Cómo llegó el lavajato a Uruguay
A principios del año 2007 el gobierno uruguayo, decepcionado por el funcionamiento del Mercosur, analizaba la posibilidad de firmar un TLC con EE.UU. En marzo vino George Bush, entonces presidente de ese país, a discutir la posibilidad.
Pero Lula, entonces presidente de Brasil, se movió más rápido y en febrero vino a intentar convencer a Tabaré Vázquez para que permaneciera en el Tratado regional. Pero además traía inversiones. La interconexión eléctrica con Brasil; una planta de cemento llave en mano por un total de 170 millones de dólares; el tema de cal para Candiota y la fabricación de biocombustible. Por el mismo tiempo Hugo Chávez ofrecía un formidable negocio: petróleo barato y financiado a 15 años.
Ancap entró en escena y se encaminó la construcción de ALUR; la brasileña Camargo Correa, quien dos años antes había comprado Loma Negra, pasó a ser el nuevo y minoritario socio de Cementos del Plata. Y en el 2010 comenzó la construcción de las dos plantas de cal en Treinta y Tres.
En el 2011 Votorantim elaboró un proyecto para construir una cementera, también en Treinta y Tres, proyecto que no prosperó. Todo viento en popa. Ancap hacía caja vendiendo combustible al contado y pagando petróleo financiado. De allí surgió gran parte del dinero para sus otros proyectos de inversión. Pero además el ente se proyectaba como motor del desarrollo. Hasta que se descubrió la corrupción en Petrobras, que implicaba a las mayores empresas brasileñas. Entre ellas Camargo Correa y Eletrobras. De allí en más, la debacle se proyectó sobre Brasil y, obviamente, sobre las empresas asociadas. Entre ellas, nuestra Ancap.