La vida y la personalidad del general de poncho blanco
Tertulia especial con la participación de Carlos Maggi, José Claudio Williman, Mauricio Rosencof y Lincoln Maiztegui.
EN PERSPECTIVA
Viernes 10.09.04, hora 8.53.
EMILIANO COTELO:
En esta tertulia especial nos acompañan Carlos Maggi, José Claudio Williman, Mauricio Rosencof y como invitado especial el profesor Lincoln Maiztegui. Lincoln integró la tertulia de El Espectador en sus comienzos hace tres años. Es periodista del diario El Observador, donde entre otras cosas publica los sábados sus apuntes históricos en el suplemento Fin de Semana que todos leemos con tanto gusto e interés.
MAURICIO ROSENCOF:
Además es un histórico, porque yo venía subiendo la escalera tarareando la marcha Tres árboles y cuando llego arriba, Lincoln me dice: "La letra de ese himno la escribió mi bisabuelo".
LINCOLN MAIZTEGUI:
Mi tío abuelo, Julio Casas Araújo, ilustre poeta por cierto.
EC - A ver, Mauricio, ¿cómo sonaba esa marcha Tres árboles cantada por Rosencof?
MR - Creo que está integrada...
EC - Dale, dale, cantá.
MR - ¿La entonamos todos? Bien... tre.
EC - No te acompañaron. Pero podés cantar tú.
MR - Puedo cantar, sí. Además hay cosas muy curiosas, me contaron una versión sobre la caja de fósforos Victoria en la que se ven llamas encendidas: eso está puesto con motivo del triunfo en la batalla de Tres árboles.
LM - Claro, el anagrama decía: "Victoria blanca" ("victoria" en letras blancas), había detrás tres árboles y si contabas las ramitas de los árboles, eran 17; 17 de marzo.
MR - Es poco sabido. Como es poco sabida la corrida que se produjo en la gente a comprar fósforos Ancla. (Se ríen.)
EC - El general Aparicio Saravia es herido de muerte en la batalla de Masoller, que ocurrió el 1 de setiembre de 1904. Así, herido, es trasladado a la estancia de João Francisco Pereyra, en Rio Grande, donde los médicos del Ejército Revolucionario intentan salvarle la vida, pero los esfuerzos no tienen éxito, la herida era muy grave y finalmente se produce el fallecimiento hace hoy exactamente 100 años, el 10 de setiembre de 1904.
Con motivo de esta conmemoración desarrollamos esta tertulia dedicada a la reflexión y el análisis a propósito de esta figura de la historia de nuestro país. "La vida y la personalidad del general de poncho blanco", así podríamos resumir lo que queremos que sea el contenido de los próximos minutos.
MR - Si me permitís, quiero leer un párrafo que utilicé en otra circunstancia, del que creo que algún ministro de Cultura se hizo cargo. Me parece que sería una buena apertura o un buen cierre. Constancio Vigil y Natalio Botana anduvieron en la vuelta con Aparicio Saravia, creo que no participaron, que se fueron a Buenos Aires. Miren lo que dice Constancio Vigil cuando muere Saravia y qué al pelo viene para la iniciación de este programa y para este día: "Todos andamos con esta muerte inverosímil, con este muerto tan grande sobre el alma. Vivió sólo dos días: el de la esperanza cívica y el del sacrificio. Sería dichoso que viva un siglo por lo menos en la memoria viva de su pueblo". Hoy hace un siglo.
JOSÉ CLAUDIO WILLIMAN:
¡Muy bueno!
EC - O sea que un siglo vivió. Y da la sensación de que va a vivir bastante más. A ver, Williman, le toca a usted ahora.
JCW - Sí, nada más que para insistir. Me viene tan bien esto que ha leído Rosencof... La figura de Aparicio es de una dimensión humana impresionante. Ésos que preguntan si leyó mucho, si leyó poco... Es no entender la vida y no entender la sabiduría de cierta gente. Era Bergamín que hablaba del analfabeto profundo, él o Salinas. Él no era analfabeto, por supuesto, pero la dimensión humana era impresionante. Que haya sobrevivido 100 años, y va a seguir sobreviviendo por lo que representó... Confieso que me molesta que alguien crea que a Aparicio se lo recuerda ahora porque es un año electoral. No tiene nada que ver. Yo integré la comisión organizadora de todos estos actos desde el año pasado, y era porque hacía 100 años, no porque había elecciones. Eso corresponde que lo tengan en cuenta.
