Impunidad

Si no combates la corrupción, ella terminará contigo

Hace un año, el tema corrupción no estaba en la agenda pública. Hoy es asunto de debate ciudadano. También es cierto que no todos tenemos la misma opinión y que los ciudadanos se alinean en este debate en función de su propia posición política. Y la tendencia general es minimizar los asuntos propios y realzar los ajenos.

En un mundo donde el capitalismo salvaje se adueñó de la escena promoviendo la ausencia de valores y la falta de respeto por la vida ajena, las prácticas corruptas terminaron siendo parte esencial del sistema.

En este mundo el único valor dominante , por supuesto lo digo en general, es el dinero. Por lo que moralmente hay autorización para obtenerlo como sea.

Eso liquidó la censura social, es decir, el corrupto no es despreciado y en muchos ámbitos hasta es admirado. Pero además se construyó una suerte de impunidad por lo que finalmente la propia estructura legal impide su castigo judicial.

En síntesis lo que nos propone esta situación es que no hay una vacuna contra la corrupción, que ninguna ideología la evita y que la condición humana es lo que termina pesando.

Lo que debemos entender es que la corrupción es un impuesto casi mayor que la inflación y que siempre pagan los más pobres. Que necesitamos asumir las repercusiones negativas sobre la sociedad. Porque no sólo provoca situaciones de extrema injusticia, sino peor, genera cultura. La del dinero fácil, la de la impunidad.

Tal vez esta preocupación creciente entre los ciudadanos promueva un debate mayor entre quienes deciden para prevenir y castigar más severamente a los corruptos. Evitarla es una utopía. Y sobre todo para que el tema corrupción deje de ser sólo parte del debate en campaña electoral.

Porque los corruptos no solamente roban tu dinero, también roban tus esperanzas.