Problemas tenemos todos
Mientras gran parte de la izquierda uruguaya grita a voz en cuello..."golpe de Estado"... en relación a la destitución de Dilma Roussef, los partidos de oposición señalan que fue ajustada a derecho. Todos olvidan que fue una decisión polÃtica adoptada por un órgano polÃtico.
Pero paralelamente se constata una perversión del lenguaje. Un golpe de Estado implica disolución del parlamento, persecución de opositores, cierre de medios de comunicación y el ejército en la calle. Eso, independientemente de los desacuerdos con la resolución, en Brasil no ocurrió.
Sin embargo en un gobierno democrático como Venezuela, se persigue a los opositores, se expulsan periodistas, la policÃa reprime a los manifestantes. ¿Por qué en un caso serÃa golpe y en el otro no?.
Sin embargo quienes reclaman al gobierno opinar ya sobre Brasil son los mismos que sostienen que no hay que meterse con Venezuela.
El ministro del Interior Eduardo Bonomi, en sintonÃa con José Mujica, dijo hoy que "la destitución de Dilma "tiene caracterÃsticas de golpe de Estado" y que su sucesor, Michel Temer, "no tiene ninguna legitimidad".
Pero el gobierno que él integra emitió hoy un comunicado en otro sentido, ya que no cuestiona a Temer aunque lamenta la destitución de Rousseff. "Uruguay aspira a que en el marco de la institucionalidad democrática, el pueblo brasileño alcance sus objetivos de estabilidad y desarrollo". Más allá de la legalidad invocada, el Gobierno uruguayo considera una profunda injusticia dicha destitución";, dice textualmente la comunicación de CancillerÃa.
Si se considerara un golpe de Estado la decisión parlamentaria, Uruguay estarÃa obligado a solicitar la aplicación de la Cláusula Democrática del Mercosur y solicitar el apartamiento de Brasil del bloque regional. Algo que no ocurrirá porque serÃa el entierro definitivo del tambaleante acuerdo.
Una forma muy sesgada de leer la realidad es sostener que a Dilma Roussef la votaron 54 millones y la destituyeron 61, como si a esos 61 no los hubiera votado nadie. En realidad fueron 50 millones de ciudadanos.
En una democracia representativa, los legisladores representan. O asà deberÃa ser. Y esto es independiente de que gusten o no los resultados.
Pero además esos 61 senadores representan un espectro polÃtico muy amplio, que va desde el ex Partido Comunista de Brasil, pasando por ex integrantes del PT, hasta la derecha mas rancia.
Y lo diré una vez más: tampoco me gusta la destitución de la presidenta, no es buena para el pueblo brasileño. Pero los que comenzaron este proceso, fueron sus aliados electorales, los que la ayudaron a ganar: Cunha y Temer entre otros sátrapas.
La columna de Carlos Peláez