***
EC - ¿Quién era Aparicio Saravia? ¿Quién se anima a iniciar una semblanza?
JCW - El invitado de hoy, que escribe cosas tan lindas.
LM - Es muy difícil establecer quién era Aparicio Saravia. Creo que en primer lugar tiene una significación propia y en segundo lugar una significación en perspectiva histórica como el continuador de una vieja lucha que los blancos venían sosteniendo desde por lo menos 1865, cuando la caída de Atanasio Aguirre. Una lucha por la depuración del sistema electoral, por un sistema electoral creíble y que mereciera el respeto de todos los partidos por un lado, y por otro la ampliación del derecho al voto a más sectores de la población. La Constitución de 1830 era muy restrictiva en ese sentido.
EC - Me llamó la atención un comentario de esta semana del doctor Luis Alberto Lacalle cuando dijo que aquéllas, las de hace 100 años, eran revoluciones muy particulares en el contexto del continente porque no se hacían para tomar el poder.
LM - Exacto. Yo no conozco otro caso igual. Estoy totalmente de acuerdo con el doctor Lacalle, en eso como en otras cosas.
JCW - Está muy bien dicho, es muy exacto.
LM - Es exactamente así. Yo no recuerdo un partido que haya hecho... vamos a poner tres revoluciones fueron cinco, desde 1870 en adelante, y nunca se haya propuesto tomar el poder. En 1904, después de Fray Marcos, Aparicio puede entrar en Montevideo y tomar el poder, claramente.
JCW - Sí, sí.
LM - Cuando sus oficiales se lo plantean, él dice: "¿Para qué? No es nuestro objetivo tomar el poder. Nuestro objetivo es forzar al gobierno a que tome las medidas que garanticen a este país la posibilidad de que podamos desarrollar la vida a través de la lucha electoral, que es el objetivo".
EC - Y agrego otra sentencia, ésta del ex senador Walter Santoro, en una columna en Búsqueda ayer: "Aunque aparezca como paradójico, Saravia fue el gran reformador del sistema electoral uruguayo".
LM - Estoy absolutamente de acuerdo en eso.
JCW - Está muy bien eso, es exactamente así.
LM - No quiero tampoco embanderarme demasiado. También Batlle fue un reformador importantísimo, no vamos a descubrir la pólvora al decirlo. Creo que la guerra de 1904...
JCW - Pero no en la zona electoral, Batlle no en la zona electoral. Ésa es la única distancia.
LM - Yo creo que Batlle tenía intención de modificar el sistema electoral realmente, de atenerse a los resultados y si perdía entregar el poder. Lo que pasa es que era muy difícil que los blancos le creyeran después de todo lo que había pasado en el 70 y el 72, después de los fraudes terribles de los gobiernos de Julio Herrera e Idiarte Borda, después del cumplimiento bastante relativo del pacto de la Cruz, que era la garantía que tenían los blancos de influir, por lo menos en seis jefaturas, en la vida política del país. Ver la dimensión histórica del personaje de Batlle no era fácil y, como además esto es increíble ni Batlle ni Saravia hablaron jamás ni se cruzaron una carta, estaban los dos llenos de prejuicios.
Para Batlle, de acuerdo a la tradición de la cual provenía y de la educación que tenía, Saravia no tenía mala opinión personal de Saravia, lo dijo muchas veces era un caudillo retardatario, medio barbarón, como eran todos los blancos. En principio él veía la presencia de los blancos en el poder como una cosa que iba a retrogradar al país, todo su proyecto zozobraba si no tenía en sus manos las potestades como para gobernar al país. Había dos países, un país con dos gobiernos. Y por otro lado Saravia decía: "¿El presidente quiere que le creamos? Le creemos, pero a partir de lo que ya conseguimos con muchos muertos de por medio". O sea a través del cumplimiento estricto del pacto de la Cruz: "No me toquen las jefaturas". Eso lleva a una guerra civil que creo que se podía haber evitado esto es una opinión personal sentándose y conversando media hora.
JCW - ¡Es brava ésa...!
EC - Recordemos cuáles eran los departamentos en los que se había acordado que las jefaturas políticas fueran blancas.
