si supo escribir a su dignísima esposa cartas desde la prisión, supo escribir también para el país, destilando día a día el ejemplo de devolver por el mal recibido el bien para los demás.

(Fin de la grabación)

El ministro no terminó con el discurso que tenía previsto, si bien aclaró luego que pudo decir lo esencial de lo que tenía pensado. Guzmán citó una frase de Benedetto Crocce según la cual "todos hemos perdido en la guerra. Y este país que se hizo con gente que hablaba mitad italiano y mitad español, que todos tenemos para perder en la confrontación y todos tenemos para sentir la grandeza de la convocatoria de sentimiento de libertad". A partir de ese momento, desde la puerta del cementerio comenzaron a escucharse silbidos, luego el coro de "Seregni amigo, el pueblo está contigo", que no permitieron terminar la oratoria del ministro de Educación.

¿Cómo viste ese episodio?

RC - Me sorprendió bastante, porque no parecía que en ese clima se le iban a llevar cuentas a nadie y, cuando surge afuera primero un aplauso y luego gritos y consignas que tapaban lo poco que se oía en ese parlante de la plaza, me pareció realmente fuera de lugar. No había previsto que, del clima que allí se había establecido, pudiera surgir esto que no parecía responder a las palabras de Guzmán, que me parecieron muy buenas y generosas, sino a una actitud pensada, premeditada... No sé; pero me extrañó.

EC - Es que, si bien el resultado global de toda la ceremonia a lo largo del fin de semana fue muy saludable, muy positivo y pautado por la tolerancia, hubo lamentablemente episodios, chisporroteos de incomprensión, de resentimiento... de actitudes que no se compadecían con ese clima que caracterizó al fin de semana.

Algo de eso ocurrió durante el discurso de Guzmán, algo de eso ocurrió incluso cuando llegó al cementerio el escribano Stirling. Lo hizo solo, sin custodia alguna, y hubo algún grito del estilo de "Stirling, acá no". Pero lo interesante es que, de inmediato, otro hombre, otro ciudadano ubicado allí mismo, le retrucó al que había lanzado el grito: "Vo, no aprendiste nada del viejo".

--------------------------------------
Transcripción y edición: Jorge García Ramón