Ajuste fiscal

Economía, guerra y libertad

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Por muchas razones propias y ajenas, la economía uruguaya ingresó en crisis. A la caída internacional del precio de los "commodities" y a los sucesos políticos que complican al mundo, se suman el despilfarro y la mala administración de recursos realizados durante el gobierno de José Mujica.

El reciente ajuste fiscal de 500 millones de dólares son parte de los 900 millones que se aportaron para que no se fundiera Ancap. Aunque se pueda explicar… que un gobierno de izquierda le otorgue 200 pesos a los jubilados y plantee otorgarle 25.000 pesos a los directores del MIDES, aunque nunca se concretó, va más allá de un problema de comunicación.

Que el MIDES cierre a prepo el Centro Tiburcio Cachón o prevea cerrar la casa que albergaba a las personas del interior que atiende el Hospital de Ojos, pero al mismo tiempo entregue 500.000 dólares al Centro de Estudiantes de Derecho para sus consultorios jurídicos, no parece sólo un problema de comunicación.

Que el Canciller Nin Novoa, que integra el mismo partido político que José Mujica, diga ahora que lo jurídico está por sobre lo político, no es sólo un problema de comunicación.

Hace 7 meses el Ministro de Economía era muy optimista sobre la marcha de la economía, confiaba en detener la inflación, y si bien reducía sus expectativas de crecimiento, igual anunciaba que habría crecimiento. Nada, ni una cosa ni la otra.

Once años de políticas sociales, que con justicia significaron la inversión de muchísimo dinero, no han resuelto algunos graves problemas como la existencia de mucha gente en estado de calle, o miles viviendo en asentamientos.

La economía es un problema, la distribución tan despareja de recursos es el mayor problema. Uno esperaba que un gobierno de izquierda apuntara decididamente a resolver esto. Pero el sistema no lo permite, entre otras cosas porque el capital a gravar seguramente esta a buen recaudo en un paraíso fiscal.

Parece mentira que viviendo en un país tan pequeño, con tan poca población, sin problemas raciales, religiosos, sin dramas climáticos severos, sin cataclismos, con enormes recursos naturales, se nos planteen tantos problemas y seamos incapaces de resolverlos.

Iba a decir que tampoco tenemos guerras, pero después de oír al senador Jorge Saravia entrevistado por Daniel Castro, lo evité. Oír que tan alto legislador diga que "hay una guerra entre civilización y una nueva sociedad en construcción", me sonó a dislate. Sobre todo viniendo de alguien que por antecedentes familiares sabe lo que es la guerra y el degüello.

Saravia que hace unos años era mujiquista avanzó y planteó la necesidad de crear "zonas de exclusión militar" en lugares donde la población es "presa de bandas organizadas. El enemigo tomó el territorio", dijo, y para recuperarlo "la policía tiene que entrar a sangre y fuego". Y finalmente señaló que "el fracaso es porque no hay una nueva doctrina de seguridad del Estado". Y la frutilla del postre: propuso crear "campamentos militares pacificadores".

Uno podría preguntarse si los "campamentos pacificadores"; permitirían generar nuevos vínculos entre el ejército y el narcotráfico y otra vez la chance de conversaciones entre militares y transgresores. Todo al margen de la institucionalidad constitucional

Reitero lo ya dicho en innumerables oportunidades ¿Qué papel cumple inteligencia policial en el combate al delito?

Tenemos una parafernalia de equipamiento que incluye sofisticado armamento, fuerzas especiales, vehículos, cámaras, aviones, helicópteros, la relación policía – población más alta de las tres Américas y aún así ¿va ganando la delincuencia?

Entonces, no hay que ser demasiado inteligente para percibir que el problema es otro. Y entonces uno debe comenzar a preocuparse por otro asunto: la libertad.

Ninguna guerra resolverá algo. Ya sabemos cómo empiezan, nunca cómo terminan. Pero una guerra interna sólo puede tener como objetivo imponer la voluntad de unos sobre otros.

Saravia dijo que "la sociedad marginal está tomando el territorio y sometiendo a la vieja sociedad". Pues si la vieja sociedad es la que condenó a los marginales a recrear una nueva sociedad ¿qué es lo que quiere preservar Saravia?

La columna de Carlos Peláez