LM - Flores, San José, Cerro Largo, Treinta y Tres, Maldonado y Rivera. Rivera era fundamental porque por ahí recibe las armas Aparicio; Flores y San José eran viejos departamentos blancos; Cerro Largo era su departamento, donde hasta las chircas son blancas, como decía Máximo Pérez; y Treinta y Tres era prácticamente la misma zona. El libro del profesor (John Charles) Chasteen, espléndido libro (perdón, maestro), "Saravia y su frontera insurgente", analiza por qué todos los caudillos eran de Cerro Largo: los Saravia, los Muniz, los Muñoz, salen todos de Cerro Largo, de la zona de la frontera. Hay causas sociológicas profundas que determinan que de ahí salgan todos.
EC - Carlos estaba escuchando con mucho interés a Lincoln Maiztegui, pero tengo la sensación de que se muere por hacer algunas puntualizaciones.
CARLOS MAGGI:
Tengo que empezar aclarando que respeto mucho lo que piensan y sienten amigos como Williman y Maiztegui, se puede respetar y apreciar mucho y no... (A Rosencof.) No, hasta ahora no te has manifestado como demasiado blanco, aunque sé que en el fondo todos los tupas son blancos. (Risas.)
LM - "Habrá patria para todos o no habrá patria para nadie." ¿De quién es esa frase?
MR - De Roxlo, con divisa blanca...
LM - De Javier de Viana.
CM - Después de este introito respetuoso y cariñoso con mis adversarios voy a decir que para mí la muerte de Saravia marca la muerte de su tiempo. Ésa es una dimensión que no se dice habitualmente y que es muy importante. ¿Por qué no hablaron Batlle y Aparicio? Yo pienso que no hablaron porque Batlle no quería hablar con él, porque la intención que tenía que tener el presidente de la República era unificar el país. De eso no iba a convencer a Aparicio en una conversación y sólo se podía dirimir de otra manera, como se dirimió, parando las revoluciones, ganando. Ganando o perdiendo, pero había que parar las revoluciones en su campo. Después que pararon las revoluciones empezó un tiempo diferente, nuevo, que le dio a Uruguay una dimensión y un tiempo que a mi entender fueron una etapa, un estadio civilizado superior.
Sucede que en la historia hay hombres visibles y hombres invisibles, y en el año 904 se da una maravilla de dos pares: por un lado estuvieron como muy visibles Batlle y Aparicio Saravia, y por otro lado estuvieron dos hombres invisibles que pesaron mucho más que ellos dos, que fueron José Pedro Varela y Eduardo Acevedo Díaz, que son para mí los que representan el tiempo nuevo, el tiempo de la gente letrada, el tiempo de los que se sientan en la mesa y discuten, debaten, votan. No es el tiempo de ir a la cuchilla y pelearla. Son dos formas de la civilización diferentes, y en el año 1904 está la bisagra justa donde se cierra una puerta y se abre otra. Para mí el significado de Aparicio cuando muere, es que muere su tiempo y empieza otro. Por eso es una figura crucial tan importante, muy respetable, porque el que mata y muere por lo que piensa siempre es muy respetable. En este caso murió por eso. La verdad es que es un epitafio. Yo he dicho acá, y es verdad, que no soy colorado sino batllista, porque me cuesta mucho asimilar el siglo XIX colorado, o el siglo XIX blanco, porque tengo una diferencia cultural insalvable.
EC - Mauricio todavía no habló, pero me temo que Maiztegui y/o Williman deben tener algo para decir después de esta intervención de Maggi. ¿Por dónde vamos? ¿Quién va primero?
MR - A propósito de algún comentario que hizo Lincoln, Aparicio ya está integrado a la historia nacional, es un referente nacional, no de un partido. Como Lincoln habló de un partido, de los cinco o tres alzamientos, es bueno recordar alguna cosa donde la unidad no era tanta. El Directorio del Partido Nacional no estaba de acuerdo con el alzamiento de Aparicio Saravia, incluso no aportaba, no apoyaba y cuando llega Aparicio a Montevideo y ofrece los títulos de su estancia para ser negociados...
JCW - En 1896, antes de 1897.
MR - Pero estamos hablando del mismo partido. Y la otra cosa: el sentido que con el tiempo fue tomando eso; quiero simplemente dejar colgada una imagen de mis 20 años donde la igualdad del voto no estaba relacionada con una igualdad social, ese aspecto no estaba presente en lo que se ha dado en llamar también la última revolución campesina: es haber visto a los servidores del 4 frente a la Caja de Jubilaciones con su golilla blanca, con su trajecito viejo, pidiendo que les dieran finalmente la pensión por haber sido servidores de la patria.
EC - ¿Cuándo fue eso aproximadamente?
MR - Hace 50 años, yo tendría unos 20.
JCW - Es cierto lo que decía Reyes Abadie, en otros países a los revolucionarios los matan; nosotros los pensionamos, y a esa gente había obligación de darle pensión porque se había levantado contra el gobierno constituido. Eso de Reyes Abadie me parece inefable.
Pero quiero decir que no estoy tan lejos o estoy mucho más cerca de lo que ustedes suponen de lo que dice Carlitos. No sé si será el diálogo que tengo refrescado por aquel de hace unos años... Porque es cierto que 1904 es un codo en la historia nacional y que le da posibilidades al país de buscar otra vía de soluciones, hasta ese momento los levantamientos, las revoluciones, las chirinadas, son soluciones políticas en busca de solución a problemas políticos como era el problema electoral, y como muy bien decía Maiztegui, no era ocupar el poder. De ninguna manera, jamás lo quisieron ellos; tampoco Timoteo Aparicio. Pero en este momento hay antecedentes de cordialidad que buscaban una solución distinta. Yo recuerdo que Luis Alberto de Herrera escribió en El Día hasta 1903, en marzo de 1903 cuando es nombrado Batlle presidente de la República manda la renuncia diciendo que renuncia porque siendo funcionario público estaba en la diplomacia en Estados Unidos no le parece correcto escribir en el diario del presidente de la República. Nada más que por eso. Acevedo Díaz lo demostró era un gran amigo de Batlle, planteó otro tipo de problemas, pero también lo era. Y no sé si esto era de cuento, pero Williman era ministro de Batlle en 1904, sin embargo Herrera escribe, creo que uno de sus libros de 1905, al año siguiente yo lo tengo dedicado, y le dice: "Al doctor Claudio Williman, mi querido ex profesor y amigo. Luis Alberto de Herrera". Al año de la revolución, es decir que no se conservaron odios a raíz de eso que en el fondo era mucho más una solución política que una cuestión de odios. Ahí empieza a recuperarse el período del diálogo, en el que tengo que citar puede ser que Carlitos no lo sienta tan necesario a Luis Alberto de Herrera, que fue el hombre que desarmó el partido.
CM - Esto que estás diciendo todo, incluidas las actitudes de Herrera, es confirmatorio de lo que yo digo...
JCW - Por supuesto.
CM - ...las líneas no pasan a esa altura entre blancos y colorados, yo le atribuyo el cambio a la obra de José Pedro Varela, que empezó en 1875. No es una casualidad que haya empezado tres años antes, hay generaciones que se criaron habiendo escuela. Todo lo que sucede a partir de ese principio de siglo es para gente letrada. En un momento dado, durante todo el siglo XIX, el lenguaje era el de los gestos heroicos, a partir del 900, y la clave son en el 904 las palabras racionales. Hay una diferencia total en materia de civilización.
JCW - Estoy completamente de acuerdo contigo.
CM - Uruguay se parece durante todo el siglo XIX a las Galias cuando entró Julio César, era una serie de tribus en pelea permanente. Entraron 300 romanos, se pararon y la conquistaron toda, porque eran tribus en guerra.
EC - ¿Qué dice Maiztegui?
LM - Yo tengo algunas coincidencias y algunas discrepancias con mi amigo y en muchos aspectos mi maestro, Carlos Maggi; periodísticamente mi maestro, yo aprendí a escribir leyéndolo a él. Me parece muy importante que él reconozca que Batlle quiso la guerra del 4.
MR - Te salió blanco y de Nacional, pibe. (Risas.)
LM - Me parece muy importante que reconozca que Batlle quiso la guerra del 4, la buscó, se preparó para ella y la provocó. Últimamente he escuchado por ahí el disparate de que Batlle fue a la guerra porque no tenía más remedio. No, no: Batlle quería la guerra.
JCW - Exacto, que hizo lo indecible por pararla. No hizo nada.
LM - No hizo nada, todo lo contrario: se preparó para la guerra y para ganarla, porque la veía como un hecho necesario. Yo creo que lo hizo con ánimo luctuoso y tal vez sintiéndola como un fracaso personal, pero consideraba que eran menores los daños que provocaba la guerra que la feudalización del país que, tal cual la veía, había provocado el acuerdo del 97, pacto de la Cruz.
CM - En eso estamos de acuerdo.
LM - En cambio no estoy tan de acuerdo en la visión que él hace del país del ayer y el país que comenzaba. Yo creo que el 75 no es una cosa tan positiva como la apunta mi amigo Carlos. Efectivamente en el 75 se reforma la enseñanza, pero también se alambran los campos con sentido propietarista, porque Latorre no era Artigas y echa a la calle una cantidad enorme de gente, entre los cuales muchos don Zoilo, que después Florencio Sánchez hará ahorcar en Barranca abajo.
CM - Pero yo no defiendo a Latorre.
LM - Si usted defiende a Varela, por ahí andamos. No me quiera la causa y no la consecuencia, don Carlos.
CM - ¡No seas malo!
LM - Es Latorre el que designa a Varela y el que hace la reforma de la enseñanza. Aparicio expresa la protesta social de la gente y de los hijos de la gente que había sido expulsada de su terreno por el alambramiento de los campos. En ese sentido representa al Uruguay popular que accede frente a la camarilla aristocrática de los colectivistas que pretendían mantener el poder para las viejas familias patricias. Esa tarea la cumplen José Batlle y Ordóñez en el Partido Colorado, que expresa a las clases medias urbanas específicamente y a la naciente clase obrera, y Aparicio Saravia y Acevedo Díaz en el Partido Nacional, trayendo las masas rurales a la vida política. Pese a que Aparicio no lo quería así, no era gente como para entrar en la vida política simplemente con el ejercicio del voto; máxime cuando había mucha desconfianza en el respeto por el resultado. De ahí que aparezca como un caudillo levantisco, cuando en realidad es un hombre que quiere lo que dice específicamente antes de empezar la guerra del 4: "Ésta tiene que ser la guerra por la paz, tiene que ser la última guerra". Y lo fue. Encarriló la vida del país por la vía electoral. Si Batlle quiere encarrilar el país por la vía electoral, lo necesita para su proyecto de reforma, y los jefes de los blancos, Aparicio Saravia y Acevedo Díaz, también lo quieren, ¿por qué hubo guerra? Hubo guerra porque no se sentaron a hablar.
CM - Claro, y no se sentaron a hablar porque la guerra, en esa situación, era absolutamente inevitable, porque un país no puede estar partido a la mitad.
***
EC - ¿Qué dice Rosencof, que se había quedado con la palabra pendiente antes de la pausa?
MR - Primero estaba aprendiendo...
EC - Mirá lo que dice una oyente a propósito de eso de aprender, María del Carmen, del Cordón: "¿Ustedes tienen idea de por qué en la escuela, en el liceo, no nos hablaron de Aparicio Saravia así como se lo está haciendo ahora?".
JCW - Es la influencia de la historia colorada. Por favor, no me contestes nada, Maggi; es una opinión.
MR - Pero vos estuviste en el Codicen, así que tenés que hacerte cargo.
JCW - Sí; no es fácil desde el Codicen.
MR - Yo quería dos o tres cositas, nomás, y leer un fragmentito de una carta de Aparicio a Basilicio en el frente de batalla, en 1897.
LM - A su hermano.
MR - Sí, del 97. Primera cosa, que estamos escuchando a Tabaré Echeverry cantando un poema de Julián Murguía, "De poncho blanco". Es de los grandes hombres intelectuales que dio el Partido Nacional.
La segunda cuestión, mencionada por Lincoln, sobre Florencio Sánchez; es bueno mencionar que estuvo en el alzamiento de 1897 y después de una incursión en la frontera terminó escribiendo "Cartas de un flojo", donde señalaba la barbarie de las guerras y de los caudillos. Es algo que hay que tener presente, porque todos los protagonistas de toda esta historia fueron de armas tomar, y los que no se alzaron en la Tricolor se alzaron en el Quebracho o en el 96 o el 97, y hasta estuvieron enfrentados a un hombre que procedía del Partido Nacional porque habían cometido una barbarie; estoy hablando de Justino Muniz, que comandó el ejército de los colorados siendo blanco. Quiere decir que a la expresión de que la patria se hizo a caballo podemos agregar que también se deshizo a caballo. Era una cosa interesante para anotar.
Y algo que me resulta un documento formidable, estando acampados uno frente a otro los hermanos Saravia, uno colorado y otro blanco, Aparicio en una carta que le manda al otro lado del frente a Basilicio le dice algo que todavía no se ha dado: "La patria es algo más de lo que tú supones. La patria es el poder que se hace respetar por el prestigio de sus honradeces y por la religión de las instituciones no mancilladas. La patria es el conjunto de todos los partidos en el amplio y pleno uso de su derecho. La patria es la dignidad arriba y el regocijo abajo".
EC - ¿Qué dicen los demás a propósito de esa lectura?
LM - Que seguramente está escrito por Acevedo Díaz. Era el secretario de Saravia.
JCW - Sí, en ese momento era el secretario.
LM - Seguramente esa carta está escrita por Acevedo Díaz, por lo menos eso es lo que sostiene Sergio Deus, el biógrafo de Acevedo Díaz. Luis Alberto de Herrera se la atribuye a Roxlo, pero por estilo debe haber sido de Acevedo Díaz, que era el secretario personal de Saravia en ese momento.
MR - Pero no deja de ser carta de él, de la misma manera que las instrucciones pudo haberlas escrito quien fuera pero son de Artigas.
LM - Aparicio no tenía la galanura de estilo como para escribir así, pero era puntilloso y leía varias veces aquello que llevaba su firma, aunque no lo hubiera redactado él, para que dijera exactamente lo que quería que dijera. Ese fragmento que tú leíste, que es muy conocido, empieza diciendo: "Tú crees servir a la patria en el lugar en que estás. Pues no la sirves". Seguramente está escrita por Acevedo Díaz, que en ese momento tiene con el caudillo una identidad de pensamiento muy fuerte.
EC - Es un intercambio de cartas intenso, son varias que van y vienen entre Aparicio y su hermano.
LM - Y Manuel Gálvez que no entiende nada, pobre, en su biografía sobre Aparicio Saravia...
JCW - Está muy bien escrita.
LM - Está muy bien escrita, es una preciosa novela histórica. Dice: "Perfecto mediocre este Basilicio, solamente habla de intereses, mientras Aparicio habla de ideales". Basilicio decía: "Usted está rompiendo el país, señor". Y tenía razón a su manera, desde su punto de vista. Y Aparicio le contestaba: "Si yo estoy rompiendo el país es porque me obligan". En definitiva los puntos de vista difieren en eso.
CM - El monumento que hay en Santa Clara es a Basilicio, no a Aparicio.
LM - Sí, sí.
***
EC - Carlos nos anunciaba que tenía una anécdota que si no podía contar acá en la radio la iba a contar en la esquina, en el boliche dentro de un rato, cuando continúe esta tertulia.
MR - Eso no es posible porque está cerrado.
JCW - Hay que buscar otro boliche.
CM - Es una anécdota estupenda que me tocó vivir; nunca había reparado lo bien que calza en este clima. De muchacho trabajaba en la Biblioteca Nacional y en ese momento había un plan de difusión cultural por el que iban los oradores a hablar a las ciudades del interior y se revisaba y se ayudaba en la biblioteca. Era un trabajo en la Biblioteca Nacional. Yo viajaba con todos los intelectuales que elegía, y elegía, por supuesto, los que me gustaban más. Una vez elegí a Paco Espínola y fuimos a Rivera. Viajamos toda la noche en el ferrocarril y a la mañana siguiente, cuando nos levantamos, Paco me dijo: "La conferencia es a las siete, no tenemos nada que hacer, y acá hay una sola cosa para hacer, que es ir a ver a don Julio Barrios". Yo no sabía quién era don Julio Barrios, y fui con él. Tocamos timbre en una casa donde nos dijeron que vivía y salió a la puerta cancel, en una casa de zaguán, exactamente el Quijote de la Mancha: alto, flaco y con una perita blanca. Paco le dijo: "Nosotros, comandante, venimos del sur para hablar de las cosas que importan". Y el viejo dijo: "Pasen, señores, porque yo he tenido el gusto y el honor de servir en ambos partidos". Había entendido todo. Nos sentamos en un hall con una claraboya y un toldo, hacía mucho calor. El viejo empezó a hablar, no precisó que nadie le preguntara nada. Tenía una voz de pito y empezó así: "Cuando me empezó a perseguir Aparicio, yo sabía pa dónde rumbeé, ya era el atardecer y agarramos hacia el monte. Venía de bastante lejos yo, pero él tenía mejor caballada, y cuando llegamos al monte yo dije: Dispérsense, hagan una línea larga y cada uno me prende un fogón. Cuando Aparicio llegó había como 25 fogones prendidos. Y Aparicio paró. Nos llevaba cuatro a uno, pero paró porque tanta gente y de noche... decidió desensillar y esperar. Esperó toda la noche, pero yo me le escapé por atrás y subí allá, a la sierra de la Aurora, subí para arriba, y cuando me quiso alcanzar yo ya estaba en la cumbre. Pero ya subir la ladera era muy difícil, quiso subir y no pudo, estuvo todo el día, toda la noche siguiente. Y yo en esa noche me le tiré por una barranca que había ahí atrás, matamos muchos caballos pero nos escapamos. Aparicio era un hombre bueno, pero ingenuo".
***
EC - Han llegado algunas preguntas de los oyentes. Por ejemplo ésta: "¿De dónde había obtenido Aparicio el grado de general?".
LM - Lo había obtenido en la revolución federal brasileña contra la república centralista que se había establecido en el 94 sobre el principio comptiano de "orden y progreso", que desconocía la aspiración federal de los brasileños. Allí se produjo la famosa guerra de Canudos en el norte, en torno a Antônio Conselheiro hay toda una épica del sertão del norte, y en el sur una violenta revolución federal donde tuvo participación decisiva Gumersindo Saravia, un hermano de Aparicio...
JCW - El hermano mayor.
LM - ...y Aparicio como su ayudante obtuvo un prestigio tremendo. "Castelhão" le llamaban, "ainda falta a carga do castelhão", decían, cuando la batalla venía mal. Dio vuelta varias batallas con cargas a lanza espectaculares, y eso le dio, después de la muerte de Gumersindo, muy curiosamente muy parecida a la que tendría él diez años después, el título de general.
JCW - Los compañeros...
LM - Exactamente, le dieron el título de general, tenía un valor exclusivamente revolucionario. Y se lo reconoce la Junta de Guerra en 1997.
MR - En el 97 le ofrece el comando a Lamas, que era coronel de carrera, y Lamas no lo acepta. Yo quería contar una anécdota que me parece muy lindo que esté presente acá. Entrevisté hace muchísimos años en vida, por supuesto a Juana de Ibarbourou en su casa umbrosa en la calle 8 de Octubre. Ella era ahijada de Aparicio Saravia; su nombre era Juana Fernández y era oriunda de Melo. Había un hecho que recordaba, que era la pauta de lo que era Cerro Largo cuando ella era niña: cuando llegaba, no al cuartel, no al destacamento, cuando llegaba al pueblo, a la ciudad, Saravia, salía a la plaza del pueblo el negro Camundá, que era el clarín del ejército de 1904, a anunciar con un toque la entrada del general.
LM - Una anécdota trae la otra. En Chico Carlo Juana de Ibarbourou cuenta una anécdota preciosa de todos los blancos yendo a rezar al altar menor de la derecha donde estaba la virgen del Rosario vestida de blanco con su manto azul, y todos los colorados al altar menor de la izquierda, donde estaba el corazón de Jesús vestido de rojo con el corazón en el centro. Es precioso.
EC - A propósito de la figura de Aparicio Saravia hay muchos libros publicados y le debemos a la audiencia una bibliografía (*) básica que publicaremos en Espectador.com para cumplir con los pedidos que están llegando en tal sentido. Ahora, con el profesor Williman, me gustaría aclarar un punto que de algún modo ha estado en discusión desde que empezamos la tertulia. La bala que hirió a Saravia el 1 de setiembre de 1904 en Masoller, ¿implicó una herida mortal, o no necesariamente?
JCW - Desde ayer tengo un material que me proporcionaron el doctor Tournes y el doctor Ferrari. Fue una bala de máuser que además le salió por el otro lado, le hirió los intestinos. Inmediatamente fue llamado Lussich, que era el único médico que estaba en ese momento allí, porque había otros médicos de los blancos, pero estaban más alejados. Y Lussich dijo siempre: "Mi diagnóstico fue peritonitis". ¿Se podía operar aquello? Material de Praderi y Bergali insiste en que la escuela de cirugía francesa en ese momento, donde se formó la mayor parte de nuestros médicos, no era intervencionista, era contraria a operar o intervenir. Parece ser que a Lussich le extrañaba que con esa gravedad que empezaba a extenderse a una septicemia no muriera, porque era una cosa gravísima y pasaban los días.
EC - Días que pasó muy mal, con delirios, con fiebre muy alta...
JCW - Claro, eso es al final, deliraba, daba órdenes como si estuviera en el campo de batalla, una fiebre impresionante. Con el frío que hacía hubo que abrir las ventanas a ver si se hacía un poco más fresco el lugar... Hay descripciones dramáticas de ese momento.
EC - Se sumó una bronconeumonía también.
JCW - Ése es el final, debe haber muerto de una bronconeumonía. Pero lo impresionante es la desesperación de Lussich por tener otra opinión, él sabe que del otro lado, en las filas coloradas, estaba el doctor Luis Mondino, que además era como hermano de Lamas, que no estaba allí en ese momento. Le manda una esquela a Mondino, que era una eminencia, y le pide que venga para dar una especie de consulta. Mondito va a pedir permiso si no no lo puede hacer para retirarse al general Vázquez, que le dice: "Es una barbaridad. Usted no llega". "Yo estoy obligado porque hay un colega que me quiere consultar. No tengo más remedio que ir." "Bueno, pero yo no le doy cobertura". "No hay problema, general." Y llegó, llegó el 9. Los dos estuvieron mirando y estuvieron de acuerdo en que no había más nada que hacer y que no se debió hacer nada porque era la escuela de todos ellos, no hacer cirugía en casos como éste. Ahí sí, es probable que en el momento final la muerte se haya producido por bronconeumonía como resultado de todo este proceso. Pero se veía que era todavía un hombre de vigor, de fuerza, porque aguantó muchos más días de los previsibles en la gravedad que tenía.
MR - Acaba de reaparecer el libro de Mena Segarra donde hace referencia a quién disparó sobre Saravia. Si me permiten, leo un fragmento donde lo dice: "No fue una bala perdida la que lo hundió. Varias versiones florecieron, algunos se vanagloriaron de aquel tiro certero. Corrió el rumor de que habían sido los campeones de tiro argentinos contratados por el gobierno para realizar misiones especiales. Otros opinan que fueron espías colorados infiltrados en las filas revolucionarias. Y otros opinan que fue algún calepino que no quería que se concretara un tratado de paz que dejara a Saravia como triunfador. Yo pienso que fue una bala del destino, pero no de la historia".
JCW - Quiero agregar las dos versiones que yo di el otro día de gente que estuvo allí, que salió de Soriano y otra de Maldonado, están de acuerdo en que todos le tiraron a Saravia, todos. Ahora, si había alguien especializado en ese montón es distinto, pero había orden de tirarle apenas pasara de nuevo.
EC - Le dejamos al invitado el cierre de esta tertulia.
LM - Muchísimas gracias. Tenía interés en contar alguna otra cosa, pero para que esto no quede simplemente como una serie de anécdotas, dado que el tema era la vigencia de Aparicio Saravia a 100 años de su muerte, creo que es interesante rescatar qué significa Aparicio Saravia hoy y por qué no solamente los blancos lo recordamos con tanta unción. Porque Aparicio Saravia, más allá de que haya perseguido otros objetivos por las vías correctas o no, más allá de que representara, como decía Carlos, de pronto, procedimientos de un siglo anterior que ya no eran válidos en ese tiempo, es el defensor de dos aspectos esenciales de la vida del país: uno, la regularización de la vida política a través de la lucha electoral, que es su programa específico concreto; y otro menos explícito pero no menos claro, la redistribución de la propiedad de tal manera que tuviéramos una sociedad más justa y mejor repartida, como lo sugería su gente en ese lema "aire libre y carne gorda", sobre el cual Emilio Frugoni decía: "Ostentaban en sus chambergos como divisa y programa de acción el lema de aire libre y carne gorda, cuyo sentido encierra toda una revelación de determinismo económico y explica el factor fundamental que hacía posible y estimulaba la adhesión de las muchedumbres campesinas a las aventuras guerreras. La perspectiva de la carne gorda no es, sin duda, una sugestión idealista, ¿pero cómo negar a los hambrientos el derecho de erigirla en una imperiosa necesidad?". Creo que limpieza electoral y justicia social, ésos son los dos legados de Aparicio Saravia que recogemos desde el fondo de la historia.
(*) El Espectador le agradece al profesor Lincoln Maiztegui la elaboración de esta bibliografía
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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Mauricio Erramuspe